sábado, 30 de marzo de 2019

EL ORIGEN DEL MOVIMIENTO ANARQUISTA INTERNACIONAL. 140 AÑOS DEL CONGRESO DE SAINT-IMIER



En la foto, de izquierda a derecha: Monchal, Charles Perron, Mijail Bakunin, Guiseppe Fanelli y Valerian Mroczkovsky

Artículo publicado en el último número del periódico CNT, con motivo del 140 aniversario del Congreso de Saint-Imier y el inicio del movimiento obrero anarquista internacional.

El Congreso reunido en Saint-Imier declara:
  1. Que la destrucción de todo poder político es el primer deber del proletariado;
  2. Que toda organización de un poder político llamado provisional y revolucionario para llevar esa destrucción no puede ser otra cosa que un engaño más, y sería tan peligroso para el proletariado como todos los gobiernos existentes en la actualidad;
  3. Que rechazando todo compromiso para llegar a la realización de la revolución social, los proletarios de todos los países deben establecer, fuera de toda política burguesa, la solidaridad de la acción revolucionaria.

Esta es quizá la más importante de las conclusiones que los días 15 y 16 de septiembre de 1872 se tomaron el congreso internacional celebrado en la ciudad suiza de Saint-Imier. Es, básicamente, el pilar fundamental sobre el que se desarrollará el movimiento obrero anarquista internacional. De una clara influencia bakuninista se marcan perfectamente las diferencias entre el sector antiautoritario y el sector autoritario de la Internacional.

El congreso internacional de Saint-Imier marcó un antes y un después en la organización del proletariado internacional. Días antes, del 2 al 7 de septiembre de 1872, se había reunido en La Haya un congreso internacional impulsado por el Consejo General de la AIT residente en Londres. Encabezado por Karl Marx y Friedrich Engels, se procedió a la expulsión de Mijail Bakunin y James Guillaume de la Internacional. Las acusaciones de los marxistas eran vagas pero tuvieron resultados. El congreso de La Haya no se promocionó como era ordinario en el seno de la AIT, pues el objetivo de los marxistas era claro: eliminar la influencia antiautoritaria de la Internacional.

Cuando días después las secciones antiautoritarias celebraron el congreso en Saint-Imier, la ruptura de la Asociación Internacional de Trabajadores era ya un hecho. El movimiento obrero quedó dividido en ese momento entre el autoritarismo marxista y el antiautoritarismo anarquista. Aunque hubo intentos de reunificación, nunca fue posible. Las diferencias de táctica, estrategia, organización y finalidad eran muy grandes.

Como se llegó a la ruptura. Un repaso por la historia del movimiento obrero internacional

El 28 de septiembre de 1864, en Londres, aprovechando una exposición universal, se decidió crear un organismo internacional que agrupara a todos los trabajadores del mundo para luchar contra la explotación capitalista. Delegados británicos, franceses, belgas e italianos (entre otros) así lo decidieron.

Poco después, en 1865, se conformaba la fundación de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT). Las distintas secciones de los países se integrarían en la Internacional con la intención de articular un movimiento obrero a la gran escala, donde valores como la solidaridad, el apoyo mutuo y la lucha contra el sistema capitalista fueran los pilares fundamentales para la consecución de una sociedad distinta y con los trabajadores como elemento fundamental de la nueva vida.

Aunque la importancia de Karl Marx y Friedrich Engels es innegable en este primer momento, la AIT respondía a distintas sensibilidades de estrategia y táctica política. En su seno se agrupaban desde marxistas a proudhonianos, de cooperativistas a comunistas, de socialistas utópicos a republicanos, etc. Toda una pléyade de personas que desde hacía mucho tiempo venían luchando en sus lugares de origen contra la explotación capitalista y que ahora veían la posibilidad de articularse y coordinarse a escala internacional.

La fuerza y extensión de la AIT hizo que personalidades de renombre internacional en el campo revolucionario se fueran adscribiendo a la misma. Mijail Bakunin, revolucionario ruso, fundador del movimiento anarquista internacional, se adscribe a la misma. Su fama de revolucionario se la había ganado por la participación en numerosas revueltas, como la de Dresde en 1849. Otras personalidades como Guiseppe Fanelli o James Guillaume, también se afilian a la Internacional.

Una Internacional que empezó a preocupar a los gobiernos europeos, que rápidamente se pusieron manos a la obra para cercenar su avance y poder reprimir a las secciones que iban surgiendo de la misma. El temor ante la articulación del movimiento obrero internacional era evidentemente.

Pero en el seno de la Internacional comenzaron a aparecer las disputas. Desde el origen las posiciones de Marx eran claras a establecer una centralización de la organización así como una estrategia cerrada. La fundación de partidos políticos vanguardistas, que se funden con la intención de tomar el poder, es una de las premisas de Marx. El papel del Consejo General de la AIT, que es controlado por los marxistas, debe ser el de coordinador y ejecutor de las tácticas a nivel internacional. Una organización fuertemente centralizada.

Sin embargo esa cuestión chocaba abiertamente con el sentimiento y desarrollo de muchas secciones de la AIT. En países como Francia, Italia, Suiza o España, la concepción centralizada no era bien recibida. La influencia del federalismo de Proudhon era muy fuerte. Igualmente son secciones que optan por la vía de creación de sociedades de resistencia o sindicatos para combatir el sistema. Y no de partidos políticos a los que ven como enemigos de la clase obrera. Desde el poder burgués no se podía combatir al burgués. Su concepción organizativa parte desde las secciones, siendo el Consejo General un mero instrumento de correspondencia. Una organización federal de abajo hacia arriba.

Esos debates comenzaron a ser lesivos para la AIT, debido a que determinados sectores intentaban por todos los medios imponer su estrategia. Es el caso de los autoritarios de Marx, que no aceptaban la libertad de las secciones en el seno de la Internacional. Es el origen de la disputa Marx-Bakunin, del marxismo y del anarquismo.

El canto de cisne lo marcó el estallido de la Comuna de París. En marzo de 1871 los trabajadores parisinos se constituyen en comuna. La Internacional se implica en le movimiento. La Comuna de París, donde los anarquistas proudhonianos son muy influyentes, adopta una concepción federal de la organización. Una organización de abajo a arriba emerge en la ciudad de París, sitiada por los prusianos y hostigada por los versallescos de Thiers. Hubo intentos de creación de Comunas en otros lugares de Francia (Narbonne, Marsella, etc.). En Lyon se llegó a tomar el Ayuntamiento y Bakunin tuvo una participación relevante. Al final las tropas versallescas arrasan París y asesinan a unos 20000 comuneros, entre ellos a internacionalistas como Eugene Varlin.

La Comuna de París vino a confirmar el fracaso de la concepción determinista histórica del marxismo. Si de verdad se quería acabar con el sistema capitalista hacía falta una revolución y no la evolución natural de la historia. Algo que los anarquistas ya había advertido (Bakunin, Proudhon, etc.). El debate era si la Comuna compartió más del marxismo o del anarquismo.

Aun así las posiciones antiautoritarias quedaron debilitadas tras la Comuna. La represión contra el movimiento obrero francés fue grande y allí el anarquismo tenía mucha influencia.

La Conferencia celebrada en Londres en 1871 marcaba también la tendencia que se quería imponer en el seno de la AIT. Sin la asistencia de Bakunin las calumnias del sector autoritario contra su persona no se hicieron esperar.
La ruptura estaba servida.

La importancia del congreso de Saint-Imier

Confirmada la expulsión de Bakunin y Guillaume del seno de la Internacional por el congreso de La Haya, la reunión de los antiautoritarios en Saint-Imier tenía enorme importancia.

En esta ciudad suiza se juntaron delegados españoles (Alerini, Farga Pellicer, Marselau y Morago), de EEUU (Lefrançais), de Francia (Camet y Pindy), de Italia (Bakunin, Cafiero, Costa, Fanelli, Malatesta y Nabruzzi) y Suiza (Guillaume y Schwitzguébel).

Junto al acuerdo que hemos plasmado más arriba, el congreso de Saint-Imier sacó también otras importantes conclusiones.

En primer lugar rechazan, de forma unanimidad, los acuerdos adoptados en La Haya y no reconocen ningún poder al Consejo General. A partir de ese momento se elabora un pacto de solidaridad entre las federaciones de la Internacional para evitar otro golpe autoritario en el seno de la misma.

Ese pacto iba a estar representado por la amistad, la solidaridad y la defensa mutua de las distintas federaciones libres. Es el segundo gran acuerdo del congreso. Se declaran enemigos del centralismo y se adoptó la forma federal de funcionamiento. Habría una oficina de correspondencia entre secciones. El objetivo era claro: Proclaman que la conclusión de este pacto tiene como objetivo principal la salvación de esta gran unión de la Internacional, que la ambición del partido autoritario ha puesto en peligro.

El congreso acordó que todo Estado y todo gobierno era enemigo de la clase obrera. La lucha tenía que tener una correspondencia entre los medios y los fines. Una sociedad que se fundaba sobre la violencia, el ejército, el espionaje, el clero, etc., nunca podría ser beneficiosa para la clase obrera. Se acuerda que la forma de organización será la resistencia al capital en gran escala y que la huelga es un instrumento indispensable de lucha contra sistema capitalista. Se aceptan las luchas económicas entre trabajo y capital para el mejoramiento de la clase obrera, pero nunca se tiene que desgajar de la lucha revolucionaria del proletariado contra el sistema capitalista.

Saint-Imier sentó las bases del movimiento obrero anarquista Internacional y lo que será el posterior sindicalismo revolucionario.

La repercusión de Saint-Imier en el movimiento obrero español

La Internacional había llegado a España en diciembre de 1868 de la mano de un anarquista italiano, Guissepe Fanelli. Éste entró en contacto con los sectores más avanzados del proletariado español (muchos de los cuales estaban inscritos, por entonces, en el republicanismo federal), quedando en 1870 establecida la primera sección de la Internacional en España, con el nombre de Federación Regional Española (FRE). Con anterioridad algunos delegados españoles habían participado en los congresos internacionales.

La importancia e influencia de la FRE fue en aumento. Todo en un contexto revolucionario para España (el Sexenio Democrático). Tal fue la magnitud que las sociedades obreras de la FRE adquieren, que el gobierno intentar proscribirla, denominando a la Internacional como “la utopía filosofal del crimen”.

España se iba a convertir en uno de los campos de batalla en el seno de la Internacional. La sección de España era claramente antiautoritaria. Por ello Marx envía a España un delegado de su confianza. Paul Lafargue, que venía huyendo de la represión de la Comuna de París, llega a España. El autor de El derecho a la perezatoma influencia entre un pequeño núcleo de militantes obreros madrileños (Pablo Iglesias, Francisco Mora, José Mesa, etc.) y se adhiere a la sección de Alcalá de Henares, impulsada por el fotógrafo Florencio Navarro, con el seudónimo de Pablo Farga. Este pequeño núcleo se organiza alrededor del periódico La Emancipación. Lafargue participa como delegado alcalaíno en el Congreso de Zaragoza de abril de 1872, donde ya se sientan las posturas de la ruptura de la Internacional en España. El núcleo madrileño funda la Nueva Federación Madrileña, frente a la Federación Local de la FRE en Madrid encabezada por Tomás González Morago y que publicaban el periódico El Condenado. Sin hacer ningún caso al Consejo Federal de la FRE, que desautorizaron las acciones de los núcleos madrileño y alcalaíno, y siendo reconocidos tras el Congreso de La Haya por el Consejo General de Marx, acaban fuera de la AIT. El movimiento obrero español fue mayoritariamente anarquista y celebró un importante congreso en Córdoba en 1873. Solo un minúsculo grupo fue seguidor del ideario marxista (aunque con mucho matices) y que con el tiempo articularon el Partido Socialista Obrero Español y la Unión General de Trabajadores.

Las consecuencias de Saint-Imier

Tras el congreso de Saint-Imier el movimiento obrero internacional quedó divido en dos. El núcleo marxista trasladó el Consejo General de Londres a Nueva York, feneciendo sus estructuras poco después. Ni siquiera los núcleos mas proclives al marxismo fueron capaces de mantenerse en su seno. Cuando en 1875 el socialismo alemán se unifica en el Programa de Gotha, y surge el SPD, no contó con el beneplácito de Marx. En el congreso de Filadelfia de 1875 deciden disolver la AIT.

Por su parte el movimiento obrero anarquista celebró distintos congresos regulares hasta Verviers en 1877. Hubo un intento de unificación en el Congreso de Gante de ese mismo año, que fue un fracaso. Importantes para el mantenimiento de las estructuras internacionales anarquistas fue el Congreso de Londres de 1881 y el de Ámsterdam de 1907.

Los marxistas volvieron a fundar una Internacional en 1889, agrupando a los distintos partidos socialistas del mundo. Una Internacional donde quedó excluido el anarquismo. Una Internacional que se volvió a dividir tras el estallido de la Revolución Rusa en 1917, surgiendo la III Internacional Comunista o Komintern. E incluso una IV Internacional agrupando a los partidos trotskistas y antiestalisnistas.

Por su parte los libertarios tenían claro que tras el congreso de Ámsterdam de 1907 había que volver a articular una nueva Internacional. En 1922 hacen renacer la AIT en Berlín, donde se agrupan la mayoría de las organizaciones del sindicalismo revolucionario, entre ellas la CNT. En 1948 resurgió una Internacional Anarquista, en 1958 se crea la Conferencia Internacional Anarquista y en 1968 en Carrara la Internacional de Federaciones Anarquistas (IFA) donde está la Federación Anarquista Ibérica.

Julián Vadillo Muñoz



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