Quisiera iniciar el discurso partiendo de una frase que aparece
por ahí en los medios de comunicación: “los veinte años de libertad más
fructíferos en casi 200 años”. Así presentan la transición esos medios y sería
bueno para la historia de España si realmente hubieran sido los más fructíferos
en 200 años porque querría decir que antes de esos 200 años transcurridos hubo
otros más fructíferos, cosa que, mirando la historia, no se comprueba, porque
si esto nos lleva a finales del siglo XVIII, no vemos que este haya sido un
siglo de libertades, ni mucho menos las monarquías absolutas del siglo XVII,
como tampoco la etapa del Principado y de los Reyes Católicos pueden exhibir
esa bonanza, y mucho menos la Edad Media. Entonces lo que tácitamente esta
frase querría decir es que estamos ahora viviendo los mejores años de la
Historia de España desde las cavernas y esto parece excesivo. Desde mi punto de
vista, no se puede proceder a esta exaltación del régimen de transición porque
el régimen de transición hace agua por muchos costados y es criticable desde
muchos aspectos. Gregorio Morán, en abril de 1992, escribió un artículo en El
País en el que consiguió retratar de la mejor manera la situación que dio en
llamarse transición, lo que ella significó y cuál era su substancia. Empezaré
diciendo que este hombre entendía así la transición y son palabras suyas: “la
transición fue la funeraria de la izquierda española”: Desde este punto de
vista, la transición puede mostrarse, sin violencia argumental, como una trampa
histórica. Hemos escuchado a Felipe González y a otros hombres, también del
Partido Socialista, cuando eran objeto de crítica por parte de la derecha,
hacer gala de que ellos no habían pasado factura al régimen anterior, el que
hayan, por interés o lo que fuera, cerrado los ojos ante el hecho histórico del
franquismo, determinando con ello la forma como se produjo la transición y el
cómo de aquellos polvos vinieron estos lodos. Que hombres que torturaron, que
escarnecieron, que trataron la dignidad humana de una manera absolutamente
intolerable hayan seguido por juzgados, comisarías, puestos de administración,
capitanías, etc. es realmente triste para nosotros, para España que arrastra un
tremendo peso de la guerra civil, para España que tuvo más de 300.000
fusilados, muchos cientos de miles de presos y en conjunto un millón de
muertos. No se puede olvidar la historia de un momento para otro con paños
calientes o con frases más o menos hipócritas que no tienen más misión que la
de echar arena a los ojos del resto de los españoles. Nada de esto quiere decir
que aquí se esté recriminando el que no se haya procedido a juicios sumarísimos
o sumarios o vindicaciones cruentas de ningún género, cosa por lo demás
imposible Se recrimina simplemente la complicidad en el establecimiento de una
situación que conculca la justicia de dos maneras: manteniendo la continuidad
de lo anterior en elementos, estilos y estructuras, y no dando satisfacción
moral a los maltratados, ofendidos y humillados, cuyos sufrimientos se intenta
comprar con hipócritas pagas dinerarias, verdadero símbolo, por el medio
empleado, de un régimen de corrupción a punto de iniciarse.
Dice
Gregorio Morán: “allí la clase política e historiadores, en una reunión donde
se santifica la transición, decidieron cómo se debía de escribir la transición
y cómo debía quedar el repertorio de personajes ante la inminente posteridad.
Así fue posible que el gremio de historiadores especializados en la transición
construyeran una historia angélica basada en los testimonios de los
protagonistas”, “mostraba al mundo cómo se podía pasar de una tiranía
totalitaria a un régimen democrático, homologado con el occidente”. Se trató
entonces en muchos aspectos de una compra de conciencias, para otros significó
una desviación por inconsciencia, por no saber dónde se encontraban
verdaderamente, para otros más supuso la postergación y la reducción al
silencio de todos aquellos que habían luchado por una salida clara de la
situación y que buscaban igualmente un discurso claro y decente que diera razón
y la explicación de la nueva situación. Estos hombres fueron posteriormente
tachados como portadores de un “pensamiento políticamente incorrecto”.,
calificación que sigue siendo oída todavía en muchos medios, lo que es tanto
como una especie de santificación del rechazo de determinadas conciencias, de
determinadas personalidades. “La única alternativa”, sigue diciendo Gregorio
Morán, “estaba en disputar la hegemonía del tránsito, pero no el tránsito
mismo”, “nadie se atrevió a decir la verdad porque la realidad política durante
la transición les parecía el más peligroso revulsivo y debía ser manejada con
la peligrosidad de un explosivo”. “Mientras duró la transición, nuestra clase
política tuvo bula, se constituyó en un mandarinato de nobles”, “Los medios de
comunicación desempeñaron en general un papel de instrumentos políticos de esa
clase que hoy está indignada porque se les acabaron las indulgencias”. Los que
no suscribieron la transición de manera inmediata fueron considerados unos
resentidos, unos frustrados y seguramente ello aconteció y acontece, dice
Gregorio Morán “porque somos un país con tradición lanar, nos viene de la
Mesta, y esto quizá explique por qué cuando se trata de hablar de ovejas, le
concedemos la palabra siempre al lobo”, “Criticamos la transición por una sola
razón obvia, porque fuimos lo que fuimos sólo en función de que miramos lo que
nos rodeaba con ojos críticos y ése es el único patrimonio de nuestro pasado al
que algunos no estamos dispuestos a renunciar”. No estamos dispuestos a
renunciar a ese patrimonio de sinceridad, a ese patrimonio de ojos limpios, a
ese patrimonio de ojos críticos, a ese patrimonio de poner el dedo en la llaga
porque esa es la única manera de que los males puedan llegar a ser curados y
podamos atajar algo que yo entiendo como muy peligroso, como fatalmente
peligroso hacia el futuro, si las cosas siguen por el camino que van.
Hoy
en día, hay una serie de “expertos” que tratan de presentar al franquismo como
una simple dictadura, como un simple poder personal al que se le fue la mano en
determinadas ocasiones pero que trajo a España más bondades que males, y por lo
tanto, un régimen con el que no hay que ensañarse, un régimen al que no hay que
criticar excesivamente. En el fondo, de lo que se trata es de fabricar una
justificación teórica que permita pasar página con relación al franquismo. Es
decir, se trata de crear una mentalidad que acepte y tolere como racional el
que el paso del franquismo a la situación actual puede haber sido un tránsito
tranquilo y deslizante como en una balsa de aceite.
Nacen
en el tardofranquismo varios modelos de “transición”. El de Carrero Blanco y
una parte del Opus dei era de una longitud de onda que hacía imperceptible el
cambio mismo. Solís, ministro de los Sindicatos fascistas, tiende pro forma la
mano en los años 60 a CC.OO.[1], es decir al Partido Comunista en concreto, que
en esa época era dominante ya en esa formación. Todo eso sucede en el año 66, a
partir del cual la facción comunista de esa formación acepta la entrada en las
elecciones sindicales de Franco. Desde el propio régimen se estaba tratando de
dar pasos hacia una forma de transición que en realidad supusiera un
continuismo.
Se
trata de crear una mentalidad que acepte y tolere como racional el que el paso
del franquismo a la situación actual puede haber sido un tránsito tranquilo y
deslizante como en una balsa de aceite.De esta voluntad “transitiva” puede dar
testimonio el propio cine; Sainz de Heredia, por ejemplo, en los años 60, hace
la película “Franco, ese hombre”, en la que se esfuerza en destacar la
humanidad del Franco viejo, el abuelo bonachón que da palmaditas y besitos a
sus nietos, el hombre familiar que ya ni siquiera caza ni pesca, el viejecito
que hasta es artista y pinta cuadros. Incluso desde el mismo cine y por un
tratamiento propagandístico de la figura de Franco, se pretende hacer aparecer
a ésta como una figura apta para la “transición”.
Los
años 70 representan el intento por parte de la Trilateral y de los poderes
internacionales de poner de relieve la importancia de la vía sindical. Hay, por
lo tanto, la puesta en relieve de la importancia de esa cuña sindical que tiene
que jugar un papel fundamental en ese proyecto de homologación general que va a
afectar, en el proyecto inmediato, a toda Europa. Por supuesto, España entra
dentro de ese ámbito y es una pieza más dentro de este contexto.
Por
lo demás, en España se da también una evolución interna. En el entorno del rey,
entonces príncipe, hay hombres como Torcuato Fernández Miranda, Areilza y otros
que empiezan a jugar un papel en la toma de posición ante esta gran operación
de transformación del régimen franquista en un régimen formalmente homologado
con el campo internacional. El Partido Socialdemócrata Alemán y el PSOE entran
en estrecho contacto, y las directrices del primero, concretamente a partir de
la figura de Willy Brandt, influyen de una manera directa y decisiva en la
comprensión y en la determinación de los esquemas políticos que habían de
dirigir los pasos del PSOE. Termina todo esto en la concreción de la Plataforma
Democrática, de la Junta Democrática y de la Platajunta que es la fusión de las
dos. Hay, pues, un acuerdo de paso hacia la homologación y hay, por supuesto,
el pago de las contrapartidas. Junto a todo esto, hay todo un trabajo
ideológico de maquillaje tendente a fabricar una valoración diferente del
propio régimen franquista. Hay ahora necesidad de hacer aparente el franquismo
ni siquiera como un fascismo light. Mientras el franquismo mantuviera la
calificación de régimen fascista no se hacía creíble el tránsito a la
democracia sin ruptura. Se trataba de hacer en el terreno histórico lo que
Sainz de Heredia había tratado de hacer con la figura de Franco en el cine.
Había que poner de relieve que aquel régimen produjo el impulso económico, que
impulsó los derechos sociales, que creó una legislación laboral favorable… Se
enfatiza que se ha exagerado el número de presos, de muertos en combate, de
fusilados. Ante la aparente imposibilidad de comprobación estadística de esos
extremos, ahí tenemos a esos historiadores haciendo toda esta serie de paseos
en la cucaña. La trampa estaba ahí servida desde una ciencia tan manipulable
como la historia.
La historia será siempre la historia de
los vencedores.
El
programa general que ahora se plantean es embridar al movimiento obrero, el
movimiento obrero no puede tener una línea de desarrollo autónomo, sino que
tiene que estar controlado y la forma de llegar a ello es institucionalizar a
Partidos y “sindicatos”. Partidos y sindicatos tienen que depender del Estado,
de las subvenciones, hay que crear unos especialistas en política, incluso unos
especialistas en actividad sindical que dependan del Estado y a los que el
Estado en un momento determinado pueda amenazar o, de hecho, pueda cortar los
subsidios y hacer que, prácticamente, esas formaciones se encuentren
desamparadas. Con lo cual, esas organizaciones llegan a formar parte íntima
orgánica del régimen, son instituciones del régimen, como un régimen definitivo
al que ya no hay más que ponerle un parchecito por aquí y otro por allá, porque
ya ha alcanzado el maximun de la perfección.
No
solamente se controla así, totalitariamente, toda actividad política y
sindical, sino que incluso en aquellos campos en donde la actividad podía
permitir una especie de salida social incontrolada, también en este caso se
busca el control de lo “no-gubernamental”.
Es
aleccionador percatarse de cómo se va desarrollando lo que podríamos llamar
ruido de sables en distintos aspectos y momentos y con distintas intensidades
según las necesidades oportunas. Cada vez que la clase obrera se mostraba más
radical y que los movimientos sociales eran más intensos, aparecía tal ruido de
sables de una manera o de otra. Saltaba a los medios de comunicación, esos
medios que tan decisivo papel jugaron en consolidar el régimen y la forma de la
transición. Se altavoceaba tal ruido, se amedrentaba a la población. Un momento
especialmente espectacular de estos comportamientos lo representa el 23-F. El
23-F sucede en el momento en el que tiene que tomar posesión Calvo Sotelo, el
23 de febrero de 1981. La cosa acaba con la intervención del Rey muchas horas
después de iniciado el golpe, muchas horas después de que los tanques
“rebeldes” y la Policía Militar “insubordinada” ocuparan las calles. El Rey
“soluciona” tardíamente el conjunto de la cuestión con un notable crecimiento
de prestigio y apareciendo como el salvador del régimen democrático. A partir
de entonces, hay ya esa afirmación del principio de autoridad que se temía
perder, concretada ahora en una especie de valorización de cierta sacralizad
real. Se crea así una situación en la que el principio de autoridad es lo que prima,
convirtiendo a la situación española en una especie de democracia vigilada,
donde todo parece ir bien hasta que se tocan determinados tabúes. Entonces
empiezan a sonar los sables en los cuartos de banderas.
Caminante, detente, aquí yace hoy difunto lo
que ayer fue un pueblo digno y rebelde
Bien,
y en medio de todo esto ¿cuál es el papel del pueblo? Algunos articulistas
valientes hablan con amargura de las ruinas de un pueblo rebelde; así el
epitafio de Javier Ortiz en El Mundo “caminante, detente, aquí yace hoy difunto
lo que ayer fue un pueblo digno y rebelde”. Produce una gran tristeza esa
valoración negativa de un pueblo que en su día fue antorcha del proletariado
internacional y vanguardia de todas las reivindicaciones obreras y campesinas y
de todos los movimientos sociales. Ese pueblo que dio en su día ejemplo de cómo
predicar y hacer una revolución realmente popular y justiciera. Un pueblo ahora
sometido a una práctica de idiotización promovida desde el poder, sometida a
una práctica de desinformación y deformación permanente. Se procede a un
tratamiento del pueblo como masa, tendiente a privatizar su vida, a meter a los
hombres en casa, a hacerlos súbitos de la tele y de la sociedad de consumo y
del espectáculo. Cuando se da el peligro de que estos hombres puedan llegar a
sentir interés o inquietud por su situación social y la de todos y procedan a
reivindicaciones de carácter general en la propia calle, entonces se
multiplican los efectos de esa sociedad del espectáculo y, si es necesario, se da
culto al entretenimiento televisivo los siete días de la semana y hasta las 24
horas del día. Ocupar permanentemente a la gente con imágenes “convenientes” y
convenientemente seleccionadas, ése es el gran tema. Basura sobre basura.
Cualquier cosa antes de que ese pueblo tome en su mano su propio destino. Y,
entretanto, el paro sigue y seguirá creciendo indefinidamente, de manera que ya
no se trata de la sociedad de los dos tercios, no se trata de que dos tercios
trabajen para que un tercio esté permanentemente en el paro, las cosas van
evolucionando de tal manera que la sociedad será de los dos tercios, pero a la
inversa, los dos tercios en paro y un tercio en actividad y esto además en una
progresión creciente que llegará incluso a poner en peligro esta proporción.
Según todos los signos, estamos repitiendo lo que era la sociedad del pan y
circo de los antiguos romanos del Imperio.
La
democracia de la vigilancia y la sospecha está instalada. La democracia del
control telefónico, del correo retenido, la democracia del seguimiento. A punto
están ya las videocámaras públicas siguiendo con su ojo móvil el menor de
nuestros movimientos El Gran Hermano está a la puerta. ¿Qué digo?: lo tenemos
en el recibidor y ya pide cuartel. Frente a todo esto estamos los resistentes,
los que tratamos de decir que esto va muy mal, pero que es necesario que
dejemos de clamar en el desierto para que el pueblo nos oiga. Es necesario que
el pueblo tenga oídos para oír y ojos para ver y que acabe tomando en su mano
su propio destino. No podemos aceptar de ninguna manera que ningún régimen se
nos presente como un régimen término, no existe tal régimen término. El término
es algo que no está en manos humanas, lo que está en nuestras manos es el
cambio y la lucha, y ahí es donde debemos encontrarnos.
José Luis García Rúa
Extractos de la charla pronunciada en
Gijón (instituto Jovellanos) el 17 de Enero de 1997
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