El 36 aniversario de la matanza de los abogados de Atocha vuelve a poner de
relieve que la Transición no fue el período modélico y pacífico del que se
presume. 188 personas murieron por “violencia política de origen
institucional”.
ALEJANDRO TORRÚS Madrid
El 24 de enero de 1977, Alejandro Ruiz, abogado laboralista de Comisiones
Obreras, acudió como cada día al local que el sindicato tenía en la céntrica
calle de Atocha. Nada sería igual desde entonces. Ruiz se encontraba en una
reunión con otros ocho compañeros. En el ambiente de la ciudad se respiraba el
miedo. Ellos sabían que en la España de la época corrían peligro. Pero nadie
imaginaba algo así. A las 22.40 horas de la noche un grupo de tres pistoleros
asaltó el despacho. Preguntaron por Joaquín Navarro, histórico líder de
Comisiones Obreras. No estaba. Desde entonces, nada fue igual.
“Nos agruparon en una esquina del hall del despacho y sin mediar palabra se
liaron a tiros con nosotros. Era evidente que fueron a matarnos. Los altos
teníamos tiros en el corazón y los bajos en la cabeza. Una vez que estábamos en
el suelo nos intentaron dar el tiro de gracia. Yo salvé la vida porque tenía un
bolígrafo en la camisa y me rebotó la bala. Me abrió una herida pero no tocó
hueso y cuando nos dieron los tiros de gracia a mi sólo me hirieron en la
pierna derecha porque era lo único que no ocultaba el cuerpo de mi compañero
Enrique Valdevira, cuyo cadáver tuvo que levantar para sobrevivir”, rememora
para Público Alejandro Ruiz, abogado superviviente de la matanza de Atocha.
De los nueve abogados que se encontraban en la sala cinco murieron en el
acto: Luis Javier Benavides, Enrique Valdelvira, Javier Sauquillo, Serafín
Holgado y Ángel Rodríguez. Cuatro lograron salvar la vida: Luis Ramos, Miguel
Sarabia, Dolores García y el propio Alejandro.
“Salvé la vida porque la bala impactó con un boli que guardaba en mi
camisa”, recuerda Alejandro
El mismo 24 de enero, horas antes de la matanza de Atocha, un bote de humo lanzado
por la Policía impactó en la frente de la estudiante universitaria Mariluz
Nájera, causándole la muerte. En ese momento, Mariluz se encontraba en la
manifestación protesta por el asesinato de otro joven estudiante un día antes:
Arturo Ruiz, quien fue tiroteado por un grupo de extrema derecha durante una
manifestación que pedía la amnistía para los presos políticos que aún estaban
encarcelados.
“La Transición no es el cuento de hadas que nos cuentan. Cada vez que había
una fecha decisiva para el cambio político se recrudecía la violencia política
en la calle. El objetivo era que la calle no fuera de izquierdas, así como
controlar el proceso sin tocar a los franquistas ni los grandes capitalistas.
Se pretendía desestabilizar y frenar el proceso democrático”, analiza Mariano
Sánchez, autor de la obra La Transición Sangrienta (Península).
Los datos que aporta Mariano Sánchez en su obra son demoledores. Entre 1975
y 1983, se produjeron 591 muertes por violencia política (terrorismo de extrema
izquierda y extrema derecha, guerra sucia y represión). De ellos, nada menos
que 188 de los asesinados, los menos investigados, entran dentro de lo que el
autor denomina violencia política de origen institucional. Es decir, los
asesinatos “desplegados para mantener el orden establecido, los organizados,
alentados o instrumentalizados por las instituciones del Estado”, explica
Mariano Sánchez.
“Un ejemplo: al estudiante Arturo Ruiz lo mató un miembro de los
guerrilleros de Cristo Rey de los que ayudaban a la policía a reprimir las
manifestaciones. Es lo que entonces se llamaban grupos de incontrolados”,
agrega.
La investigación llevada a cabo por Mariano Sánchez detalla el origen de
cada uno de los 591 asesinatos. Los grupos incontrolados de extrema derecha
causaron 49 muertos; los grupos antiterroristas asesinaron a 16 personas,
principalmente del en torno de ETA y el GRAPO; la represión policial le costó
la vida a 54 personas; 8 personas fueron asesinados en la cárcel o en
comisaría; 51 murieron en enfrentamientos entre la Policía y los grupos
armados; ETA y el terrorismo de izquierdas asesinó a 344 y el GRAPO a 51.
Y un dato más. Sólo en 1977, la policía cargó contra 788 manifestaciones en
España, el 76% del total. Había que controlar la calle porque, no hay que
olvidar, la vía pública tenía un dueño. “El orden público fue un factor
determinante de la Transición. Sirvió para frenar a la izquierda, que entró en
el juego y renunció a las calles, donde se producían las reivindicaciones más
fuertes. El cambio del franquismo a la democracia debía hacerse con el menor
coste político y económico”, explica Sánchez.
El asesinato de Yolanda González
La violencia no cesó tampoco una vez aprobada la Constitución. En 1980, 30
personas fueron asesinadas por “violencia política de origen institucional”.
Entre los numerosos atentados quedó grabado en la memoria el secuestro y
asesinato en Madrid de la dirigente estudiantil Yolanda González, militante del
trotskista Partido Socialista de los Trabajadores, un pequeño grupo político
que provenía de una escisión de la Liga Comunista Revolucionaria.
Yolanda, de apenas 18 años, fue secuestrada y ejecutada por un comando
fascista compuesto por militantes de Fuerza Nueva, comandado por Emilio Hellín
Moro, y organizado por el jefe de seguridad del partido de Blas Piñar. “La
asesinaron y dejaron su cuerpo tirado en una carretera comarcal. Le quitaron la
vida un tiro en la sien disparado por Hellín Moro, quien hoy vive plácidamente,
a pesar de haber de que fue condenado a más de treinta años por el asesinato y
secuestro de Yolanda”, escribe Sánchez.
Yolanda González fue secuestrada y asesinada por militantes de Fuerza Nueva
La indulgencia de la justicia con los asesinos de extrema derecha de la
Transición fue la tónica habitual. “Hay que partir de la base que los
encargados de investigar los terrorismos era la misma gente que antes estaba en
la Brigada Político Social de Franco. No se hizo una limpieza en las
instituciones. Si la gente es la misma los resultados eran parecidos”, aprecia
Sánchez.
Una vez más, Atocha
La connivencia de la Justicia con los asesinos de ultraderecha se
ejemplifica, una vez más, con el caso de la matanza de Atocha. Antes incluso
del comienzo de la vista, el juez instructor del caso, Gómez Chaparro-que
provenía del Tribunal de Orden Público- concedió un permiso de fin de semana a
Fernando Lerdo de Tejada, sobrino de una secretaria de Blas Piñar (fundador de
Fuerza Nueva) e imputado en la causa por asesinato.
Lerdo de Tejada jamás regresaría a la cárcel de Ciudad Real y, hasta hoy,
permanece desaparecido. Su delito prescribió en febrero de 1997. Los otros dos
imputados por el asesinato de los abogados, Fernández Cerrá y García Juliá, sí
fueron juzgados y condenados, cada uno, a 193 años de cárcel. Además, el
secretario provincial del Transporte de Madrid, Francisco Albadalejo Corredera,
fue condenado a 73 años de prisión por haber dado la orden.
Los asesinos de Atocha cumplieron 14 y 15 años de cárcel de una condena de
193
Apenas 14 años después de aquella noche de enero de 1977, en el año 1991,
García Juliá obtuvo la libertad condicional. No obstante, su estancia en
libertad duró poco tiempo. El 11 de mayo de 1996 era detenido por la policía
boliviana bajo la acusación de tráfico de drogas. Por último, Fernández Cerrá
cumplió 15 años de cárcel y salió con la condicional en 1992.
Nunca se investigó más arriba de Albadalejo. Las sospechas de que el
asesinato fue organizado desde élites políticas cercanas al franquismo han circulado
siempre entre los abogados supervivientes y su círculo. Sin embargo, nunca se
investigó. “La investigación judicial impidió saber quien estaba detrás de los
asesinos. Se impidió una investigación mayor que, probablemente, hubiese unido
a estos asesinos a partidos de extrema derecha y a algún sector ultra del
franquismo”, asegura Alejandro Ruiz, quien afirma que aun hoy hay gente
reticente a reconocer que este atentado fue alentado por sectores del Estado.
“Nos movemos en un tiempo muy difícil entre la memoria y el olvido, pero
sin memoria no se puede tener futuro. La democracia le costó la vida a cientos
de personas. No fue fácil llegar hasta aquí ni construir una democracia en la
que todos tenemos cabida. Recordémoslo”, sentencia Alejandro Ruiz.
http://www.publico.es/449628/la-transicion-un-cuento-de-hadas-con-591-muertos
La transición española fue un engaño con la complicidad del PCE y
PSOE
Que no te cuenten otra historia
Preguntas: ¿De dónde sale el Rey? ¿Suárez? ¿Cómo se parió la
Constitución de 1978? ¿Cuál fue el papel del PCE? ¿Y el PSOE? ¿Santiago
Carrillo? No podemos olvidar el pasado, aprender de la memoria histórica para
armar las luchas del presente.
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