Sabemos que la historia la suelen escribir los vencedores. Es el caso de España tradicionalmente. Pero ahora también sabemos que además suelen ser ellos quienes reescriben la historia de los vencidos. Eso es lo que demuestra el escándalo del Diccionario Biográfico Español editado por la Real Academia de la Historia, con una financiación de casi 7 millones de euros (unos 1.100 millones de las antiguas pesetas) del Ministerio de Educación, que fue presentado hace unos días por todo lo alto por el Rey y la titular de Cultura.
Decimos escándalo y decimos mal por descontextualizado. No puede haber sorpresa en algo que sigue una pauta oficialmente aceptada durante 36 años, los que van desde la muerte de Franco en 1975 al actual 2011, porque la tantas veces celebrada transición -modelo que se quiere exportar a las revueltas árabes para sofocarlas- se hizo sobre ese principio básico: víctimas y verdugos eran iguales, y por tanto no cabía hacer distingos. Y con ese trágala, aceptado por los líderes de los partidos de izquierda y de los sindicatos mayoritarios, se construyó una doctrina de colusión moral que terminó por canonizarse como la cultura realmente existente
Por eso tiene cierta lógica que el revisionismo de primera hora de los De la Cierva, los Manuel Aznar o los Salas Larrazabal, bajo la tesis de todos fueron culpables, que luego ha recrecido en el posfranquismo con los Cesar Vidal y los Pio Moa, haya culminado con ese monumento a la ignominia fletado por los académicos de número con el dinero de todos los españoles. Una saga de sicofantes que recientemente sea visto legitimada por otro negacionismo más sutil urdido por antiguos miembros del PCE ahora en la casa común del PSOE, como Jorge Martínez Reverte y Joaquín Leguina, cuyo argumentario sobre nuestro trágico pasado recuerda el guión placebo de la angelical serie televisiva “Cuéntame cómo paso”.
Que el sanguinario dictador aparezca como una personalidad “autoritaria” y algunos de los militares golpistas más brutales se califiquen de exitosos puntales del Glorioso Alzamiento en el Diccionario de marras, forma aparte de la anomalía española que nos hemos dado democráticamente con la Constitución del 78. ¿Cabe en alguna cabeza que en Alemania el primer jefe de Estado tras el nazismo fuera designado por el mismo Hitler entre sus más fieles? No, ¿verdad? Pues aquí sí, y tan panchos. Claro que El Rey al menos ha sido sincero al decir que “no toleraría que en su presencia se hablara mal de Franco”. Lo extravagante es que en una consulta realizada hace algunos años por Antena 3 TV entre famosos e intelectuales para elegir al personaje más importante de la historia de España, Juan Carlos resultara ganador con diferencia. Rafael Cid
sábado, 4 de junio de 2011
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