viernes, 23 de marzo de 2018

LA BÚSQUEDA DE UN “GEN ROJO”



LA INVESTIGACIÓN ESTRELLA DE VALLEJO-NÁJERA FUE LA BÚSQUEDA DE UN “GEN ROJO”

El análisis pormenorizado de la purga de académicos de izquierdas y la pervivencia de la ciencia católica y el Opus Dei en el CSIC son una asignatura pendiente para la Memoria Histórica.

A menudo se describe la práctica científica como un espacio apolítico y ecuménico, cuando en la práctica está atravesada por enfrentamientos ideológicos de largo recorrido histórico y social. La revisión de lo sucedido en el seno de la comunidad académica es una de las mayores asignaturas pendientes de la Memoria Histórica.

Las instituciones científicas, en general, han preferido mirar hacia otro lado y no abordar un pasado extremadamente incómodo. Únicamente podemos destacar la retirada en el 2010 de una inscripción que celebraba la victoria de Franco, eliminada del frontispicio del edificio principal del CSIC en la calle Serrano de Madrid.

Hay que recordar que nada más finalizar la Guerra Civil comenzó su actividad científica Antonio Vallejo-Nájera, primer catedrático numerario de Psiquiatría en la Universidad española. La psiquiatría española de la época se caracterizó por defender la idea de que se había producido una “degeneración de la raza española” durante la República. La investigación estrella de Vallejo-Nájera fue la búsqueda de un “gen rojo” que explicara la supuesta base biológica de las orientaciones marxistas de las personas presas en las cárceles franquistas. 
Realizó sus trabajos de campo con 297 brigadistas internacionales encarcelados en Burgos y con 50 presas políticas recluidas en Málaga.

Vallejo-Nájera planteó en Psiquismo del fanatismo marxista que “la perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los fracasados sociales con políticas públicas, a diferencia de lo que sucede con los regímenes aristocráticos donde sólo triunfan socialmente los mejores”. 
En Psicología de los sexos habló de que “a la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella”.

En la universidad franquista también hizo carrera uno de los principales impulsores de la Fundación Francisco Franco, Luis Suárez Fernández, director general de Universidades e Investigación entre 1972 y 1973 y actual presidente de la Hermandad del Valle de los Caídos. Su hijo Fernando Suárez eliminó como rector de la Universidad Rey Juan Carlos el grado de Igualdad de género, el único que había en la universidad en el año 2014.
Fernando Suárez en la actualidad se niega a dimitir a pesar de haberse descubierto numerosos plagios realizados por colegas suyos y por los que no asume ningún tipo de responsabilidad.

Uno de los principales defensores de la ciencia católica, Alfonso Carrascosa, recuerda los orígenes de la Estación Experimental Aula Dei (tribunal de Dios, toma el nombre de la Cartuja de Aula Dei). Esta estación zaragozana fue una iniciativa puesta en marcha en 1944 por José María Albareda, principal impulsor del CSIC, miembro del Opus Dei, sacerdote y finalmente el primer rector de la Universidad de Navarra. Según Carrascosa “Albareda quería obtener conocimiento aplicado y útil a la agricultura, y para ello impulsó de manera determinante la edafología, ciencia que estudia el suelo”.

Pero uno de los casos más llamativos de la relación entre el Opus Dei y el CSIC es la Iglesia del Espíritu Santo: “Se construyó en 1942 para cubrir las necesidades espirituales de los investigadores del CSIC”. El arquitecto Miguel Fisac, perteneciente al Opus Dei y autor de numerosas construcciones del CSIC (como el frontispicio modificado por la Ley de Memoria Histórica en el 2010) la construyó sobre las ruinas del Auditorio de la Residencia de Estudiantes. Sigue abierta al público en terrenos del CSIC y, según reza su web “la atención pastoral de la Iglesia del Espíritu Santo está confiada a sacerdotes del Opus Dei”.



domingo, 11 de marzo de 2018

El Cura que fue secretario de Durruti



Ahora que se están recordando hechos y episodios referidos a la pasada Guerra Civil española, me parece oportuno aludir aquí a uno paradójico, en extremo sorprendente y no demasiado conocido: la presencia entre las filas anarquistas de la columna Durruti de un sacerdote altoaragonés que además ejerció como secretario o escribiente del mítico líder libertario.
En 1935, Jesús Arnal, que tenía entonces 31 años, fue nombrado cura ecónomo de la parroquia de Aguinalíu, un pequeño pueblo ribagorzano -actualmente perteneciente al municipio de Graus- cuyo caserío, hoy en parte derruido y casi del todo despoblado, se desparrama arracimado desde un roquedo de la cara norte de la sierra de la Carrodilla hasta un pequeño barranco de aguas saladas, que ya en la Edad Media fue explotado en unas salinas de las que aún se conservan restos no lejos del lugar. La disposición del pueblo responde a la perfección a su topónimo, formado a partir de la metátesis de Aguilaniedo, es decir, "nido de águilas".

Mosén Jesús Arnal era un cura moderno. Llegó al pueblo a lomos de una motocicleta que causó sensación entre los vecinos y vestido con un mono de trabajo. Al cabo de poco tiempo, se compró un automóvil que fue de los primeros que se vieron por la zona. También se hizo con un aparato de radio, a través del cual le llegaban las preocupantes noticias del deterioro de la situación política en España. Fue así como se enteró del levantamiento militar del 18 de julio de 1936 y enseguida se percató de la gravedad de la situación y del peligro que corría su vida. El día 22 de ese caluroso mes de julio se trasladó con su Peugeot al vecino pueblo de Torres del Obispo para entrevistarse con dos párrocos de Graus, a los que no consiguió convencer de su preocupación y que luego pagaron con sus vidas su exceso de confianza.

Mosén Jesús se mantuvo muy alerta, y cuando el día 27 desde la iglesia parroquial de Aguinaliu, situada en lo más alto del pueblo, vio acercarse por la carretera un coche del que después salieron varios hombres armados, le faltó tiempo para, tras avisar a la señora María -su casera- del lugar donde podría encontrarlo, dirigirse a toda prisa a la sierra que, como aficionado a la caza, conocía ya a la perfección. Allí se encontró con el cura de Olvena, que también había tenido que huir de su pueblo y buscar cobijo en la misma sierra. Tras bajar de nuevo a Aguinalíu y ser informados de la gravedad del asunto y de la casi segura vuelta al lugar de los milicianos, decidieron esconderse de nuevo en los montes que se extienden entre los pueblos de Aguinalíu y Estadilla. Pasaron unos días refugiados en una cueva, pero, cuando la señora María les dijo que se sentía vigilada y ya no podía llevarles más víveres, decidieron ir a Estada, donde el párroco de Olvena tenía un sobrino miembro del Comité y de quien esperaba recibir protección. No pudieron dársela a mosén Jesús, quien, para evitar comprometerlos y encontrándose en un callejón sin salida, decidió ir al vecino Barbastro y enrolarse como miliciano como única manera de intentar salvar su vida.

Llegado a la ciudad del Vero, intentó camuflarse en el ambiente y adoptó un lenguaje y una vestimenta más apropiados para sus intenciones. Sin embargo, varios avisos le hicieron ver el gran peligro que corría y decidió escapar de la población. Andando por la noche y escondiéndose durante el día, llegó primero a Selgua y a Monzón y se dirigió después hacia Candasnos, lugar donde había nacido, donde residía su familia y donde esperaba encontrar protección y apoyo. Pasando calor, hambre y sed, llegó hasta las puertas de Pomar de Cinca y, tras atravesar por la noche el barranco de la Clamor, desorientado a ratos y con el cuerpo lleno de rasguños y arañazos, logró alcanzar los alrededores de Estiche. Allí, encontró trabajando en el campo a antiguos conocidos que le informaron de la situación relativamente tranquila que reinaba en Candasnos, donde Timoteo Callén, viejo amigo suyo, era el jefe del comité local revolucionario. Siguió mosén Jesús andando hasta Ontiñena y alcanzó finalmente su pueblo natal.

Escondido en un carro de leña, entró en Candasnos y llegó hasta su casa. Consiguió hablar con Timoteo Callén, militante de la FAI y hombre idealista y honesto, que se ofreció para ayudarlo. Pero las cosas se pusieron difíciles cuando corrió la noticia de la presencia del cura en el pueblo. Aprovechando la ausencia momentánea de su protector, el mosén fue arrestado y encarcelado por algunos elementos más radicales. Con la vuelta de Timoteo, mosén Jesús es liberado; sin embargo, nadie puede garantizar por completo su seguridad. Ante las amenazas que penden sobre su vida, Timoteo somete al cura a una especie de juicio popular del que sale bien parado, y pide informes sobre él, también favorables, en su antigua parroquia de Aguinalíu. Con estos argumentos de su lado y ante la dificultad del problema, Timoteo propone a mosén Jesús una solución enormemente atrevida y audaz pero tal vez definitiva: recomendarlo a Durruti, con quien le une una gran amistad y cuya columna de milicianos se halla por las inmediaciones del lugar, para que lo acepte en sus filas y le otorgue su protección. Dada su situación crítica, acepta el cura ese ofrecimiento y él y Timoteo se entrevistan con Durruti, que admite al sacerdote entre los suyos. Falto el líder anarquista de personas preparadas para menesteres administrativos, encarga al recién llegado llevar la estadística y el papeleo del personal de la columna de milicianos que tiene a su mando.

La relación entre Buenaventura  Durruti y Jesús Arnal será siempre de mutua lealtad y respeto. Muy pronto se gana el cura candansino la confianza del carismático anarquista, quien le encarga, además de las burocráticas, otras tareas de importancia como acabar con la corrupción que se había apoderado de la ciudad de Lérida, en la retaguardia. Hacia ella partió mosén Arnal en una misión especial que sabrá resolver favorablemente con discreción y eficacia. Siempre el cura habla con respeto y admiración de Durruti y desmiente con argumentos sólidos, basados en su propia presencia en los hechos, todas las noticias que le atribuyen fechorías y desmanes que, según rebate con solvencia el sacerdote, él nunca cometió, aunque entre sus seguidores hubiera algunos elementos incontrolados y fanáticos. Al menos en el tiempo en que estuvo con él, Durruti se mostró siempre como una persona íntegra y fiel a unas creencias que predicaba con su ejemplo, como pone de manifiesto el cura con algunos episodios de los que fue testigo. Entre las numerosas anécdotas que vivieron juntos hay una que destaca por sorprendente. Un día Durruti entró en el despacho de Arnal con un paquete en las manos que contenía un regalo para su secretario. Cuando éste lo desenvolvió quedó enormemente sorprendido al ver que contenía una espléndida Biblia escrita en latín.

Cuando Durruti con algunos de sus hombres fue enviado a reforzar la defensa de Madrid, mosén Jesús continuó en la columna en el frente de Aragón y siguió disfrutando de la protección de los nuevos mandos. Así siguió ocurriendo incluso tras la muerte del líder anarquista, el 20 de noviembre de 1936, en la capital de España. El cura sintió la muerte del libertario leonés y siempre, incluso después de terminar la guerra, indagó sobre las causas de la misma. Tras oír muchos testimonios, algunos de testigos presenciales del suceso, llegó a la conclusión inequívoca de que se debió a un accidente producido al disparase el naranjero que portaba cuando éste golpeó sobre el estribo del automóvil del que Durruti se estaba apeando. Había, sin embargo, otras versiones que indicaban que el golpe fatídico que disparó el arma se produjo contra el firme de la acera de la calle. La muerte de Durruti dejó a mosén Jesús en una situación difícil, pero a la postre sus temores sobre la pérdida de la protección de los nuevos mandatarios de la columna resultaron infundados, y el cura de Aguinalíu siguió entre las filas anarquistas hasta el final de la contienda.

Aunque la columna miliciana fue militarizada a comienzos del 37 y pasó a denominarse 26 división, continuó siendo predominantemente anarquista. El cura Arnal mantuvo posiciones de confianza y de gran influencia dentro de la misma, si bien siempre rechazó cualquier tipo de rango militar que pudiera luego comprometerlo. Tras un periodo de estancamiento, las fuerzas republicanas fueron obligadas a retirarse hacia el este de manera ya irreversible. Desde Bujaraloz, donde estuvo al principio la columna, las fuerzas anarquistas recularon hacia Fraga. Allí sufrieron un severo bombardeo y se vieron obligadas a cruzar el río Segre, situándose lo que quedaba de la 26 división en la localidad leridana de Artesa. Poco después retrocedieron hasta la población de Suria, lugar que fascinó a Jesús Arnal y donde pasó una temporada inolvidable. Allí, al parecer, una de las mozas del pueblo, llamada Neus, se enamoró de él. Sin descubrir nunca su verdadera identidad, mosén Jesús tuvo que apagar las ilusiones de la joven para evitarle falsas esperanzas y no traicionar su propia condición sacerdotal. La desbandada final en la derrota militar republicana llevó a lo que quedaba de la división hasta Puigcerdá y de allí a la frontera francesa. Al pasar al país vecino hacia el campo de Bourg-Madame, el cura Arnal llevaba consigo el naranjero que le había producido la muerte a Durruti. Las autoridades francesas se lo confiscaron cuando atravesó la frontera. Mientras la mayoría de sus compañeros empezaba un exilio sin retorno, mosén Arnal decidió de inmediato tramitar su regreso a España. Su despedida de algunos amigos, sobre todo de su apreciado Ricardo Rionda "Rico", fue muy emotiva, pero el cura volvió a nuestro país por Irún, para ser conducido a Pamplona, donde, tras los controles de rigor, le fue concedida la libertad.

Mosén Jesús Arnal se reincorporó a sus labores eclesiásticas y, aunque su deseo era ser reintegrado a la parroquia de Aguinalíu, fue nombrado cura ecónomo de Lascuarre -con las parroquias de Laguarres y Monte de Roda a su cargo-, cuya titularidad había quedado vacante. Allí tuvo algún problema por haber recibido la visita de varios maquis, hecho sobre el que debió informar en los años siguientes y que lo tuvo un tiempo bajo la sospecha y vigilancia del obispo de la diócesis. Posteriormente, ejerció dos años como cura de Torrebeses y Sarroca, en Lérida, y en 1947 fue enviado a Ballobar, donde fue cura párroco hasta su muerte en 1971.

Todo lo explicado hasta aquí no es sino un resumen adaptado al espacio de este artículo de lo que el propio Jesús Arnal contó en sus memorias, acabadas de escribir el año de su muerte y publicadas en libro en 1995 por Mira Editores con el título de "Yo fui secretario de Durruti" y el subtítulo de "Memorias de un cura aragonés en las filas anarquistas". En estos días de recuerdos de nuestra última contienda civil, me ha parecido oportuno rememorar tan insólito y paradójico episodio que demuestra que la Historia, como la propia vida, puede deparar en ocasiones mayúsculas sorpresas.

Carlos Bravo Suárez

http://carlosbravosuarez.blogspot.com.es/2008/02/el-cura-que-fue-secretario-de-durruti.html





martes, 6 de marzo de 2018

martes, 27 de febrero de 2018

Así murió «Pancho Villa»



Abundan los rasgos heroicos, los episodios admirables en el avance audaz de las columnas valencianas por entre las serranías turolenses. Pero no es esta la hora propicia para narrar el hecho aislado, la valentía individual de quien sabe morir en lucha por la libertad. Todas las columnas han tenido ya combates duros, acciones empeñadas en las que poner a prueba el ímpetu y el fervor de quienes las integran. Sin querer, saltan a los puntos de la pluma algunas hazañas. La de un grupo —cinco en total— que tripulando un automóvil se plantó en las puertas mismas de Teruel. La de Santiago Troncho ni entrando solo, pistola ametralladora en mano, en el pueblo de Corbalán, defendido por un centenar de fascistas. La de los carros blindados lanzándose valientemente de cara al enemigo, lejos de las avanzadillas. La de «Pancho Villa».
Acaso esta merezca mención especial. «Pancho Villa» era un obrero anarquista del puerto de Sagunto. «Pancho Villa»—Rafael se llamaba en realidad— figuraba como uno de los líderes de la columna de Hierro. «Pancho Villa» decidido, heroico, con un desprecio absoluto por la vida, figuró en vanguardia en los asaltos de Manzaneda, de Carrión, de la Puebla de Valverde. Y «Pancho Villa» figuraba en cabeza cuando se emprendió la lucha en los alrededores del Puerto Escandón.
El puerto tiene una importancia excepcional. Dominándolo se tiene Teruel en las manos, sin defensa posible. Los fascistas se hicieron fuertes en él, se atrincheraron sólidamente. El combate fue duro y difícil. Hubo un instante en que los nuestros, dominados por el fuego de las ametralladoras traidoras, vacilaron. Algunos incluso iniciaron la retirada. «Pancho Villa» se decidió. De un salto estuvo sobre el parapeto, pistola en mano, con un solo grito en la garganta:
—¡Vamos a por ellos, compañeros! ¡Adelante!
Echó a correr. Las balas dibujaban su silueta. No se agachaba para hurtar el cuerpo
al mordisco hiriente del plomo. Los demás, arrastrados por él, conducidos por él, lo olvidaron todo para lanzarse al asalto. A los pocos segundos la trinchera enemiga era nuestra. Los fascistas caían a montones bajo el fuego de nuestras ametralladoras. Pero allá en el camino, cara al ciclo, con una sonrisa de triunfo en los labios, quedaba tendido «Pancho Villa». Fue un héroe anónimo. Ni siquiera sabemos su nombre completo. Tan solo que era un obrero anarquista que supo, en lo más duro de la pelea, caer como un hombre auténtico…

Extracto del libro “La tragedia de casas viejas, 1933 quinces relatos de la guerra civil 1936 Eduardo de Guzmán



lunes, 19 de febrero de 2018

Los anarquistas españoles: los años heroicos 1868-1936



«Pocas imágenes de una sociedad libre han sido tan groseramente tergiversadas como las del anarquismo» -dice Bookchin en el primer capítulo de este ensayo en el que pretende dar a conocer de forma amena la filosofía y la historia ácratas a un público americano que no conoce la idiosincrasia española. El autor explica y aclara las razones de la difusión y aceptación de la Idea entre el proletariado español con la llegada de Fanelli, el italiano amigo de Bakunin, en 1868 a la Península. Lejos de las férreas doctrinas marxistas claramente definidas como ideología para el cambio social, el anarquismo es un movimiento opuesto a toda jerarquía, injusticia u opresión, difícil de delimitar dentro de un credo determinado, y como tal, de alguna manera, se puede apreciar a lo largo de la historia humana.
Unos y otros estudiosos de este período resaltan la labor que los anarquistas realizaron. No pretendían solo una mejora económica o una simple reducción de las horas de trabajo (en una época de agotadoras jornadas laborales), sino que aspiraban a disfrutar del tiempo libre necesario que les permitiera cultivarse y conocer la realidad en toda su complejidad. El placer de conversar y discutir llenaba unas vidas anhelantes de sabiduría. El apoyo mutuo, el respeto, la solidaridad y la hospitalidad eran las virtudes más apreciadas. Su revolución era personal y comunitaria y su amor por la lectura, una de las prácticas más queridas. Fundaron escuelas para que sus hijos pudieran aprender a leer y escribir sin tener que asistir a centros religiosos, que entonces monopolizaban la educación y transmitían a los alumnos los prejuicios sociales de la época (un oscurantismo ancestral que impedía conocer la realidad contemporánea) y no los avances científicos y técnicos que se desarrollaban entonces. Luchaban contra la prostitución, el alcohol y el tabaco. En la alimentación, algunos proponían el vegetarianismo como una forma de vida más saludable. También practicaban los baños de sol o el desnudismo en el campo y las playas. Aprendían Esperanto para que ninguna lengua fuera una barrera que impidiera comunicarse a unos hombres con otros, rompiendo las fronteras entre naciones, en las que no creían.
Los grupos anarquistas supieron llegar a los trabajadores e imprimir a la sociedad de su tiempo una dinámica de lucha contra las injusticias y la opresión del Estado. Año tras año, década tras década de la difusión de la cultura y las prácticas libertarias, llegaron a poner en jaque al Estado español y países vecinos como Francia e Inglaterra se asustaron del ejemplo.
Inevitablemente y de forma acertada, Bookchin no elude el análisis del uso que hicieron de la violencia en determinadas circunstancias grupos o personas que de forma muy puntual y minoritaria recurrieron a ella en alguna época. Una anécdota sin mayor trascendencia dentro de la inmensa labor cultural, social y educativa del anarquismo si no fuera por la insistencia del Poder en no olvidar ningún atentado anarquista. Y no todos los atentados que se le atribuyen a grupos ácratas fueron realizados por los libertarios. Hubo algunos provocados por la patronal o la policía, que realizaban un acto terrorista para poder justificarse ante la opinión pública de la feroz represión que ejercían sobre el movimiento obrero organizado. Los anarquistas aprendieron de estos montajes y siguieron con su dinámica de filosofía libertaria que les caracterizaba. La violencia podía ser usada para defenderse, pero la Revolución social no se hacía a través de actos heroicos o suicidas, ni se alcanzaba en unos días o semanas. Los grupos anarquistas sabían cuán contraproducentes eran los atentados. El Estado los justificaba para poder iniciar una represión desmedida y los trabajadores que se sentían atraídos por las ideas se alejaban de las organizaciones anarquistas por precaución. Este fenómeno fue similar en otros países. Emma Goldman explica muy bien la experiencia del movimiento anarquista en Estados Unidos en su autobiografía Viviendo mi vida. La sociedad anarquista llegaría a través de la conciencia, el apoyo mutuo, el conocimiento, el ejemplo... Una sociedad no se impone por la violencia, al menos la anarquista, sino a través de una filosofía libertaria que impregne a todos los miembros que la componen y que decidan formar y ser parte de ella.
El Poder, temeroso de su debilidad (sin la fuerza y la imposición no sería nada), nunca toleró el anarquismo. A principios de siglo xx, Francisco Ferrer y Guardia funda la Escuela Moderna. En poco tiempo la idea se fue extendiendo y se crean numerosos centros con la misma pedagogía: coeducación (niños y niñas en un mismo aula), supresión de exámenes, eliminación de castigos y malos tratos a los alumnos, planes de estudios basados en las ciencias naturales, racionalismo moral y sin dogmas religiosos... La labor anarquista iba encaminada a tratar de erradicar el analfabetismo, que en la época alcanzaba el 70% de la población española. La Iglesia, temerosa de la experiencia, comienza una campaña junto al Estado que culminará en la ejecución de su fundador acusado de promover la Semana Trágica de Barcelona.
Opuestos a la guerra, los anarquistas alentaban a la deserción de los ejércitos. Cuando la Guerra de Marruecos, se hizo una campaña de protesta para que los jóvenes no fueran a morir por una causa ajena a ellos. El interés en el dominio de Marruecos radicaba en los poderosos. Consecuencia de la campaña contra la guerra, estalló en Barcelona la Semana Trágica y la represión fue feroz. Hoy se sabe que la Monarquía española puso mucho empeño en esta guerra y que envió a miles de trabajadores a morir al norte de África, pero también sabemos de la hipocresía de los gobernantes. El Estado español, a la vez que mantenía la guerra, vendía armas al enemigo con el fin de enriquecerse.
Ante cualquier postura crítica (educación libertaria, anarcosindicalismo, antimilitarismo...) desde la que se cuestiones al Estado, como se puede ver a lo largo de las páginas de este libro, el Poder responde con suma violencia.
Desde el sindicalismo, donde la corriente anarquista trató de influir en el mundo laboral contra las desigualdades sociales, las organizaciones libertarias sufrieron la represión del Estado que se oponía a cambiar unas pésimas condiciones de trabajo y salario que eran mantenidas por la patronal.
A los orígenes de la CNT y a la influencia del anarquismo en el movimiento obrero a través del sindicalismo le dedica el autor un capítulo del libro. Bookchin explica el funcionamiento de abajo a arriba de la Organización y resalta que el local sindical no era un centro de burócratas. Son los propios trabajadores los que realizan en su tiempo libre y sin ninguna remuneración ni profesionalización las tareas, y resuelven los asuntos no solo laborales que sufren, sino que además realizan actividades culturales. CNT no era solo un sindicato, era una organización fuertemente comprometida con la realidad social, y su apoyo a los presos era constante y generosa. Su actitud radical viene desde los orígenes. Pocos días después de ser fundada la CNT, el sindicato declara la huelga general. Su vida oficial duró poco; justo acababa de nacer y pasó a la clandestinidad, una constante a lo largo de su historia.
A partir de los años veinte, la división de las dos tendencias y de los distintos cambios y estrategias sindicales en el seno de la Organización son más pronunciadas. Por un lado los partidarios de la insurrección y de la revolución para transformar la sociedad; por otro, los que proponían que había que adaptarse a las circunstancias, ganándose a las masas de trabajadores, cultivarse y estar preparados para el cambio, dejando previamente de ser una minoría. Estas luchas internas y los enfrentamientos entre las dos tendencias, por un lado los sindicalistas (con la firma del Manifiesto de los Treinta) y por otros los radicales de la FAI, crearon gran tensión en el seno del movimiento. El llamado sector moderado de la CNT veía las actividades de la FAI como algaradas y reacciones inmaduras pues consideraban que la mayoría de los trabajadores y de la sociedad española no estaban preparados para hacer la revolución, que lo que podían conseguir por esa vía era «un fascismo republicano». Por su parte, la FAI acusaba a los llamados moderados de traidores y renegados. Alianzas, acuerdos y desacuerdos, en la misma CNT, FAI o con otras tendencias o ideologías, como la socialista, tuvieron que ser abordados porque la situación los imponía: la posible llegada del fascismo al Poder. El Partido Comunista, un grupúsculo casi inexistente en España en los inicios de la II República, bajo la llamada a la unidad y con un gran y decidido apoyo de Rusia, supo sacar buen provecho de ello. Con su lema «todos unidos contra el fascismo», los comunistas fueron adueñándose de los cargos de los partidos de izquierda. Una vez consolidada su fuerza, tuvo nefastos resultados para los anarquistas y los miembros del POUM durante la Guerra Civil
No son años heroicos, como dice el subtítulo del libro, pero sí son unas décadas durante las cuales el anarquismo tuvo una gran influencia y realizó una encomiable labor social, sindical y cultural que ningún otro grupo supo realizar de forma tan profunda y radical.
Cierra el libro con una reflexión sobre qué hubiera podido ocurrir si se hubiera aplastado el golpe militar de Franco. Surgen muchas interrogantes, ¿hubiera podido sobrevivir en España una sociedad autogestionada y anarquista en un mundo que se tenían repartido el capitalismo y el comunismo autoritario?
Debemos felicitar a la recién creada editorial Numa su apuesta por la publicación de un libro anarquista (no acertadamente encuadrado en la colección Viva la República), al que le ha dedicado el esfuerzo de realizar una nueva traducción, distinta de la que Grijalbo hiciera para la primera edición en castellano, que salió en 1980 y hoy se encuentra agotada. Quizás por el gran trabajo que supone traducir, hubiera sido mejor dedicarlo a dar a conocer a los hispanohablantes otras obras de Bookchin que aún no han sido traducidas al español y que son de un gran interés, aunque son ensayos no tan amenos como este que ahora presentamos, y su lectura requiere de más paciencia y dedicación.
Amador


martes, 6 de febrero de 2018

El CRIMEN DE LA CARRETERA MÁLAGA - ALMERÍA



El domingo 7 de febrero de 1937, las fuerzas republicanas dan la orden de evacuar la ciudad de Málaga. Oficialmente las tropas fascistas no entraran hasta el día 8.

Los días 6, 7 y 8 de febrero miles de personas huyeron de la ciudad antes la inminente llegada de las tropas franquistas. Muchos esperaron hasta el día siguiente para partir, pensando que la resistencia aún era posible.

Finalmente cerca de 200.000 personas huyeron por miedo a la ofensiva lanzada por el general Queipo de Llano. Los  malagueños provenientes de diferentes puntos de la provincia comenzaron así su terrible odisea de hambre, terror, desaparecidos, muertes...

La “carretera de la muerte” fue testigo de la crueldad infinita del, mal llamado, ejercito nacional. Algunos huían en sus coches, otros en tren, pero por la escasez de gasolina, muchos huyeron a pie,  cargando con comida, ropas y demás utensilios, utensilios de los que después se  tendrían que desprender por el camino para intentar sobrevivir.

A la vez que intentaban la huida en terribles condiciones, eran bombardeados por tierra, mar, y aire, eran masacrados de forma indiscriminada  hombres, mujeres y niños, esos niños que perdieron su infancia  en esa “carretera de la muerte”.

La carretera estaba formada por una alfombra humana de varios kilómetros, alfombra que se iba mermando a medida que tropas, aviones o barcos bombardeaban y asediaban a las miles de personas que trataban de huir de la muerte, todo ello, bajo la mirada pasiva de la Comunidad Internacional y su política de no intervención, que permitió esa masacre. La cifras de las personas que pudieron perder la vida en esta carretera esta en torno a 5.000 aunque nunca sabremos la cifra exacta.

Día tras día iban perdiendo la vida cientos de personas, otras quedaban mal heridas, sin socorro alguno, aliviados solo por personas como Norman Bethume y su unidad móvil de transfusión de sangre que salvaron muchas vidas. Ya que la gente al verlos pasar les cerraban las puertas por miedo a quedarse sin nada y a las posibles represalias.

Es tal la crueldad de las “tropas nacionales”  que por primera vez se ensaya lo que se conoce como carrusel, una técnica de bombardeo aéreo, en la que 9 aviones bombardean uno tras otro el mismo punto, y así sucesivamente para desmembrar la huida  y aniquilar todo lo que se ponga en su camino.

Una  vez la caravana humana llega a Motril, se ve asaltada por las tropas franquistas, y mientras la mitad de ella sigue por la carretera de la costa hacía Almería, la otra mitad deshace el camino ya andado, volviendo a Málaga para ser, sin saberlo, vilmente asesinados.

Finalmente los que alcanzaron su destino, lo hicieron dejando atrás compañeros y familiares en el camino, entre muertos, extraviados, y desaparecidos.

La gente que sufrió y vivió ese drama no solamente de agonizar, de morirse de hambre, de ver sus padres e hijos morir, a los que quedaban ensangrentados en la carretera y a la gente sin enterrar, después de ese dolor, solo recibieron la ofensa del silencio, la ofensa de un silencio que se mantiene así durante mucho tiempo.

Los pueblos que no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo”.


                                     Dibujo de Juan Kalvellido


jueves, 1 de febrero de 2018

Pablo Hasel se enfrenta a cinco años de cárcel por criticar a la monarquía



El rapero, condenado en 2014 a dos años de prisión, tiene también dos causas más pendientes que pueden llevarle hasta 12 años a prisión.
 “Soy un rapero al que el Estado español puede condenar hasta a 12 años de prisión por hacer canciones y escribir en Twitter”, explica Pablo Hasel en un vídeo realizado pero la plataforma creada en su apoyo desde que, en 2015, el rapero comenzara sus visitas alos juzgados
El próximo 1 de febrero, Hasel volverá a ser juzgado en la Audiencia Nacional, esta vez por cantar canciones críticas con la monarquía, por mensajes en redes sociales de denuncia de brutalidad policial y por otro en el que denuncia la muerte de Isabel Aparicio, militante de Grapo que falleció en abril de 2014 en la prisión de Zuera, según denuncian desde colectivos como Socorro Rojo, a causa de la ausencia de atención médica que recibió. La Fiscalía pide, en este juicio, hasta cinco años de cárcel.
La canción, titulada Juan Carlos El Bobón, comienza con el extracto de una entrevista realizada por una televisión francesa al rey Juan Carlos, en 1969, en la que este elogia a Franco. La letra de la canción, entre otras críticas a la Casa Real, apunta la criminalización de la crítica a esta institución.
Los tuits por los que también se acusa a Hasel, este hace referencia a los supuestos “negocios mafiosos” entre la Casa Real y Arabia Saudí.
Pablo Hasel ya fue condenado en 2014 a dos años de prisión por el contenido de sus canciones, pero la Audiencia Nacional acordó la suspensión de pena.
El rapero también tiene dos causas más pendientes, con las que las penas de cárcel a las que se enfrenta podrían sumar hasta los 12 años. Según explica el el vídeo publicado por la plataforma, una de estas causas es “por despreciar a un jugador de fútbol nazi”, en referencia al futbolista Roman Zozulya.
“Aquí somos los antifascistas quienes somos acusados de delitos de odio contra el fascismo, y no a la inversa”, lamenta Hasel en el vídeo.
La otra causa es, según explica, por denunciar que la policía local de Lleida utilizó un falso testigo para encubrir en un juicio una brutal paliza a un compañero que estaba enganchando carteles sobre el derecho a la autodeterminación


viernes, 26 de enero de 2018

Organizaciones obreras anarquistas española siglo XIX




La Federación Regional Española de la AIT (FRE-AIT)
Fue la sección española de la Asociación Internacional de Trabajadores o Primera Internacional. Se fundó en el Congreso Obrero de Barcelona de 1870, durante el Sexenio Democrático, y desde el principio asumió los principios bakuninistas por lo que cuando Bakunin fue expulsado de la Internacional en el Congreso de La Haya de 1872, se integró en la Internacional anarquista. Desde enero de 1874 tuvo que actuar en la clandestinidad, al ser prohibida tras el triunfo del golpe de Pavía que puso fin a la República Federal, y durante ese tiempo experimentó un proceso de radicalización hasta su disolución en 1881. Le sustituyó la Federación de Trabajadores de la Región Española fundada en el Congreso Obrero de Barcelona de 1881.


La Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE
Fue una organización anarquista española fundada en el Congreso Obrero de Barcelona de 1881 por la iniciativa de un grupo de anarcosindicalistas catalanes encabezados Josep Llunas i PujalsRafael Farga Pellicer y Antoni Pellicer, tras la disolución de la Federación Regional Española de la AIT fundada en el Congreso Obrero de Barcelona de 1870. Sólo tuvo siete años de vida ya que se disolvió en 1888. Su fracaso, en el que fue clave el episodio de La Mano Negra, abrió una nueva etapa en la historia del anarquismo en España dominada por la violencia de la propaganda por el hecho.

viernes, 19 de enero de 2018

La Pastora, el «maqui hermafrodita»



Teresa o Florencio Pla Meseguer nació con una malformación en su aparato genital. Fue perseguido por el franquismo, se hizo guerrillero con el apodo de «Durruti» y acabó en prisión acusado de numerosos asesinatos que no cometió y presentado como una «despiadada lesbiana»

Está Durruti (el legendario anarquista, el ídolo de masas, el rostro del anarquismo militante y heroico) y luego está ese otro Durruti, menos conocido pero con una historia que ha sido intentada llevar a la literatura y el cine, y que sirve para contar el rostro cruel y manipulador de una parte de nuestra historia más o menos reciente. El caso de Teresa / Florencio Pla Meseguer (su aparato genital no estaba del todo definido como hombre o mujer en lo que era un caso de seudohermafroditismo bastante inusual), se convirtió en una cantinela asustadiza para los niños y niñas del cole en la zona de Maestrat y Els Ports, algo así como el otro cuento del lobo o del hombre del saco. Si te portabas mal, vendría él / ella y te castigaría. Los medios de información y autoridades franquistas le atribuyeron toda clase de crímenes que no cometió, concentrando en su anomalía todos los odios del fascismo, a medio camino entre la «loba hambrienta de carne y sangre» y la «lesbiana depravada». Finalmente, pasó diecisiete largos años de calvario en cárceles franquistas por su peor crimen, que no fue otro que aceptar su anomalía y convertirse en una maquis de renombre que respondía al nombre, entre otros, de Durruti, aunque sus alias fueron variados, entre ellos La Pastora, como hoy se la conoce. Pero eso fue luego, más tarde.

Así que podemos dejarlo así: Teresa Pla Meseguer, alias La Pastora, Teresot, Florencio o Durruti, nació en Vallibona, Castellón, en medio de la Primera Guerra Mundial y falleció en 2004. Sus padres, desconcertados y avergonzados por su malformación, la inscribieron como niña, pero pronto se descubrió su particularidad. Teresa / Florencio, físicamente, parecía más un hombre que una mujer, y empezó a ser estigmatizada como un ser monstruoso. Su infancia y adolescencia la pasó casi en soledad. Sin embargo, un hecho marcó un antes y un después; en 1949, con el país sometido a una implacable dictadura, sufrió las burlas y violencias de un teniente de la Guardia Civil de Castell de Cabres, donde todavía se seguían cometiendo toda clase de tropelías, supuestamente debido a la actitud de algunos vecinos que ayudaban a guerrilleros alzados. Tras la quema de Mas del Cabanil, el futuro Durruti se echó al monte e integró en el maquis de su zona, la Agrupación de Guerrilleros de Levante y Aragón, con los que pasó casi dos años. Su frecuente pastoreo le hacía conocedor de los atajos y caminos en medio de la escarpada geografía. De paso, aprendió a leer y escribir en compañía de los guerrilleros, que lo trataron por vez primera en su vida con respeto. «Yo estaba delante cuando La Pastora se echó al monte. Yo tenía entonces unos quince años y estaba en casa de una mujer. Esa mujer le cortó el pelo a Teresot, y luego se lo peinó para atrás como lo llevan los chicos. Había ropa de hombre preparada para ella en la casa: un pantalón, una camisa y una chaqueta, todo de hombre. Cuando ya tenía el pelo cortado se metió en una habitación y se puso toda la ropa y cuando salió era como si ya hubiera sido un hombre desde que nació. Nadie hubiera dicho que era una mujer», se narra en Donde nadie te encuentre, una novela sobre su vida escrita por Alicia Giménez Bartlett y que mereció el premio Nadal.

Pero el tiempo pasó y los guerrilleros fueron cayendo uno tras otro. Lo que iba a ser una dominación nacional temporal se hizo eterna. La Pastora, como ya era conocida, se marchó a Andorra. Nuevamente sola y aislada malvivió traficando con tabaco y cuidando ganado, pero debido a su aspecto fue identificada por las autoridades y en 1960, mientras los periódicos daban cuenta de la captura de una «despiadada asesina de bajos instintos, la lesbiana pérfida», entró por vez primera en la cárcel.
Un informador la delató, una pequeña / gran traición que contó para la revista Els Temps en 1988: «Llevaba cinco años trabajando duro. Había ahorrado algún dinero y los guardé en casa de un amigo, que un buen día desapareció con ellos. Como me había quedado sin nada, le reclamé a otro contrabandista de nombre Cisco que me devolviera 12.000 pesetas que le había prestado en cierta ocasión. Pero este Cisco me denunció al teniente de la policía de La Pobla de Segur. Me cogieron cuando salía a pastorear con el rebaño. Y me entregaron a la Guardia Civil».

                                LA PASTORA Y SU FICHA POLICIAL DE 1960

La lista de crímenes que le imputaban era interminable, entre otros veintinueve asesinatos, que incluían a siete alcaldes de pueblos de la zona. Entró en una cárcel de mujeres, pero previamente un informe médico lo calificó como hombre. Muchos años después, fue indultado. Eran los años de la transición y su caso fue, posiblemente, de los más singulares entre grupos armados, maquis y guerrilleros antifranquistas amnistiados. En 1990, tras una agitada y durísima vida, todo el país vio su rostro en televisión en lo que es su única aparición. Allí, emocionado, contó porqué se hizo guerrillero, porqué fue el «maqui hermafrodita»: «Al dueño que tenía yo [su patrón] lo mataron y le arrancaron los testículos. La Guardia Civil… Y a otros le clavaron cañas por debajo de las uñas, otros mancos… Yo, para quedarme así, prefería morir de un tiro. Por eso me metí en las guerrillas».



domingo, 14 de enero de 2018

Anarquismos y Naturaleza


Tal día como hoy, recordamos a Murray Bookchin, que nació un 14 de enero de 1921 en Nueva York. Bookchin es uno de los grandes pensadores libertarios contemporáneos. Su visión de la ecología social, que vincula estrechamente el mundo social y político con la naturaleza, cuestionando las relaciones jerárquicas al considerarlas como una grave amenaza para la dinámica integración de la diversidad, merece ser tenida en cuenta ante los grandes problemas que afronta la humanidad.
Estuvo vinculado desde muy joven a los movimientos sociales y sindicales; desde un temprano marxismo, acabó en un socialismo libertario que hay que considerar simplemente como un tipo de anarquismo. En los años 30 forma parte del movimiento comunista, pero pronto le decepcionará su naturaleza autoritaria; aunque era demasiado joven para participar en la Guerra Civil Española, se involucró en las ayudas al bando republicano en su ciudad natal. Después de haber pasado por el movimiento trotskista, ya a finales de la década de los 40 empieza a cuestionar la visión marxista del papel hegemónico del proletariado en la revolución. Se acercará inevitablemente al anarquismo al igual que muchos otro exiliados en Nueva York con los que colaboró. La originalidad de Bookchin estriba en haber prestado atención al medio ambiente y vincularlo estrechamente con lo político; sus aportaciones le convierten en uno de los autores más importante de la llamada ecología social.
En 1962, publica «Our Synthetic Enviroment» donde realiza una fuerte denuncia de la crisis ambiental; una visión crítica del fenómeno urbano aparece en su obra de 1965 «Crisis in our Cities». En definitiva, Bookchin realiza una crítica feroz sobre el capitalismo de su tiempo, y también sobre la izquierda autoritaria. En su texto «Nosotros los verdes, nosotros los anarquistas», también de 1965, puede verse claramente su visión anarquista, ya que considera que una sociedad libertaria es una premisa imprescindible para llevar a la práctica los principios ecológicos. Por otra parte, su visión del urbanismo triunfante, en el que se muestra a nivel territorial y social la jerarquización y el control sobre las personas, le hará desarrollar su teoría del municipalismo libertario, que se basa en formas horizontales de asamblearismo y democracia directa. En otros escritos, Bookchin presentará también ideas muy originales sobre el uso de las tecnologías, el poder y el pensamiento revolucionario en general. Su obra ha sido traducida a multitud de idiomas siendo un autor de gran influencia.
De 1982 es una de sus obras más importantes, «La ecología de la libertad», en la que se vincula estrechamente la explotación del hombre sobre el hombre con la que éste realiza sobre la naturaleza. De ello se deduce que la libertad y el igualitarismo social no tienen una única dimensión y hay que abordarlos también desde la perspectiva ecológica. Puede decirse que Bookchin recoge la línea libertaria inaugurada con Kropotkin al observar que en la naturaleza predomina la cooperación y las formas de comportamiento horizontal. Lo más interesante de este autor es tal vez la vinculación de lo social y político con preocupaciones medioambientales, así como con las relaciones jerarquizadas del poder, algo que le aleja de otras visiones ecologistas que se dicen radicales y que se quedan en aspectos más individualistas.
La ecología social de Bookchin renuncia a toda expoliación de los recursos naturales y cuestiona el dogma de que el ser humano debe dominar la naturaleza. Se demanda la comprensión del papel que debe tener la humanidad dentro del mundo natural y, en concreto, el carácter, la forma y la estructura de las relaciones del hombre con el resto de especies y con los substratos inorgánicos del entorno biológico. No se realiza de esta manera una división entre la humanidad y el mundo natural, ya que puede observarse que ello ha conducido a un enorme desequilibrio.
El hombre ha evolucionado hasta desarrollar un mundo social propio que interactúa de forma recíproca con la naturaleza mediante fases transformadores muy complejas; desde este punto de vista, es tan importante hablar de ecología social como de ecología natural. Cuando Bookchin habla de una relación holística no se está refiriendo a la detestable connotación mística que tantas veces se le da al término, sino a esa interdependencia mutua entre una comunidad social y el mundo natural con el fin de descubrir las formas y modelos de interrelación de aquella. Tampoco posee este autor ninguna visión teleológica, de búsqueda una finalidad en la historia de la humanidad, ya que afirma de veras la capacidad de la voluntad humana para conducir el curso de los acontecimientos sociales. Su visión ecológica social se basa en una dinámica unidad de las diversidades, para nada simple y homogénea, sino compleja y variada; la integridad de un ecosistema, al igual que la de la comunidad libertaria, no depende de la uniformidad, sino de la diversidad.
El papel emancipador de la ecología social queda de manifiesto en su propuesta desafiante ante toda jerarquía convencional. De nuevo podemos ver en Bookchin la herencia libertaria cuando observa a cada especie como parte de una red en interdependencia con el resto; se descubren aquí los estudios que revelan el mutualismo simbiótico como uno de los grandes factores protectores de la estabilidad ecológica y la evolución orgánica. Hay que hablar, en el mundo natural y en el social, de una estabilidad dinámica basada en un todo integrado que niega toda relación jerárquica. Es más, se considera que la jerarquización es una amenaza para la existencia de la vida social y se denuncia igualmente cuando agrede la integridad de la naturaleza orgánica. En el terreno político, incluso el término democracia ha sido «desnaturalizado» hasta conseguir desplazar su verdadera condición participativa y sustituirla por la representativa; si en los orígenes, la democracia significaba el autogobierno por parte del pueblo, con el tiempo acabó convertida en la elección de una élite para que ejerza la función gubernamental. Estos planteamientos de Bookchin, realizados décadas atrás, son de total actualidad; la crisis de todo tipo invade la civilización y es necesario emplear la imaginación para seguir prestando atención al pensamiento utópico y cuestionar los dogmas convencionales.
Fuente: Capi Vidal, «Murray Bookchin y la ecología social» (2013), en Portal Libertario Oaca.