lunes, 3 de abril de 2023

TRES BALAS


Una joven entra a la sala. Se presenta en recepción, buscar lugar y toma asiento. Su mirada va siguiendo los cuadros que decoran las paredes y se detiene en uno que acapara su atención. Es el rostro del ahora cónsul boliviano Roberto Quintanilla, la persona que viene a buscar. Son las 9:40 de la mañana del 1º de abril de 1971 y se acababa de presentar como una mujer australiana que, días atrás, había solicitado una entrevista. Tras unos minutos de espera, la puerta se abre. Ella sonríe, acomoda su falda y se pone de pie.

Hacía 21 años, esa misma joven llegaba a Bolivia. Lo hacía de la mano de su padre, Hans Erlt, cuando miembros del régimen nazi escapaban tras la Segunda Guerra Mundial. Allí, Monika Erlt pasaría su infancia junto a Hans y sus allegados, entre ellos, un exjefe de la Gestapo. Con el paso de los años, iría buscando sus propios caminos, lejos de la gente que la vio crecer y los ideales inculcados. Para octubre de 1967, una noticia que alegraba a quienes la rodeaban sacudía el mundo cambiando por completo su vida: habían asesinado a Ernesto Guevara. A partir de ese momento, lo que en un comienzo eran ideas con las cuales podía simpatizar ahora se transformaba en el despertar de un sueño combativo y revolucionario. 

Un día, Monika partió de su hogar. Fue a sumarse a la guerrilla del ELN y eligió Imilla como su nuevo nombre. En aquellos tiempos, llegaba la noticia de que el coronel Roberto Quintanilla mandaba a cortar las manos del Che Guevara para su identificación. Ese mismo hombre que había ordenado su asesinato ahora sumaba otro motivo para estar en la mira. Durante los 4 años que pasó en la guerrilla boliviana, Monika escribió una vez a su padre avisando: "No se preocupen por mí… estoy bien”. De ahí en más, poco se volvería a escuchar sobre ella. Para 1971, cruzó las aguas del Atlántico y llegó a Hamburgo, Alemania. Sabiendo que el Gobierno de Bolivia había decidido preservar la vida de Quintanilla alejándolo de su tierra, Monika decidió comunicarse a su oficina solicitando una entrevista.

Cuando el cónsul abre la puerta, se encuentra con una mujer rubia, con anteojos y de presencia elegante. Sin embargo, no tendría tiempo de observar mucho más ni de decir demasiadas palabras. En ese momento, la joven saca su revólver y, de un segundo al otro, le dispara tres balas. Las suficientes para matarlo. Inmediatamente, sale de la oficina dejando en el piso su peluca rubia, sus anteojos, el revólver y un papel que dice: "Victoria o muerte. ELN". Tras cumplir su objetivo, comenzaría una cacería para dar con ella, tanto de las autoridades bolivianas como de la CIA. De aquí en más, la información que se conoce es difusa. Lo cierto es que, un 12 de mayo de 1973, era emboscada, asesinada en Bolivia y su cuerpo desaparecido. Sus tres balas más importantes ya las había disparado.

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