martes, 26 de abril de 2022

No me llames extranjero

                        


No me llames extranjero porque haya nacido lejos
O porque tenga otro nombre la tierra de donde vengo
No me llames extranjero porque fue distinto el seno
O porque acunó, mi infancia, otro idioma de los cuentos

No me llames extranjero, si en el amor de una madre
Tuvimos la misma luz, en el canto y en el beso
Con que nos sueñan iguales, las madres contra su pecho

No me llames extranjero, ni pienses de donde vengo
Mejor saber dónde vamos, adónde nos lleva el tiempo
No me llames extranjero, porque tu pan y tu fuego
Calman mi hambre y mi frío, y me cobija tu techo

No me llames extranjero, tu trigo es como mi trigo
Tu mano como la mía, tu fuego como mi fuego
Y el hambre no avisa nunca, vive cambiando de dueño

Y me llamas extranjero porque me trajo un camino
Porque nací en otro pueblo
Porque conozco otros mares y zarpé un día de otro puerto
Si siempre quedan iguales, en el adiós, los pañuelos
Y las pupilas borrosas de los que dejamos lejos
Los amigos que nos nombran y son iguales los rezos
Y el amor de la que sueña con el día del regreso

No me llames extranjero, traemos el mismo grito
El mismo cansancio viejo que viene arrastrando el hombre
Desde el fondo de los tiempos, cuando no existían fronteras
Antes que vinieran ellos, los que dividen y matan
Los que roban, los que mienten, los que venden nuestros sueños
Los que inventaron un día, esta palabra, extranjero

No me llames extranjero, que es una palabra triste
Es una palabra helada, huele a olvido y a destierro
No me llames extranjero, mira tu niño y el mío
Cómo corren de la mano hasta el final del sendero

No los llames extranjeros, ellos no saben de idiomas
De límites ni banderas, míralos se van al cielo
Por una risa paloma que los reúne en el vuelo

No me llames extranjero, piensa en tu hermano y el mío
El cuerpo lleno de balas, besando de muerte el suelo
Ellos no eran extranjeros, se conocían de siempre
Por la libertad eterna e igual de libres murieron

No me llames extranjero, mírame bien a los ojos
Mucho más allá del odio, del egoísmo y el miedo
Y verás que soy un hombre
No puedo ser extranjero.

Autor Rafael Amor

 

miércoles, 6 de abril de 2022

Asesinato en Madrid del joven Jorge Caballero en 1980 por llevar una insignia de la CNT

El 28 de marzo se cumplió 46 años del asesinato en Madrid del joven Jorge Caballero Sánchez, militante de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) a manos de un conocido grupo de fascistas.

El primer acto de este crimen impune ocurrió en 1980. El dictador Franco había muerto cinco años antes. España, tras la celebración de los Pactos de la Moncloa y la aprobación de la Constitución de 1978 se encaminaba, entre tensiones y graves conflictos, hacia el régimen actual. Los grupos y partidos políticos en su conjunto, desde el Partido Comunista o el PSOE hasta la derecha de Unión de Centro Democrático (UCD), habían acordado que el paso de la dictadura a la democracia (que no a la República, por más que vehementemente ansiada por muchos) se haría bajo los principios rectores de la “reforma” y no de la “ruptura” con el franquismo, por más que significados personajes defensores del fascismo y el militarismo, continuasen ocupando sus altos cargos en la administración del nuevo estado, desde el ejército al aparato judicial.

Eran las diez de la noche del 28 de marzo de 1980. Jorge Caballero, un joven de veintiún años, salía del madrileño cine Azul, situado en la Gran Vía, acompañado por su novia. Apenas a unos metros de la salida del cine un grupo de jóvenes afiliados al partido político de Fuerza Nueva (FN), nostálgico feroz del franquismo y el horror fascista, observaron que Jorge llevaba en la chaqueta una insignia con el anagrama de la central obrera anarcosindicalista, CNT. Le señalaron y le abordaron con gritos e insultos, mientras la compañera de Jorge salía corriendo en busca de ayuda, sin que nadie pudiese evitar el trágico asesinato que enseguida se produjo.

El grupo de matones estaba integrado por José Juan Llobregat, alias “El loco”, armado con un machete; José María Vargas Villaba, de sobrenombre “El jerezano”; y José Miguel Gómez González, de apodo “El masa”, jefe de centuria de Fuerza Joven. Estos dos últimos estaban armados con palos. Además de este trío dirigente, al menos otros siete pandilleros fascistas jaleaban a sus jefes, portando bates de béisbol y navajas.

Todos ellos rodearon al joven anarco-sindicalista y en un estado frenético, pasaron de los insultos a la violencia, le golpearon en la cara, hasta que cayó y una vez en el suelo comenzaron a patearle los costados y la cabeza. Cuando el compañero intentaba ponerse en pie, Juan José Llobregat empuñó su machete, hundiéndolo en el pecho de su víctima hasta la empuñadura. Jorge Caballero tardaría en morir 15 días agónicos en el hospital.

El asesino, Juan Jose Llobregat, huyó al extranjero gracias a la ayuda del propio subjefe de Fuerza Nueva, Ricardo Alba, que le había proporcionado el billete para sacarlo del país, para así evitar la acción de la justicia, así como por posibles represalias de las organizaciones tanto anarquistas como de izquierdas.

Finalmente, la policía detuvo a algunos de ellos. Junto a “El masa” y “El jerezano”, estaban como agresores y colaboradores del asesinato, los siguientes miembros de Fuerza Nueva: Fernando Saliquet, Felipe Queipo, Antonio Pagazanturdia, Pascual García y los hermanos Miguel Ángel y Javier Fernando Masia Linaza. Mientras a los dos encausados se les impuso una fianza de 25.000 Pts, ese mismo tribunal exigió 3.400.000 pesetas a los partidos y sindicatos que intentaban ejercer como acusación popular.

Tras más de siete años de espera, el 28 de abril de 1987, la Audiencia

Provincial de Madrid, sentó a los acusados en el banquillo, acusándoles de desordenes públicos y no de asesinato como pedía la abogada particular, en representación de los familiares de la víctima.

El texto de la sentencia dictada el 5 de junio por el juez Carlos Entrena, antiguo miembro del Tribunal de Orden Público del franquismo, ni siquiera mencionó la condición fascista de los acusados, olvidando también que estos habían amenazado con sus armas a los transeúntes en varias ocasiones durante aquella misma noche. Los acusados solo fueron condenados a pagar ridículas multas, mientras el asesino material, Juan José Llobregat, “El loco” seguía en paradero “desconocido”. Cada cual hizo su trabajo en el asesinato.

#MemoriaAnarquista

Es un deber “recuperar la memoria y los sueños de nuestros compañer@s que dedicaron su vida al ideal libertario”.

Que sus nombres no se borren jamás de nuestra memoria.