Con
la heroína lo consiguieron y todo se llenó de fantasmas desnutridos/as,
tremendamente flacos/as, recorriendo las calles pidiendo dinero, forzando
coches, robando, pegando tirones, atracando, saqueando los humildes ahorros de
sus propias familias.
Todavía recuerdo aquellos años finales de los 70,
principios de los 80, cuando de repente apareció misteriosamente la heroína en
casi todos los barrios populares de Canarias. Antes solo se encontraba
marihuana, hachís, pastillas y excepcionalmente cocaína, drogas que no
generaban en aquellos tiempos una excesiva adicción, ni convertían a quienes
las consumían en zombis demacrados/as dispuestos/as a todo para conseguir una
nueva dosis.
Con la heroína lo consiguieron y todo se llenó de
fantasmas desnutridos/as, tremendamente flacos/as, recorriendo las calles
pidiendo dinero, forzando coches, robando, pegando tirones, atracando,
saqueando los humildes ahorros de sus propias familias.
Soy de los que pienso que el propio estado comenzó ese
reparto indiscriminado de droga, con el objetivo claro de alienar a una
juventud que era combativa, que llevaba años luchando contra la anterior
dictadura fascista española, que tras el engaño siniestro de la “transición” a
la falsa democracia se eternizó en el poder a los nuevos ladrones, delincuentes
políticos, estafadores profesionales de coche oficial, que temían a una
juventud que comenzaba a organizarse, a luchar, a movilizarse en sus barrios y
ciudades, en los centros educativos de secundaria y en la propia universidad.
Ese plan alienante se llevó a cabo por todo el estado
español, no solo en las islas, incidiendo sobre todo en Euskal Herria,
Catalunya, Galixa, Andalucía, Madrid…, donde de repente los/as heroinómanos/as
formaron parte del paisaje cotidiano, destruyendo a una parte de la juventud
más luchadora, llevándola a la muerte por sobredosis, asesinatos, disparos de
la policía y suicidios.
Por ello no entiendo que los voceros del caduco
régimen español se echen las manos a la cabeza, simplemente porque alguien diga
“que la propia policía repartió drogas”. Es una realidad palpable, no sé si los
cuerpos de seguridad lo hicieron directamente o no, pero es un hecho que
existió, un proyecto preconcebido de alienación desde las entrañas del estado,
cuyos resultados les fueron inmensamente satisfactorios, borrando del mapa
social y político a muchos/as jóvenes, destrozando barrios combativos, heroicos
y altamente organizados, donde gran parte de sus líderes juveniles cayeron en
las fauces de las toxicomanías, conducidos/as directamente al paredón de la
pasividad, del lumpen, de la absoluta indigencia, de una exclusión social casi
irreversible.
Muchos amigos y amigas jamás salieron de ese abismo,
yo mismo pude ser uno/a de ellos/as. Gente muy valiosa, inteligente, con mucha
cultura, compromiso, con ideas claras de lucha contra este criminal sistema
capitalista, compañeros/as que ahora están muertos/as, hospitalizados/as de por
vida o simplemente con una demencia permanente, deambulando calles oscuras en
la más absoluta soledad, desamparados/as por el corrupto régimen, sobreviviendo
en bancos de alimentos, pasando sus últimos días en centros sociales tapadera,
que lo único que persiguen es tapar la evidente y triste realidad.
Aquellos años de Deep Purple, Led Zeppelin y el amor
revolucionario de Víctor Jara, inundaron de ternura esa parte de nosotros/as
que todavía sigue viva, que nos estremece cuando recordamos a los/as muchos/as
que ya no están, que se quedaron en el camino desolado y oscuro, galopando
caballos de muerte entre las nubes del olvido.
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