El Estado ha sido objeto de
reflexión filosófica en la mayoría de los grandes pensadores de la historia de
la humanidad. Con la llegada el anarquismo moderno, se producirá una crítica
radical al poder político, que repasamos de forma somera en el pensamiento de
algunos de los grandes pensadores ácratas.
Tal vez desde Platón, se ha intentado definir la esencia y la misión del Estado
con respecto al individuo y a la sociedad. En la Antigüedad, la discusión sobre
esta instancia política se refería a la mejor organización de la sociedad, ya
que se trataba de un caso particular del problema más general de la justicia;
en los escritos platónicos y aristotélicos se recogen los temas que ya habían
puesto en circulación los sofistas, se habla del Estado como la mejor forma de
articulación de los individuos y de las clases para realizar la justicia, dando
a cada uno lo que de derecho le pertenece. Platón y Aristóteles se opusieron a
algunos sofistas, los cuales consideraban que el Estado no se fundaba en la
justicia, sino en el interés del más fuerte. En esos sofistas, podemos
encontrar antecedentes de las teorías modernas del maquiavelismo, del contrato
social o incluso del totalitarismo: el Estado se halla ligado básicamente al
poder.
En la Antigua Grecia, se
discutió ampliamente sobre la mejor "constitución política", es decir
sobre los diferentes tipos de Estado (timocracia, oligarquía, democracia,
aristocracia, tiranía...) y tanto Platón como Aristóteles trataron de hallar el
fundamento de la legitimidad del poder en el Estado, en un tipo de constitución
que estuviera igualmente distante de la anarquía y de la oligarquía. El
gobierno de unos pocos no era necesariamente oligárquico, ya que no está
fundado en los intereses particulares de una minoría sino en los del Estado
(entendiendo éste como articulación en aras de la justicia) .
En la Edad Media, se estableció
el conflicto entre la supremacía del Estado o de la Iglesia. El primero se
entendería como una comunidad temporal e histórica y la segunda como una
comunidad espiritual que se halla en la historia, pero que trasciende de ella.
San Agustín y Santo Tomás de Aquino subordinaron el Estado a la Iglesia y lo
entendieron bien como algo negativo bien como una comunidad temporal que debía
ser guiada por la propia Iglesia. En el Renacimiento, habrá un cambio radical
con una fuerte reacción contra el predominio de la Iglesia y se producirá la
conformación de los Estados nacionales. Pensadores como Maquiavelo exigirán una
separación total entre Estado e Iglesia. Se desprende así al Estado de su
fundamento divino y se le inserta definitivamente en la temporalidad y en la
historia. De esta manera, surgen las primeras concepciones sobre el Estado
ideal, como Utopía de Moro o La Ciudad del Sol de
Campanella, que recogen la tradición platónica al intentar diseñar una
organización política donde sea posibles la paz y la justicia .Durante
los siglos XVII y XVIII, nace y predomina la teoría contractualista, según la
cual el Estado nace de un pacto entre los hombres, bien para evitar el
aniquilamiento mutuo (Hobbes) bien como sometimiento a la voluntad general
(Rousseau). Spinoza tendrá una teoría paralela, según la cual el Estado es una
comunidad de hombres libres, un garante de la libertad. El Estado se va
configurando como un equilibrio, tanto de los distintos grupos religiosos como
de las clases. En la Ilustración, existirá la doctrina del "despotismo
ilustrado", en la que el Estado es capaz de conducir a los hombres por el
camino de la razón frente al oscurantismo y la superstición del pasado. La
filosofía romántica que se desarrolla en Alemania al hilo de los nacionalismos
y de las tradiciones tiende a identificar nación con Estado. Para Hegel, el
Estado será el lugar donde el espíritu objetivo, vencida la oposición entre
familia y sociedad civil, llegue a realizarse plenamente; es un precedente de
lo que serán posteriormente los Estados totalitarios. El que rige el Estado
debe ser, según la teoría romántica, el representante del "espíritu del
pueblo" o "espíritu nacional", el que cumple los fines objetivos
planteados por este espíritu.
El análisis anarquista empieza
a finales del siglo XVIII con Godwin, el cual denuncia el contrato social que
conduce a la autonomía de la instancia política y somete la razón individual a
la razón de Estado. Puede decirse que el Estado, su resultante histórico, como
conjunto o cuerpo institucional, posee las características de constituirse como
unidad del espacio político, de identificarse con la ley y de expresarse por
medio de la prohibición y de la sanción. Así, tal vez el Estado moderno
comienza a existir cuando tiene la capacidad de hacerse reconocer sin necesidad
de recurrir a la fuerza ni a su amenaza.
Proudhon, como primer pensador abiertamente anarquista, se mostrará muy beligerante con el Estado; aunque admite su necesidad en el pasado, el futuro solo puede suponer su extinción. El autor de ¿Qué es la propiedad?, en la línea de Saint-Simon considerará al Estado una entidad abstracta; solo la sociedad es un conjunto concreto de trabajo y producción, por lo que solo puede trabajarse por la disolución estatal. Max Weber dijo "El Estado es el monopolio legítimo de la fuerza", pero el ciudadano no ha legitimado tal cosa, por lo que se encuentra en su derecho al rechazarla .
Proudhon, como primer pensador abiertamente anarquista, se mostrará muy beligerante con el Estado; aunque admite su necesidad en el pasado, el futuro solo puede suponer su extinción. El autor de ¿Qué es la propiedad?, en la línea de Saint-Simon considerará al Estado una entidad abstracta; solo la sociedad es un conjunto concreto de trabajo y producción, por lo que solo puede trabajarse por la disolución estatal. Max Weber dijo "El Estado es el monopolio legítimo de la fuerza", pero el ciudadano no ha legitimado tal cosa, por lo que se encuentra en su derecho al rechazarla .
En la misma línea, Bakunin
considera el Estado una abstracción destructiva donde se inmola el individuo y
la sociedad; como es sabido, el principio de la autoridad terrenal para Bakunin
se origina en la autoridad metafísica, por lo que el Estado solo puede ser
definido como el hermano menor de la Iglesia. Así, la fuerza vital de la
sociedad queda anulada por el Estado; no importa la distinta naturaleza o
legitimidad del Estado, incluso aquella que apela a su creación por la voluntad
libre y consciente de los hombres, en todos los casos domina a la sociedad y
tiende a absorberla por completo. El Estado es para Bakunin la negación de la
libertad, incluso el democrático, ya que en ese caso es el pretexto de la
voluntad colectiva la que oprime a cada individuo concreto.Está
claro que el Estado, para la visión anarquista desde sus orígenes, supone la
imposibilidad de que la sociedad se base en la cooperación entre iguales; se
trata de una institución que trata siempre de someter a la sociedad bajo su
tutela y arbitrio. Puede decirse que cuanto mayor poder tenga el Estado, menos
tiene la sociedad y viceversa. Kropotkin considera que el Estado supone la más
peligrosa concentración de poder en la sociedad y el mayor enemigo de las
clases oprimidas; como es sabido, el autor de El apoyo mutuo se
esforzó en poner ciencia y teoría al servicio de la praxis revolucionaria, por
lo que no pudo dejar de analizar la génesis y el desarrollo de la institución
estatal y merece la pena que nos detengamos en su visión. En una conferencia,
pronunciada en 1897 y publicada dos años más tarde, como ampliación del prólogo
realizado en 1892 para el folleto de Bakunin La Comuna y la noción de Estado,
llamada El Estado. Su rol histórico, rechaza en primer lugar la identificación
que tantos autores han realizado entre sociedad y Estado. Sin embargo,
Kropotkin tampoco identifica necesariamente el Estado con el gobierno, ya que
aquel supone, no solo la colocación de un poder por encima de la sociedad,
también "una concentración territorial y una concentración de muchas
funciones de la vida de las sociedades entre las manos de algunos (o hasta de
todos)". Comprendido esto, se explica por qué Kropotkin gusta de aquellos
modelos históricos (la polis griega, la comuna medieval..) en los cuales no
estaba eliminado el poder, sino diluido y minimizado gracias a la Asamblea
Popular; la existencia de una red de vínculos horizontales, por una parte, en
una unidad territorial y la concertación de lazos federativos, por la otra. El
paradigma del Estado procede para Kropotkin de la antigua Roma, ya que de ella
procedía todo: la vida económica, el ejército, las relaciones judiciales, los
magistrados, los gobernadores, los dioses... Todo el imperio reproducía en cada
región la centralización procedente del Senado y, posteriormente, el poder
omnipotente del César .
Puede decirse que para la
concepción histórica de Kropotkin, la historia de la humanidad se divide en dos
opciones: la imperialista o romana y la federalista o libertaria. Sin embargo,
para comprender la naturaleza y evolución del Estado, es preciso abordar en
primer lugar el gran problema del origen de la sociedad humana. Kropotkin no
dejaba de reconocer que la teoría del contrato social había servido como
importante arma para acabar con la monarquía de derecho divino; a pesar de
ello, rechazó todo idea contractualista. Frente a todo estado humano previo a
la sociedad, Kropotkin recoge la herencia aristotélica al considerar al hombre
un "animal social" y a la sociedad humana como una realidad primaria,
no como un derivado de una asociación basada en una supuesta asociación libre.
El hombre, al igual que la mayoría de los animales, ha vivido siempre en
sociedad, tal y como Kropotkin trata de demostrar en El apoyo mutuo;
el desarrollo del intelecto se habría producido en las especies más sociables.
El hombre no ha creado la sociedad, sino que nace ya en ella; el punto de
partida de la sociedad sería el clan y la tribu en los primitivos, de los
cuales se habría hecho un conveniente retrato de pueblos feroces y
sanguinarios, pero el estudio de su vida comunitaria demuestra lo contrario.
Kropotkin observa en aquellas sociedades primitivas una emergente moralidad
tribal y una serie de instituciones; aunque existían directores y guías, tales
como el hechicero o e el experto en las tradiciones de la tribu, tales cargos
eran solo temporales y no permanentes, ya que habrían sido creados para una
tarea muy concreta . Tal y como recogerán antropólogos
posteriores a Kropotkin, así como los estudios contemporáneos de Pierre
Clastres, en aquellas sociedades no existía alianza entre el hechicero y el
jefe militar, por lo que no había entonces una forma de Estado .
Es en el siglo XVI, cuando los modernos bárbaros, los auténticos para Kropotkin, comienzan a destruir la civilización del medievo: sujetan al individuo eliminando sus libertades, le obligan a olvidar las uniones basadas en la libre iniciativa y en la libre inteligencia, y se ponen como objetivo nivelar la sociedad entera en una misma sumisión ante un dueño (Estado y/o Iglesia). Para Kropotkin, los modernos bárbaros son los que dan lugar al Estado: la triple alianza del jefe militar, el juez romano y el sacerdote. El inicio de la moderna nación/Estado está en la incapacidad de las ciudades libres para liberar a los campesinos del feudalismo, así como el fin de las pólis griegas tiene su origen en la persistencia de la esclavitud. En el siglo XII, los futuros reyes no eran más que jefes de pequeños grupos de bandoleros y vagabundos, los cuales se acabarían imponiendo con habilidad y usando la fuerza y el dinero; recibieron el apoyo de una Iglesia, siempre amante del poder. En el siglo XVI, y salvo algunas resistencias en las que Kropotkin sigue viendo la lucha de clases y el afán de una sociedad libre y comunista, el europeo que unos siglos antes era libre, federalista y no buscaba remedios en la autoridad se convierte en todo lo contrario bajo la doble influencia del legista romano y del canonista. Así nace la institución estatal para Kropotkin en oposición a la historiografía liberal y universitaria, la cual presenta el Estado moderno como una obra del espíritu unificadora de lo disperso y conciliadora de los antagonismos existentes en la sociedad medieval. Por el contrario, para Kropotkin, se acaba con una servidumbre para reconstituirla nuevamente bajo múltiples formas nuevas, así como se inaugura una igualdad que solo quiera la sumisión al Estado; en el siglo XVIII, al menos la mitad de las tierras comunales pasarán al clero y la nobleza para un siglo después consumarse la propiedad en manos privadas .
Es en el siglo XVI, cuando los modernos bárbaros, los auténticos para Kropotkin, comienzan a destruir la civilización del medievo: sujetan al individuo eliminando sus libertades, le obligan a olvidar las uniones basadas en la libre iniciativa y en la libre inteligencia, y se ponen como objetivo nivelar la sociedad entera en una misma sumisión ante un dueño (Estado y/o Iglesia). Para Kropotkin, los modernos bárbaros son los que dan lugar al Estado: la triple alianza del jefe militar, el juez romano y el sacerdote. El inicio de la moderna nación/Estado está en la incapacidad de las ciudades libres para liberar a los campesinos del feudalismo, así como el fin de las pólis griegas tiene su origen en la persistencia de la esclavitud. En el siglo XII, los futuros reyes no eran más que jefes de pequeños grupos de bandoleros y vagabundos, los cuales se acabarían imponiendo con habilidad y usando la fuerza y el dinero; recibieron el apoyo de una Iglesia, siempre amante del poder. En el siglo XVI, y salvo algunas resistencias en las que Kropotkin sigue viendo la lucha de clases y el afán de una sociedad libre y comunista, el europeo que unos siglos antes era libre, federalista y no buscaba remedios en la autoridad se convierte en todo lo contrario bajo la doble influencia del legista romano y del canonista. Así nace la institución estatal para Kropotkin en oposición a la historiografía liberal y universitaria, la cual presenta el Estado moderno como una obra del espíritu unificadora de lo disperso y conciliadora de los antagonismos existentes en la sociedad medieval. Por el contrario, para Kropotkin, se acaba con una servidumbre para reconstituirla nuevamente bajo múltiples formas nuevas, así como se inaugura una igualdad que solo quiera la sumisión al Estado; en el siglo XVIII, al menos la mitad de las tierras comunales pasarán al clero y la nobleza para un siglo después consumarse la propiedad en manos privadas .
Como es sabido, Kropotkin y los
anarquistas denunciarán que esta evolución estatista, así como la educación que
preconiza, ha llevado a que incluso los que se denominan socialistas y
revolucionarios vean en el proceso un progreso hacia la igualdad y la
modernidad; todos los recursos de nuestra civilización, la ciencia y la
sicología incluidas, se colocaron al lado de ese ideal centralizador y
autoritario. Fiel a su criterio biológico y evolucionista, Kropotkin considera
que Estado se desarrolló gracias a la función que tuvo que desempeñar de
aplastar toda comunidad de hombres libres e iguales, por lo que no puede
esperarse nada diferente de él. En oposición a Marx, considera que el Estado no
funciona mal porque esté gestionado por burgueses o capitalistas, sino que es
lo que es por su génesis y desarrollo histórico, por lo que no puede ser nunca
una palanca de emancipación social.
De una forma más pragmática y
sencilla, Malatesta recordaba en primer lugar que la palabra Estado significaba
para los anarquistas prácticamente lo mismo que gobierno: es lo que quiera
expresarse cuando se habla de "…la abolición de toda organización política
fundada en la autoridad y de la constitución de una sociedad de hombres libres
e iguales, fundada sobre la armonía de los intereses y el concurso voluntario
de todos, a fin de satisfacer las necesidades sociales". No obstante,
Malatesta también señalaba, huyendo de todo tecnicismo filosófico y político,
que tantas veces quería equipararse los términos de Estado y sociedad, cuando
se aludía a una colectividad humana reunida en un territorio determinado; es
por esto que los adversarios del anarquismo, confundiendo a propósito Estado y
sociedad, consideran que los ácratas desean la ruptura con todo vínculo social.
Otra confusión estriba en
cuando se entiende el Estado como la administración suprema de un país, es
decir, un poder central distinto del provincial o del municipal, y se aboga por
la descentralización territorial; en este caso, el principio gubernamental
puede quedar intacto, por lo que no hablamos obviamente de una sociedad
anarquista. De un modo mucho más genérico, como "estado", también es
sinónimo de régimen social", Malatesta consideraba que era bueno era
referirse mejor en el anarquismo a una sociedad sin gobierno, entendido éste
como una élite de gobernantes; ésta, está constituida por aquellos que
poseen la facultad, en mayor o en menor medida, de servirse de la fuerza
colectiva de la sociedad (física, intelectual o económica) para obligar a todo
el mundo a hacer lo que favorece sus designios particulares. Así, expresado de
un modo muy sencillo por Malatesta lo que se rechaza en el anarquismo es el
principio de gobierno, que es lo mismo que el principio de autoridad.
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