España es el segundo país del mundo con
más desaparecidos en el mundo, solo detrás de Camboya. Los muertos siguen como
llaman ellos en las “cunetas”, enterrados en fosas clandestinas a orillas de
los caminos donde fueron masacrados tras el derrocamiento de la República, sin
que hasta hoy exista ni verdad, ni justicia.
La historia de la República Española y
de la Guerra Civil tiene muchos pasajes poco conocidos, uno de ellos es el que
tratamos de rebelar aquí, el de uno de los batallones ciclísticos, el Batallón
Errico Malatesta.
En noviembre de 1936, en ese terrible
mes Durante la Guerra Civil Española, con las tropas fascistas asediando la
capital y el pueblo de Madrid resistiendo, conteniendo el avance de los
golpistas de Franco, el periódico La Voz da la noticia de la creación del
Batallón Ciclista Errico Malatesta cuyas tareas eran el reparto de “órdenes del Estado Mayor en el interior de
Madrid y las avanzadillas”.
Este batallón fue fundado por un
militante de la CNT aficionado al ciclismo: Miguel Viríbay, llevaba el nombre
del destacado militante anarquista italiano, lo que deja claro la procedencia
de sus integrantes. El Batallón Ciclista contó con secciones destacadas en
todos los frentes, una de sus tareas principales y más intensa fue la destinada
al servicio del Estado Mayor del Ministerio de la Guerra, que estaba dirigida
por José Iturria, otro amante del ciclismo.
La mayoría de los integrantes del
Batallón provenían del Velo Club Portillo, el cual aún existe, y que había sido
fundado hacia 1927. Será de este Barrio Madrileño de Portillo, desde donde
saldrán los ciclistas anarquistas y de otras tendencias que formaron el
legendario Batallón Ciclista Malatesta. Portillo era uno barrio con mucha
historia en Madrid, a mitad de camino, entre las puertas de Toledo y Atocha.
UNA MILICIANA DEL BATALLÓN CICLISTA “ENRIQUE MALATESTA”, LEYENDO LAS NOTICIAS DE LOS FRENTES, EN EL DIARIO ABC.
El Batallón, ocupo la iglesia de la
calle Conde de Peñalver número 36 como cuartel, y contó con mujeres, que el año
1935 había creado el primer grupo ciclista completamente femenino de Madrid al
que llamaron As. El 20 de junio de 1937, del periódico La Trinchera, perteneciente
a la 7ª División Mixta, se incluyó una declaración de los ciclistas de
Malatesta titulada: Notas de unos combatientes del Batallón
Ciclista.
“Pertenecemos
al Batallón ciclista Enrique Malatesta y prestamos los servicios de enlace y
otros relacionados con los mismos. El título con el cual encabezamos estas
líneas es para poner de manifiesto que la mayoría de los ciclistas
pertenecientes a este Batallón éramos combatientes de las trincheras, de las
cuales salimos trasladados al mismo, por ser de bastante utilidad nuestros
servicios en dicho Batallón. El grupo con destino en esta Brigada mixta lo
componemos doce ciclistas entusiastas de este deporte. Trabajamos
incansablemente, ayudados de manera eficacísima por nuestras inseparables
compañeras, las máquinas. Y digo nuestras porque cada cual ha tenido que
aportar la suya para poder prestar este servicio a la causa, que, como en todas
las guerras modernas, es imprescindible, ya que estos servicios llevan las
órdenes de ataques, repliegues, contraseñas, señales de aviación, etc., y
realizan toda clase de servicios de enlace.
Este Batallón
se formó con el fin de conservar en todo lo posible los Servicios motorizados,
que son utilísimos para otros más necesarios y que nosotros con nuestra máquina
no podemos realizar, como son los relevos de fuerzas, transporte de material,
abastecimiento, etc., así como al mismo tiempo economizar el combustible,
gastando lo menos posible, con el fin de que no falte para otros servicios más
necesarios. Bien es cierto que la máquina consume, por lo menos, nuestra carne
y a veces nuestra paciencia. ¡Si vierais qué bien se curan los catarros cuando
tenemos un parte urgente y el sol pega de plano!, ¡la impresión que recibimos
cuando estamos acostados muy a gusto, descansando del trabajo diario, y
sentimos el timbre de los partes, nos tiramos de la cama medio adormilados, nos
sentamos en nuestro ya familiar asiento, el sillín, y nos damos cuenta de que
llueve y el piso está encharcado! Entonces nos acordamos de los paraguas, aunque
no sea más que para que no se moje la máquina, o nuestro equipo. En este
momento nos acordamos del parte que tiene que llegar a su destino, y nuestras
piernas hacen presión sobre las bielas de la máquina, y esta, en prueba de
cariño, aumenta su velocidad, y el parte, claro está, se encuentra en dos
minutos en su destino. Entonces emprendemos el regreso, aguantando el calor, la
lluvia o el frío.
En nuestro
cometido tenemos algunos curiosos. Vemos cómo en las carreteras y arroyos de
las calles juegan, sin dar importancia al peligro, los niños pequeños y algunos
mayorcitos, sin importarles que exponen su vida. Igualmente algunos perritos,
cuando llevamos prisa, se nos cruzan en nuestro camino, y nosotros, con más
paciencia que Gutiérrez, apretamos los frenos para no desplancharlos, y, claro
está, damos con nuestros huesos en el suelo. Mientras nos levantamos vemos al
gracioso perrito cómo corre con el rabo entre las piernas, sin duda para que no
le tomemos la matrícula y le hagamos pagar las arrugas de nuestra bicicleta,
que se ha quedado del golpe con más arrugas que Lerroux. Nosotros hemos
declarado la guerra a los perros porque no saben las leyes de la circulación ni
tienen quién se las enseñe. No obstante, seguiremos con nuestro buen humor y
satisfechos de nuestro servicio prestado a la causa, a la cual no abandonaremos
hasta su fin. Suena otra vez el timbre. Estamos preparados. Son las consignas.
Cada cual con su máquina toma una dirección, sin duda la del triunfo.
¡Salud!
Ciclistas de servicio en la Brigada”.
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