Mucho se ha escrito y
discutido sobre la existencia o no de una organización terrorista anarquizante
en la Andalucía del XIX, conocida popularmente como la Mano Negra
The Social Science Post // “En Andalucía,
los habitantes son en su inmensa mayoría simples labriegos que solamente tienen
temporal y precaria ocupación y viven el resto del año sumidos en la miseria y
la inacción por falta de trabajo remunerado. Sus mujeres e hijos no encuentran
tampoco trabajo y todos ellos, amontonados en las ciudades o los pueblos
grandes, viven de la caridad pública (…) en un estado miserable de hambre, lo
cual no se corresponde a la fertilidad del suelo, y no es, desde luego,
motivado por su pereza” (CAMPOMANES, Cartas político económicas, c.
III).
Mucho se ha escrito y
discutido sobre la existencia o no de una organización terrorista anarquizante
en la Andalucía del XIX, conocida popularmente como la Mano Negra. Supuestamente, la
susodicha es la responsable de la inestabilidad política en el sur de España
durante todo el mencionado siglo, plagando de atentados el campo y la ciudad
andaluza decimonónica. No dedicaré por tanto más tiempo a dicha discusión, sino
a realizar un relato de los hechos a la misma atribuidos y a su contexto más
próximo.
Así, podríamos
comenzar por establecer los orígenes ideológicos de los movimientos campesinos
andaluces. Para ello, resulta imprescindible nombrar a aquel que votase, allá
por 1823, la destitución en Cortes de Fernando VII, don Joaquín Abreu, quién más tarde, en
1831, habría conocido en Francia a Carlos
Fourier, un utopista que influyó de manera decisiva en su pensamiento. A
su regreso a España, Abreu se dedicó a la difusión de sus ideas en El
Eco de Madrid, y en su entorno más cercano, en la ciudad de Cádiz.
No se puede descartar
su influencia en los acontecimientos que se sucederán entre finales de los años
treinta y mediados de los cincuenta en la provincias de Cádiz, Sevilla y
Huelva, donde de forma aislada pero sucesiva se producen levantamientos
violentos, ocupaciones de tierras y reparto de las mismas, así como de ganado,
todos ellos abortados, en ocasiones con la intervención del ejército. Resulta
complicado, por su dispersión y falta de uniformidad, establecer patrones
comunes o causas directas que los provocasen, sin embargo sí parece haber sido
determinantes la desamortización de Mendizábaly la sublevación de La Granja. También, las leyes agrarias de Carlos III podrían estar
detrás del descontento del campesinado andaluz.
Más tarde tendría
lugar la última gran desamortización, la de Madoz, en mayo de 1854, a lo que seguiría meses más tarde el
levantamiento originario de la revolución liberal, que daría origen al conocido
como bienio progresista. Inmediatamente se producen las primeras detenciones de
las que tenemos constancia en relación con los sucesos de las dos décadas
anteriores, acusados de formar parte de una asociación secreta y de subversión
del orden social establecido.
En 1857, se constata
un nuevo levantamiento en la provincia de Sevilla, éste mejor documentado que
los anteriores. Unos ciento cincuenta trabajadores entran a plena luz del día
en El Arahal y Utrera de forma simultánea,
tomando por sorpresa a la Guardia Civil hasta tal punto que accedieron sin
violencia al archivo municipal, que destruyeron en parte, así como el de alguna
escribanía. Estos hechos, condenados por los partidos políticos, que no
alcanzaban a darles explicación, según parece, eran vox populi, y
fueron inmediatamente denunciados y perseguidos por el Ejército y la Guardia
Civil, dando caza a la mayoría de los partícipes en la serranía de Ronda. Todos ellos fueron condenados a
muerte por el Consejo de Guerra, siendo fusilados sus líderes de acuerdo con el
fallo. No sucedería así con aquellos que fueron detenidos más tarde,
sentenciados en la misma medida por el tribunal, pero que gracias al clamor
popular y a la intercesión de los partidos que reclamaron clemencia a la Reina,
vieron como la pena de muerte les fue conmutada. Más tarde, la autoría
intelectual sería atribuida a una organización, supuestamente comunista,
descubierta en el Arahal.
Como vemos, hasta
ahora toda la actividad registrada aquí se halla circunscrita a Andalucía
occidental, si bien no se limita a ella. Sí lo hace, sin embargo, al área
localizada al sur del río Guadalquivir. Esto responde a las características
geográfico-climáticas que hacen de esta zona el entorno agrario por excelencia
de la región, frente a un norte minero y pecuario altamente despoblado. Así,
observamos cómo cerca de Antequera se
subleva el albéitar de la localidad, a consecuencia de una condena dictada
sobre el mismo por el alcalde de la ciudad en relación a un movimiento popular
sedicioso, otra vez en verano, como ya sucediese en El Arahal y Utrera. Parte
junto con algunos seguidores a la provincia de Córdoba, donde lo encontramos
días más tarde rindiendo al cuartel de la Guardia Civil y reclamando suministros.
Tras reunir un importante grupo, toma la localidad de Loja, donde subleva al pueblo y planta
cara al Ejército, resistiendo por cuatro días, tras lo que decreta abandonar la
ciudad y huir. Detenido y condenado a muerte, es indultado por el Ministro de
Gobernación. Al ser preguntado por la motivación de sus acciones, este contestó
que lo hacía “contra la monarquía” y por “la democracia”.
Con la sublevación de
la leva en 1868 y una nueva revolución, conocida esta como La Gloriosa, se
suceden desde el mismo día siguiente los alzamientos campesinos y la toma de
tierras adquiridas por la burguesía tras las sucesivas amortizaciones en la
provincia de Cádiz primero, Huelva y Sevilladespués, y, de forma más
excepcional, Málaga y Córdoba, aconteciendo en numerosas ocasiones
en las mismas localidades que en el segundo cuarto del siglo. La reacción de
los terratenientes no se hizo esperar, negándose a desempeñar cargos públicos y
manifestando su enemistad con la Revolución; a ello siguió la del Gobierno,
enviando al Ejército en defensa de los propietarios, que desalojaron a los
campesinos de las tierras ocupadas y disolvieron las milicias que había
participado en la consecución de la Revolución, a las que desarmaron no sin
resistencia.
De esta forma
quedaron sofocadas las diferentes revueltas que, sin embargo, volverían el año
próximo a la provincia Cádiz, una vez más en verano, tras conocerse la
continuidad de la monarquía, si bien en una nueva dinastía, por la decisión
tomada en las Cortes constituyentes. El mismo general Prim afirma la
coordinación y gran madurez de los insurrectos, a quienes reconoce como “gente
del campo” armada, frente a la desorganización de la anterior revuelta y la
participación en ella de parte del proletariado urbano, al menos del gaditano.
Esta sucesión de contratiempos y desengaños pudo llevar al pueblo andaluz a
renegar de los cauces políticos establecidos, siendo fundamental para allanar
el camino a la entrada del anarquismo.
Además, en 1868 el
italiano Giuseppe Fanelli ya
había hecho su aparición en España, sembrando el germen de lo que aquí sería el
anarquismo. Sus ideas no tardaron en impregnar la mente de quienes las habían
escuchado, creyéndose iluminados por una verdad absoluta. En poco tiempo, estas
llegaron a Andalucía, donde surgieron nuevos grupos en Arahal, Lora del Río y
Arcos de la Frontera, a los que siguieron otros en la provincia de Cádiz y en
las pequeñas poblaciones del bajo Guadalquivir. La ideaera llevada
de pueblo en pueblo por voluntarios que se ofrecían para transmitirla. Hacían
reuniones, escuelas nocturnas para enseñar a leer, propaganda antirreligiosa,
se fomentaba la comida vegetariana y la abstención alcohólica, llegándose en
ocasiones a prohibir el tabaco.
A raíz de la
expulsión de Bakunin y
sus simpatizantes de la Internacional, éstos decidieron reunirse quince días
después en Saint-Imier, en el cantón del Jura suizo. Allí asistieron los
delegados españoles González Morago y Farga Pellicer, quienes volvieron
entusiasmados y se apresuraron a convocar un Congreso Regional que habría de
celebrarse el 26 de diciembre de 1872 en el teatro Moratín de Córdoba, al cual
asistieron 54 delegados representando a los miembros de 236 federaciones
locales y 516 sindicatos. Las conclusiones de Saint-Imier fueron aprobadas por unanimidad, dando lugar a la
primera organización puramente anarquista en España, declarándose las secciones
locales y sindicales “soberanamente independientes”, perfectamente libres de
renunciar cuando gustasen a su adhesión a la Federación.
Pero en este mismo
periodo, los bandoleros,
héroes populares hasta entonces, se vuelven ahora contra los propios
campesinos. Ante la venta de las tierras comunales, la presión de los mismos
era creciente, una situación a la que había que ponerle freno. Así, entre 1868
y 1873, cada vez que un bandolero era detenido, los caciques forzaban su
liberación para ponerlos a trabajar a sus órdenes, actuando como represores de
aquellos que protestaban, generando un percance terrible contra los intereses
de los mismos.
Como contraprestación
al cambio de bando de los bandoleros, a partir de 1870 comienzan a unirse con
las organizaciones obreras pequeños arrendatarios y aparceros, que a menudo se
veían obligados a buscar trabajo asalariado para complementar sus ingresos,
viéndose en una situación similar a la de los jornaleros, quienes habían
protagonizado hasta entonces sus protestas, rechazando el trabajo a destajo y
pidiendo el aumento del salario. Esta asociación fortaleció notablemente la
lucha campesina. Sin embargo, muchos de ellos se veían obligados a buscar
trabajo fuera de sus municipios, por lo que se veían distanciados de los
intereses de los jornaleros. En Córdoba, en muchas asociaciones campesinas se
modificó la definición de trabajador para que pudiesen participar pequeños empresarios
empobrecidos, limitándose el acceso a aquellos que poseyeran menos de dos o
tres hectáreas de tierra, quedando el resto excluido.
Con la llegada de la
I República, Sevilla, Cádiz, Jerez y Málaga se declaran independientes. Del
mismo modo hicieron, aunque sin éxito, Córdoba y Jaén. Los cantonalistas compartían muchos
puntos con los anarquistas, como
el anticlericalismo, manifestado en Sevilla con la conversión de la catedral en
un café. Sin embargo, estos no tuvieron suficientes apoyos y, en el mes de
julio, el general Pavía entró
en Sevilla con un puñado de tropas, y con una mezcla de tacto y de firmeza
restableció el orden en Andalucía.
Tras el fracaso de la
I República, el 10 de enero de 1874, se decretó la disolución “por motivos de
seguridad” de la Asociación
Internacional de Trabajadores en España. Esto devolvió a la
clandestinidad a los asociados, que crearon pequeñas sociedades secretas. En
Jerez, la muerte de perros de guardia se extendió por la zona para que estos no
pudieran ladrar a su paso, camino de las secretas reuniones nocturnas. Este
periodo acabó en 1881 con la llegada al poder del gobierno liberal de Sagasta, legalizando los sindicatos y
las organizaciones obreras. Al año siguiente, en 1882, se celebró un nuevo
congreso en Sevilla, ante la perspectiva de pasar a la legalidad, limitando la
lucha al debido uso de la huelga. Sin embargo, se presentaba un problema. La
huelga, para realizarse efectivamente, necesitaba de un fondo económico para
subsistir, algo que muchos campesinos andaluces no se podían permitir. Se buscó
una forma de conciliación, pero un grupo autodenominado ‘los desheredados’,
compuesto por varias secciones de Jerez y Arcos de la Frontera, abandonó la
Federación en defensa de la lucha violenta. Además, a esta situación había que
añadir la particularidad de la huelga en el campo en época de cosecha, ya que
no supondría quedarse sin comer unas horas o días, sino probablemente el resto
del año.
En esa época, en
la cárcel de Jerez había
más de cuatrocientos presos por asesinato o asociación ilícita en relación con
los sucesos del campo, escogidos según parece arbitrariamente de entre los
miles de militantes con que contaban las más de ciento cincuenta federaciones.
Condenados por pertenencia a una organización secreta, por haber participado de
sus acciones o de su presunto jurado popular, muchos fueron ajusticiados y
otros muchos perecieron allí. La represión fue grande, pero hasta final de
siglo se tiene constancia de nuevos levantamientos, como el de Jerez de 1891,
motivado por la huelga de
Barcelona, en la que en nombre de la revolución social los campesinos en
armas tomaros la ciudad durante algunas horas, hasta que fueran desalojados con
gran violencia por la policía y condenados a trabajos forzosos.
Bibliografía
–
DÍAZ DEL MORAL, Juan. Historia de las agitaciones campesinas andaluzas:
Córdoba. Alianza, 1967. Madrid
–
MALEFAKIS, Edward. Reforma agraria y revolución campesina en la España
del siglo XX. Ariel, 1972. Barcelona
–
BERNALDO DE QUIRÓS, Constancio. El espartaquismo agrario andaluz. Turner,
1971. Madrid
–
BERNAL, Antonio Miguel. La propiedad de la tierra y las luchas agrarias
andaluzas. Ariel, 1977. Sevilla
–
KAPLAN, Temma. Orígenes sociales del anarquismo en Andalucía:
capitalismo agrario y lucha de clases en la provincia de Cádiz, 1868-1903. Crítica,
1977. Barcelona
–
BRENAN, Gerald. El laberinto español: antecedentes sociales y políticos
de la Guerra Civil. Ruedo Ibérico, 1970. París
[Artículo publicado originalmente en The Social Science Post]
No hay comentarios:
Publicar un comentario