Teresa
o Florencio Pla Meseguer nació con una malformación en su aparato genital. Fue perseguido
por el franquismo, se hizo guerrillero con el apodo de «Durruti» y acabó en
prisión acusado de numerosos asesinatos que no cometió y presentado como una
«despiadada lesbiana»
Está
Durruti (el legendario anarquista, el ídolo de masas, el rostro del anarquismo
militante y heroico) y luego está ese otro Durruti, menos conocido pero con una
historia que ha sido intentada llevar a la literatura y el cine, y que sirve
para contar el rostro cruel y manipulador de una parte de nuestra historia más
o menos reciente. El caso de Teresa / Florencio Pla Meseguer (su aparato
genital no estaba del todo definido como hombre o mujer en lo que era un caso de
seudohermafroditismo bastante inusual), se convirtió
en una cantinela asustadiza para los niños y niñas del cole en la zona
de Maestrat y Els Ports, algo así como el otro cuento del lobo o del
hombre del saco. Si te portabas mal, vendría él / ella y te
castigaría. Los medios de información y autoridades franquistas
le atribuyeron toda clase de crímenes que no cometió, concentrando en su
anomalía todos los odios del fascismo, a medio camino entre la «loba
hambrienta de carne y sangre» y la «lesbiana depravada».
Finalmente, pasó diecisiete largos años de calvario en cárceles franquistas por
su peor crimen, que no fue otro que aceptar su anomalía y convertirse en una
maquis de renombre que respondía al nombre, entre otros, de Durruti, aunque sus
alias fueron variados, entre ellos La Pastora, como hoy se la conoce. Pero eso
fue luego, más tarde.
Así que podemos dejarlo así: Teresa Pla Meseguer, alias La
Pastora, Teresot, Florencio o Durruti, nació en Vallibona, Castellón, en medio
de la Primera Guerra Mundial y falleció en 2004. Sus padres, desconcertados y
avergonzados por su malformación, la inscribieron como niña, pero pronto se
descubrió su particularidad. Teresa / Florencio, físicamente, parecía más un
hombre que una mujer, y empezó a ser estigmatizada como un ser
monstruoso. Su infancia y adolescencia la pasó casi en
soledad. Sin embargo, un hecho marcó un antes y un después; en
1949, con el país sometido a una implacable dictadura, sufrió las burlas y
violencias de un teniente de la Guardia Civil de Castell de Cabres, donde
todavía se seguían cometiendo toda clase de tropelías, supuestamente debido a
la actitud de algunos vecinos que ayudaban a guerrilleros alzados. Tras la
quema de Mas del Cabanil, el futuro Durruti se echó al monte e integró
en el maquis de su zona, la Agrupación de Guerrilleros de Levante y Aragón, con
los que pasó casi dos años. Su frecuente pastoreo le hacía
conocedor de los atajos y caminos en medio de la escarpada geografía. De paso,
aprendió a leer y escribir en compañía de los guerrilleros, que lo trataron por
vez primera en su vida con respeto. «Yo estaba delante cuando La Pastora
se echó al monte. Yo tenía entonces unos quince años y estaba en casa de una
mujer. Esa mujer le cortó el pelo a Teresot, y luego se lo peinó para atrás
como lo llevan los chicos. Había ropa de hombre preparada para ella en la casa:
un pantalón, una camisa y una chaqueta, todo de hombre. Cuando ya tenía el pelo
cortado se metió en una habitación y se puso toda la ropa y cuando salió
era como si ya hubiera sido un hombre desde que nació. Nadie hubiera dicho que
era una mujer», se narra en Donde nadie te encuentre,
una novela sobre su vida escrita por Alicia Giménez Bartlett y que mereció el
premio Nadal.
Pero el tiempo pasó y los guerrilleros fueron cayendo uno
tras otro. Lo que iba a ser una dominación nacional temporal se hizo
eterna. La Pastora, como ya era conocida, se marchó a
Andorra. Nuevamente sola y aislada malvivió traficando con
tabaco y cuidando ganado, pero debido a su aspecto fue identificada por las
autoridades y en 1960, mientras los periódicos daban cuenta de la captura de
una «despiadada asesina de bajos instintos, la lesbiana pérfida»,
entró por vez primera en la cárcel.
Un informador la delató, una pequeña / gran traición que
contó para la revista Els Temps en 1988: «Llevaba cinco
años trabajando duro. Había ahorrado algún dinero y los guardé en casa de un
amigo, que un buen día desapareció con ellos. Como me había quedado sin nada,
le reclamé a otro contrabandista de nombre Cisco que me devolviera 12.000
pesetas que le había prestado en cierta ocasión. Pero este Cisco me denunció al
teniente de la policía de La Pobla de Segur. Me cogieron
cuando salía a pastorear con el rebaño. Y me entregaron a la Guardia Civil».
LA PASTORA Y SU FICHA POLICIAL DE
1960
La lista de crímenes que le
imputaban era interminable, entre otros veintinueve asesinatos, que incluían a
siete alcaldes de pueblos de la zona. Entró en una cárcel de mujeres,
pero previamente un informe médico lo calificó como hombre.
Muchos años después, fue indultado. Eran los años de la transición y su caso
fue, posiblemente, de los más singulares entre grupos armados, maquis y
guerrilleros antifranquistas amnistiados. En 1990, tras una agitada y
durísima vida, todo el país vio su rostro en televisión en lo que es su única
aparición. Allí, emocionado, contó porqué se hizo guerrillero, porqué fue el
«maqui hermafrodita»: «Al dueño que tenía yo [su patrón] lo mataron y le
arrancaron los testículos. La Guardia Civil… Y a otros le clavaron cañas por
debajo de las uñas, otros mancos… Yo, para quedarme así, prefería morir de un
tiro. Por eso me metí en las guerrillas».
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