Seguir dando
testimonio no es valentía, es dignidad. Por nosotros y por los que no pueden
hacerlo. Hay cosas que no se pueden perdonar.
Hace 5 años se nos
moría Marcial Mayans i Costa. Había venido al mundo en la calle Aurora, en El
Raval y ya lucía bigote con 14 años. Ese bigote le permitió mentir
convincentemente sobre su edad al cumplir los 16 para marcharse voluntario al
frente con las Juventudes Libertarias y la CNT, a hacer la Revolución y ganar
la guerra. Marcial dejaba su trabajo como aprendiz en una librería y sus
estudios de inglés comercial para combatir al fascismo.
Herido en batalla
y con una medalla al valor vuelve a Barcelona, ciudad ya con el ánimo quebrado
por las bombas y el hambre. Ante la próxima entrada de los fascistas huye a
Francia. En el camino de la retirada conoce a Olga, una muchacha que huye con
su madre. Se separan al poco de cruzar la frontera.
Marcial va a parar
al campo de concentración de la playa de Argelès. Se escapa. La Gendarmerie lo
detiene en Perpignan. Se escapa. Lo vuelven a detener y lo mandan al campo de
concentración de Barcarès.
La puerta de
salida le lleva a alistarse en el ejército francés para combatir a los
alemanes. No tiene oportunidad, su unidad cae con todo el equipo a las primeras
de cambio y Marcial va preso al stalag IX-B Wegscheide/Bad Orb. Aprovecha el
tiempo de reclusión para aprender alemán con un libro de gramática germana. Y
se escapa.
Marcial Mayans es
detenido por la Gestapo y lo mandan a Mauthausen. Deja de ser Marcial y se
convierte en el número 9.057. O eso creen los matarifes. Trabaja un año en la
cantera, hasta su traslado al kommando de Ebensee. Los aliados están
destruyendo la industria del III Reich y Hitler ha decidido producir bajo
tierra. Perforan y vuelan túneles, construyendo una gran mina en la que seguir
fabricando muerte.
Marcial habla
español, francés, alemán, italiano y algo de ruso, así que lo utilizan de
traductor. Los aliados están ya muy cerca y el comandante de Ebensee, Anton
Ganz, tiene una brillante idea: meter a todos los prisioneros en los túneles y
dinamitarlos con ellos dentro para hacer desaparecer su rastro. Gracias a la
red de resistencia del campo, el plan llega a oídos de los traductores.
Ganz ordena a los
traductores que digan a los presos que toca ir a los túneles a trabajar. Los
traductores deciden jugársela y comunican a sus compañeros que vuelvan a los
barracones hasta nueva orden. Todos obedecen. Los alemanes no entienden qué
está pasando y no reaccionan.
Marcial y los
otros traductores marchan también hacia los barracones agachando la cabeza
esperando a que les empiecen a ametrallar en cualquier momento. Pero no suena
ni un disparo, las SS en pleno ya han empezado a abandonar el campo a toda
prisa, no los vayan a pillar los americanos.
A algunos,
efectivamente, no los pillan nunca. Anton Ganz, 20.000 muertos bajo su mando,
vivió bajo nombre falso hasta su detención en 1967. Sólo pasó ocho meses en
prisión y fue eludiendo juicios hasta morir plácidamente en su cama. Pero vamos
al lado positivo. El 6 de mayo de 1945, Ebensee es el último campo de
concentración liberado. Marcial Mayans y sus compañeros traductores han salvado
con su gesto 18.000 vidas.
De vuelta a
Francia se reencuentra con Olga, la muchacha a la que conoció mientras la II
República se desmoronaba sepultando sueños. Deciden vivir juntos y amarse. Así
lo hicieron, y eso que Marcial se la volvió a jugar yéndose con el maquis a
luchar contra Franco, pasando armas por la frontera y realizando algún sabotaje
hasta acabar rendido a la evidencia. Marcial instala definitivamente su vida en
Perpignan, mientras en España es juzgado en ausencia y condenado a 20 años de
prisión.
Marcial Mayans, determinante en el descubrimiento de la impostura de Enric Marco, continuó dando testimonio en escuelas e institutos. En 2009 vería publicadas sus memorias en catalán tras dos ediciones en francés, ‘Testimoniatges i memòries (1936-1945): una nit tan llarga’ (Memòria del segle XX). Dos años antes de su muerte, el Gobierno francés le concedía la Legión de Honor, la más alta condecoración del Estado, y colocaba una estela de memoria frente en su casa para recordar su lucha y sacrificio por la Humanidad. Aquí abajo los buhoneros de la transición gasearon su memoria y a menudo pareciera que el Gobierno del Reino preferiría mandar los ideales de esos viejos combatientes al fondo de un túnel y dinamitarlo para sepultarlos en el olvido.
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