José Ignacio Arregui Izaguirre (1951-1981), también conocido como Joseba Arregi,
fue un militante de ETA Militar (grupo terrorista de ideología nacionalista vasca que se proclama independentista, abertzale, socialista y revolucionario) que murió a raíz de las torturas infligidas en
la Dirección
General de Seguridaden Madrid por la Policía Nacional en febrero de 1981.
Joseba Arregi
murió el 13 de febrero de 1981 en el Hospital Penitenciario de Carabanchel después de haber sido torturado
en la Dirección General de Seguridad de Madrid por miembros de la Policía
Nacional. Tras su detención en la capital de España el 4 de febrero de 1981,
junto a Isidro Etxabe, pasó a las dependencias de la Dirección General de
Seguridad en Madrid donde, en aplicación de la legislación
antiterrorista vigente en
el momento, lo mantuvieron incomunicado y bajo interrogatorio durante nueve
días. En el interrogatorio participaron 72 agentes de la Policía Nacional y
acabó con el ingreso del detenido, sospechoso de su pertenencia a ETA
Militar, en el Hospital Penitenciario de Carabanchel el día 12 de febrero a las
17:30 horas. Al día siguiente fallecía. El Juzgado de Instrucción número 13 de
Madrid, en el informe forense de la autopsia, certificó la existencia de
torturas, señalando que la causa de la muerte fue «un fallo respiratorio
originado por proceso bronconeumónico con intenso edema pulmonar». El 18 de
febrero ETA militar publica un comunicado en el que reconoce la militancia en sus
filas de Joseba Arregi.
El juez tomó
declaración a cinco funcionarios del Cuerpo Superior de Policía, adscritos a la
Brigada Regional de Información, que participaron directamente en los
interrogatorios del presunto militante de ETA Militar. Esos inspectores de policía (Juan Luis
Méndez Moreno, Juan Antonio Gil Rubiales, Julián Marín Ríos, Ricardo Sánchez y
Juan Antonio González) fueron puesto bajo prisión preventiva, por lo que Manuel Ballesteros, entonces director de la Comisaría
General de Información, dimitió de su cargo.
De los 73 policías
que participaron en los interrogatorios, fueron detenidos cinco, solo dos
fueron encausados y quedaron libres, tras recurrir la sentencia a siete meses
de prisión que no llegaron a cumplir.
El olvido es el peor de los castigos.
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