lunes, 11 de febrero de 2013

El explosivo, la catedral y los anarquistas



A estas alturas son pocas las personas que no se hayan enterado ya del suceso del pasado jueves en Madrid. De forma resumida, resulta que en la catedral de la Almudena un cura encontró un artefacto explosivo compuesto por un kilo de pólvora y otro de clavos. La policía acordonó el lugar y desactivó la bomba casera. Durante ese mismo día, apareció en la web ContraInfo una supuesta reivindicación por parte de un desconocido grupo denominado “Comando Insurreccionalista Mateo Morral”.
A partir de aquí, la mayoría de medios comerciales recogen lo sucedido. Periódicos, radios y televisiones del régimen comparten el titular: “Un grupo anarquista se atribuye el intento de atentado”. No hace falta contrastar mucho, una nota a la que la policía atribuye “cierta credibilidad”, un nombre, el de Mateo Morral, con mucho juego periodístico, un objetivo, “dar caña a la monarquía borbónica” y una palabra, “anarquía”, hace que todo encaje perfectamente para difundir el temor social ante la reaparición del “terrorismo anarquista”.
Como me ocurre a mí, he constatado que a muchas compañeras y compañeros del contexto libertario les escama bastante este asunto. Tan sólo hay que leer detenidamente el comunicado para constatar que algo no parece encajar. Expresiones como “…busca romper con vuestra paz cívica”, la obsesión por la familia real o que esté difundido como si realmente hubiera hecho explosión el artefacto, son algunas de las cuestiones que dan de pensar sobre esa extraña nota que finaliza con un “Fuego al talego. Viva la anarquía”.
Pero más allá del comunicado, lo que realmente no encaja es el proceder, a saber: hacemos una bomba y la dejamos a la 13:00 de la tarde de un día cualquiera en una turística catedral con el fin explícito de destruir a la monarquía. Realmente suena un poco a broma, más aún si tenemos en cuenta que Mateo Morral mató a varias decenas de inocentes en un atentado fallido contra el rey Alfonso XIII en 1906. Es decir, hablando claramente, estaríamos ante un supuesto grupo insurreccional que coloca una bomba en una catedral porque quiere acabar con la monarquía. ¿Qué significa esto? ¿No sería lo lógico atacar al propio rey, tal como hizo Morral? Realizar un acto como este puede tener una consecuencias represivas bastante importantes, ¿por qué arriesgarse a hacer algo así en un lugar como aquel existiendo infinidad de lugares mucho más representativos del capital, el estado y la propia monarquía -ya que tanto les interesa-?
Por otro lado, hay quien piensa que todo este tema ha sido un burdo montaje de la policía para difamar, una vez más, al movimiento anarquista, difundir el miedo a lo desconocido y justificar la represión que están sufriendo numerosas compañeras y compañeros de la CNT y otros colectivos libertarios. A muchos se les viene el famoso Caso Scala a la cabeza, un antecedente que habría que ver cómo se daba en el actual mundo conectado en red. En aquella ocasión fue contra una organización concreta, la CNT, ahora hay quien plantea que la pretensión es difamar al mundo libertario en general. No obstante, tampoco estoy totalmente convencida de que esto haya sido obra de los cuerpos de represión del estado, es más, me gustaría creer que el movimiento anarquista se merece un montaje mucho más trabajado que esta ridiculez, aunque realmente nunca se sabe.
Sea como fuere, lo que está claro es que ya el daño está hecho. Una vez más tenemos que aguantar las estupideces de unos medios rendidos al capital que únicamente pronuncian la palabra “anarquismo” para desprestigiarla interesadamente haciendo gala de su habitual y supina ignorancia.
Para los medios la violencia vende y el miedo más todavía, sin embargo, el activismo les aburre y la razón les abruma. Por ello han considerado ese suceso como representativo, a diferencia de los numerosos proyectos y campañas de tintes libertarios contra la explotación laboral, contra los desahucios, contra el paro, por una educación libertaria, por la sanidad, las experiencias de autogestión, de modelos alternativos de consumo y de vida, etc.
El mensaje ya está lanzado: “los anarquistas son terroristas” y realmente dará igual que se esclarezcan de uno u otro modo los hechos, es un granito más para asentar la aversión contra el anarquismo lanzada en el imaginario colectivo de los súbditos de un régimen que, como todos, ha tratado, trata y tratará de eliminar cualquier atisbo de crítica y de insumisión.
Inma Rojas

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