Un 14 de diciembre de 1853 nace en Santa Maria Maggiore (Italia) Errico
Malatesta, insigne e inquieto anarquista que desde Italia hasta Argentina buscó
el rumbo de la revolución que libertara a la humanidad de su condición servil.
Recordando este acontecimiento de hace 162 años atrás, dejamos un texto que encontramos hace algunos años en El Sembrador, específicamente en su número 37 (sábado 21 de abril de 1923, ciudad de Iquique, norte de Chile). Se trata de “¿Lucha de clase u odio entre clases?: “Pueblo” y “Proletariado”, un breve artículo que, por un lado, es una interesante crítica al dogma clasista y, por otro, una muestra más de lo actual que es la crítica y el pensamiento tanto de Errico Malatesta como de otros anarquistas de su época.
Recordando este acontecimiento de hace 162 años atrás, dejamos un texto que encontramos hace algunos años en El Sembrador, específicamente en su número 37 (sábado 21 de abril de 1923, ciudad de Iquique, norte de Chile). Se trata de “¿Lucha de clase u odio entre clases?: “Pueblo” y “Proletariado”, un breve artículo que, por un lado, es una interesante crítica al dogma clasista y, por otro, una muestra más de lo actual que es la crítica y el pensamiento tanto de Errico Malatesta como de otros anarquistas de su época.
¿Lucha de clase u odio entre clases?: “Pueblo” y “Proletariado”
Yo dije, antes los jueces de Milán, algo
sobre la lucha de clases y sobre el proletariado, que ha tenido la virtud de
suscitar críticas y extrañezas. Es bueno volver sobre lo mismo.
Protesté indignado contra la acusación
de haber incitado al odio; dije como en mi propaganda había siempre procurado
demostrar que los males sociales no dependen de la maldad de éste o aquel
patrón, de éste o aquel gobernante, sino de la misma institución del patronato
y del gobierno, y que, por lo tanto, no se pueden remediar los males cambiando
las personas de los dominadores, sino que es necesario abatir el principio
mismo de la dominación del hombre por el hombre; dije también que siempre había
insistido sobre el hecho de que los proletarios personalmente no son mejores
que los burgueses; y lo prueba el hecho de que cuando por una causa cualquiera
un obrero llega a una posición de riqueza o de mando, se conduce generalmente
como un burgués ordinario o peor aún.
Estas declaraciones han sido alteradas,
contrahechas, dadas a publicidad en mala forma por la prensa burguesa; y se
comprende que haya sucedido así. La prensa subvencionada para defender los
intereses de la policía y de los tiburones tiene, por deber de oficio, que
esconder al público la verdadera naturaleza del anarquismo y buscar de dar
crédito a la leyenda del anarquista odiador y destructor; debe hacer esto por
exigencia del oficio, pero debemos convenir en que a menudo lo hace de buena
fe, por pura y simple ignorancia. Desde que el periodismo que fue un
sacerdocio, ha descendido a la condición y de oficio, los periodistas no solo
han perdido el sentido moral, sino también la honestidad intelectual que
consiste en no hablar de lo que no se sabe.
Dejemos, pues, en su fango a los venales
y hablemos de aquellos que, aunque difieren con nosotros en las ideas y a
menudo solo en el modo de expresar las ideas, son nuestros amigos porque
tienden sinceramente al mismo fin a que tendemos nosotros.
En estos la estupefacción es completamente
injustificada, hasta el punto que casi estoy por creerla afectada. No pueden
ellos ignorar que yo vengo diciendo y escribiendo estas cosas desde hace más de
cincuenta años y que conmigo y antes que yo las han dicho y repetido centenares
y millares de anarquistas.
Dejemos esto y hablemos del desacuerdo.
Existen los “obreristas”, los que creen
que el hecho de tener callos en las manos sea como una divina infusión de todos
los méritos y de todas las virtudes; que protestan si osáis hablar de pueblo y de
humanidad y no os cuidáis de jurar sobre el sagrado nombre del proletariado.
Es verdad que la historia ha hecho del
proletariado el instrumento principal de la próxima transformación social y que
los que luchan por la constitución de una sociedad, en la que todos los seres
humanos sean libres y tengan los medios para ejercitar la libertar, deben
apoyarse principalmente sobre el proletariado.
Puesto que el acaparamiento de las
riquezas naturales y del capital producidos por el trabajo de las generaciones pasadas
y presentes es hoy la causa principal de la sujeción de las masas y de todos
los males sociales, es natural que aquellos que no tienen nada y están por ello
más directa y evidentemente interesados en que se pongan en común los medios de
de producción, sean los agentes principales de la necesaria expropiación. Y por
esto dirigimos nuestra propaganda más especialmente a los proletarios, los que,
por otra parte, por las condiciones en que se encuentran, está muy a menudo en
la imposibilidad de llegar por sí mismo, por medio de la reflexión y del
estudio, a la concepción de un ideal superior. Pero no es necesario por esto
hacer del pobre un fetiche solo porque es pobre, ni alentar en él la creencia
de que es de un esencia superior, y que por una condición que no es, por
cierto, fruto ni de su mérito ni de su voluntad, haya conquistado el derecho de
hacer a los otros el mal que los otros le han hecho a él. La tiranía de las
manos callosas (que luego en la práctica es siempre la tiranía de unos pocos
que, si alguna vez tuvieron callos, ya no los tienen más) no sería menos dura,
menos malvada, menos fecunda en males duraderos, que la tiranía de las manos
enguantadas. Más bien, sería menos ilustrada y más brutal: he aquí todo.
La miseria no sería tan horrible como es
si, además de los males materiales y la degradación física, no produjera
también, al prolongarse de generación en generación, el embrutecimiento moral.
Y los pobres tienen vicios distintos pero no mejores que los que producen en
las clases privilegiadas las riquezas y el poder.
La burguesía produce los Giolitti, los Graziani y toda la larga serie de los torturadores de la humanidad desde los grandes conquistadores a los pequeños patrones ávidos y usureros, produce también los Cafiero, los Reclus, los Kropotkin y también los otros que en todas las épocas han sacrificado sus privilegios de clases en homenaje a su ideal. Si el proletariado ha dado y da tantos héroes y mártires a la causa de la redención humana, da también los guardias blancos, los asesinos, los traidores de los propios hermanos, sin los cuales la tiranía burguesa no podría durar un solo día.
La burguesía produce los Giolitti, los Graziani y toda la larga serie de los torturadores de la humanidad desde los grandes conquistadores a los pequeños patrones ávidos y usureros, produce también los Cafiero, los Reclus, los Kropotkin y también los otros que en todas las épocas han sacrificado sus privilegios de clases en homenaje a su ideal. Si el proletariado ha dado y da tantos héroes y mártires a la causa de la redención humana, da también los guardias blancos, los asesinos, los traidores de los propios hermanos, sin los cuales la tiranía burguesa no podría durar un solo día.
¿Cómo, pues, se puede elevar el odio a
un principio de justicia, a iluminado sentimiento de reivindicación, cuando es
evidente que el mal está en todas partes y depende de causas ajenas a la
voluntad y responsabilidad individual?
Hágase cuánta lucha de clase se quiera,
si por lucha de clase se entiende lucha de los explotados contra los
explotadores para la abolición de la explotación. Ella es un medio de elevación
moral y material y la principal fuerza revolucionaria sobre la que hoy se puede
contar. Pero odio no, porque del odio no puede surgir el amor y la justicia.
Del odio nace la venganza, el deseo de sobreponerse al enemigo, la necesidad de
consolidar la propia superioridad. Con el odio, si se vence, se pueden fundar
nuevos gobiernos, pero no se puede fundar la anarquía.
Comprendemos bien el odio en tantos
desgraciados que la sociedad atormenta y destruye en sus cuerpos y en sus
afectos; pero en cuanto el infierno en que viven es iluminado por el ideal,
desaparece el odio y que el ardiente deseo de luchar por el bien de todos.
Y por esto entre nosotros no hay verdaderos odiadores, aunque hay muchos retóricos del odio. Estos hacen como el poeta que, siendo un padre de familia bueno y pacífico, canta el odio y el estrago porque en ellos encuentra motivo para hacer versos bellos o feos. Hablan de odio, pero su odio está hecho de amor.
Y por esto entre nosotros no hay verdaderos odiadores, aunque hay muchos retóricos del odio. Estos hacen como el poeta que, siendo un padre de familia bueno y pacífico, canta el odio y el estrago porque en ellos encuentra motivo para hacer versos bellos o feos. Hablan de odio, pero su odio está hecho de amor.
Y por ello yo los amo, aunque hablen mal
de mí.
Errico
Malatesta
Publicado en
el Semanario El Sembrador, n° 37 (sábado 21 de
abril de 1923), Año 1, Iquique (Chile).
Fuente: http://grupogomezrojas.org/2015/12/13/lucha-de-clase-u-odio-entre-clases-pueblo-y-proletariado/
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