Iglesia expropiada reconvertida en hospital durante la Guerra
Quizá, lo
primero que deba aclararse es que la presencia de sanitarios entre los
anarquistas no es un fenómeno exclusivo de España. En cualquier país en el que
arraigaron las ideas libertarias es común encontrar a profesionales sanitarios
entre sus militantes. Es lógico: los médicos y otros sanitarios fueron testigos
directos de los efectos la Revolución Industrial sobre las condiciones de vida
y trabajo del proletariado. Era frecuente que en sus publicaciones propusieran
medidas de solución a estos problemas de salud, verdaderas epidemias sociales,
incluso algunos consideraron que la única terapéutica posible era la
transformación radical de la sociedad. Por motivos evidentes, en el ámbito
libertario encontramos con más frecuencia a sanitarios dedicados a la higiene
pública, la salud mental, la pediatría y la medicina laboral.
La
peculiaridad de la situación española va unida a la persistencia del anarquismo
en el movimiento obrero y a las transformaciones en la Guerra Civil, en lo que
denominamos Revolución Social Española.
En segundo
lugar, debe explicarse la orientación biográfica. La prensa libertaria
española, cuyo número de cabeceras sigue sorprendiendo a los historiadores,
recogió gran número de artículos, noticias, conferencias y charlas impartidas por
sanitarios en centros y ateneos libertarios. Esto no implicaba que todos ellos,
ni siquiera la mayoría, compartieran las ideas antiautoritarias, sino que
sabían que esos medios eran la forma más directa de acercar sus ideas a la
parte más activa del proletariado. Por ello, es necesario conocer la relación
entre cada unos de esos sanitarios y el movimiento libertario.
Entrando en
materia, podemos dividir en seis etapas históricas la sanidad libertaria
española, aunque sólo sea con finalidad didáctica:
a) Los
inicios de la Primera Internacional en España. Cuando el sector más avanzado de
los obreros hispanos se adscribe a la Internacional, un médico de gran
formación científica y filosófica ejercerá un papel central en el desarrollo
del pensamiento colectivista en España. Gaspar Sentiñón Cerdaña (193?-1902),
amigo de Bakunin, será durante unos meses un elemento fundamental entre la
militancia catalana; después, seguirá colaborando durante décadas con la prensa
ácrata, en una labor tan importante como difícil de seguir por el obligado
anonimato que él, por motivos personales, incrementó. A continuación, le
sustituyó un estudiante de medicina y pronto joven doctor, el malagueño José
García Viñas (1848-1931), que destacó entre los internacionalista hispanos hasta
1881. Ambos fueron importantes en la orientación antiautoritaria del movimiento
obrero en España, pero también, sobre todo Sentiñón, en la incorporación de la
ciencia como aliada del pensamiento social frente al dominio asfixiante de la
religión. Las características de esta etapa son la frecuencia de noticias y
comentarios destinados a la salud de los trabajadores, así como la
incorporación de textos científicos. Junto a los sanitarios militantes
encontramos otros que compartieron la idea anarquista aunque centrados en el
ámbito intelectual, como es el caso del eminente clínico Juan Madinaveitia
Ortiz de Zárate (1861-1938).
b) Las
aportaciones del neomaltusianismo y naturismo. A los elementos antes descritos,
se unen, desde los inicios del siglo XX, otros dos que no son en sí mismos
parte del pensamiento ácrata: de una parte, la aparición de textos y
publicaciones específicas destinados a informar sobre el control de la
natalidad. De otra el naturismo, como filosofía de la relación del hombre con
la naturaleza, con implicaciones en la gestión directa de la salud. Un médico
libertario destacado es el sevillano Pedro Vallina Martínez (1879-1970), que
continuará activo hasta su muerte.
c) Durante
la Dictadura de Primo de Rivera la represión sobre las actividades sindicales
conllevó que se incida en los aspectos culturales del movimiento libertario,
bajo el calificativo de eclécticos, en los que progresivamente se van
incorporando otros aspectos como la nueva moral sexual y la eugenesia. En esta
etapa hay que anotar la militancia de dos facultativos de gran interés, Isaac
Puente Amestoy (1896-1936) y Juan Antonio Lorenzo Benito (1878-1938).
d) La
Segunda República. En esta etapa, que adelantamos a 1929 con la creación del
Sindicato Único de Sanidad e Higiene de Madrid, se constituyeron los de
Cataluña, el más numeroso de todos, Zaragoza y Santiago. También se crean las
primeras organizaciones asistenciales, no exentas de polémica, como la Mutua
Obrera Sanitaria, de Madrid, y la Organización Sanitaria Obrera, de Barcelona.
Los sanitarios más relevantes fueron Isaac Puente, cuyas ideas sobre el
comunismo libertario se adoptaron en el Congreso de Zaragoza de 1936, y otros
en sus respectivas confederaciones regionales: los hermanos Miguel José
(1884-1936) y Augusto Moisés Alcrudo Solórzano (1892-1936) en Aragón; Pedro
Vallina, en Andalucía y Extremadura; Javier Serrano Coello (1897-1974), en
Cataluña; José Pardo Babarro (1911-1938), en Galicia; Emilio Navarro Beltrán
(1898-1969), en Valencia; el químico Francisco Trigo Domínguez y el médico
Mario Orive y Ontiveros (1883-¿19…?), en Madrid; la matrona Constantina
Alcoceba (1899-1936), en Soria, o el facultativo Emilio Pedrero Mardones
(1910-1937), en Valladolid.
e) La
Revolución Social fue la etapa de las concreciones en el complejo contexto
bélico. Con diferente grado en cada ámbito territorial, según la importancia de
las organizaciones libertarias, se produjeron las grandes transformaciones
sanitarias: comarcalización y generalización de la asistencia sanitaria, eliminación
de la beneficencia, unión de la prevención y la asistencia, derecho al aborto,
supresión de los colegios médicos, campañas preventivas… Los sanitarios más
destacados son los médicos Félix Martí Ibáñez (1911-1972), Amparo Poch
(1902-1968) y Juan Morata Cantón (1899-1994); entre los farmacéuticos, Manuel
Esteban de la Iglesia (1901-1939); entre los practicantes, José Penido Iglesias
(1895-1970), además de los sanitarios anteriores que no fueron asesinados por
la represión franquista. Con todo, la obligatoriedad de sindicación y la
generosidad de los anarcosindicalistas con los nuevos afiliados implican que
hay que tener especial cautela al adscribir al pensamiento libertario a los
sanitarios de la CNT en esta etapa
f) La etapa
de resistencia, exilio, clandestinidad e, incluso, apoyo a la guerrillera, con
la creación de algún organismo sanitario para ayudar a la organización del
interior, como la polémica Mutua Ibérica, en Valencia. Cabe significar en estos
años al médico José Pujol Grua (1903-1966), a los practicantes Manuel Fernández
Fernández (1904-199?) y Manuel Guardiola Ausó (1907-¿19…?) y a las enfermeras
Pura Pérez Benavent (1919-1995) y Conchita Guillén Bertolín (1919-2008).
En suma, un
breve resumen con algunos nombres de los centenares de militantes libertarios
que creyeron que la revolución social era la mejor terapéutica para una
sociedad enferma.
Bibliografía
Girón, A. En
la mesa con Darwin, 2005. CSIC, 2005. Masjuan, E. La ecología humana en el
anarquismo ibérico. Icaria, 2000. Martí Boscà, J.V. Revolución y sanidad en
España, 1931-1939. En: A.C. Alzina, 2006. Penalva, C (coords.). La rosa
il·lustrada. Universitat d’Alacant, 2004. Roselló, J.M. La vuelta a la
naturaleza. Virus editorial, 2003.
José Vte. Martí Boscà
Extraído de Solidaridad Obrera. Centenario de la CNT: http://www.soliobrera.org/pdefs
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