En la foto, de izquierda a derecha: Monchal, Charles Perron, Mijail Bakunin, Guiseppe Fanelli y Valerian Mroczkovsky
Artículo publicado en el último número del
periódico CNT, con motivo
del 140 aniversario del Congreso de Saint-Imier y el inicio del movimiento
obrero anarquista internacional.
El Congreso reunido en Saint-Imier
declara:
1.
Que la destrucción de
todo poder político es el primer deber del proletariado;
2.
Que toda organización
de un poder político llamado provisional y revolucionario para llevar esa
destrucción no puede ser otra cosa que un engaño más, y sería tan peligroso
para el proletariado como todos los gobiernos existentes en la actualidad;
3.
Que rechazando todo
compromiso para llegar a la realización de la revolución social, los
proletarios de todos los países deben establecer, fuera de toda política
burguesa, la solidaridad de la acción revolucionaria.
Esta es quizá la más importante de las conclusiones
que los días 15 y 16 de septiembre de 1872 se tomaron el congreso internacional
celebrado en la ciudad suiza de Saint-Imier. Es, básicamente, el pilar
fundamental sobre el que se desarrollará el movimiento obrero anarquista
internacional. De una clara influencia bakuninista se marcan perfectamente las
diferencias entre el sector antiautoritario y el sector autoritario de la
Internacional.
El congreso internacional de Saint-Imier marcó un
antes y un después en la organización del proletariado internacional. Días
antes, del 2 al 7 de septiembre de 1872, se había reunido en La Haya un
congreso internacional impulsado por el Consejo General de la AIT residente en
Londres. Encabezado por Karl Marx y Friedrich Engels, se procedió a la
expulsión de Mijail Bakunin y James Guillaume de la Internacional. Las
acusaciones de los marxistas eran vagas pero tuvieron resultados. El congreso
de La Haya no se promocionó como era ordinario en el seno de la AIT, pues el
objetivo de los marxistas era claro: eliminar la influencia antiautoritaria de
la Internacional.
Cuando días después las secciones antiautoritarias
celebraron el congreso en Saint-Imier, la ruptura de la Asociación
Internacional de Trabajadores era ya un hecho. El movimiento obrero quedó
dividido en ese momento entre el autoritarismo marxista y el antiautoritarismo
anarquista. Aunque hubo intentos de reunificación, nunca fue posible. Las
diferencias de táctica, estrategia, organización y finalidad eran muy grandes.
Como
se llegó a la ruptura. Un repaso por la historia del movimiento obrero
internacional
El 28 de septiembre de 1864, en Londres, aprovechando una exposición universal,
se decidió crear un organismo internacional que agrupara a todos los
trabajadores del mundo para luchar contra la explotación capitalista. Delegados
británicos, franceses, belgas e italianos (entre otros) así lo decidieron.
Poco después, en 1865, se conformaba la fundación de la Asociación
Internacional de los Trabajadores (AIT). Las distintas secciones de los países
se integrarían en la Internacional con la intención de articular un movimiento
obrero a la gran escala, donde valores como la solidaridad, el apoyo mutuo y la
lucha contra el sistema capitalista fueran los pilares fundamentales para la
consecución de una sociedad distinta y con los trabajadores como elemento fundamental
de la nueva vida.
Aunque la importancia de Karl Marx y Friedrich Engels es innegable en este
primer momento, la AIT respondía a distintas sensibilidades de estrategia y
táctica política. En su seno se agrupaban desde marxistas a proudhonianos, de
cooperativistas a comunistas, de socialistas utópicos a republicanos, etc. Toda
una pléyade de personas que desde hacía mucho tiempo venían luchando en sus
lugares de origen contra la explotación capitalista y que ahora veían la
posibilidad de articularse y coordinarse a escala internacional.
La fuerza y extensión de la AIT hizo que personalidades de renombre
internacional en el campo revolucionario se fueran adscribiendo a la misma.
Mijail Bakunin, revolucionario ruso, fundador del movimiento anarquista
internacional, se adscribe a la misma. Su fama de revolucionario se la había
ganado por la participación en numerosas revueltas, como la de Dresde en 1849.
Otras personalidades como Guiseppe Fanelli o James Guillaume, también se afilian
a la Internacional.
Una Internacional que empezó a preocupar a los gobiernos europeos, que
rápidamente se pusieron manos a la obra para cercenar su avance y poder
reprimir a las secciones que iban surgiendo de la misma. El temor ante la articulación
del movimiento obrero internacional era evidentemente.
Pero en el seno de la Internacional comenzaron a aparecer las disputas. Desde
el origen las posiciones de Marx eran claras a establecer una centralización de
la organización así como una estrategia cerrada. La fundación de partidos
políticos vanguardistas, que se funden con la intención de tomar el poder, es
una de las premisas de Marx. El papel del Consejo General de la AIT, que es
controlado por los marxistas, debe ser el de coordinador y ejecutor de las
tácticas a nivel internacional. Una organización fuertemente centralizada.
Sin embargo esa cuestión chocaba abiertamente con el sentimiento y desarrollo
de muchas secciones de la AIT. En países como Francia, Italia, Suiza o España,
la concepción centralizada no era bien recibida. La influencia del federalismo
de Proudhon era muy fuerte. Igualmente son secciones que optan por la vía de
creación de sociedades de resistencia o sindicatos para combatir el sistema. Y
no de partidos políticos a los que ven como enemigos de la clase obrera. Desde
el poder burgués no se podía combatir al burgués. Su concepción organizativa
parte desde las secciones, siendo el Consejo General un mero instrumento de
correspondencia. Una organización federal de abajo hacía arriba.
Esos debates comenzaron a ser lesivos para la AIT, debido a que determinados
sectores intentaban por todos los medios imponer su estrategia. Es el caso de
los autoritarios de Marx, que no aceptaban la libertad de las secciones en el
seno de la Internacional. Es el origen de la disputa Marx-Bakunin, del marxismo
y del anarquismo.
El canto de cisne lo marcó el estallido de la Comuna de París. En marzo de 1871
los trabajadores parisinos se constituyen en comuna. La Internacional se
implica en le movimiento. La Comuna de París, donde los anarquistas
proudhonianos son muy influyentes, adopta una concepción federal de la
organización. Una organización de abajo a arriba emerge en la ciudad de París,
sitiada por los prusianos y hostigada por los versallescos de Thiers. Hubo
intentos de creación de Comunas en otros lugares de Francia (Narbonne,
Marsella, etc.). En Lyon se llegó a tomar el Ayuntamiento y Bakunin tuvo una
participación relevante. Al final las tropas versallescas arrasan París y
asesinan a unos 20000 comuneros, entre ellos a internacionalistas como Eugene
Varlin.
La Comuna de París vino a confirmar el fracaso de la concepción determinista
histórica del marxismo. Si de verdad se quería acabar con el sistema
capitalista hacía falta una revolución y no la evolución natural de la
historia. Algo que los anarquistas ya había advertido (Bakunin, Proudhon,
etc.). El debate era si la Comuna compartió más del marxismo o del anarquismo.
Aun así las posiciones antiautoritarias quedaron debilitadas tras la Comuna. La
represión contra el movimiento obrero francés fue grande y allí el anarquismo
tenía mucha influencia.
La Conferencia celebrada en Londres en 1871 marcaba
también la tendencia que se quería imponer en el seno de la AIT. Sin la
asistencia de Bakunin las calumnias del sector autoritario contra su persona no
se hicieron esperar.
La ruptura estaba servida.
La
importancia del congreso de Saint-Imier
Confirmada la expulsión de Bakunin y Guillaume del seno de la Internacional por
el congreso de La Haya, la reunión de los antiautoritarios en Saint-Imier tenía
enorme importancia.
En esta ciudad suiza se juntaron delegados españoles (Alerini, Farga Pellicer,
Marselau y Morago), de EEUU (Lefrançais), de Francia (Camet y Pindy), de Italia
(Bakunin, Cafiero, Costa, Fanelli, Malatesta y Nabruzzi) y Suiza (Guillaume y
Schwitzguébel).
Junto al acuerdo que hemos plasmado más arriba, el congreso de Saint-Imier sacó
también otras importantes conclusiones.
En primer lugar rechazan, de forma unanimidad, los acuerdos adoptados en La
Haya y no reconocen ningún poder al Consejo General. A partir de ese momento se
elabora un pacto de solidaridad entre las federaciones de la Internacional para
evitar otro golpe autoritario en el seno de la misma.
Ese pacto iba a estar representado por la amistad, la solidaridad y la defensa
mutua de las distintas federaciones libres. Es el segundo gran acuerdo del
congreso. Se declaran enemigos del centralismo y se adoptó la forma federal de
funcionamiento. Habría una oficina de correspondencia entre secciones. El
objetivo era claro: Proclaman que la conclusión de este pacto tiene como
objetivo principal la salvación de esta gran unión de la Internacional, que la
ambición del partido autoritario ha puesto en peligro.
El congreso acordó que todo Estado y todo gobierno era enemigo de la clase
obrera. La lucha tenía que tener una correspondencia entre los medios y los
fines. Una sociedad que se fundaba sobre la violencia, el ejército, el
espionaje, el clero, etc., nunca podría ser beneficiosa para la clase obrera.
Se acuerda que la forma de organización será la resistencia al capital en gran
escala y que la huelga es un instrumento indispensable de lucha contra sistema
capitalista. Se aceptan las luchas económicas entre trabajo y capital para el
mejoramiento de la clase obrera, pero nunca se tiene que desgajar de la lucha
revolucionaria del proletariado contra el sistema capitalista.
Saint-Imier sentó las bases del movimiento obrero anarquista Internacional y lo
que será el posterior sindicalismo revolucionario.
La
repercusión de Saint-Imier en el movimiento obrero español
La Internacional había llegado a España en diciembre de 1868 de la mano de un
anarquista italiano, Guissepe Fanelli. Éste entró en contacto con los sectores
más avanzados del proletariado español (muchos de los cuales estaban inscritos,
por entonces, en el republicanismo federal), quedando en 1870 establecida la
primera sección de la Internacional en España, con el nombre de Federación
Regional Española (FRE). Con anterioridad algunos delegados españoles habían
participado en los congresos internacionales.
La importancia e influencia de la FRE fue en aumento. Todo en un contexto
revolucionario para España (el Sexenio Democrático). Tal fue la magnitud que
las sociedades obreras de la FRE adquieren, que el gobierno intentar
proscribirla, denominando a la Internacional como “la utopía filosofal del
crimen”.
España se iba a convertir en uno de los campos de batalla en el seno de la
Internacional. La sección de España era claramente antiautoritaria. Por ello
Marx envía a España un delegado de su confianza. Paul Lafargue, que venía
huyendo de la represión de la Comuna de París, llega a España. El autor de El
derecho a la pereza toma influencia entre un pequeño núcleo de militantes
obreros madrileños (Pablo Iglesias, Francisco Mora, José Mesa, etc.) y se
adhiere a la sección de Alcalá de Henares, impulsada por el fotógrafo Florencio
Navarro, con el seudónimo de Pablo Farga. Este pequeño núcleo se organiza
alrededor del periódico La Emancipación.
Lafargue participa como delegado alcalaíno en el Congreso de Zaragoza de abril
de 1872, donde ya se sientan las posturas de la ruptura de la Internacional en
España. El núcleo madrileño funda la Nueva Federación Madrileña, frente a la
Federación Local de la FRE en Madrid encabezada por Tomás González Morago y que
publicaban el periódico El Condenado.
Sin hacer ningún caso al Consejo Federal de la FRE, que desautorizaron las
acciones de los núcleos madrileño y alcalaíno, y siendo reconocidos tras el
Congreso de La Haya por el Consejo General de Marx, acaban fuera de la AIT. El
movimiento obrero español fue mayoritariamente anarquista y celebró un
importante congreso en Córdoba en 1873. Solo un minúsculo grupo fue seguidor
del ideario marxista (aunque con mucho matices) y que con el tiempo articularon
el Partido Socialista Obrero Español y la Unión General de Trabajadores.
Las
consecuencias de Saint-Imier
Tras el congreso de Saint-Imier el movimiento obrero internacional quedó divido
en dos. El núcleo marxista trasladó el Consejo General de Londres a Nueva York,
feneciendo sus estructuras poco después. Ni siquiera los núcleos mas proclives
al marxismo fueron capaces de mantenerse en su seno. Cuando en 1875 el
socialismo alemán se unifica en el Programa de Gotha, y surge el SPD, no contó
con el beneplácito de Marx. En el congreso de Filadelfia de 1875 deciden
disolver la AIT.
Por su parte el movimiento obrero anarquista celebró distintos congresos
regulares hasta Verviers en 1877. Hubo un intento de unificación en el Congreso
de Gante de ese mismo año, que fue un fracaso. Importantes para el
mantenimiento de las estructuras internacionales anarquistas fue el Congreso de
Londres de 1881 y el de Ámsterdam de 1907.
Los marxistas volvieron a fundar una Internacional en 1889, agrupando a los
distintos partidos socialistas del mundo. Una Internacional donde quedó
excluido el anarquismo. Una Internacional que se volvió a dividir tras el
estallido de la Revolución Rusa en 1917, surgiendo la III Internacional
Comunista o Komintern. E incluso una IV Internacional agrupando a los partidos
trotskistas y antiestalisnistas.
Por su parte los libertarios tenían claro que tras el congreso de Ámsterdam de
1907 había que volver a articular una nueva Internacional. En 1922 hacen
renacer la AIT en Berlín, donde se agrupan la mayoría de las organizaciones del
sindicalismo revolucionario, entre ellas la CNT. En 1948 resurgió una
Internacional Anarquista, en 1958 se crea la Conferencia Internacional
Anarquista y en 1968 en Carrara la Internacional de Federaciones Anarquistas
(IFA) donde está la Federación Anarquista Ibérica.
Julián
Vadillo Muñoz
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