Abundan los rasgos heroicos,
los episodios admirables en el avance audaz de las columnas valencianas por
entre las serranías turolenses. Pero no es esta la hora propicia para narrar el
hecho aislado, la valentía individual de quien sabe morir en lucha por la
libertad. Todas las columnas han tenido ya combates duros, acciones empeñadas
en las que poner a prueba el ímpetu y el fervor de quienes las integran. Sin
querer, saltan a los puntos de la pluma algunas hazañas. La de un grupo —cinco
en total— que tripulando un automóvil se plantó en las puertas mismas de
Teruel. La de Santiago Troncho ni entrando solo, pistola ametralladora en mano,
en el pueblo de Corbalán, defendido por un centenar de fascistas. La de los
carros blindados lanzándose valientemente de cara al enemigo, lejos de las
avanzadillas. La de «Pancho Villa».
Acaso esta merezca mención
especial. «Pancho Villa» era un obrero anarquista del puerto de Sagunto.
«Pancho Villa»—Rafael se llamaba en realidad— figuraba como uno de los líderes
de la columna de Hierro. «Pancho Villa» decidido, heroico, con un desprecio
absoluto por la vida, figuró en vanguardia en los asaltos de Manzaneda, de
Carrión, de la Puebla de Valverde. Y «Pancho Villa» figuraba en cabeza cuando
se emprendió la lucha en los alrededores del Puerto Escandón.
El puerto tiene una importancia
excepcional. Dominándolo se tiene Teruel en las manos, sin defensa posible. Los
fascistas se hicieron fuertes en él, se atrincheraron sólidamente. El combate
fue duro y difícil. Hubo un instante en que los nuestros, dominados por el
fuego de las ametralladoras traidoras, vacilaron. Algunos incluso iniciaron la
retirada. «Pancho Villa» se decidió. De un salto estuvo sobre el parapeto,
pistola en mano, con un solo grito en la garganta:
—¡Vamos a por ellos,
compañeros! ¡Adelante!
Echó a correr. Las balas
dibujaban su silueta. No se agachaba para hurtar el cuerpo
al mordisco
hiriente del plomo. Los demás, arrastrados por él, conducidos por él, lo
olvidaron todo para lanzarse al asalto. A los pocos segundos la trinchera
enemiga era nuestra. Los fascistas caían a montones bajo el fuego de nuestras
ametralladoras. Pero allá en el camino, cara al ciclo, con una sonrisa de
triunfo en los labios, quedaba tendido «Pancho Villa». Fue un héroe anónimo. Ni
siquiera sabemos su nombre completo. Tan solo que era un obrero anarquista que
supo, en lo más duro de la pelea, caer como un hombre auténtico…
Extracto del
libro “La tragedia de casas viejas, 1933 quinces relatos de la guerra
civil 1936 Eduardo de Guzmán
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