Lucio Urtubia habla con más
emoción del médico francés que arriesgó su patrimonio por ayudar a los
anarquistas que falsificaban documentos que de su encuentro con Ernesto Che Guevara. Lo conoció en París cuando ya
era ministro de Hacienda del Gobierno de Cuba creado tras la revolución y le
pareció un pelín desencantado: 'Ya empezaba a estar decepcionado'. Urtubia le
propuso una falsificación de dólares a gran escala, arropada por la maquinaria
oficial cubana. La respuesta de El Che, a los pocos días, fue negativa. 'Creo
que se equivocó ahí', opinaba ayer.
La vida de Lucio Urtubia, nacido
el 18 de febrero de 1931 en Cascante (Navarra), está repleta de encuentros
históricos, acciones arriesgadas y una entrega entusiasta a la causa libertaria
desde que un catalán le abrió los ojos en París. Los periodistas franceses le
describen como 'un bandido bueno' o 'Robin Hood contemporáneo'. El director
teatral Albert Boadella, que se refugió en la casa de Urtubia después de la
persecución desatada trasLa
Torna, le define como 'un Quijote que no luchó contra molinos de
viento, sino contra gigantes de verdad'.
Lucio Urtubia, hijo de un navarro
que entró en la cárcel carlista y salió abrazado al socialismo, le perdió el
respeto al sistema con pocos años, cuando la tendera le abochornaba
públicamente negándole el pan porque la familia, paupérrima, adeudaba algo. 'No
tuve que hacer gran esfuerzo por perder el respeto a lo establecido, a la
propiedad, a la patria, la iglesia y el Estado', rememoraba ayer.
Su primera operación de alcance,
después de algunos pinitos como contrabandista en la frontera hispano-francesa
y algunas incursiones en la cárcel, fue en el cuartel militar de Logroño, donde
comenzó a desvalijar el almacén con la ayuda de otros soldados hasta que sus
superiores los descubrieron. Por entonces Urtubia robaba para sobrevivir, sin
mayores zarandajas ideológicas. Desertó y huyó en 1954 en Francia, donde
comenzó a trabajar de albañil, un oficio en el que ha seguido toda la vida. A
pesar de sus andanzas, tan pintorescas que serán llevadas al cine ('espero que
me interprete algún vasco bruto', bromea), se define como un obrero: 'Defiendo
el trabajo, lo que puede dar motivos para ser revolucionario'. Y añade: 'Si el
paro y la marginación crearan revolucionarios, los gobiernos acabarían con el
paro y la marginación'.
En las Juventudes Libertarias, a
las que acudió para aprender francés y un oficio, descubrió el anarquismo y
gentes como Albert Camus o Andre Breton. La primera vez que sus amigos
anarquistas le pidieron que acogiera a alguien en su casa se encontró con el
famoso Quico Sabaté. Vivieron juntos durante años. Lucio Urtubia comenzó
entonces sus primeros atracos para ayudar al movimiento anarquista, que él
llama 'expropiaciones'. Con el tiempo iría sumando nuevas habilidades:
se convirtió en un experto falsificador de documentos y de dinero.
Su gran golpe, la falsificación
de cheques de viaje del First National City Bank por valor de unos 2.000
millones de pesetas, fue desbaratada por un soplo, pero Lucio Urtubia se cree
un hombre de suerte: el asunto concluyó con un acuerdo extrajudicial en 1984.
Los anarquistas devolvieron el material fabricado y el banco, afectado en la
bolsa por la falsificación, renunció a pedir daños y perjuicios al libertario.
El documental – Lucio
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