Ejemplos
de diferentes tiempos y lugares. Cerca de 90. Un tercio de los mismos son de
experiencias directamente anarquistas; el resto, "apátridas",
"autónomas" o "antiautoritarias". Más de la mitad
corresponden a la actual sociedad occidental.
Son
ejemplos que componen el libro del autor anarquista Peter Gelderloos, La
Anarquía funciona, publicado en 2008 en su edición inglesa (lo que el lector ha
de tener en cuenta a la hora de aproximarse al libro y valorar los ejemplos) y
en 2014 en castellano, en edición de Dskntrl-ed. Una recopilación de
experiencias que demuestran cómo es posible una sociedad alternativa basada en
la ayuda mutua, la toma horizontal de decisiones y la autoorganización. El
autor se formula preguntas a lo largo de un texto de casi 300 páginas que
divide en secciones ("Naturaleza Humana", "Decisiones",
"Economía", "Medio Ambiente", "Crimen",
"Revolución"...). La respuesta global se halla en el mismo título del
libro, una aseveración: la anarquía funciona. Una de las primeras cuestiones
(página 26) es "¿No son las personas egoístas por naturaleza?". El
autor responde con el caso de Estados Unidos. Puede que se trate del "país
más egoísta del mundo". "Pero incluso en los Estados Unidos es fácil
encontrar ejemplos institucionales de cooperación que conforman una parte
importante de la sociedad". Bibliotecas interconectadas que ofrecen
millones de libros gratis; convivencias y asados barriales de asociaciones de
padres y profesores; los "Really Free Markets" anarquistas en algunas
ciudades y pueblos, en los que se comparte sin que las cosas se tasen con un
precio.... En otro contexto, la sociedad tradicional de los Semai, en Malasia,
se basa en la entrega de regalos (no en el trueque). El capitalismo
tiene al egoísmo como uno de sus grandes basamentos filosóficos, además de la
condición guerrera, competitiva y patriarcal de las personas. Sin embargo, hace
más de un siglo que Kropotkin publicó El apoyo mutuo, donde defiende que en el
ser humano existe una inclinación a la solidaridad y a la ayuda recíproca. Éste
es, de hecho, un elemento medular para la evolución de las sociedades, más que
la competencia. Más aún, la solidaridad es una tendencia no exclusiva de las
personas, ya que también puede apreciarse en muchas especies de mamíferos,
aves, peces e insectos. Otra idea muy extendida que combate Gelderloos es la de
considerar a Occidente como la cúspide del progreso y la complejidad. El autor
considera que incurre en el "eurocentrismo" quien considere al
cazador-recolector, posiblemente conocedor del uso de mil plantas diferentes,
como menos "sofisticado" que el operador de una central nuclear
(posiblemente éste, a diferencia del individuo dedicado a la caza y la
recolección, no conozca el origen de los alimentos que ingiere). A la
pregunta de ¿Quién tomará las decisiones?, el autor recurre a un ejemplo que no
por habitual deja de tener validez. Las colectivizaciones anarquistas de 1936
en el contexto de la guerra civil española, principalmente en Aragón, Cataluña
y el País Valenciano. Algunas colectividades abolieron el dinero (elaboraron
sus propios sistemas de intercambio o cupones) y la propiedad; otras
organizaron un sistema de cuotas para satisfacer las necesidades de todos;
productos como el pan, el vino o el aceite de oliva podían distribuirse
libremente, mientras el excedente se intercambiaba con otros pueblos y villas
anarquistas. "Todos los colectivos, una vez que habían tomado el control
de sus pueblos, organizaban asambleas abiertas de comunicación para discutir
los problemas y planear cómo organizarse", explica el autor. A la
experiencia de la CNT, Peter Gelderloos añade la del Movimiento de los Sin
Tierra (MST) en Brasil, las actuales asambleas anarquistas en Estados Unidos o
la rebelión de Oaxaca (México) en 2006, entre otras. Al capitalismo se
le denomina académicamente "régimen del salario". ¿Es posible vivir
fuera de este marco de hierro? Según el autor de La Anarquía funciona, en la
historia de la humanidad los salarios resultan una invención bastante reciente,
sin que las sociedades murieran tradicionalmente de hambre por el hecho de que
no se pagaran este tipo de retribuciones. "Con la abolición del trabajo
asalariado, sólo las labores que no se puedieran justificar a sí mismo como
útiles desaparecerían". De hecho, las sociedades indígenas con menor
división del trabajo producían alimentación, vivienda, ropa o herramientas sin
necesidad de salarios. La economía aparece, de esa manera, conectada a las
necesidades comunes. Como el trabajo, en este modelo, tiene lugar en un entorno
flexible y personal, puede adaptarse a las necesidades de cada uno e incluso
convertirse en juego. Es posible, por tanto, vivir sin salarios, pero
también sin gerentes, jefes ni expertos, sostiene el autor. Cuando finalizó la
primera guerra mundial, en Turín, miles de trabajadores (muchos de ellos
comunistas y anarquistas) impulsaron huelgas, tomaron fábricas y las pusieron
bajo su control. Se crearon consejos de fábrica, que las hicieron funcionar. En
diciembre de 2001, una devastadora crisis económica en Argentina terminó con
centenares de empresas abandonadas por sus propietarios, lo que condujo a
procesos de ocupación por parte de trabajadores organizados en asamblea (el
caso más citado es el de la fábrica Zanón). Durante la rebelión en Oaxaca
(2006), personas sin experiencia previa organizaron estaciones de radio y
televisión; así, tras la Marcha de las Cacerolas, miles de mujeres se hicieron
cargo de la televisión estatal. La casuística es más numerosa de lo que
se piensa. Millones de personas viven en todo el mundo en ciudades
"informalmente" organizadas (barrios o favelas). Muchos de los
problemas de estos barrios (falta de acceso a agua potable, atención médica o
malnutrición) son imputables al capitalismo, y no a la estructura de favelas.
"Los habitantes suelen ser ingeniosos en valerse por sí mismos, a pesar de
la limitación de recursos", sostiene Peter Gelderloos. En El Alto
boliviano (ubicado en el Altiplano, meseta que domina la capital) se
construyeron asentamientos con familias dedicadas a la economía
"informal", en un área urbana con 850.000 residentes. Ante la
precariedad de servicios básicos, la gente se autoorganizó y constituyó juntas
de barrio (las primeras en los años 50). Estas juntas permitieron a los vecinos
reunir recursos para crear y mantener escuelas, parques y servicios públicos
básicos. También mediar en conflictos e imponer sanciones en los casos de daño
social. A principios de los años 2000, la Federación de Juntas Vecinales
desarrolló un rol principal en la implantación de una universidad pública en El
Alto, la oposición a nuevos impuestos municipales o la reversión de los
procesos privatizadores del agua. El respeto por el medio ambiente
debería constituir otro eje de la sociedad alternativa. Algunas luchas llevan
en germen esta nueva sociedad. En 1998, el Departamento de Transporte de
Minnessota pretendía desviar una carretera en un parque de Minneapolis. Ello
suponía la destrucción de un viejo ecosistema de robles, un manantial de agua
dulce y espacios sacros para los indígenas americanos, en el área de
confluencia de los ríos Minnesota y Mississippi. Activistas indígenas,
residentes blancos, grupos conservacionistas y anarquistas colaboraron para
evitar la demoledora iniciativa. Se logró crear, destaca Peter Gelderloos, el
Estado Libre Minnehaha, "una zona urbana que se convirtió en la primera y
más duradera ocupación urbana anti-carreteras en la historia de Estados Unidos;
durante un año y medio, cientos de personas ocuparon las tierras para impedir
que el Departamento de Transporte talara los árboles y construyera la
carretera, y fueron miles las que apoyaron y visitaron el estado libre". A
pesar de la represión, la comunidad se autoorganizó y retardó la destrucción
del paraje. En el cúmulo de experiencias libertarias, el autor de La
Anarquía funciona se remonta en ocasiones varios siglos atrás. Resalta por
ejemplo, en las últimas páginas del libro, el caso de la piratería. Muchos
fugitivos en el Mar Caribe se unieron a los restos de sociedades indígenas e
incorporaron estructuras de cariz igualitario. "Esta clase social pirata
también contenía muchos proto-anarquistas revolucionarios sociales, como
Levellers, Diggers y Ranters, desterrados a cárceles inglesas en el Nuevo
Mundo". Además, a numerosos capitanes piratas se les podía elegir y, casi
de manera inmediata, revocar. Gelderloos caracteriza a estas sociedades:
"cultivaron una mayor igualdad de género y, así, se daba el caso de
capitanes piratas que eran mujeres; muchos se creían a sí mismos como Robin
Hood y pocos se consideraban súbditos de cualquier estado". Había quien se
integraba en los patrones mercantilistas, en el comercio de esclavos y en la
venta de bienes fruto de la rapiña. Pero otros piratas lucharon por el
abolicionismo y apoyaron las insurrecciones de esclavos. Otro punto de
interés son las experiencias sociales antiautoritarias y de largo aliento, que
despliegan su potencial dentro de marcos estatales. Entre otros ejemplos, el
autor subraya el de Gloucestershire (Inglaterra), donde anarquistas tolstoianos
constituyeron la colonia de Whiteway en 1898. Primero adquirieron las tierras y
a continuación prendieron fuego a los títulos de propiedad. Construyeron sus
casas y, un siglo después, el municipio subsistía, además de contar entre sus
habitantes con descendientes de los pioneros. Fundamentado en principios
igualitarios y antiautoritarios, la colonia ha acogido proyectos cooperativos
como una panadería y un gremio de artesanos. Las decisiones se adoptan en una
asamblea general, se comparten instalaciones comunales y algunas veces ha dado
cobijo a refugiados y disidentes. Casi en el cierre del libro, Peter
Gelderloos hace una llamada contra el fatalismo y la resignación. Contra la
tozudez de los hechos y su tiranía. Porque a lo largo de la historia, "la
mayoría de las sociedades han sido comunales y sin Estado, y muchas de ellas se
prolongaron durante miles de años hasta que fueron destruidas o conquistadas
por la civilización occidental". Hay también ejemplos de sociedades
jerárquicas que se agotaron por el hecho de ser insostenibles, desde los
Sumerios a la Isla de Pascua. "Decenas de sociedades indígenas de todo el
mundo nunca desarrollaron Estados, prosperaron durante miles de años, nunca se
rindieron, y cuando finalmente triunfaron sobre el colonialismo, echaron fuera
las imposiciones de la cultura blanca y revitalizaron sus culturas
tradicionales", concluye. [Tomado de http://es.sott.net/article/28681-Una-sociedad-alternativa-es-posible.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario