jueves, 27 de septiembre de 2018

“El franquismo diseñó la Transición en España para esconder sus crímenes”



La Transición española, el período histórico que sucedió a la dictadura de Francisco Franco (1936-1975), suele ser mencionado por la clase política de ese país como una época de reconciliación en una sociedad fracturada. Sin embargo, las víctimas del franquismo consideran que tuvo como objetivo suprimir la memoria.

Durante las cuatro décadas de dictadura franquista, 115.000 civiles fueron asesinados. Medio millón de personas fueron encarceladas y una cifra similar debió partir al exilio. Las personas contrarias al régimen fueron objeto de robos de propiedades, abusos y demás vejámenes. Esta realidad está muy presente en la memoria de las víctimas y sus descendientes, pero son ignorados por gran parte de la sociedad española.

El 15 de junio de 1977, los españoles acudieron a las urnas por primera vez desde la Guerra Civil (1936-1939) que enfrentó al Gobierno republicano y los sublevados, encabezados por Francisco Franco. Las elecciones de ese año fueron uno de los episodios más notorios de la Transición, el período histórico entre la muerte del dictador en 1975 y la aprobación de la actual Constitución en 1978.

A 40 años de los comicios, Sputnik dialogó con Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de España (ARMHE), para conocer el punto de vista de las víctimas del régimen y de sus familiares sobre ese hecho. El activista explicó que desde los movimientos sociales se vive «por un lado con la alegría» de recuperar las libertades perdidas, aunque al mismo tiempo «cierta amargura» porque la Transición es mostrada por «los más poderosos de sus protagonistas» como un proceso «idílico» de reconciliación entre los españoles.

«Hay muchos problemas todavía, que tienen que ver con las violaciones de derechos humanos de la dictadura no resueltas. Nosotros todavía estamos peleando para darles respuesta y contrarrestar la versión oficial que dice que esto quedó laudado en los años 70 y que no hay nada que arreglar», comentó Silva.

Desde la misma celebración de los comicios, la Transición dejó por afuera a algunos sectores de la sociedad española. Rodolfo Martín Villa, «un destacado dirigente vinculado al falangismo, el partido fascista español», fue el encargado de decidir cuáles partidos iban a ser legalizados y podrían presentarse a las elecciones. Todos aquellos que reclamaban el restablecimiento de la República y no aceptaban la amnistía continuaron en la clandestinidad.

El funcionario estuvo además implicado en episodios de represión, como el asesinato en 1976 de cinco trabajadores que realizaban una huelga en Vitoria, la capital del País Vasco. Bajo sus órdenes, la Policía entró a una concentración de manifestantes y abrió fuego, provocando 100 heridos de bala además de los decesos.

«Paradójicamente es la persona que ha elegido el Congreso de los Diputados español para que la semana pasada encabezase un acto de los muchos que se están haciendo en el aniversario de aquellas elecciones», puntualizó Silva, cuyo abuelo murió asesinado por el franquismo y permaneció desaparecido, hasta que se encontraron sus restos hace 15 años.

El debate de lo acontecido en esos años trasciende a los partidos políticos que participaron en las elecciones, que acordaron «un pacto de silencio» y aceptaron «escribir un borrón y cuenta nueva». A criterio del entrevistado, durante los 40 años de dictadura hubo un ‘apartheid’ que marginó a los perdedores de la guerra y sus familias. Esto se vio traducido en el acceso a la educación.

«Los que han ido en los años 50, 60 y 70 a la Universidad son los hijos de vencedores de la guerra, quienes tenían los recursos económicos o el apoyo político para acceder al estudio y son los que han gestionado la vida política de este país desde que murió Franco. No están solo en la derecha. Los que accedieron a este privilegio están en todas partes [del espectro político]», dijo Silva.

A modo de ejemplo, citó un estudio realizado por alumnos de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid, que consistió en realizar el árbol genealógico de todos los ministros de los Gobiernos de España desde la muerte de Franco en adelante. A partir de entonces, han estado al mando del país tres partidos: la extinta Unión de Centro Democrático (1977-1982), el Partido Socialista Obrero Español (1982-1996 y 2004-2011) y el Partido Popular (1996-2004 y 2011 hasta el momento).

«Casi el 90% de los miembros de todos esos Gobiernos eran hijos de vencedores de la guerra y casi ninguno de ellos (…) ha hecho nada, ninguna decisión política que pueda atentar contra sus privilegios de clase», comentó el activista por los derechos humanos.

No solo en España tuvo efecto la dictadura franquista. En América Latina, los intelectuales exiliados de la República aportaron a la cultura, el pensamiento y la vida política de los países donde encontraron refugio. Pero también algunos se nutrieron de los ideales del totalitarismo español de la época.

«[El historiador y escritor uruguayo] Eduardo Galeano me contó una vez cómo escuchaba de pequeño las canciones de la guerra de España en el barrio que vivía. Eso formaba parte de su memoria política y sentimental. España ha sembrado eso, pero también algunos aprendices de Franco. Quizás el máximo exponente de ellos era [el dictador chileno] Augusto Pinochet que claramente tenía una profunda admiración por él», comentó.

A más de 70 años del comienzo de la dictadura, desde el otro lado del Atlántico se abrió para muchos españoles una ventana de esperanza en su busca por la verdad, la memoria y la justicia. En 2008, el juez español Baltasar Garzón fue impedido de investigar los crímenes del franquismo en su país. En ese momento, los familiares recurrieron al principio de justicia universal y radicaron una demanda en Argentina.

La jueza argentina María Servini de Cubría llevó adelante una causa iniciada en 2010, en principio por la desaparición de Severino Rivas, el alcalde de un pueblo de Galicia desaparecido durante la Guerra, pero luego se fueron sumando casos, como el del último ejecutado por garrote vil en España, el militante anarquista Salvador Puig Antich, asesinado en 1974.

Los pedidos de Servini de Cubría permitieron llevar adelante exhumaciones en fosas comunes, a las que distintos agentes judiciales españoles ponían obstáculos, de acuerdo con Silva. Un personaje notorio dentro de esta causa es Ascensión Mendieta, una mujer de 92 años que con 87 viajó de España a Buenos Aires. La anciana acudió a pedir ayuda a la magistrada argentina para cumplir su deseo de ser enterrada algún día junto a su padre, Timoteo Mendieta, asesinado por el franquismo.

Hace pocos días, en una fosa se encontraron los restos del hombre, que permaneció desaparecido durante 78 años. Encontraron en su mismo lugar de entierro otros 24 cuerpos, además de tres tumbas individuales. Hasta el momento, 27 familias esperan realizarse análisis con la esperanza de que entre esos huesos estén los de sus familiares.

«Sigue siendo triste que sea la Justicia argentina la que ha ordenado esa exhumación. La ausencia de las instituciones españolas es una forma de castigo a las víctimas de la dictadura. El Gobierno de España presume de ser un paladín de la lucha por los derechos humanos. Un Estado que ha abierto causas de justicia universal en Chile, Argentina, Guatemala, El Salvador, Ruanda y el Sáhara es incapaz de tratar de construir justicia en su país. Yo creo que lo que aquí se dio en la Transición fue dejar que trabajara el miedo y que todas las Ascensiones Mendietas dejaran de hablar», comentó el presidente de la ARMHE.

Para Silva, «el diseño político que se había hecho [en la Transición] de dejar pasar el tiempo y que acabara con esa generación no va a poder ser». Esto queda de manifiesto cada vez que se abre una nueva fosa común. Desde el año 2000, 300 han sido destapadas. El activista expresó que cada una de ellas «es un espejo donde la sociedad española está viendo lo que fue la dictadura».



domingo, 9 de septiembre de 2018

La anarquía como figura política y el anarquismo como método para la acción



Si la anarquía es la construcción de un espacio político no jerarquizado, que busca la autonomía de la comunidad humana y una concepción de la libertad amplia que incluya la igualdad entre todos sus miembros, es posible que constituya siempre una tarea inacabada; el anarquismo, por el contrario, constituido por diversos métodos y paradigmas, adopta diversas formas según el contexto cultural, pero permanentemente subversivo respecto a lo establecido (incluida una sociedad con grandes dosis de libertad e igualdad).

La libertad dentro de una sociedad anarquista se caracterizaría por el fin del paradigma coercitivo, es decir, de la idea de la "dominación justa", en palabras de Eduardo Colombo, que supone el moderno Estado democrático. El otro rasgo principial de la libertad anarquista sería la afinidad con una serie de valores, en los que la igualdad es condición necesaria. Si consideramos la libertad como una creación social determinada históricamente, sería la negación anarquista a una concepción estática la que precedería a una fuerza creadora e innovadora. Eso es lo que significa la conocida frase de Bakunin, "La pasión por destruir es también una pasión creadora". Por lo tanto, los anarquistas niegan el Estado, una instancia coercitiva separada de la sociedad, niegan el paradigma del mando-obediencia, consideran la libertad como una construcción histórica y niegan que exista una concepción de la misma previa a la sociedad política. Como es sabido, los liberales consideran que la libertad individual es previa a la sociedad política y, solo mediante el contracto o pacto social, es posible la convivencia gracias a la fundación del poder político. Es una justificación de la existencia del Estado, del paradigma de dominación justa, basada en el dogma de una supuesta condición previa del ser humano.

Muy al contrario, los anarquistas, tal y como dijo ya Bakunin, consideran que solo es en sociedad donde surgen la idea de la libertad, por lo que la conquista de la misma es el gran objetivo a conseguir. Solo la comunidad humana, mediante su historia y la sociedad que crea, puede dar lugar a la libertad. Ni los dioses, ni la naturaleza, ni ente abstracto alguno, es el colectivo humano el que se otorga sus propias normas. Tal y como dice Eduardo Colombo, el anarquismo, y su objetivo de crear la anarquía, supone una ruptura radical con la heteronomía, con cualquier norma que surja de una instancia separada de la sociedad. La anarquía supone entonces "la figura de un espacio político no jerarquizado, organizado para y a través de la autonomía del sujeto de la acción" (el ser humano). Por supuesto, si de verdad somos anarquistas, la construcción de la anarquía, de esa espacio político antiautoriario, será siempre una tarea inacabada. Por muy libre e igualitaria que sea una sociedad, el anarquista está obligado a ser un transgresor, un subversivo de lo establecido en nombre de un horizonte más libertario. No nos equivoquemos tampoco con esa concepción sociohistórica de la libertad anarquista. El anarquismo no tiene una concepción sagrada ni determinista de la historia, no es "historicista", ni cree en teleología alguna. No hay finalidad alguna en la historia, por lo que estamos obligados a ser críticos y trabajar por una realidad anarquista en el presente.

La anarquía solo será posible si los seres humanos desean construirla, por lo que hay que trabajar por esa conciencia que impulse una voluntad revolucionaria. Es posible que en toda lucha contra el poder en la historia haya habido un pequeño hálito libertario, pero hay que recordar que solo el anarquismo, que nace en momento histórico muy concreto, producto de la lucha de infinidad de personas para acabar con la explotación y la dominación, supone esa ruptura radical con la hetonomía (con cualquier forma de poder o autoridad coercitiva). El anarquismo nace, de forma evidente, en Occidente, originado en gran medida en la Ilustración y en la Revolución francesa, pero con el paso del tiempo haya su fuerza, junto a un horizonte ilimitado, en multitud de culturas y situaciones sociales. El conjunto de la humanidad, a través de sus diferentes expresiones culturales, puede dar forma a las ideas libertarias. Para los que trazan una división entre un supuesto anarquismo clásico o moderno, y otro posmoderno, entre la teoría y la acción, hay que decir que ya pensadores clásicos como Proudhon y Bakunin consideraban que la idea libertaria surgía de la vida y de la acción.

No hay solo un anarquismo, por mucho que histórica e ideológicamente podamos trazar cierta sistematización. Si la anarquía es el objetivo, hay muchas formas libertarias y socialistas de llegar a él, deberíamos recordarlo constantemente para huir del doctrinarismo. No puede haber dogma libertario alguno, lo mismo que no puede existir una ideología justa, y por lo tanto cerrada en sí misma; hay que combatir a aquellos que reclamen cualquier forma de ortodoxia en nombre de la diversidad y de esa concepción permanentemente subversiva. No convencen demasiado tampoco esas ideas clásicas de la anarquía como una perfecta concepción del orden, ya que deberíamos concebirla siempre como heterogénea, como compuesta de partes muy diversas y de no fácil conexión. Ya Malatesta supo romper con ciertas tendencias científicas dentro del anarquismo, que pretendían fundar una supuesta verdad libertaria en nombre de justificaciones filosóficas e incluso científicas. El anarquismo es fundamentalmente una práctica, una respuesta ética a las injusticias de cualquier tipo de sociedad. Insistiremos en que solo el deseo y la voluntad de las personas pueden crear, o impulsar, una sociedad anarquista. Es cierto que parecen existir valores innegociables en el anarquismo, en sentido lato y surgidos en un momento muy determinado de la historia, como son la acción directa, el federalismo, el internacionalismo o la igualdad de clases. Sin embargo, esos principios libertarios parecen mantenerse a través de la historia como métodos para acciones muy diversas e influenciadas por el contexto cultural y los paradigmas de la época. En el campo económico, por ejemplo, mutualismo, comunismo o colectivismo forman parte de esos paradigmas históricos para tratar de establecer la justicia social. Nuevas acciones libertarias, y nuevos paradigmas, reclaman ser creados en el presente (y en el futuro).

jueves, 6 de septiembre de 2018

La canción del pueblo.




Magnifica canción del musical de Los Miserables que está basado en la novela Les Misérables de Victor Hugo.

Ambientado en la Francia de principios del siglo XIX, el espectáculo cuenta la historia de Jean Valjean, un exconvicto de extraordinaria fuerza que busca la redención tras cumplir diecinueve años en prisión por haber robado una hogaza de pan. Incapaz de conseguir un trabajo honrado por culpa de su pasado, Valjean encuentra su camino gracias a la compasión de un bondadoso obispo, quien le inspira para romper su libertad condicional y comenzar una nueva vida bajo una identidad falsa, mientras sufre la implacable persecución del inspector Javert a través de los años. Por el camino, Valjean y una serie de personajes se verán envueltos en medio de una revolución, en la que un grupo de jóvenes estudiantes luchan por sus ideales en las calles de París.