viernes, 28 de junio de 2013

DESCUBRA CÓMO FRANCO COMANDÓ LA LLAMADA "TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA"



"El franquismo no es una dictadura que finaliza con el dictador", comienza diciendo con una acertada precisión Alfredo Grimaldos en su libro "Claves de la Transición (1973 -1986), (Edit Peninsula)   "sino una estructura de poder específica que integra a la nueva monarquía".
Y, en efecto, a lo largo de las páginas de este pequeño libro de bolsillo, una excelente y didáctica lección de historia, se describe cómo durante la Transición nunca se llegó a producir  un corte histórico en relación con el régimen de Franco. Y es que durante ese periodo no hubo ningún tipo de depuración del aparato de la dictadura. Muy al contrario, fueron los políticos comprometidos históricamente con el Estado franquista los que se encargaron de dirigir "el cambio", de amañarlo en consonancia con los intereses de las clases dominantes y de diseñar el aparato del Estado para su perpetuación. Los policías, jueces y militares de la época de la dictadura continuaron en sus puestos y ascendiendo en el escalafón en la recién estrenada "democracia".
"Los mandos del Ejército que ejercieron de oficiales con Franco - escribe  Grimaldos -   incorporan nuevas estrellas a sus bocamangas al amparo de la Monarquía, los implacables jueces del Tribunal de Orden Público prosiguen su ascenso en los nuevos tribunales de excepción que surgen, y los torturadores de la antigua Brigada Político-Social mantienen sus siniestras trincheras en los sótanos de la Dirección General de Seguridad. El habitual "aprobado por aclamación" de las Cortes franquistas se sustituye por el sacrosanto "consenso" y el silencio oficial sigue apoderándose de muchos asuntos esenciales de la vida política ".
A partir de entonces, el conjunto del aparato mediático español - la televisión, la prensa , una voluminosa cantidad de libros e infinidad de suplementos impresos -  se  encargan de reescribir la  historia de lo que había sucedido en los años postreros de la dictadura , de mitificar la mentira, de otorgar  un protagonismo inmerecido a los que llamaron los " padres de la democracia", procediendo  al maquillaje quirúrgico  de sus sinuosas  trayectorias biográficas. Sin embargo, la realidad  - escribe Grimaldos - es que los  auténticos protagonistas de la Transición no fueron los políticos profesionales, sino los detenidos y torturados, los miles de encarcelados y, sobre todo, los luchadores muertos.
Con mucha razón, Grimaldos escribe que la imagen oficial de la Transición "se construyó sobre el silencio, la ocultación, el olvido y la falsificación del pasado". Algo perfectamente comprensible, al ser los propios franquistas quienes diseñaros el "cambio" y se repartieron los papeles en la obra cuya dirección asumieron.
"POLICÍAS BUENOS -  POLICÍAS MALOS", O CÓMO LA IZQUIERDA FUE CONVERTIDA EN CUSTODIA DEL PODER
La Transición se convirtió en la metáfora de un interrogatorio policial. Eso que los funcionarios de la Brigada Político-Social sabían hacer a la perfección. Para reforzar sus proyectos, los reformistas provenientes de las filas del franquismo ejercen ante la sociedad de "policías buenos". Piden constantemente sumisa colaboración a los opositores "sensatos" y "prudentes" Y  ese llamamiento lo acompañan con una clara amenaza: si no se cumplen los requisitos que exige la mesura,  pueden intervenir los incontrolados "policías malos",  imponiendo el orden manu militari. Y eso, decían, será  peor para todos. Ese sistema policial de presión es  muy conocido  por todos aquellos que pasaron por las comisarias de la dictadura. Durante los años de la llamada transicion democrática  ese fue el espantajo que se exhibía para amedrentar a los más rebeldes. Paradojicamente lograron meter miedo con la dictadura cuando esta funcionaba con tanto o más rendimiento que durante los últimos años de la vida del dictador.
El reformismo franquista, que tiene como vocación su perpetuación en el poder,  es consciente   de que  es imprescindible cambiar algunos elementos de la estructura política  de la Dictadura. No obstante  estará  dispuesto  a hacerlo solo - escribe Grimaldos - después de haber desactivado previamente al enemigo. La dictadura aún podía continuar conteniendo, hasta cierto punto, el empuje del movimiento de masas. Pero  las dificultades para lograr este objetivo iban a ser cada vez  mayores, y ello se podía lograr  solo pagando el  alto precio  de un mayor  aislamiento exterior de la clase dominante, que necesita del exterior para sobrevivir.
En 1973, el "opositor" monárquico Joaquín Satrústegui, que cuatro años más tarde se convertirá en senador por designación real en las primeras Cortes elegidas en las urnas, en unas declaraciones en Roma traza con precisión  cuál debe ser el camino a recorrer para que pueda cumplirse  "operación  Lampedusa", es decir, cambiar algunas cosas para que nada de lo esencial sea sometido a cambios. "Esta táctica [sic] no tendría razón de ser - declara Satrústegui -si no existiera una oposición reformista, con la ayuda de la cual debemos tratar de controlar y evitar la movilización mayoritaria y la situación que se podría dar después como consecuencia de ella". Y añade proféticamente : "Hay que domeñar, a costa de lo que sea, a los comunistas, sobre todo, y, más importante aún, hay que integrar a sus dirigentes en nuestro proyecto, para que sean ellos mismos los que controlen y eviten la violencia de las huelgas y las revueltas estudiantiles, sobre las que tienen una gran autoridad e influencia. Hay que evitar a toda costa que se proclame la República de nuevo".
Santiago  Carrillo, por entonces indiscutido Secretario General del PCE, entendió perfectamente el mensaje y pronto acabó aceptando la Monarquía y haciendo de policía desmovilizador en su importante área de influencia. Por orden de su Secretario general y por primera vez en la historia, las bases del PCE se ven obligadas a enarbolar la bandera de la monarquía borbónica, la misma que presidía los Consejos de Guerra franquistas, y también a enfrentarse con quienes se empeñan en seguir esgrimiendo la enseña tricolor. En más de una ocasión se puede ver a curtidos militantes comunistas cumplir esa insólita y amarga misión con los ojos empañados: "Por favor, compañero, vamos a intentar que no haya problemas... Tengo que hacer esto por disciplina de partido, entiéndelo".
LA LIQUIDACIÓN DE MOVIMIENTO POPULAR Y EL NACIMIENTO DE LA PARTITOCRACIA
Durante ese periodo, el movimiento popular afronta  peligrosos pulsos en la calle, enfrentándose contra las fuerzas policiales, con el objetivo de provocar  la ruptura democrática. Pero los franquistas renovados tienen claro que para que triunfe la reforma controlada hay que acabar con la resistencia organizada y buscan establecer un "consenso" con las direcciones de los grupos que tienen mayor influencia en la izquierda. No obstante, no  resulta facil  desmontar las estructuras populares que se han ido creando durante los dos ultimos decenios de la dictadura.  En la  liquidación de los movimientos populares estará  el origen de la partitocracia corrupta que se acaba imponiendo  El sistema electoral diseñado y el propio funcionamiento del Congreso de los Diputados contribuirán decisivamente a provocar una ruptura definitiva  entre los políticos profesionales y sus votantes.
La  Junta Democrática, el organismo unitario presentado en París en 1974, con el auspicio del PCE, va  perdiendo brío   a medida que la Transición avanza. Se renuncia a la "formación de un gobierno provisional"; la "amnistía total" se consigue gracias a manifestaciones populares convocadas sin el apoyo de los partidos mayoritarios de la oposición. Las  calles se tiñen con la sangre de muchos jóvenes estudiantes y obreros. La reivindicación  de la "independencia judicial" es definitivamente olvidada.  Asimismo,   la exigencia de la Junta Democrática de "una consulta para elegir entre monarquía o república", desaparece  de las reivindicaciones clave de ese organismo unitario.
Las  amenazas de golpe de Estado son una constante durante la Transición. El fantasma de la involución convierte en "salvadores" del proceso de cambio a los reformistas del franquismo y al propio Rey.  García-Trevijano, uno de los fundadores de la Junta Democrática, en su libro "El discurso de la república", escribe: "Cuando se propaga el temor social a un peligro inexistente es porque la clase o el partido gobernante están en peligro real de perder el poder. Y echando sobre el pueblo el miedo propio consiguen una nueva legitimación para seguir dominándolo. Esto sucedió al final de la dictadura, con la cínica propaganda de un peligro irreal de guerra civil, para justificar el consenso moral de la transición contra la ruptura democrática".
Las propias direcciones de los grandes partidos, que ya buscan su propio espacio en el sistema , propagan  el mensaje de que es necesario un pacto entre las fuerzas  democráticas con el régimen franquista  con el objetivo  de impedir una nueva guerra civil o un golpe militar, Todo ello se argumenta cuando el poder lo continúan  detentando quienes han desempeñado papeles claves durante los casi 40 años de dictadura . La Transición democrática se convierte, pues, en el silencio de los corderos.
LOS PACTOS DE LA MONCLOA
El primer gran acto de consenso "oficial", después de las elecciones generales de 1977, lo constituye la firma de los Pactos de La Moncloa, que incluyen   acuerdos de contenido político y  económico, suscritos en  octubre de 1977. Dentro de la lógica habitual del suarismo, la ceremonia de rubrica, encabezada por el presidente del Gobierno, es solemnemente retransmitido en directo por RTVE.  El peso de los acuerdos - en la práctica un plan de estabilización - recae sobre los trabajadores y ello provoca numerosos brotes de protesta.
Los Pactos suponen la cesión de numerosas conquistas obreras conseguidas a lo largo de decenios de lucha. Se imponen topes salariales muy por debajo del aumento del índice del coste de la vida, y además se aplican con carácter retroactivo. También se facilita el despido.
A partir de entonces, la debilidad del movimiento obrero es cada vez mayor. Aquí se marca el punto de inflexión entre el sindicalismo reivindicativo y la burocratización subsidiada por el propio Estado.
Santiago Carrillo defiende la necesidad de apoyar los Pactos, porque "el peligro que se cierne sobre la democracia", y uno de los suyos, Caries Navales, destacado sindicalista de CCOO en el Baix Llobregat, añade años más tarde: "A la clase obrera española hay que reconocerle que priorizara la necesidad de consolidar la democracia, aunque ello fuera a costa de perder muchos puestos de trabajo". Las cifras son reveladoras: el número de ocupados españoles, 12,5 millones en 1977, desciende continuamente durante los doce años siguientes.
El que fuera ministro de economía de Suárez,  José Luis Leal,    agradece a los dirigentes de la izquierda su labor de neutralización del movimiento obrero, en un artículo publicado en El País, el 25 de octubre de 2002, con motivo del 25 aniversario de los Pactos: "El compromiso de los líderes políticos del momento hizo posible la neutralización política de los previsibles efectos sociales del ajuste económico".
Se producen paros y manifestaciones en rechazo de los acuerdos y, como es habitual durante la Transición, las intervenciones de la policía provocan numerosos heridos.  Cada nueva muerte provocada por la ultraderecha o por la represión policial lanza a la gente a la calle y, paralelamente, arroja cada vez más en brazos del franquismo reciclado a Carrillo y otros representantes de la oposición.
La táctica de los reformistas pertenecientes al aparato del Estado franquista, empeñados en desactivar al enemigo, funciona a la perfección. Al final, no hay ruptura, ni corte histórico, ni depuración de los aparatos represivos. Franco, a través de sus más directos herederos - el Rey, Suárez, Martín Villa... -  es el  que realmente comanda la operación de la denominada "Transición demócrática". Con el beneplácito de los políticos opositores, -PSOE, PCE, PSP…  se corre el telón sobre las innumerables víctimas del ilegítimo régimen militar sangrientamente nacido del 18 de julio de 1936.


domingo, 23 de junio de 2013

Homenaje a Valentín González, asesinado por la policía en Valencia un 25 de junio



CNT-Valencia organizará un homenaje al cenetista Valentín González, asesinado por la policía hace ya 34 años en la huelga que CNT convocó en el mercado de Abastos. Este acto consistirá en una concentración y lectura de manifiesto en el antiguo Mercado de Abastos el 25 de junio, además se realizará una exposición -del 24 al 28 de junio- con fotografías y recortes de prensa originales de la época sobre los sucesos que se produjeron en aquella huelga organizada por la CNT en Valencia.
Hace 34 años, la situación laboral de los trabajadores del Mercado de Abastos de Valencia era bastante crítica. Nuestros compañeros, llevaban varios meses exigiendo los salarios que la patronal les adeudaba y, pese a que existía una orden del gobierno que obligaba a pagar esa deuda salarial, seguían sin cobrar. Habiendo agotado todas las vías posibles para solucionar el conflicto, los trabajadores de la “colla” de carga y descarga del Mercado de Abastos -en su gran mayoría afiliados al Sindicato de Transportes de CNT en Valencia- decidieron, como último recurso, convocar una huelga el 25 de junio del año 1979.
Esa misma mañana, jornada de huelga, los trabajadores reunidos en Asamblea tomaban acuerdos para evitar cualquier tipo de enfrentamiento con la policía dejando claro a los trabajadores que podían actuar con total normalidad, puesto que la convocatoria de huelga estaba legalizada por el Sindicato. Mientras la huelga se desarrollaba de forma pacífica y dentro de la normalidad, un piquete informativo se colocaba en la entrada del mercado y otro grupo integrado por los más jóvenes se organizaban en el interior. Fue precisamente entonces cuando aparecieron unos 50 agentes de policía preguntando si la huelga estaba legalizada a lo que los trabajadores respondieron afirmativamente presentando el escrito en el que se autorizaba la convocatoria. La policía, sin importar el documento, ordenó desalojar el mercado en tres minutos. Ante esta orden, los trabajadores decidieron refugiarse en los vestuarios del mercado –situado en la misma puerta de acceso-. Uno de los trabajadores de la “colla” allí refugiados, era un joven de 20 años llamado Valentín González., el cual se encontraba junto a su padre, de 48 años de edad -ambos eran afiliados de la CNT.
Al percatarse del lugar en que los trabajadores se habían refugiado, la policía comenzó a lanzar botes de humo en el interior de los vestuarios, consiguiendo que los trabajadores que se encontraban refugiados tuvieran dificultades para respirar. Padre e hijo consiguieron escapar al exterior pero un miembro de la policía que corría tras ellos logró alcanzar al padre, propinándole varios golpes y provocando que el joven Valentín se dirigiera en  su auxilio. Fue entonces cuando, de repente, y desde solo dos metros de distancia, otro policía disparó al joven compañero con una pelota de goma. Valentín intentó aferrarse a una valla para mantenerse en pie, pero recibió un fuerte golpe en la cabeza que le hizo caer al suelo.
Los trabajadores, viendo a su compañero tendido en el suelo, presenciaban como la tensión iba en aumento mientras la policía les apuntaba con las metralletas para evitar que se acercaran. Valentín fue trasladado urgentemente al hospital, donde ingresó cadáver por causa de una hemorragia interna. Durante esa misma noche, los teléfonos de CNT- Valencia sonaron sin pausa: numerosos trabajadores y periodistas se interesaban por los sucesos ocurridos durante el día.
La Federación Local de CNT- Valencia acordó convocar huelga general en toda la ciudad para el día siguiente. Acababan sumándose, en solidaridad, la totalidad de las fuerzas sindicales de aquella época (CCOO, UGT, USO, CSUT, SU, SLMM), así como muchos partidos de la Izquierda. Todos los barrios y pueblos del área metropolitana fueron cubiertos con octavillas informativas que relataban el asesinato, llamando a secundar la huelga.
La huelga se desarrolló con gran éxito desde primara hora de la mañana: los trabajadores convocan asambleas en sus empresas, correos no reparte correspondencia alguna y los centros comerciales se encuentran casi desiertos. Los diarios de la prensa escrita reportaron la asistencia de unos 300.000 trabajadores gritando consignas de solidaridad, acompañando el coche fúnebre. Las calles estaban abarrotadas, los viandantes levantaban el puño mientras transcurría la marcha, numerosas personas lloraban y aplaudían asomadas desde los balcones. Los trabajadores y trabajadoras de Valencia despidieron al joven militante cenetista asesinado, mientras observan su cadáver dirigiéndose al cementerio. El ataúd, cubierto por una bandera de la CNT, fue transportado por sus compañeros desde el Mercado de Abastos hasta su nicho.
Es de vital importancia para la lucha –presente y futura- velar por que atroces asesinatos e injusticias como la cometida contra nuestro compañero Valentín no caigan en el olvido. A pesar de haber transcurrido ya 34 años desde el asesinato de Valentín a manos de la policía, CNT – Valencia quiere recordarle desde el respeto y la militancia en su memoria.



martes, 18 de junio de 2013

Mauro Bajatierra Morán



Nacido el 8 de junio de 1884 en Madrid. Hijo de Ramón Bajatierra López, dueño de una panadería - y políticamente conservador - y de Carlota Morán Moreno. Por influencias familiares se dedicó al oficio de panadero. Ferviente anarquista, fue bastante admirado por el resto de obreros, ya que secundaba las huelgas a pesar de tener industria propia. Cuando la Confederación Nacional del Trabajo desarrolló estructuras sindicales en su gremio en Madrid se afilió a la central anarcosindicalista.
Viajó por toda Europa, donde afianzó sus conocimientos de francés, de alemán y de italiano. Participó activamente en el libertario Centro Federal de la calle Aguilera de Madrid, junto a su gran amigo Pedro Vallina. Sufrió prisión en varias ocasiones, hasta 15 años en total, durante su vida.
Gran lector, creó varias publicaciones "Nueva Senda", "El Quijote", etc. Cultivó la prosa infantil, escribiendo novelas y obras de teatro. Como militante anarquista, el 1 de enero de 1913 fue secretario del "Gran Mitin monstruoso" en apoyo de los presos políticos y sociales convocado por el Ateneo Sindicalista de Madrid.
Presidió la Federación de Obreros y Peones, a la que representó en el Congreso Internacional por la Paz de Ferrol de 1915 contra la guerra que entonces asolaba Europa; ese mismo año intentó fusionar la FOP con la Federación Nacional Agricultores, por lo que se trasladó a Córdoba - coyuntura que aprovechó para realizar mítines en toda Andalucía.
El 21 de noviembre de 1916 representó la FOP en el IV Congreso de la FNA de Vilanova y la Geltrú. En esta época abandonó el grupo anarquista madrileño "Los Iguales", donde militaban libertarios de renombre, tales como Moisés López, Feliciano Benito o Pedro Merino, y del que fue uno de los fundadores.
En 1918 participa en la Campaña Nacional de Propaganda y en la preparación del Congreso de la Comedia de la CNT, al que asistió y firmó el documento anarquista de declaración de principios del comunismo libertario. Durante el otoño de 1919 participó en una gira de difusión del anarcosindicalismo en la cuenca de Peñarroya. Fue uno de los fundadores del Ateneo de la calle Pizarro que será cerrado en 1920 a raíz de una de sus detenciones. En esta época fue muy amigo de Andreu Nin. En 1921 fue detenido un tiempo, con motivo del atentado contra el jefe del Gobierno español Eduardo Dato, acusado de ser el suministrador de las pistolas para cometer el magnicidio, pero en el juicio de octubre de 1923, en el que el fiscal le pedía 15 años de prisión, no fue condenado por falta de pruebas, aunque fue desterrado - también había sido detenido en 1913 a raíz del atentado de Sancho Alegre contra Alfonso XIII.
En 1922, es miembro del Comité Regional clandestino de la CNT de Rioja, Aragón y Navarra con sede en Zaragoza. En junio de 1922, bajo la falsa identidad de Juan Beranza, consiguió el permiso del gobernador de Zaragoza para alquilar una sala donde, el 11 de junio, se realizará el Pleno clandestino de la CNT que decidió la separación del sindicato confederal de la III Internacional y la adhesión a la nueva Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT).
Entre 1922 y 1923 realizó tareas orgánicas en Sevilla y en septiembre de 1923 participó en un mitin con José María Martínez en Avilés. Durante la dictadura de Primo de Rivera visitó las cárceles en varias ocasiones y vivió exiliado en Francia y en Bélgica una temporada. En 1927 fue procesado por el famoso "Complot del Puente de Vallecas" y ese mismo año fue uno de los fundadores de la Federación Anarquista Ibérica (FAI), vinculándose siempre a grupos específicos.
En 1930 pasó una temporada por Castro del Río. Durante los años de la república burguesa hizo mítines, fomentó polémicas en la prensa libertaria y fue juzgado en varias ocasiones por delitos de prensa. El 30 de abril de 1935 fue juzgado por la publicación del folleto "Contra el capitalismo y contra el Estado" y fue condenado por un delito de inducción a la rebelión a seis meses y un día de destierro con prisión sin fianza. Durante el periodo bélico se convirtió en el símbolo de los corresponsales de guerra de la prensa anarquista, colaborando en diversos periódicos ("Cataluña", "CNT", "Fragua Social", "El Frente", "Solidaridad Obrera", etc.) Y dirigió "Frente Libertario".
Sus crónicas están reconocidas como las mejores de entonces. A finales de 1937 fue nombrado comisario de guerra ya partir del 3 de diciembre de 1937 formó parte de la sección española de Solidaridad Internacional Antifascista (SIA). Al final de la guerra apoyó el Consejo Nacional de Defensa, encabezado por el coronel Segismundo Casado, y se opuso firmemente al intento de golpe comunista que generó la constitución de este organismo. Cuando cayó Madrid en manos de los fascistas, se negó a abandonar la capital.
Mauro Bajatierra Morán murió el 28 de marzo de 1939 en la calle Torrijos del barrio de La Guindalera de Madrid, fusilado en la puerta de su casa tras haber mantenido un tiroteo con las tropas franquistas durante el desfile de la victoria - -otros fondos dicen que fue detenido, juzgado sumariamente y fusilado el 2 de abril de ese año. El certificado oficial de defunción dice que murió de un "síncope".
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domingo, 16 de junio de 2013

El agente de Stalin con licencia para matar en la República




Lev Nikolsky operaba en España con el seudónimo de Alexander M. Orlov. Nació en una familia judía, en Bielorrusia, medía alrededor de 1,72 m, era atractivo y tenía la típica nariz de boxeador y bigote oscuro. Hablaba un mal español y siempre iba acompañado de su intérprete personal. En septiembre de 1936, Nikolsky tenía 41 años y llegó a España desde Moscú para hacer el trabajo sucio de Stalin en la República, contra los enemigos de la Unión Soviética. El más conocido de todos fue el asesinato de Andreu Nin, líder del POUM.
“Fue un espía de una inteligencia muy mediocre que falló en todas sus misiones de inteligencia”, resume el historiador Boris Volodarsky, del que en unos días aparece el libro El caso Orlov (Crítica), un estudio sobre la actuación de los servicios secretos soviéticos en la Guerra Civil española de una exactitud y amplitud inédita. “Orlov ni siquiera operaba contra Franco, sólo hacía el trabajo sucio para Stalin”.
El agente llegó a España para buscar y liquidar a los trotskistas. Esa era su misión, que también ejecutó por Europa. El investigador señala que entre sus víctimas estaban Dmitry Navashin (en París), Brian Goold-Vershoyle (secuestrado en Barcelona y que ​​más tarde murió en un campo de prisioneros de Rusia), Marc Rein (muerto en España), Hans Freund, Ignatz Reiss (disparados en Suiza), Kurl Landau, el general Skoblin (un agente del NKVD muerto en Barcelona), Georges Agabekov (un oficial de alto rango, que desertó, y luego llegó a España y fue asesinado) y, sin duda, Andreu Nin.
Acabar con los traidores
A los seis meses de su estancia en España pasa un informe a Moscú en el que asegura tajantemente que si el Gobierno español quiere realmente su ayuda habrá que “imponer en el ejército y sus mandos una disciplina más saludable (disparar a los desertores, mantener la disciplina, etc.) y poner fin a las rencillas entre partidos”. Y advierte: si esto no se lleva a cabo, “los acontecimientos darán un giro catastrófico”.
El NKVD entiende lo que manda Orlov: hay que acabar con las traiciones que se dan en Cataluña y luchar contra la contrarrevolución. Para que nos entendamos, acabar con la disidencia del POUM, con el que la Komintern y el PCE estaban indignados.
A finales de agosto el POUM denunció públicamente ejecuciones en la Unión Soviética de Kamenev, Zinoviev y otros viejos bolcheviques. Además, y esto fue lo que peor debió sentar, Andreu Nin invitó a Trotski, entonces exiliado en Noruega, a Barcelona. La operación contra el POUM comenzó a finales de mayo de 1937. El plan de Orlov era tergiversar el papel del partido en el alzamiento de Barcelona.
“He decidido aprovechar su trascendencia [la incautación de unos documentos comprometedores que indicaban la ubicación exacta de las baterías antiaéreas franquistas en la Casa de Campo madrileña] y los hechos irrefutables para implicar a los dirigentes del POUM (cuyas [posibles] conexiones estamos estudiando en el trascurso de la investigación)”, escribe.
Espionaje a la española
Elaboran un documento que revela la colaboración de los dirigentes del POUM con la Falange y, por consiguiente, con Franco y Alemania. “Codificaremos el contenido del documento utilizando las claves de Franco, que tenemos disponibles, y lo escribiremos en el dorso del mapa”. Habla de tinta invisible, de procesos de manipulación de textos criptográficos, de químicos, para aclarar que el propósito es “dejar a los dirigentes del POUM en una situación comprometida”. Pero como tampoco confía demasiado en los servicios de contrainteligencia del Gobierno de la República, apunta que si no logra descifrar el código que le consta que tienen entrarán “y lo descifraremos nosotros”.
El resultado de este guion berlanguiano conocido es el arresto de Nin, que fue escoltado a Valencia y luego a Madrid y alojado en el centro de detención de Atocha. De allí a una casa de Alcalá de Henares, donde lo interrogaron en secreto durante tres días. Hasta que llegó un grupo de hombres uniformados con documentos firmados por el general Miaja y el coronel Ortega en los que se ordenaba la entrega del prisionero.
Los guardias se llevaron a Nin y dejaron el lugar sembrado de falsas (y ridículas) pruebas que lo vincularan con los “fascistas”. Camino de Perales de Tajuña, el vehículo se detuvo y fue el agente ilegal de la NKVD Grigúlevich quien disparó. Por primera vez, describe a todos los participantes de la 'Operación Nikolai'. “Orlov fue responsable de esta operación”, pero no hay ninguna prueba documental de que Nin fuera torturado, asegura, ni desollado como cuenta la leyenda.
Volodarsky es un especialista en el tema. Asegura que nunca ha sido espía ruso, sino un “oficial de operaciones especiales del GRU (inteligencia militar)”. Combina su experiencia en armas con el rigor propio de un doctor en historia por la London School of Economics and Political Science, gracias a una tesis dirigida por Paul Preston. “Es una combinación poco frecuente que da resultados muy fuertes. El caso Orlov es una buena prueba, como se puede ver”, dice a este periódico.
Desmonta la leyenda que el propio Orlov se construyó durante su larga vida en los EEUU (desde julio de 1938 a abril de 1973), donde se presentaba como un general de la NKVD y una persona cercana a Stalin. Solamente era su sicario. Escribió tres libros, uno de los cuales fue publicado póstumamente por su amigo del FBI Edward Gazur. “Todo lo escrito en esos tres libros es pura invención y desinformación”, dice Voladarsky. Por uno de ellos recibió de la editorial un anticipo de un millón de dólares.
Stalin y Franco, unidos en la guerra
La importancia de este libro estriba en la documentación de la actuación de los cuatro servicios de inteligencia soviéticos durante la Guerra Civil: el del Ejército Rojo, el de la Marina, el del NKVD o policía de seguridad del Estado y el OMS, subordinado a la Komintern. En la colaboración con estos, Voladarsky aporta luz sobre los intelectuales que colaboraron. “Koltsov, Ehrenburg, Hemingway, Orwell, Münzenberg jugaron su papel en los acontecimientos españoles, con vínculos con los servicios de inteligencia soviéticos”, asegura.
Los documentos rescatados por Volodarsky revelan algo que, en su opinión, no puede seguir discutiéndose: “Stalin no tenía ni la intención ni el interés ni la posibilidad de sovietizar o estalinizar España, como afirman algunos autores. No estaba interesado en una España comunista, porque ello perjudicaría su oportunidad de negociar con Gran Bretaña y Francia”.
Los intereses políticos de Stalin en la Guerra Civil española, explica el historiador, se debían a la simpatía y atención de millones de personas en todo el mundo. “Su intervención atraería a muchas personas de todo el mundo a la Unión Soviética. Además, era una oportunidad para que Stalin mostrara a Gran Bretaña y Francia el peligro del fascismo. Resultó que las democracias tuvieron más miedo del peligro comunista que del fascismo. Creían que con Hitler, Mussolini y Franco sí podían negociar”, explica a este periódico.
A Stalin también le interesó la guerra, porque esta fue importante para poner a prueba nuevos tanques y aviones, tácticas y estrategias, operaciones especiales de cara a la II Guerra Mundial. Así que en 1938, tanto Stalin como Franco, a pesar de discrepar en las intenciones, “querían prolongar la guerra”. Para Volodarsky las únicas alianzas del dictador ruso eran con su propio interés: “Fue el peor enemigo de la República”.