Nos ofrecéis para salvarnos toda la tierra
de la tierra, y nosotros apenas necesitamos para vivir las riberas del Gran Río.
Despojados de lo superfluo, nos enfrentamos
al espejo y este nos invita a un paseo por el alma donde nos reconocemos en los
demás. Y ese Ser universal no puede ser el veneno que nos mate, sino la miel
que nos alimente.
Nosotros somos quien somos, hijos de
Astarté, de Helvia, madre de Séneca y abuela de Lucano, descendientes de Aïsha
al-Hurra (Aixa), hermanos de Marianita Pineda. Somos los restos humanos que
quedaron al vencer por primera vez en una batalla a un ejército de Napoleón.
Los que pusimos la mesa, el papel, la pluma, la tinta, el vino y la sangre para
escribir la primera constitución española. Fuimos las espaldas desde donde la
Junta Suprema de Andalucía paró al absolutismo. Los Jornaleros y campesinos
rebelados contra la injusticia en la "Revolución del pan y el queso",
ajusticiados en la ciudad de Loja. Los insurrectos en la campiña y la sierra de
Cádiz, juzgados en el proceso de "La mano negra". Los que formaban
parte de las cuerdas de presos camino de Filipinas. Los ejecutados en la ciudad
de Jerez en aquella ignominia. Los que sentamos las bases para redactar la primera
constitución andaluza, la de Antequera de 1883. Los mismos jornaleros que al
grito de ¡Viva Andalucía Libre! vivimos el Trienio Bolchevique, abriendo paso al
"Manifiesto de la Nacionalidad" en 1919. Somos los que pusimos cuerpo
y alma contra la dictadura de Primo de Rivera. Las mujeres de la Fábrica de
Tabacos de Sevilla que se remangaron para construir la ciudad.
Nosotros somos quien somos, los que vimos en
la II República nuestra liberación, los que luchamos por la reforma agraria de
1932 y el Estatuto de Autonomía de Andalucía de 1933, los que pusimos los
muertos en Casas Viejas y tomamos las armas de la palabra y las otras contra el
golpe fascista de 1936, los que llenamos las cárceles, marchamos al exilio, los
que aún hoy ocupan las fosas comunes diseminadas por nuestros campos,
cementerios y cunetas. Los que quedaron aquí para ser la mano de obra barata
del señorito y de los otros pueblos y conspiramos contra la dictadura desde las
parroquias, los grupos de teatro, la música, la poesía y el tajo. Somos
Cristóbal Ibáñez Encinas, Manuel Sánchez Mesa, Antonio Huertas Remigio, obreros
de la construcción de Granada asesinados por el régimen en la huelga de 1970.
Javier Verdejo Lucas, abatido por las balas en la Playica de San Miguel de
Almería mientras escribía ¡Pan, Trabajo y Lib...! Y somos los mismos que un 4
de Diciembre de 1977 tomamos las calles de nuestra Matria, reconociéndonos una
vez más a nosotros mismos. Y aquel día de nuevo la sangre manchó las piedras de
la calle (que la tierra le sea leve al obrero malagueño José Manuel García
Caparrós). Y seguimos caminando por las veredas de nuestra tierra hasta 1983,
cuando mil jornaleros entre los que se encontraba Juan Antonio Romero, "El
Comandante", hijo de Badalatosa, volvieron a poner encima de la mesa el
eje central de las reivindicaciones de nuestro pueblo: la Reforma Agraria. Como
si doscientos años de lucha no fueran suficientes.
Y aquí estamos aún. Siendo quiénes éramos,
mujeres y hombres de este lugar, al Sur del Norte y al Occidente del Oriente. Y
con lo que hemos escrito y vivido podríamos llenar todas las estanterías de la
Biblioteca de Alejandría. Somos los que echamos la red a la mar y la semilla a
la tierra, los que construimos las ciudades y hacemos el pan, somos... Y de
nuevo en una encrucijada, viendo cómo nuestro propio parlamento legisla contra
nosotros en el nombre de la izquierda y por imperativo legal, como si alguna
vez nos hubiesen regalado algo. Pero nosotros, Matria, encontraremos el camino.
Andalucía, otoño de 2012.
Marcos González Sedano
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