Jesús
Sánchez Tenedor . Historiador
22/01/13
No se
demostró que el fuego de la sala Scala empezara en la fachada en la que
impactaron unos cócteles molotov. Es una de las piezas que no encajan en un
caso clave de la Transición.
El 15 de
enero de 1978, después de una manifestación en las calles de Barcelona
convocada por el sindicato CNT en protesta por los Pactos de la Moncloa,
se declaró un incendio en la sala de fiestas Scala, con el resultado de cuatro
víctimas mortales y el derrumbe del edificio. La sala era muy popular entonces
por la celebración de un espectáculo de variedades que cada domingo era emitido
en directo por RTVE. Aquel suceso condujo a una operación policial que inculpó
a un grupo de jóvenes afiliados a la CNT de cometer un acto terrorista, por lo
que se enfrentaron a un largo y confuso proceso judicial y que tuvo unas
consecuencias políticas y sociales determinantes: la desactivación del
movimiento obrero en la Transición. El 35 aniversario de aquel trágico
suceso no ha trascendido en exceso y ha sido obviado en los medios de
comunicación de masas.
La violencia
política estuvo presente en toda la Transición y, cuando al Estado le hizo
falta guerra sucia para doblegar adversarios, se aplicó. Los movimientos de
izquierdas y libertarios sufrieron las consecuencias brutales de la aplicación
de la estrategia de la tensión en los años ‘60 y ‘70 como mecanismo de coerción
por parte del Estado, que consistió en inculpar a estos movimientos de
atentados terroristas (sin haber sido los autores) o bien atentando
directamente contra éstos.
Los
servicios secretos españoles, con ayuda de la CIA y la Operación Gladio
y agentes de extrema derecha italianos y españoles, comenzaron a infiltrarse en
la oposición antifranquista desde antes de la muerte de Franco. Qué mejores
intermediarios que los tristemente célebres policías de la Brigada Político
Social: Roberto
Conesa o José María Escudero, implicados en numerosos casos de guerra sucia
y acusados en diferentes procesos de prácticas de tortura e interrogatorios.
También se les hace conocedores de la trama de atentados terroristas como por
ejemplo el asesinato de los abogados
laboralistas de Atocha.
Relación de hechos
Firmados los
Pactos de la Moncloa en octubre de 1977 y apoyados por CC OO y UGT, la CNT
quedó como única organización sindical no conforme con unos acuerdos que
significaban un paso atrás en los derechos de los trabajadores. Esto molestaba
a los que dirigían el destino político de España. Simplemente bastó un
infiltrado, un montaje policial y un proceso judicial repleto de
irregularidades para provocar una grave crisis en el movimiento libertario.
Así fue
como, al final de la manifestación del 15 de enero de 1978 convocada por la
CNT, unos jóvenes libertarios lanzaron unos cócteles molotov contra la fachada
del edificio del Scala. A los pocos minutos, el edificio empezó a arder
justo por el lado contrario donde se lanzaron los cócteles, atrapando en su
interior a cuatro trabajadores, que fallecieron asfixiados (y que eran
afiliados a la CNT). No hubo detenciones inmediatas. Los jóvenes volvieron
a sus casas sin saber lo que había sucedido. Cabe señalar que en los días
previos contaron con la ayuda de un anarquista murciano que, sin que ellos lo
supieran, era un infiltrado de la policía. Éste no tuvo más que delatarlos, ya
que sabía sus domicilios. Se trataba de Joaquín Gambín, alias “el Grillo”, que
desapareció obviamente después del incendio.
En menos de
48 horas, los jóvenes fueron detenidos por la policía y la prensa ofreció sus
titulares condenando la acción y tildando al sindicato CNT de organización
terrorista. Seis de los detenidos estuvieron año y medio en prisión preventiva
hasta la celebración del juicio. Pasaron por diferentes cárceles, donde fueron
sometidos a lo habitual del régimen: represión, torturas, interrogatorios,
condiciones de encarcelamiento infrahumanas, etc. Un período que se alargó de
forma irregular, más allá de lo que permitía la ley.
Mientras
tanto, la ciudadanía, sensibilizada por la continua escalada de violencia
política, emitió su propio juicio. Entendió que la CNT podía ser algo parecido
a una organización terrorista y se criminalizó al sindicato y a todo el
movimiento libertario. Las bajas del sindicato fueron masivas y en poco tiempo
la CNT quedó sin el apoyo de los trabajadores y fuera del modelo sindical
pactado entre UGT, CC OO y el Gobierno de Suárez. Sumado a las disensiones
internas que no permitieron hacer un frente común, se produjo en breve tiempo
la crisis del movimiento anarquista.
El juicio se
celebró en la Audiencia Provincial de Barcelona y el 9 de diciembre de 1980 se
hizo pública la sentencia, en la que se condenaba a 17 años de prisión a tres
de los acusados, a penas menores a otros dos y se absolvía a una de las imputadas.
La defensa presentó recurso, pero fue rechazado por el Tribunal Supremo.
Conscientes de que fueron víctimas de una trampa, solicitaron el testimonio de
Joaquín Gambín y del ministro de Gobernación de entonces, Rodolfo Martín Villa,
peticiones que fueron denegadas.
Pero desde
1979, periodistas de investigación y la propia CNT airearon el pastel. Se hizo
público que el confidente Joaquín Gambín participó en la trama del incendio.
Ante tamaño despropósito y bajo la presión de la prensa, que cada vez aportaba
más pruebas del caso, se tuvo que celebrar un segundo juicio de Joaquín Gambín
por su participación en los hechos, en el que se le condenó a siete años de
prisión. Pero simplemente se imputaron cargos contra esta persona, y tampoco
contra el Estado ni se produjo ningún intento de esclarecer los hechos.
Interrogantes
1. La extraña, por rápida, detención
de los presuntos autores.
2. Se demolió el edificio sin haber
recogido pruebas periciales suficientes.
3. Informes de los bomberos aseguran
haber detectado restos de fósforo (material que permite una rápida ignición y
que era utilizado sólo por el Ejército) en el interior del edificio, justo en
el lado contrario del edificio donde se produjo la explosión de los cócteles
molotov.
4. Aquella mañana desapareció antes de
los hechos la unidad móvil de RTVE que disponía a preparar la retransmisión del
programa Scala por la noche.
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