En primer
lugar queremos agradecer inmensamente todo el apoyo que hemos recibido, tanto
de nuestros familiares y amigos, como de toda la gente que se ha organizado
para ayudarnos de una u otra manera, tanto en la calle, como en los medios de
comunicación, de manera individual y de manera colectiva. Nos llena de emoción
y es lo que nos hace mantenernos fuertes. De verdad, gracias.
Queremos
decir que estos días han supuesto una experiencia difícil; hemos sido detenidos
y posteriormente encarcelados por realizar nuestro oficio, por representar la
obra que, con tanta ilusión y trabajo, habíamos creado. Hemos sido difamados
por algunos medios de comunicación mientras permanecíamos en prisión y ahora
estamos sintiendo las heridas que han abierto en nuestros seres queridos.
Con nuestra
obra no pretendíamos aleccionar a nadie y muchos menos a los niños y niñas,
sino tan sólo contar una historia de ficción que por desgracia tiene muchas
similitudes con la realidad que nos ha tocado vivir estos días. Nosotros no
somos todo lo que cada títere pueda decir o le pueda ocurrir en cada escena. Es
importante subrayar que la obra de títeres que representamos el pasado viernes
era una sátira. Con ella pretendíamos reflexionar sobre algunas situaciones, a
nuestro juicio injustas e inmorales, que se dan hoy en día en nuestra sociedad.
Y lo queríamos hacer, además, recuperando a don Cristóbal, ese oscuro personaje
tradicional que rondó los teatrillos populares de este país hasta que llegó la
guerra civil, esa que acabó con muchas cosas, como con el propio don Cristóbal,
o con la libertad de expresión.
Esa
libertad de expresión que creíamos que era un derecho fundamental, la misma que
permite decir las cosas que al de al lado no le gustan, o no le apetece oír, o
incluso le horroriza escuchar. Porque la libertad de expresión no es el derecho
de decir sólo lo que uno quiere escuchar. Quien la entienda así, en realidad no
cree en ella.
No
pretendíamos ofender a nadie con nuestro espectáculo y por eso advertimos al
público antes de comenzar de que los personajes realizaban actos atroces y
violentos. A las personas que decidieron quedarse y se sintieron ofendidas les
pedimos disculpas pues esta nunca fue nuestra intención, como tampoco lo fue
enaltecer el terrorismo, ni incitar a la violencia o al odio.
Tan solo
nos queda destacar la preocupación que sentimos ahora. Que sentimos nosotros,
Alfonso y Raúl, pero también todos y todas las que inventamos historias, las
que les damos forma, y las que las interpretamos. La preocupación de que un día
llegue don Cristóbal con su cachiporra y nos golpee, como hizo el otro día,
porque no le gustó la función.
Alfonso y
Raúl
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