En la madruga de del 13 al 14 de Agosto de 1976, caía asesinado en una playa de Almería, Francisco Javier Verdejo Lucas, estudiante comunista de 19 años. Las balas del "orden" burgués español segaron la vida de un joven andaluz por haber cometido el "delito" de intentar escribir en una pared del Balneario de San Miguel, en la barrida del Zapillo: "pan, trabajo y libertad". Solo pudo poner "pan" y una "t", antes de ser descubierto, perseguido y abatido. No hubo investigación ni juicio, solo un informe oficial, según el cual se habría tratado de un accidente, uno más de los que han acabado con la vida de tanto luchador por la causa de la justicia. En la persecución, un arma se disparó, con tan certera mala suerte que le mató instantáneamente.
El Gobernador Civil "advirtió" del riesgo de acusar sin pruebas, con el obvio objetivo intimidatorio de amedrentar, impidiendo que su caso fuese otro acicate de lucha para el Pueblo Trabajador Andaluz. En un principio no lo logró. Su entierro fue una muestra de dolor y rabia contenida. Miles de personas le acompañaron exigiendo castigo a los culpables. Pero después, un bochornoso muro de silencio cómplice se levanto en torno al suceso. La pseudo-izquierda del Régimen, cómodamente asentada en el sistema y temerosa de arriesgar sus privilegios, escondió lo que pudiese incomodar a los propietarios del pesebre y el recuerdo de lo acontecido se enterró con el cadáver.
La izquierda andaluza más coherente, la independentista y revolucionaria, se ha propuesto acabar con este pacto de silencio, rescatando la memoria de Javier y su asesinato. Y no solo por un acto de reconocimiento, de justicia y de memoria histórica, sino porque él y su muerte ejemplifican la dignidad y la entereza de un pueblo, el andaluz, que tras cientos de años de opresión, represión y explotación, tras "siglos de guerra" como afirma nuestro Himno Nacional, aún se niega a rendirse, manteniéndose en pié por lo que es suyo, levantándose una y otra vez por su tierra y su libertad, como nos insta nuestro himno. Y porque, así mismo, simbolizan la rebeldía de los jóvenes andaluces conscientes y con conciencia, siempre en primera línea de combate.
En esta Andalucía en la que nada ha cambiado en lo esencial en las últimas décadas; en la que permanecemos sin ser reconocidos y respetados como pueblo, en la que nos siguen negando nuestros derechos nacionales y sociales, en la que la clase trabajadora sufre las consecuencias de pertenecer a una tierra condenada por el Sistema a ser colonia interior del Estado Español, a sobrevivir en una economía de subdesarrollo forzado y forzoso, origen de que tanto entonces como ahora tengamos los mayores índices de pobreza, paro y falta de oportunidades, la pintada de Javier mantiene plena vigencia. Pan, trabajo y libertad; poseer nuestra riqueza, los frutos de nuestro esfuerzo y nuestros derechos colectivos, resumen los porqués de nuestra lucha. "Volver a ser lo que fuimos", como clama nuestro himno, una Andalucía libre, independiente y socialista, cuyo dueño sea el Pueblo Trabajador Andaluz.
Por todo ello, un año más, recordando su muerte, manteniendo vivo su recuerdo y homenajeándolo a él, y en él a todos los que dieron la vida por nuestro pueblo, por sus derechos y su libertad, gritamos: ¡Javier, hermano, nosotros no olvidamos!
El Gobernador Civil "advirtió" del riesgo de acusar sin pruebas, con el obvio objetivo intimidatorio de amedrentar, impidiendo que su caso fuese otro acicate de lucha para el Pueblo Trabajador Andaluz. En un principio no lo logró. Su entierro fue una muestra de dolor y rabia contenida. Miles de personas le acompañaron exigiendo castigo a los culpables. Pero después, un bochornoso muro de silencio cómplice se levanto en torno al suceso. La pseudo-izquierda del Régimen, cómodamente asentada en el sistema y temerosa de arriesgar sus privilegios, escondió lo que pudiese incomodar a los propietarios del pesebre y el recuerdo de lo acontecido se enterró con el cadáver.
La izquierda andaluza más coherente, la independentista y revolucionaria, se ha propuesto acabar con este pacto de silencio, rescatando la memoria de Javier y su asesinato. Y no solo por un acto de reconocimiento, de justicia y de memoria histórica, sino porque él y su muerte ejemplifican la dignidad y la entereza de un pueblo, el andaluz, que tras cientos de años de opresión, represión y explotación, tras "siglos de guerra" como afirma nuestro Himno Nacional, aún se niega a rendirse, manteniéndose en pié por lo que es suyo, levantándose una y otra vez por su tierra y su libertad, como nos insta nuestro himno. Y porque, así mismo, simbolizan la rebeldía de los jóvenes andaluces conscientes y con conciencia, siempre en primera línea de combate.
En esta Andalucía en la que nada ha cambiado en lo esencial en las últimas décadas; en la que permanecemos sin ser reconocidos y respetados como pueblo, en la que nos siguen negando nuestros derechos nacionales y sociales, en la que la clase trabajadora sufre las consecuencias de pertenecer a una tierra condenada por el Sistema a ser colonia interior del Estado Español, a sobrevivir en una economía de subdesarrollo forzado y forzoso, origen de que tanto entonces como ahora tengamos los mayores índices de pobreza, paro y falta de oportunidades, la pintada de Javier mantiene plena vigencia. Pan, trabajo y libertad; poseer nuestra riqueza, los frutos de nuestro esfuerzo y nuestros derechos colectivos, resumen los porqués de nuestra lucha. "Volver a ser lo que fuimos", como clama nuestro himno, una Andalucía libre, independiente y socialista, cuyo dueño sea el Pueblo Trabajador Andaluz.
Por todo ello, un año más, recordando su muerte, manteniendo vivo su recuerdo y homenajeándolo a él, y en él a todos los que dieron la vida por nuestro pueblo, por sus derechos y su libertad, gritamos: ¡Javier, hermano, nosotros no olvidamos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario