miércoles, 3 de agosto de 2016

La cuestión del Poder en la CNT de 1936


Una de las grandes preguntas sobre la actuación durante la guerra civil de 1936 del anarquismo ibérico, es qué llevó a la CNT a entrar en el gobierno de Largo Caballero en noviembre. Se acepta, generalmente, la explicación de Joan García Oliver de que todo se debió a una mala decisión en los días posteriores a la derrota del levantamiento militar en Barcelona y Madrid, en julio. El movimiento libertario eligió colaborar desde arriba, es decir, a nivel de organización, con otras fuerzas antifascistas (partidos políticos burgueses incluidos) en lugar de imponer algún tipo de sistema de poder obrero. García Oliver lo llamaba "ir a por el todo", aunque después, cuando ya se había aceptado colaborar en el gobierno republicano y se participaba en la Generalitat de Cataluña, Federica Montseny - entre otros conocidos militantes anarquistas - hablaba de que eso sería como "establecer una dictadura anarquista". Sorprende esta falta de nivel teórico en unos veteranos anarquistas de la central sindical libertaria más importante de la historia.
Con respecto a la decisión de no derrocar el gobierno de Lluís Companys en Cataluña en julio de 1936, el 21 de julio tuvo lugar un pleno de delegados de los sindicatos de la Federación Local de Barcelona. En esta asamblea, Mariano Vázquez, que en ese momento era secretario regional (y miembro del círculo entorno al grupo anarquista Nervio, de la FAI), junto con Félix Carrasquer, maestro y miembro del Comité Peninsular de la FAI, y Diego Abad de Santillán (miembro del grupo Nervio y del Comité Peninsular de la FAI) defendían aceptar la propuesta de Companys de unirse al Comité Central de Milicias Antifascistas (CCMA)... una jugada inteligente de Companys para cooptar a los anarquistas.
Cuando Companys se reune con los representantes de la CNT el día 20 les ofrece su colaboración en caso de que éstos quieran tomar el control de Cataluña. Como alternativa les ofrece la creación de un organismo que gestione el territorio de forma provisional, y que coordine los distintos poderes armados en Cataluña, el CCMA. Antes de esta reunión con los representantes de la CNT, Companys se acababa de reunir con varios delegados de los partidos marxistas unas horas antes, y fueron éstos los que le propusieron esta medida. Esta reunión tuvo lugar justo al final de una batalla callejera de 30 horas, y obviamente los sindicatos no habían tenido la oportunidad de celebrar ninguna asamblea. Los delegados de CNT no tomaron en ese momento ninguna decisión ya que no estaban facultados para ello.
Por lo tanto, para tomar esta decisión, se convoca a la militancia. De ahí el pleno del 21 de julio. Solamente García Oliver y los demás miembros del grupo Nosotros estaban en contra de esta decisión. Era una práctica informal en la CNT de esa época, el tener representantes de la FAI presentes en las asambleas, sin derecho a voto. Hay que decir que los treintistas lanzaron numerosas quejas sobre esta situación, en la que un mismo individuo podía venir en representación de sindicatos o regionales de CNT, de comités de la FAI o de los grupos de defensa. No era fácil dilucidar quién venía en representación de qué, y que si solamente venía en representación de una de las organizaciones no estaría en realidad también representando los intereses de las otras. Alexander Shapiro, cuando realiza su informe para la AIT en 1933, resalta esta situación y dice que dio lugar a no pocas confusiones [1]. En el pleno de la FL de Barcelona se renuncia a la "toma del poder", entendida como una dictadura de los líderes anarquistas y no como una imposición, coordinación y extensión del poder que ya ejercían en la calle en esos momentos los diferentes comités revolucionarios. [2]
El día 23 de julio se produce un debate entre los comités superiores de la CNT y de la FAI en la que se acepta la oferta de Lluís Companys, y se prepara el pleno regional del día 26. Ese día tuvo lugar un pleno de delegados de los sindicatos de la Confederación Regional catalana de la CNT. Este ya no era un encuentro informal de "conocidos anarquistas" sino que era un pleno orgánico de la confederación regional al que asistieron más de 500 delegados. Es cierto que no se convocaron asambleas sindicales para instruir a los delegados, o para darles una idea de cómo las bases estaban viendo la situación. En este pleno se acuerda casi por unanimidad participar en el CCMA.
Los delegados de la Federación Comarcal del Baix Llobregat, propusieron que la central sindical implementara su programa comunista libertario. Esto requeriría derrocar el gobierno de la Generalitat y sustituirlo por asambleas y comités de fábrica, de empresa y de barriada, convocando un congreso regional. Un problema en la CNT de aquel tiempo es que no tenían un programa real sobre cómo construir el comunismo libertario en una situación en la que la clase obrera estaba dividida en varias organizaciones. ¿Cómo implicar en una sociedad libertaria a los trabajadores afiliados a otros sindicatos, como la UGT o la FOUS en Cataluña? Esta falta de programa, de pasos concretos, fue más tarde criticada por Los Amigos de Durruti en "Hacia una nueva revolución".
En este debate, García Oliver, defendió una postura revolucionaria, pero no convenció a la asamblea. Según Peirats, los delegados del Baix Llobregat quedaron indignados de rabia después de la votación, diciendo que nunca la aceptarían [3]. Poco después los sindicatos de esta federación derrocarían el ayuntamiento de L'Hospitalet de Llobregat y lo sustituirían por un comité revolucionario elegido por los sindicatos de la CNT. Invitaron a la UGT a participar, pero ésta no quiso. A continuación se produjo una oleada de tomas de ayuntamientos convocando comités revolucionarios, que sustituían a los comités de huelga. En algunos casos simplemente eran representantes del Frente Popular y los sindicatos, en otros eran representantes de las organizaciones obreras quienes ostentarían el poder en los pueblos.
En tanto a si la asamblea había roto las normas del sindicato, como dice Peirats, es cierto que no se habían convocado asambleas en los sindicatos antes del pleno, al contrario de la práctica normal. También, quedó después claro que Mariano Vázquez (secretario del comité regional) intentaba por todos los medios que los sindicatos de CNT aceptaran la propuesta de Companys. Pero, en este caso, si los afiliados estaban en contra de esta decisión, ¿por qué no lo dejaron claro en posteriores plenos y plenarias? El tema continuó siendo debatido en la CNT durante agosto y septiembre.
Por ejemplo, en el pleno nacional del 3 de septiembre se aprobó que la CNT lanzara una propuesta para sustituir el gobierno republicano por un sistema de consejos de defensa conjuntos CNT-UGT. Con el apoyo de las milicias confederales de Aragón (columnas Durruti, Ascaso, Ortiz, Roja y Negra, Aguiluchos, Carod-Lerín, etc.), los sindicatos de la CNT en Aragón resucitaron la confederación regional (destruida en Zaragoza el 19 de julio). Cuando el sindicato volvió a estar articulado, hacia octubre, Joaquín Ascaso y Antonio Ortiz, lanzan el Consejo Regional de Defensa de Aragón, que en su contexto sonaba como una toma del poder. Sin embargo, en otras regiones se estaban formando otros consejos regionales, en Levante funcionaba el Comité Ejecutivo Popular, en Gijón el Comité de Guerra, el Comité de Salud Pública de Málaga, etc. Estos consejos de defensa no eran organismos de poder obrero, ni mucho menos eran un contrapoder libertario. Hacían el papel de gobiernos regionales mientras se reconstruía el Estado. En ningún momento se organizaron congresos regionales en los que participaran representantes de las aldeas, de los sindicatos, de los barrios, de los pueblos o de las comarcas, de una forma asamblearia, o democrática al menos, sino que en todo momento se nombraban comités en base a las organizaciones (que nombraban después a los encargados de formar parte de los Consejos). Es decir, que los consejos y comités se nombraban “desde arriba”. No obstante es cierto que en los Consejos regionales el componente obrero era mayoritario.
Para mediados de septiembre de 1936, el secretario nacional Horacio Martínez Prieto, [4] treintista, estaba intentando hacer que la CNT entrara en el gobierno. La UGT y Largo Caballero habían vetado la idea de CNT de crear el Consejo Nacional de Defensa (aunque ya existían organismos similares en casi todas las regiones). El nuevo gobierno de Largo Caballero, influido ya en cierta medida por las peticiones de los comunistas, de reforzar el Estado se negó en rotundo en hacer ninguna concesión al poder obrero.
En CNT se aprueba entonces, proponer un Consejo Nacional de Defensa con 5 representantes de CNT, 5 de la UGT y 5 Republicanos. Esto también fue vetado por Largo Caballero. En todo este proceso el secretariado nacional estaba enviando las propuestas para ser debatidas y votadas, lo que era una violación de las normas de CNT que requerían que las propuestas para el orden del día de un pleno fueran enviadas por los sindicatos y no por los comités superiores. A la vez Horacio M. Prieto estaba en pleno regateo con Largo Caballero a ver cuántos ministerios podía arrancarle. A la vez estaba recorriendo todos los sindicatos y comités de la CNT para convencerles de la necesidad de participar en el gobierno con todas las consecuencias. Largo Caballero ya había ofrecido un ministerio a la CNT y a Horacio Prieto le parecía demasiado poco. El movimiento libertario merecía mucho más. Pero el rechazo de las bases libertarias a los gobiernos hacía que otros (comunistas y republicanos) se lanzaran a ocupar cargos desde los que después actuar contra la CNT. Aquí se puede ver el mismo proceso de manipulación de los delegados que había ocurrido en el pleno del 21 de julio en Barcelona.
Puede que resulte una exageración afirmar que la democracia interna de la CNT se había esfumado. Si hubiera habido una oposición fuerte a la dirección en la que ciertos dirigentes de CNT querían ir debería haber quedado reflejada en las asambleas y los distintos secretariados podrían haber sido reemplazados, o apercibidos sobre qué votar. ¿Acaso se frenó la militarización de las columnas en el Pleno del 2 de febrero convocado por la Columna de Hierro? De hecho en ese pleno fue la idea de la militarización la que salió reforzada. Lo mismo es cierto en el caso de la entrada en la Generalitat el 26 de septiembre y la disolución del CCMA. Los militantes ya se habían acostumbrado a cohabitar con los partidos políticos y con los líderes de la Generalitat en el comité de milicias antifascistas. Tenían la ilusión de dominarlo porque tenían aún el control sobre las armas y habían tomado la economía.
Pero nunca hubo un debate sobre la necesidad de establecer una forma de (auto- gobierno) controlada por los trabajadores sobre la sociedad o alguna forma de poder político popular. Esta falta de preparación queda reflejada en la carencia de un camino coherente sobre este punto entre los militantes de base de la CNT. El grupo más importante de militantes sindicales eran los delegados de sección sindical, o los delegados de ramo. Eran elegidos en asamblea, se los podía revocar o ser instruidos para votar lo que fuera en los plenos. Pero los revolucionarios que querían derrocar el gobierno e instalar algún tipo de sistema de consejos revolucionarios no tenían el apoyo de la mayoría. Así que, decir que los comités superiores "abolieron la democracia interna" es una desviación sobre el problema real que es cómo trata el anarquismo la cuestión del poder político.
Respecto a esto, el papel de García Oliver, Durruti, y otros miembros del grupo Nosotros, estaban presentes en el pleno del 23 de julio como miembros del comité regional de Defensa, no como delegados sindicales. Esto significa que no tenían derecho a voto. He aquí otro punto de interés: los revolucionarios que querían que la Organización derrocara al gobierno catalán, como García Oliver, no eran muy apreciados por muchos en CNT debido a su papel entre 1931-1933, época en la que habían manipulado los sindicatos para apoyar varias aventuras auto-destructivas, y que habían violado las normativas democráticas del sindicato en aquel tiempo. Por eso, aunque hacia 1935 ya se habían dado cuenta de sus errores, y cambiado su enfoque, mucha gente aún desconfiaba de ellos.
Las asambleas de los sindicatos no eran simples peones en manos de los delegados superiores de la CNT que se unieron al gobierno. Un ejemplo de esto fue el destino de Los Amigos de Durruti. El comité regional colaboracionista ordenó la expulsión de los sindicatos de todos los miembros de Los Amigos de Durruti. Pero nunca se hizo efectiva esta decisión. Esto era porque sólo una asamblea de un sindicato local podía hacer esto, y como los amigos de Durruti eran muy respetados a aquel nivel, no se les expulsaba.
En resumidas cuentas, lo que la CNT pudo haber hecho en el verano de 1936 fue utilizar el poder informal, existente en la calle, en los pueblos y en las milicias, para destruir la Generalitat y construir algún tipo de poder independiente de la propia CNT a través de asambleas de empresa y de barriada a las que otros trabajadores de fuera de la CNT pudieran también adherirse, por ejemplo los afiliados de la FOUS y la UGT. En vez de hacer esto, la CNT actuó de una forma sectaria contra la FOUS (un grupo de antiguos sindicatos de CNT que ahora estaban bajo la influencia del POUM), mediante un pacto burocrático con la UGT para forzar la disolución de la FOUS al desautorizar sus derechos sindicales en agosto de 1936.
Sería iluso pensar que el propio anarquismo no contribuía en estos errores. Los teóricos más influyentes del anarquismo han hablado sobre el Poder de una forma vaga y contradictoria. Faltaban referentes históricos y prácticos claros, para debatir conscientemente sobre cómo derrocar al Estado y qué colocar en su lugar, no sólo mediante la toma de los medios de producción o creando centros de poder vecinal, sino con una visión estratégica de conjunto. Tenían una teoría inadecuada y no tenían una estrategia real concreta.
Por ello no es cierta la sensación que existe de que la mayoría de los militantes de CNT estaban preparados para ir “a por el todo", en parte porque el movimiento libertario ibérico nunca se había preparado para ello. Cuando se proclamaba el "comunismo libertario" en las insurrecciones de 1932 y 1933, se tomaba el Ayuntamiento, se quemaban los registros de propiedad, y se esperaba la llegada de la Guardia Civil. Por ello, cuando se debatían todas estas importantes líneas de actuación en los sindicatos (colaboración antifascista o tomar el poder... que dada la falta de formación sobre este tema se veía como imponer una dictadura desde arriba, en lugar de imponer un poder existente ya en la calle y en las milicias sobre el poder moribundo del Estado en aquellos momentos), los afiliados de base se dejaban arrastrar por los acontecimientos aceptando la colaboración con las demás fuerzas antifascistas, y dedicándose a las milicias y a los temas económicos. La cuestión del poder no era percibida como un tema esencial por la militancia.
En Aragón, en cambio, la cuestión del poder tomó un cariz diferente. Se constituyó el Consejo Regional de Defensa de Aragón a iniciativa de conocidos anarquistas apoyados por las columnas milicianas libertarias que operaban en la región. Pero este consejo no tenía nada de democrático. Nadie consultó con los habitantes de Aragón. En todos los aspectos fue una reconstrucción del poder a partir de los sindicatos de la CNT. Al amparo del Consejo creció, sin embargo, la Federación Regional de Colectividades, un organismo que celebró varios congresos y que se organizaba de forma asamblearia, horizontal y federativa. Este organismo se dedicaba a lo económico, a gestionar la economía de las colectividades y a coordinarla. Se basaba en la forma de funcionamiento de la CNT, y fue una iniciativa que la superó, agrupando a muchos trabajadores que no pertenecían a ella.
Es decir, que en Aragón se estaba imponiendo por un lado una especie de “dictadura” de líderes anarquistas, no elegidos por el pueblo ni por los sindicatos, sino por ciertos individuos de las columnas milicianas y de los comités superiores regionales de los sindicatos. Y por el otro, una democracia federativa campesina que había surgido por encima de las organizaciones. El Consejo, en lugar de organizar el poder de abajo a arriba una vez establecido (es decir, promoviendo asambleas en las aldeas y los pueblos, creando federaciones comarcales de municipios y convocando un congreso regional - como por ejemplo se hizo en la Ucrania makhnovista), llamó a participar a las demás organizaciones antifascistas.
Peirats ejemplifica esta cuestión. Es uno de los que decía que los votos para unirse al gobierno estaban manipulados. ¿Pero cuál era su posición? Se oponía a la propuesta del Consejo Nacional de Defensa... "es un gobierno con otro nombre", decía. Parece pensar que lo apropiado era un cuerpo coordinado de comités locales. Esta postura fue rechazada por la mayoría de los militantes porque comprendían la necesidad de una unidad de clase, o lo que venía a ser, una unidad con la UGT. Entonces la cuestión era cómo conseguir esta unidad. Los comunistas, los socialistas y, dentro de la CNT, los treintistas proponían utilizar el Frente Popular para ello. El problema era muchas veces hablar con la UGT era hablar con el PSOE y que, según pasaba la guerra, se fue convirtiendo incluso en hablar con el PCE, cosa que ni los treintistas ni los anarquistas habían previsto.
En resumidas cuentas se podría culpar a los anarquistas de no haber pensado nunca en estos problemas y no desarrollado y promovido una alternativa concreta de poder de clase a través de congresos y consejos obreros y de una milicia unificada, que habría sido una estructura mucho más amplia que la CNT. Sin embargo el contexto de una guerra civil en la que el suministro de armas dependía de “dar imagen de responsabilidad” en el extranjero jugaba en contra de la Revolución social. El equilibrio de poder cambió en el seno de la CNT y de una cierta mayoría revolucionaria en el Congreso de Zaragoza en 1936, se pasó a un consenso de colaboración antifascista para octubre. Y con las muchas manipulaciones de los partidarios de la colaboración [5], el movimiento libertario acabó renunciando a sus principios, olvidando sus objetivos (que tenían casi cumplidos) y con las tácticas de cualquier partido político republicano. Coincidiendo con García Oliver, una mala decisión en los primeros días conllevó el largo camino de enfrentamientos internos que siguió el movimiento libertario ibérico durante muchos años.

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