El teniente burrianense Amado Granell fue el primero, al mando de su compañía de blindados, en alcanzar la capital francesa en el verano del 44
En el verano de 1944 el alto mando aliado encomendaba a fuerzas francesas, la 2ª División Blindada del general Leclerc, la liberación de París. El 24 de agosto por la tarde de hace 56 años, unos blindados con nombres como «Guadalajara», «Guernica» o «Teruel» llegaban al ayuntamiento de la ciudad. Los republicanos españoles terminaban así con 52 meses de ocupación nazi. Entre aquellas tropas, también hubo combatientes valencianos, como el teniente Granell, cuya compañía blindada fue la primera en alcanzar París.
Francisco Hernández Amorós - Valencia.
El 1 de septiembre de 1939, cinco meses después de finalizada la Guerra Civil Española, Hitler invadía Polonia. Francia y Gran Bretaña no tuvieron más remedio que declararle la guerra. Se iniciaba así la segunda guerra mundial. El 12 de mayo de 1940 las panzerdivisionen entraban en Francia; en tan sólo seis semanas los alemanes desfilaban victoriosos por París. La cruz gamada ondeaba en las Tullerías y en los principales edificios. Aquel que fuera cabo durante la primera guerra mundial asistía el 22 de junio a la firma del armisticio. Éste tuvo lugar en el mismo vagón de ferrocarril en el que en 1918 se había sellado la derrota alemana. La satisfacción del Führer no podía ser mayor.
De acuerdo con el armisticio, Francia quedaba dividida en dos zonas. Al norte, la Francia ocupada estará bajo el control absoluto de Hitler. Al Sur, con capital en la ciudad balneario de Vichy, la Francia del general Petain con un régimen autoritario, colaboracionista de los nazis. Mientras eso ocurría en Francia, el 18 de junio de 1940, el general Charles De Gaulle lanzaba desde las ondas de la BBC de Londres su mensaje de resistencia a la ciudadanía francesa: «Francia ha perdido una batalla, pero no ha perdido la guerra.» A esa tarea se pondrán miles de exiliados españoles.
En efecto, en otoño de 1939 el número de españoles refugiados en Francia, huidos al finalizar la guerra civil, se había reducido a la mitad: eran cerca de 250.000, la mayoría de ellos malviviendo en campos de concentración en el sur de Francia o, en un número mucho menor, en las colonias francesas del norte de África. Muchos, con una experiencia de combate a sus espaldas, cuando se inicie la segunda guerra mundial continuarán, ahora en territorio francés, su lucha por la liberación.
Los españoles de «la nueve». De entre los miles de republicanos españoles que combatieron con los aliados, sólo unos pocos protagonizarán una de las más emotivas páginas de la contienda: la liberación de París. Serán varios cientos los que desde las colonias francesas del norte de África acabarán formando parte de la 2ª División Blindada comandada por el legendario Pierre de Hauteclocque, ese era su verdadero nombre, más conocido como general Leclerc. El grueso de sus miembros se había alistado en el Regimiento de Marcha del Chad, en el tercer batallón. Su 9ª compañía era conocida como la nueve por ser españoles la mayoría de sus miembros. Al frente de ella estaba el capitán Dronne, a quien Leclerc asignó el mando porque además de hablar español era capaz de imponer su autoridad a unos hombres que, como él mismo señaló en su diario de marcha, «inspiraban temor a cualquiera y nadie quería tomar su mando».
Esas mismas tropas que tuvieron su bautismo de fuego en el África colonial francesa se embarcaron en abril de 1944 rumbo a Inglaterra. Allí, tras un período de entrenamiento, participarán en junio en el desembarco de tropas aliadas en las playas de Normandía. El éxito del desembarco les permitió avanzar hacia el interior de Francia.
Mientras tanto, la ciudad de París luchaba por su libertad. Las acciones de la Resistencia se intensificaron durante el verano del 44. Así, el 10 de agosto los ferroviarios se declararon en huelga, a éstos les siguieron el personal del metro, correos y finalmente la policía. En esas mismas fechas, Hitler destituía al comandante en jefe del Gran París. El motivo, haber carecido del rigor necesario para frenar las acciones de los resistentes. Le sustituirá el general de infantería Dietrich von Choltitz. El Fürher sabía lo que hacía: la dirección militar de la capital de Francia recaía en manos de quien contaba entre sus méritos de guerra haber acabado con toda resistencia primero en Rotterdam y después en Sebastopol.
El 19 de agosto la dirección de las Fuerzas Francesas del Interior, la Resistencia, convoca a la ciudad de París a la insurrección. El 21 de agosto se levantan las primeras barricadas. Definitivamente la ciudad se había sublevado contra el invasor: se vivía una situación de guerrilla urbana con grupos de resistentes atacando pequeños destacamentos de tropas alemanas, muchos de ellos iniciando ya la retirada. El día 23 de agosto, a las 10 de la mañana, Choltitz recibe un mensaje cifrado del alto mando en el que se le ordena destruir la ciudad de París antes de abandonarla. Esto suponía volar sus 45 puentes, acabar también con sus principales industrias, edificios oficiales y su valioso patrimonio artístico incluyendo la torre Eiffel.
«¿Arde París?», preguntaba Hitler desde Berchtesgaden, su nido del águila en Baviera. Sólo una pequeña parte del Grand Palais fue incendiada, el resto de edificios permanecieron intactos pese a que los alemanes poseían los explosivos necesarios y a que habían dispuesto baterías de 88 milímetros en lugares estratégicos. Las dudas de Choltitz debieron ser terribles: la guerra estaba perdida y sin embargo tenía que destruir aquella bella ciudad. Pero no fueron sus vacilaciones sino la acción decidida de la Resistencia la que impidió la destrucción de París. El papel desempeñado por los republicanos españoles fue aquí decisivo. Como señaló Charles Tillon, dirigente de la Resistencia que posteriormente fue ministro del general De Gaulle, «más de 4.000 españoles estaban en la Resistencia en París». Muchos de ellos se encontraban participando en tareas de sabotaje en fábricas y en medios de transporte o interceptando un buen número de camiones que salían de la factoría de coches Panhard, lugar en el que los alemanes almacenaban los explosivos.
«¡Resistid, ya llegamos!» Así rezaban las octavillas lanzadas sobre la ciudad de la luz. El alto mando aliado dirigido por el general Eisenhower, consciente de que la Resistencia dispone de municiones sólo para unos días, ordena el 24 de agosto que las tropas de la 2ª División Blindada partan hacia París. El general Leclerc lanza una avanzadilla: la 9ª compañía será la elegida. Un total de 120 hombres a bordo de 3 carros ligeros Sherman y una veintena de blindados half-tracks con nombres como Guadalajara, Teruel o Guernica ponen esa misma tarde rumbo a París. En la nueve se encontraba el teniente Amado Granell de Burriana, brazo derecho del capitán Dronne; Miguel Bernal, aragonés conocido como sargento Garcés; Federico Moreno, madrileño; Montoya, andaluz; Campos, canario; Domínguez, también valenciano... hasta un total de 36 españoles. En su avance sobre París la compañía se divide en dos, una comandada por Dronne y otra por Granell. Serán los hombres de Granell los primeros en llegar a París.
París era una fiesta. A las 20.45 horas los blindados mandados por el teniente Granell se encuentran a las puertas de París. Tenían dificultades para avanzar por la ciudad y es que aquella tarde una multitud se había lanzado a la calle: aplaudía, cantaba La marsellesa, besaba y abrazaba a estos hombres que les habían devuelto la libertad. Como dejó escrito el mismo Granell: «Tuvimos que librarnos del afecto peligroso que el pueblo de París nos exteriorizaba.» Casi una hora más tarde llegaban al ayuntamiento de la ciudad donde les esperaban los líderes de la Resistencia. Las campanas de Notre Dame y del resto de iglesias transmitían la noticia: París era por fin liberada.
A la mañana siguiente entró el resto de las fuerzas de la 2ª División Blindada con el general Leclerc al frente. El 26 por la tarde, ante más de dos millones de parisinos se inició en los Campos Elíseos la parada oficial de las fuerzas de liberación. El general De Gaulle presidía el desfile acompañado de sus generales y de los líderes de la Resistencia, a la cabeza del mismo se situaron también los hombres de la novena compañía. Éstos vivieron aquí su hora más gloriosa y tuvieron tiempo para recordar la promesa que un día se hicieron: París, Berlín, después Madrid.
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En el verano de 1944 el alto mando aliado encomendaba a fuerzas francesas, la 2ª División Blindada del general Leclerc, la liberación de París. El 24 de agosto por la tarde de hace 56 años, unos blindados con nombres como «Guadalajara», «Guernica» o «Teruel» llegaban al ayuntamiento de la ciudad. Los republicanos españoles terminaban así con 52 meses de ocupación nazi. Entre aquellas tropas, también hubo combatientes valencianos, como el teniente Granell, cuya compañía blindada fue la primera en alcanzar París.
Francisco Hernández Amorós - Valencia.
El 1 de septiembre de 1939, cinco meses después de finalizada la Guerra Civil Española, Hitler invadía Polonia. Francia y Gran Bretaña no tuvieron más remedio que declararle la guerra. Se iniciaba así la segunda guerra mundial. El 12 de mayo de 1940 las panzerdivisionen entraban en Francia; en tan sólo seis semanas los alemanes desfilaban victoriosos por París. La cruz gamada ondeaba en las Tullerías y en los principales edificios. Aquel que fuera cabo durante la primera guerra mundial asistía el 22 de junio a la firma del armisticio. Éste tuvo lugar en el mismo vagón de ferrocarril en el que en 1918 se había sellado la derrota alemana. La satisfacción del Führer no podía ser mayor.
De acuerdo con el armisticio, Francia quedaba dividida en dos zonas. Al norte, la Francia ocupada estará bajo el control absoluto de Hitler. Al Sur, con capital en la ciudad balneario de Vichy, la Francia del general Petain con un régimen autoritario, colaboracionista de los nazis. Mientras eso ocurría en Francia, el 18 de junio de 1940, el general Charles De Gaulle lanzaba desde las ondas de la BBC de Londres su mensaje de resistencia a la ciudadanía francesa: «Francia ha perdido una batalla, pero no ha perdido la guerra.» A esa tarea se pondrán miles de exiliados españoles.
En efecto, en otoño de 1939 el número de españoles refugiados en Francia, huidos al finalizar la guerra civil, se había reducido a la mitad: eran cerca de 250.000, la mayoría de ellos malviviendo en campos de concentración en el sur de Francia o, en un número mucho menor, en las colonias francesas del norte de África. Muchos, con una experiencia de combate a sus espaldas, cuando se inicie la segunda guerra mundial continuarán, ahora en territorio francés, su lucha por la liberación.
Los españoles de «la nueve». De entre los miles de republicanos españoles que combatieron con los aliados, sólo unos pocos protagonizarán una de las más emotivas páginas de la contienda: la liberación de París. Serán varios cientos los que desde las colonias francesas del norte de África acabarán formando parte de la 2ª División Blindada comandada por el legendario Pierre de Hauteclocque, ese era su verdadero nombre, más conocido como general Leclerc. El grueso de sus miembros se había alistado en el Regimiento de Marcha del Chad, en el tercer batallón. Su 9ª compañía era conocida como la nueve por ser españoles la mayoría de sus miembros. Al frente de ella estaba el capitán Dronne, a quien Leclerc asignó el mando porque además de hablar español era capaz de imponer su autoridad a unos hombres que, como él mismo señaló en su diario de marcha, «inspiraban temor a cualquiera y nadie quería tomar su mando».
Esas mismas tropas que tuvieron su bautismo de fuego en el África colonial francesa se embarcaron en abril de 1944 rumbo a Inglaterra. Allí, tras un período de entrenamiento, participarán en junio en el desembarco de tropas aliadas en las playas de Normandía. El éxito del desembarco les permitió avanzar hacia el interior de Francia.
Mientras tanto, la ciudad de París luchaba por su libertad. Las acciones de la Resistencia se intensificaron durante el verano del 44. Así, el 10 de agosto los ferroviarios se declararon en huelga, a éstos les siguieron el personal del metro, correos y finalmente la policía. En esas mismas fechas, Hitler destituía al comandante en jefe del Gran París. El motivo, haber carecido del rigor necesario para frenar las acciones de los resistentes. Le sustituirá el general de infantería Dietrich von Choltitz. El Fürher sabía lo que hacía: la dirección militar de la capital de Francia recaía en manos de quien contaba entre sus méritos de guerra haber acabado con toda resistencia primero en Rotterdam y después en Sebastopol.
El 19 de agosto la dirección de las Fuerzas Francesas del Interior, la Resistencia, convoca a la ciudad de París a la insurrección. El 21 de agosto se levantan las primeras barricadas. Definitivamente la ciudad se había sublevado contra el invasor: se vivía una situación de guerrilla urbana con grupos de resistentes atacando pequeños destacamentos de tropas alemanas, muchos de ellos iniciando ya la retirada. El día 23 de agosto, a las 10 de la mañana, Choltitz recibe un mensaje cifrado del alto mando en el que se le ordena destruir la ciudad de París antes de abandonarla. Esto suponía volar sus 45 puentes, acabar también con sus principales industrias, edificios oficiales y su valioso patrimonio artístico incluyendo la torre Eiffel.
«¿Arde París?», preguntaba Hitler desde Berchtesgaden, su nido del águila en Baviera. Sólo una pequeña parte del Grand Palais fue incendiada, el resto de edificios permanecieron intactos pese a que los alemanes poseían los explosivos necesarios y a que habían dispuesto baterías de 88 milímetros en lugares estratégicos. Las dudas de Choltitz debieron ser terribles: la guerra estaba perdida y sin embargo tenía que destruir aquella bella ciudad. Pero no fueron sus vacilaciones sino la acción decidida de la Resistencia la que impidió la destrucción de París. El papel desempeñado por los republicanos españoles fue aquí decisivo. Como señaló Charles Tillon, dirigente de la Resistencia que posteriormente fue ministro del general De Gaulle, «más de 4.000 españoles estaban en la Resistencia en París». Muchos de ellos se encontraban participando en tareas de sabotaje en fábricas y en medios de transporte o interceptando un buen número de camiones que salían de la factoría de coches Panhard, lugar en el que los alemanes almacenaban los explosivos.
«¡Resistid, ya llegamos!» Así rezaban las octavillas lanzadas sobre la ciudad de la luz. El alto mando aliado dirigido por el general Eisenhower, consciente de que la Resistencia dispone de municiones sólo para unos días, ordena el 24 de agosto que las tropas de la 2ª División Blindada partan hacia París. El general Leclerc lanza una avanzadilla: la 9ª compañía será la elegida. Un total de 120 hombres a bordo de 3 carros ligeros Sherman y una veintena de blindados half-tracks con nombres como Guadalajara, Teruel o Guernica ponen esa misma tarde rumbo a París. En la nueve se encontraba el teniente Amado Granell de Burriana, brazo derecho del capitán Dronne; Miguel Bernal, aragonés conocido como sargento Garcés; Federico Moreno, madrileño; Montoya, andaluz; Campos, canario; Domínguez, también valenciano... hasta un total de 36 españoles. En su avance sobre París la compañía se divide en dos, una comandada por Dronne y otra por Granell. Serán los hombres de Granell los primeros en llegar a París.
París era una fiesta. A las 20.45 horas los blindados mandados por el teniente Granell se encuentran a las puertas de París. Tenían dificultades para avanzar por la ciudad y es que aquella tarde una multitud se había lanzado a la calle: aplaudía, cantaba La marsellesa, besaba y abrazaba a estos hombres que les habían devuelto la libertad. Como dejó escrito el mismo Granell: «Tuvimos que librarnos del afecto peligroso que el pueblo de París nos exteriorizaba.» Casi una hora más tarde llegaban al ayuntamiento de la ciudad donde les esperaban los líderes de la Resistencia. Las campanas de Notre Dame y del resto de iglesias transmitían la noticia: París era por fin liberada.
A la mañana siguiente entró el resto de las fuerzas de la 2ª División Blindada con el general Leclerc al frente. El 26 por la tarde, ante más de dos millones de parisinos se inició en los Campos Elíseos la parada oficial de las fuerzas de liberación. El general De Gaulle presidía el desfile acompañado de sus generales y de los líderes de la Resistencia, a la cabeza del mismo se situaron también los hombres de la novena compañía. Éstos vivieron aquí su hora más gloriosa y tuvieron tiempo para recordar la promesa que un día se hicieron: París, Berlín, después Madrid.
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