La conquista de Málaga en 1937 adelantó aquí el establecimiento del régimen de Franco, que duraría treinta y ocho años
Los datos disponibles, muestran la envergadura de la crisis económica que afectó a la provincia durante los años de la Autarquía: en la agricultura, abortados los elementos dinamizadores de los años veinte, los niveles de producción de antes de la guerra no volvieron a recuperarse hasta pasado 1960. Incapaz de transformarse, el agro malagueño siguió sometido a las tensiones derivadas de una sobreoferta de trabajo y de una desequilibrada estructura de la propiedad. Además, la política económica autárquica resultó especialmente lesiva para los intereses de la agricultura de exportación y para las actividades industriales necesitadas de inputs e insumos intermedios procedentes del extranjero.
En los primeros años, coincidentes con la II Guerra Mundial, el régimen mostró su carácter netamente fascista en el modelo de Estado, de organización política, de partido único, encuadramiento de la población (Sección Femenina, Frente de Juventudes, Sindicato Vertical, etc.), y en la simbología, o en las conmemoraciones. Un régimen fascista que además era confesional, siguiendo el espíritu de cruzada de la Guerra Civil, y que obtuvo una estrecha colaboración de la jerarquía eclesiástica en todos los aspectos de la vida política y social. Pero, pese a la omnipresencia del partido único en la vida social y política de la ciudad y la provincia, el vértice del poder, como en la Restauración, volvía a ser el gobernador civil, representante del Estado. El partido, así, quedó relegado al control, nada despreciable, de la prensa, la propaganda y los sindicatos. Junto al gobernador, el obispo de la diócesis, que volvía a disfrutar de una posición de privilegio que Franco concedió a la Iglesia Católica en la enseñanza, las normas de moral pública, o en la política social y de beneficencia. La presencia en Málaga de Angel Herrera Oria desde 1947 reforzó aún más si cabe este papel, por su influencia política.
La represión nacionalista en Málaga fue la más virulenta de toda España, y alcanzó la cifra de 2.537 personas (Nadal), sin que hasta hoy sepamos cuantas personas murieron en la huida por la carretera de Almería. Centenares de republicanos, socialistas, anarquistas y comunistas sufrieron cárcel, trabajos forzosos y campos de concentración. Menudearon las venganzas y delaciones, y los funcionarios, maestros y profesores sospechosos fueron depurados y expulsados. Los más afortunados, si no fuera por el desarraigo, pudieron marchar al exilio, como Gómez Chaix, Armasa, Enrique Ramos o Baeza Medina.
Como consecuencia de la Guerra Civil, Málaga se vio inmersa en una situación social y económica depresiva, con altas cifras de desempleo y bajos salarios, racionamiento por la carestía de alimentos y medicinas, epidemias como el tifus, mendicidad infantil, que configuraban lo que pasaría a la memoria histórica como "los años del hambre". Sin embargo, determinadas autoridades y funcionarios se beneficiaron de la situación controlando un floreciente mercado negro, el famoso "straperlo".
El franquismo tuvo en la represión, durísima en los años 40, y más selectiva después, una de las claves de su larga permanencia hasta 1975. Sin embargo, las fuerzas políticas de izquierda, socialistas, anarquistas y, sobre todo, comunistas, trataron de mantener una actividad opositora con enormes dificultades, limitaciones y desarticulaciones periódicas que frustraban cualquier labor continuada. En la Axarquía y la Serranía de Ronda, la guerrilla mantuvo una actividad esporádica apoyada en la población civil hasta su desarticulación en 1952.
El aislamiento internacional de España después de 1945 complicó aún más la recuperación económica y social. En estos años se forja una característica constante del franquismo: su ilegitimidad, se demostraría mediante la eficacia de sus realizaciones. Un sinnúmero de ellas en viviendas, escuelas, obras públicas de infraestructuras, o prestaciones sociales, jaleadas por una prensa fiel mostraban las bondades del orden franquista frente al denostado legado del siglo XIX y la República.
En la década de los años 50, con el reconocimiento internacional, y una tímida mejora económica se pudo recuperar la situación anterior a la Guerra Civil. En 1950, Gerald Brenan contempló todavía la miseria, la prostitución y el mercado negro en las calles de Málaga, aunque la ciudad le dio la impresión "de alegría, de vitalidad". Torremolinos y Marbella empezaban a ser visitados por los turistas americanos, y la VI Flota recaló desde entonces habitualmente en el Puerto de la ciudad.
El franquismo tuvo que afrontar entonces un cambio "cosmético" (Fusi,1998) que limase los rasgos fascistas de la etapa anterior (el saludo fascista fue suprimido en 1945) y facilitase el giro prooccidental de su política exterior. Paralelamente, se afianzó la influencia de la Iglesia como soporte del régimen -el nacionalcatolicismo-, las instituciones creadas cobraron mayor protagonismo, y se inició una tímida liberalización económica.
El aislamiento internacional de España después de 1945 complicó aún más la recuperación económica y social. En estos años se forja una característica constante del franquismo: su ilegitimidad, se demostraría mediante la eficacia de sus realizaciones. Un sinnúmero de ellas en viviendas, escuelas, obras públicas de infraestructuras, o prestaciones sociales, jaleadas por una prensa fiel mostraban las bondades del orden franquista frente al denostado legado del siglo XIX y la República.
En la década de los años 50, con el reconocimiento internacional, y una tímida mejora económica se pudo recuperar la situación anterior a la Guerra Civil. En 1950, Gerald Brenan contempló todavía la miseria, la prostitución y el mercado negro en las calles de Málaga, aunque la ciudad le dio la impresión "de alegría, de vitalidad". Torremolinos y Marbella empezaban a ser visitados por los turistas americanos, y la VI Flota recaló desde entonces habitualmente en el Puerto de la ciudad.
El franquismo tuvo que afrontar entonces un cambio "cosmético" (Fusi,1998) que limase los rasgos fascistas de la etapa anterior (el saludo fascista fue suprimido en 1945) y facilitase el giro prooccidental de su política exterior. Paralelamente, se afianzó la influencia de la Iglesia como soporte del régimen -el nacionalcatolicismo-, las instituciones creadas cobraron mayor protagonismo, y se inició una tímida liberalización económica.
La década de los 60 supuso para el país una etapa de cambios económicos y sociales espectaculares que, paradójicamente, lejos de consolidar al régimen franquista, abrieron la dinámica del cambio político. El despegue turístico de la Costa de Sol situó a Málaga como destino vacacional de la élite social, cultural y política mundial. El crecimiento económico, sin embargo, fue muy desequilibrado. La terciarización se alcanzó sin apenas haber avanzado previamente un mínimo desarrollo industrial -la iniciativa pública casi no se interesó por el sector secundario malagueño; la inversión privada siguió ligada a sectores de bajo valor añadido-, mientras que la paralela modernización agraria quedó condicionada por la demanda de mano de obra campesina procedente de otros países europeos, de otras regiones españolas y del propio litoral; en los dos primeros casos, reconvertida en población activa industrial; en el tercero, empleada en la construcción o en las actividades turísticas. Por ello, el proceso se materializó a cambio de unos elevados costes sociales: la emigración y el desarraigo de muchos malagueños, y la especulación urbanística, que dañó irreversiblemente el paisaje urbano y de la Costa.
A finales de la década, un clima de mayor tolerancia -siempre vigilada- permitió la aparición de parcelas críticas, como la del Ateneo o la Semana de Cine de Autor de Benalmádena. La lucha sindical clandestina cobró fuerza entonces con la aparición de las Comisiones Obreras y los primeros conflictos obreros. El Concilio Vaticano II, por otra parte, contribuyó decisivamente a romper el principal soporte de legitimidad del franquismo desde la Guerra Civil: sectores progresistas de la Iglesia pasaron también a la oposición contra el régimen.
La crisis política se acentuó en los años 70. La creación de la Universidad, un nuevo logro del régimen, alumbró un foco de protesta y reivindicación democrática que se uniría al activo movimiento obrero. La misma legitimidad institucional se ponía en entredicho con las impugnaciones de las elecciones municipales de 1970 y 1973. Y, sin embargo, la represión seguía funcionando con eficacia en la desarticulación de organizaciones políticas y sindicales, y en la detención de sus líderes.
Aún así, la década de los 60 había cambiado la sociedad malagueña en todos los sentidos. Socialmente, ampliando el estrato de la clase media y cambiando su mentalidad con los nuevos hábitos de consumo, culturales, informativos y de ocio en los que el turismo tuvo un papel fundamental. Políticamente, generando una nueva actitud caracterizada por la demanda generalizada de un tránsito pacífico a la democracia, reflejada en la reaparición de los partidos y sindicatos de izquierdas y del movimiento estudiantil.
La muerte de Franco y la restauración de la monarquía abrió nuevas espectativas para el cambio político en España: se iniciaba así un complejo y difícil tránsito lleno de incertidumbres que desembocaría, finalmente, en la recuperación de la democracia.
Fuente:http://servicios.diariosur.es/fijas/esp/malagasigloxx/elfranquismo.htm
jueves, 1 de marzo de 2012
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