El
24 de marzo de 1905 moría, a los 77 años de edad, uno de los más populares
novelistas de lengua francesa: Julio Verne. Considerado autor para la infancia,
nunca fue incluido en los anales de la literatura francesa. En todos sus
escritos, la sociedad prevista por este visionario es de raíz técnica y
moralmente anarquista, seguramente inspirada por largas conversaciones con su
amigo Piotr Kropotkin.
Para
que la obra de Verne adquiera todo su sentido, hay que situarla en relación a
tres corrientes ideológicas del siglo XIX francés: la solidaridad con las
nacionalidades, la fe saintsimoniana en la expansión económica y la crítica
social anarquista llevada hasta la negación más radical.
Esta
última tendencia empuja a Julio Verne a la crítica social y al individualismo
libertario. Es la más escondida, la más secreta. En este dominio sería preciso
contentarse con anotaciones fugitivas, con episodios y personajes aparentemente
secundarios, incluso con deducciones, si hacia el final de su existencia Julio
Verne no hubiese dado, repentinamente, libre curso a sus simpatías anarquistas,
si el grito "ni dios ni amo" no hubiese resonado bruscamente en el
universo que él creara mediante Los náufragos del Jonathan, obra póstuma de una
importancia considerable por la inteligencia de su pensamiento político y en la
que nos expone, retrospectivamente, una de las "claves" del conjunto
de su obra.
En
su serie de Viajes extraordinarios arremete contra el oro, considerado como
instrumento ficticio de potencia y de riqueza. En Cinco semanas en globo
(primero de los Viajes extraordinarios) el oro representa un valor convencional
y muy relativo. El doctor Ferguson, cuyo globo se posó en pleno desierto
africano, lastró el ingenio con enormes sacos de cuarzo aurífero: los bloques
de mineral serán arrojados por la borda a medida que el viaje se prolonga y sea
necesario aligerar el aerostato.
El
único caso donde el oro aparece con otra significación es el episodio de los
galeones de la Bahía de Vigo reencontrados por Nemo gracias a su Nautilus, que
le facilitan recursos ilimitados. Sin embargo, el oro esta vez está al servicio
de un hombre que ha roto con la sociedad y que sabe, no obstante, y lo
considera preciso, ayudar a los oprimidos. Para el caso, Nemo remite una
cantidad importante a un emisario de los insurrectos candiotas de 1868.
Sin
embargo, no va más lejos en el análisis del juego de las fuerzas económicas y
las desigualdades sociales. Prácticamente no hace referencia a la producción,
la explotación del trabajo por el capital, noción, sin embargo, bien conocida
en la época. Por el contrario, aunque sea indirectamente, ataca al derecho de
propiedad. Las atribuciones de terrenos a los mineros auríferos o
diamantíferos, la fragilidad de las bases sobre las cuales aquéllas descansan,
los errores que las mismas comportan, le dan ocasión para demostrar más
generalmente el carácter convencional -y de rechazo la fragilidad, lo fortuito,
lo revocable- de la propiedad individual del suelo.
La
crítica social es vigorosa, aunque no llegue a ser específicamente anarquista.
La disconformidad con la autoridad estatal, la distribución de las tierras, la
existencia de fronteras, es más específicamente anarquista. Julio Verne repudia
profundamente, al parecer, el carácter frágil, litigioso de las fronteras y de
las soberanías territoriales. En César Cascabel esta contingencia resulta
novelesca. El tratado de cesión de Alaska a los Estados Unidos de América y de
transferencia de soberanía entra en vigor el día mismo que un proscrito ruso se
presenta en la frontera y teme caer en manos de la policía zarista.
En
cuanto al nacionalismo, a pesar de algunos arranques de patriotismo, no influye
en el conjunto de su obra. La comunidad social creada por el capitán Nemo es la
expresión más explícita de esa preocupación de superar las nacionalidades. La
tripulación del Nautilus habla un lenguaje artificial e incomprensible del cual
se nos da una muestra; solamente ante la muerte, cuando un pulpo gigante se lo
lleva, uno de los marineros recurre de nuevo a su lengua natal para gritar
socorro en francés.
Los
jueces son formulistas y pretenciosos: todo acusado es, para ellos, un
culpable. Los policías son antipáticos y cínicos. El error judicial, tema
familiar en la literatura anarquista de la época, este símbolo del conflicto de
la sociedad y del individuo y del carácter inseguro de la justicia establecida,
tiene asimismo un lugar importante en el universo de Los Viajes
extraordinarios. La posición de Julio Verne referente a la criminalidad es
equívoca. Las bandas de forajidos y de piratas intervienen con frecuencia en
sus relatos, y bajo rasgos en apariencia muy desfavorables, muy convencionales:
"hez de la sociedad", "miserables", "criminales
endurecidos". Sin embargo, observándolo de cerca, el autor ¿no testimonia
una estima secreta por el vigor humano de estos fuera de la ley?
A
la sociedad establecida, con sus obligaciones y sus montajes ficticios, los
anarquistas oponen los "medios libres", las pequeñas comunidades
voluntariamente creadas y fundadas en la solidaridad y la ayuda mutua según la
tradición proudhoniana. Tales comunidades encontraremos con frecuencia en Los
mundos conocidos y desconocidos; nacidas, claro, fortuitamente, a resultas de
catástrofes o de aventuras: los colonos de La isla misteriosa, donde su globo
es abatido a causa de una tempestad; la guarnición del Fuerte-Esperanza,
enviada por la Compañía de la Bahía de Hudson para crear un establecimiento
subpolar, instalándose, aquélla, sobre una plataforma de hielo cubierta de
tierra, la cual deriva sin remedio posible; Hatteras y sus compañeros,
invernando cerca del Polo dentro de su fortín de hielo; la colonia del capitán
Savardac, llevada por el cometa Galia; los náufragos de Segunda patria,
continuación servil del célebre Robinson suizo; los pupilos de la pensión
Chairman, abandonados en una isla del Estrecho de Magallanes durante dos años,
debido al naufragio de su "brick", a la deriva desde Nueva Zelanda
sin ningún adulto a bordo (Dos años de vacaciones); la tripulación del
Nautilus.
Todas
estas colectividades nacidas de la aventura se caracterizan por su natural
armonía; los conflictos de nacionalidad no existen, o se esfuman; cada cual
puede desarrollar sus cualidades humanas, concretando escuelas de iniciativa y
solidaridad a la vez. Sin embargo, se distinguen de los "medios
libres" anarquistas (incluidas sus relaciones novelísticas como Terre
Libre de Juan Grave) por un rasgo fundamental: las colectividades de Verne son
dirigidas por un jefe, un organizador de la actividad económica y de la vida
social. Ese jefe es, generalmente, un oficial (el capitán Savardac, el teniente
Hobson den En el país de las pieles), un técnico y un sabio (Nemo, Robur, el
ingeniero Cyrus Smith). Igualmente los muchachos de la pensión Chairman sienten
la necesidad de elegir un jefe por sufragio universal.
Cuando
Verne exalta la revuelta del individuo frente a la sociedad, se sitúa muy
próximo a la ideología anarquista. En Veinte mil leguas de viaje submarino, la
bandera de Nemo es negra y la planta, en señal de posesión, en el Polo Sur,
tierra libre de toda implantación estatal en la época. Esta aparición de la
bandera negra de la anarquía y de la piratería es tanto más significativa por
repetirse con frecuencia en el universo verneriano. Igualmente, los campesinos
canadienses enarbolan la enseña negra al rebelarse contra los ingleses (Familia
sin nombre), con voces terminantes: "Fuera, tiranos; el pueblo despierta…
Unión de los pueblos, terror de los grandes… Antes una lucha sangrienta que la
opresión del Poder corrupto"; este pabellón negro lleva una calavera y dos
huesos en cruz, con el nombre de los gobernadores detestados, Dalhouise y
Craig. El pabellón del ingeniero Robur es negro con un sol amarillo, pero el
pirata Sacratif también iza el pabellón negro, marcado esta vez con una S,
cuando ataca a los navíos griegos en lucha contra los turcos (El archipiélago
en llamas); es el mismo trapo negro que enarbolan los piratas que sitian a los
colonos de La isla misteriosa; es decir, que la bandera negra aparece en la
obra de Verne con una ambigüedad muy significativa, a la vez como emblema de
personajes menospreciables y de héroes positivos.
Veinte
mil leguas de viaje submarino es la obra de Verne más reveladora de sus
secretas simpatías libertarias, por lo menos hasta la publicación de Los
náufragos del Johathan, siendo esta la ocasión de recordar la curiosa leyenda
según la cual Louise Michel sería la verdadera autora de la novela, cuyo
argumento habría vendido por cien francos en un día de miseria. Esta leyenda,
por la forma en que ha sido explicada, es evidentemente falsa; el manuscrito de
la obra fue remitido a Hetzel en diciembre de 1868, es decir, mucho antes de la
fecha supuesta de la cesión a Julio Verne; es particularmente imposible que
Louise Michel haya imaginado el nombre de Nautilus recordando las conchas
denominadas "nautilus" que ella encontrara en las playas de Nueva
Zelanda durante su deportación. El estudio de los archivos de Verne quizás
revele que, desde el fin del Imperio, el autor estuvo en relación con la
inteligentsia antiautoritaria de París, sabiéndose al efecto que en el periodo
posterior entabló gran amistad con los hermanos Reclus y su grupo, y que su
amigo Nadar evolucionó hacia el anarquismo.
Los
náufragos del Jonathan, obra póstuma editada en 1909, fue redactada en las
postrimerías de la vida de Julio Verne, en fecha incierta. No existe razón
alguna para sospechar de su autenticidad como hizo un erudito italiano de la
Sociedad Julio Verne. Contrariamente, esta novela de un vigor excepcional,
reincide coherente y explícitamente en los temas anarquistas veladamente
introducidos en los volúmenes de los Viajes extraordinarios; nadie que no fuese
Verne habría sido capaz de operar ese reagrupamiento, ese legado aclaratorio
del tema. Puede igualmente notarse que el Jonathan es la única obra, con Los
hijos del Capitán Grant y La isla misteriosa, que Julio Verne ha elaborado
sobre un plan ternario, más amplio y más dramático; todas sus demás
producciones tienen una o dos partes, lo que indica una vez más que se trata de
una obra de importancia muy particular, ya que Verne nada confiaba al azar en
materia de composición literaria.
En
una isla del Estrecho de Magallanes, la isla Hoste, vive un proscrito, KawDjer
(tal es el nombre que le dan los fueguinos); este anarquista abandonó el mundo
civilizado, no conociendo otro principio social que la libertad de cada
individuo; frente a la civilización, él prefiere la vida primitiva de los
habitantes del país. Un navío americano, el Jonathan, naufraga en aquellos
parajes; sus pasajeros son emigrantes que una compañía colonizadora reclutó en
California para expedirlos en África. Toda esa gente desembarca en plena
confusión, en desorden, y KawDjer queda, contra su gusto, obligado a dirigir, a
mandar, a organizar la vida social de los recién integrados a la isla. Gracias
a los efectos transportados por el navío, destinados a ser utilizados en
África, los náufragos se preparan para soportar el invierno. El gobierno
chileno -del cual la isla depende desde la firma de un tratado de partición con
la Argentina- acuerda la independencia de la isla Hoste si los colonos aceptan
el compromiso de explotarla. De ello resulta el nacimiento de un pueblo, una
experiencia de sociedad nueva. Una villa emerge: Liberia, pero la experiencia
no resulta afortunada. Políticos socialistas y comunistas se crean clientelas
particulares incapaces de organizarse en colectividad.
El
hambre aparece con el segundo invierno, se forman bandas de pillos y una guerra
civil se entabla entre el socialista Beauval (que consiguió que se le eligiera
gobernador) y la banda del comunista Dorick.
Por
segunda vez KawDjer acepta la función de dirigente cuyo principio le causa
horror. Restablece el orden, reorganiza la agricultura y el comercio y rechaza
una invasión de los patagones; pero asiste impotente a una marcha en pos del
oro que atrae a la isla Hoste a aventureros de los cinco continentes, cuando
son descubiertas algunas pepitas. El desorden se reinstala y KawDjer se ve
obligado a hacer disparar contra los mineros en revuelta, contándose más de mil
muertos, dando pretexto a Chile para revocar su concesión de independencia.
KawDjer abdica, refugiándose en la isla Hornos para entregarse a la vida
solitaria.
Varios
temas anarquizantes que ya hemos seguido a través de la obra de Verne vuelven a
esta novela, esta vez para ocupar un lugar esencial; los del oro, la propiedad,
las fronteras territoriales y las soberanías estatales. El carácter ficticio
del oro como fundamento del valor económico es tanto más manifiesto tratándose
de una sociedad nueva, potencialmente libre de toda convención. Por otra parte,
el derecho a la propiedad privada es puesto, abiertamente, en duda. El problema
del acaparamiento estatal de los territorios del planeta, el carácter ficticio
y convencional de fronteras y soberanías, temas ya apuntados varias veces en
otras obras, se plantean igualmente en el Jonathan, esta vez a plena luz. La
Magallania, al empezar la novela, es definida como tierra libre de toda
implantación estatal, como el Polo Sur cuando Nemo planta en él el pabellón
negro; es esa condición de la isla la que atrajo a KawDjer para quedarse en
ella.
Julio
Verne se ocupa igualmente en el Jonathan del carácter irrisorio de las
declaraciones de guerra y de las formalidades diplomáticas que llevan consigo.
El mundo de los náufragos es un microcosmos que revela (para el mal, según
Verne) toda la experiencia histórica de las sociedades humanas. A propósito de
una joven que quiere casarse contra la voluntad de su padre, estalla una crisis
entre el gobernador (el socialista Beauval) y el grupo de amigos de KawDjer; y
como la tensión se encrespa, los kaw-djeristas derriban el puente de madera que
separa sus casas de la zona ocupada por los adversarios.
Ciertos
temas libertarios ya expuestos por Verne en otras obras se incluyen en el
Jonathan con más fuerza y nitidez. No obstante, el interés de la novela -según
entendemos- radica en que el autor expone sus ideas anarquistas a través del
protagonista, KawDjer. Exposición notable por su tono familiar, de
interioridad; pero sobre todo por el hecho de que Verne no quebranta sino a
propósito del anarquismo la regla de mutismo político que parece se fijó para
el conjunto de los Viajes extraordinarios. KawDjer es el único personaje en
toda la obra de Verne que desarrolla sistemáticamente y de forma coherente una
filosofía política, y ello no en un desliz de párrafo según la técnica secreta
de la cual disfrutara extraordinariamente Verne. Todos sus comentaristas han
notado el fenómeno, ya desde el primer capítulo, de manera que el lector no
tenga duda.
A
lo largo de Jonathan la disposición de KawDjer por la anarquía es señalada en
varios episodios. "Sus ojos despedían refulgencias inquietantes"
cuando uno de sus adversarios pronunció el vocablo "leyes". Es el
culto a la libertad y a la independencia que el protagonista inculca a sus
amigos fueguinos: "dueño no puede haberlo para un hombre digno de este
nombre", les explica. KawDjer es, se ve claro, "un alma feroz, indomable,
intransigente, refractaria a todas las leyes". Seguidamente, Julio Verne
toma la precaución de distinguir dos categorías de anarquistas: unos
"corroídos por la envidia y el odio, siempre prestos para la violencia y
la muerte"; otros "verdaderos poetas que ensueñan una humanidad
quimérica de la que el mal será arrojado para siempre"; KawDjer pertenece
"a la sección de ensoñadores y no a la de los profesionales de la
violencia".
El
nudo esencial de la novela se resume en la confrontación trágica entre las
concepciones anarquistas de KawDjer y la sociedad que se organiza en la isla
Hoste tras el naufragio. Jonathan no relata una simple aventura para la
juventud, sino un drama moral que le confiere una intensidad particularísima.
KawDjer
ve, en efecto, sus teorías rebatidas, o por lo menos defraudadas en razón del
comportamiento de los náufragos: apego a la propiedad, individualismo,
aceptación de la autoridad ajena, menosprecio por el interés general, incluso
la guerra civil acudirá para desgarrar ese microcosmos. Mas las convicciones
anarquistas del protagonista no serán quebrantadas, sino solamente reafirmadas.
En
resumen, el anarquismo por el que Julio Verne ha podido sentir algún interés,
una cierta simpatía, es el de los años 1880-1890, situado antes de la corriente
de atentados (de los cuales los Viajes extraordinarios prácticamente no hacen
mención). Es igualmente anterior al reencuentro entre el anarquismo intelectual
y el movimiento obrero, es decir, el anarcosindicalismo. A tal efecto se puede
notar que el proletariado de la gran industria moderna está totalmente ausente,
o casi, de la obra de Julio Verne.
Jean Chesneaux
Publicado en el Periódico Anarquista Tierra y Libertad en su número de Marzo de 2005
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