Se cumplen 31 años de los sucesos de febrero de 1981 y vuelven a prodigarse los relatos que glosan la grandeza del rey español, salvador de la democracia frente a los golpistas. El ritual del aniversario se renueva y se repite la historieta de buenos y malos convertida en incuestionable. La transición hacía aguas, la economía naufragaba, el pérfido terrorismo y los insaciables nacionalismos «periféricos» ponían en peligro la unidad de España y unos cuantos nostálgicos del franquismo decidieron liquidar la incipiente democracia, pero no lo lograron porque Juan Carlos Borbón les hizo frente e impuso el respeto al estado de derecho.
Ya lo decía la letra del «Tanguillo del golpe»: «¡Qué nochecita pasamos los españoles, vaya una gracia!/ si el Borbón no lo remedia,/ nos quitan la democracia,/ las huelgas los sindicatos y hasta la Constitución.»
Sea con aire de tanguillo, vendido como sesudo trabajo académico o como promocionadísimo best seller de Javier Cercas, el cuento se basa en una historia de canallas extremistas (terroristas y golpistas) y un héroe equilibrado y equilibrador: el rey. Un relato que persigue la identificación social con cierta interpretación de la historia, y, en el fondo, quiere legitimar el modelo de transición y su consecuencia, esto es, el actual régimen constitucional.
Como ha destacado el analista del storytelling Salmon, con estas repeticiones rituales, más allá de contar una historia, se pretenden orientar flujos de emociones, creando y alimentando un mito colectivo. Porque de eso es de lo que estamos hablando, del mito de la modélica transición y, más exactamente, del mito del golpe involucionista reventado por el Borbón.
Un régimen surgido de la transformación «de la ley a la ley» desde una dictadura como la franquista necesita mitos fundacionales que disimulen su pecado original y ha encontrado en los acontecimientos de febrero de 1981 un filón. La versión oficial de aquellos sucesos convierte en paladín democrático al Borbón designado a dedo por Franco para liderar el posfranquismo, el mismo Borbón que proclamara al ser nombrado sucesor su adhesión a los principios del golpe de 1936 y repitiera los halagos al «Caudillo» tras su muerte. Prodigioso milagro recreado cada año por estas fechas gracias a la reedición del shock provocado por la irrupción de una banda de guardias civiles armados en el edificio del Congreso de Madrid.
A falta de una auténtica ruptura con el franquismo, el 23-F se nos presenta como su espectacular simulacro, en el que la integridad del monarca español y su firmeza brillan frente a la oscuridad de los involucionistas. Borbón renace así purificado, limpio de toda mancha, roto el cordón umbilical de una vez por todas con su promotor, el sanguinario dictador Francisco Franco que se hizo con el poder gracias a la ayuda de Hitler y Mussolini y un baño de sangre de dimensiones colosales.
Las imágenes de Tejero, que han sido vistas por todo el mundo y han creado un «recuerdo compartido», invitan a dar por buena la imagen del golpe televisado, cuando lo cierto es que la verdadera naturaleza de lo ocurrido el 23 F ha sido deliberadamente ocultada a la opinión pública. Cuanto más se repiten las mismas imágenes, más cerrojos se cierran sobre el (auto)golpe de timón que el estado posfranquista dio a la reforma.
Más allá del mito, una reforma de la reforma. Recientemente, «El País» publicaba un texto sobre «la intentona golpista del 23-F que desbarató el Rey» en el que se afirmaba que «los hechos han quedado esclarecidos en su casi totalidad». Y es cierto que los hechos se han ido desvelando y hoy en día cualquier persona con interés puede acceder a testimonios, documentos y estudios que permiten hacerse una idea cabal de qué sucedió realmente.
Esta información, sin embargo, lejos de retratarnos a un monarca antigolpista, cuestiona de raíz la versión oficial y nos presenta una trama turbia surgida de las propias entrañas -o cloacas, como se prefiera- del Estado. Los datos que han ido aflorando en estos 31 años, muchas veces como consecuencia de rencillas, venganzas o desaires en el mundo de los servicios secretos españoles han confirmado el análisis de quienes definieron aquello desde el primer momento como un autogolpe.
Estos servicios secretos y otros poderes fácticos tuvieron un protagonismo decisivo en la generación del ambiente de inestabilidad que antecedió al numerito de Tejero, alimentaron la sensación de caos, acosaron a Adolfo Suárez desde todos los frentes y fabricaron y utilizaron hábilmente la amenaza de un golpe militar cuyo objetivo sería poner fin a la transición. Pero no sólo eso, tuvieron que ver con la preparación del autogolpe, su ejecución, su reconducción y su posterior encubrimiento.
Conviene recordar que el Ejército español no había sido llevado a rastras a la reforma, sino que era uno de sus protagonistas a la vez que gendarme. Franco, que fue quien diseñó las claves del escenario posfranquista, se encargó de garantizar el apoyo de las Fuerzas Armadas españolas a su sucesor y nadie cuestionó seriamente ese aval. En 1981, el Ejército no quería volver atrás y, en todo caso, ni los poderes económicos ni los padrinos internacionales se lo hubieran permitido. Lo que estaba sobre la mesa era la utilidad de la amenaza del golpe para poner límites a la transición y, como ocurrió tras el 23F, reorientarla.
Hubo una operación cívico-militar, por usar terminología de documentos de inteligencia de aquellos tiempos, para desalojar a Suárez de la jefatura del Gobierno y marcar una nueva agenda que supusiera la corrección del rumbo de la reforma. No es que el líder de la UCD fuera un peligroso rupturista, pese a que como tal llegó a ser presentado, sino que su tiempo había terminado y era preciso reajustar la marcha de la transición, abriendo el paso a un nuevo tiempo de reconversiones económicas, recortes del proceso autonómico y nuevos bríos en la acción represiva y de guerra sucia. Un nuevo tiempo que más tarde iba a ser liderado por el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra, un partido que, a diferencia de UCD, no podría ser considerado una prolongación del franquismo.
La dimisión de Suárez, lejos de frenar esa operación, terminaría por hacerla estallar. Tejero, enredado en aquellas tramas aunque posiblemente desconocedor de todo su alcance, iba a crear el shock, la fase explosiva del golpe, por usar términos de un destacado agente de los servicios secretos españoles. Después llegaría la acción de salvación que culminaría con un nuevo pacto de estado fruto de un consenso entre partidos y el Ejército, apoyado por los demás poderes y agentes sociales y que marcaría el inicio de un nuevo tiempo político.
Pero no es lo mismo escribir un guión que llevarlo a la práctica. Tejero se enrocó, se negó a facilitar el paso a la solución prevista y con este inesperado giro el proyecto se fue al garete. El plan se hubo de reinterpretar. No habría gobierno de concentración y tendrían que gestionar de otro modo el shock, pero esto sólo sería posible sacrificando algunas piezas para evitar la implicación de ciertos poderes del estado y del propio monarca.
Así, Tejero, Armada, Milans y otros como San Martín, el hombre de inteligencia de Carrero Blanco, se convertirían en los líderes de un golpe involucionista felizmente abortado por el rey Borbón. Algunos de ellos podían haber sido los paladines de la nueva etapa democrática tras la catarsis, pero terminaron juzgados por apadrinar un golpe de estado.
30 años después, la obstinación en ocultar a la ciudadanía la realidad de aquellos hechos es sumamente preocupante, porque evidencia la voluntad de seguir recurriendo al mito para manipular. Y, lo que es mucho peor, cada año nos recuerdan su resistencia a afrontar una verdadera ruptura con el franquismo.
http://boltxe.info/?p=26785
Más información:
Estado Español
Memoria histórica
Opinión
http://www.kaosenlared.net/noticia/23-f-treinta-anos-mitos-para-encubrir-autogolpe
Os recomiendo que leáis también el artículo de Amadeo Martínez Inglés ( El golpista en palacio), que aparece en la misma publicación.
Y acabo de encontrar otro artículo que creo que os interesará:
El rey que jamás dio golpe
(Un artículo del periodista Carlos Tena).- Cae sobre nosotros otro aniversario de aquella intentona de golpe de estado, conocida ya popularmente por las siglas 23-F. Son días en los que en todos los medios de que dispone la prensa del corazón, despliegan a sus hagiógrafos con la sana intención de paliar las sospechas y mala fama de un monarca, que aprovechó la asonada que habían urdido sus padrinos y mentores (Alfonso Armada y Miláns del Bosch), para que la sociedad española imaginase que el descendiente del Borbón no juró jamás los principios del Movimiento Nacional (22 de Julio de 1969), base de la política que han venido desarrollando, con mayor o menor saña, los diferentes gobiernos españoles, desde el de Adolfo Suárez hasta el de José Luís Rodríguez Zapatero.
El 90% de esos profesionales ofrecen a las nuevas y más veteranas generaciones, una visión heroica del jefe del estado, ante lo que pareció una rebelión militar en la línea más zarzuelera, que hoy se nos pretende entregar hoy como un hito, en el que el Borbón reinante mostró al mundo su verdadero rostro: un demócrata de la planta de los pies al cabello ensortijado. Ejem…
Los acontecimientos acaecidos tras el Tejerazo, demostraron no obstante que los terroristas del régimen, que habían campado alegremente en los predios de Fraga, Martín Villa, Rodríguez Sahagún y Rosón, mantuvieron el mismo poder bajo el mando del delincuente Barrionuevo y sucesores. Interior era (y no hay datos que demuestren lo contrario en la actualidad) un cubículo donde la extrema derecha hacía y deshacía a su antojo, manejando millones de pesetas (euros hoy), procedentes de los célebres Fondos Reservados, cuya utilización no se analiza, discute o revela en el Parlamento, siquiera en sesiones cerradas.
Pero lo intolerable para la prensa del corazón no se refiere a tales asuntos. Para los medios oficiales fue que el monarca tuviera que tragarse, casi al completo, el hermoso himno vasco Eusko Gudariak.
En efecto, el 4 de febrero de 1981, el sucesor de Franco se encontraba de visita en Euskal Herria. El escenario no era otro que la Casa de Juntas de Gernika, precisamente la villa que masacró a bombazo limpio la aviación hitleriana, por órdenes del padrino espiritual del rey, donde este comenzó a pronunciar un discurso ante los parlamentarios de la CAV (Comunidad Autónoma Vasca). Con las primeras palabras, los representantes de HB y LAIA se pusieron en pie, puño el alto, y comenzaron a entonar aquel cántico, siendo desalojados sin contemplaciones por Los Hombres de Berrozi, (la Ertzaintza todavía no creada), a quienes prestó ayuda un servicio de orden formado por militantes del PNV (mesnada dudosamente legal), que supieron velar en todo momento por la seguridad del Borbón durante el acto oficial*.
La monarquía no podía consentir que, ante las mismas cámaras de la RTVE, se produjera tal demostración de independentismo y dignidad, por parte de los representantes de una buena parte de la sociedad vasca, que sin duda lamentaba las acciones de ETA, pero se negaba a condenarlas, hasta que se dieran las condiciones imprescindibles para asegurar que España se constituía en un país de derecho, cosa que aún no se ha demostrado fehacientemente.*
Aquella muestra fue la gota que colmó el vaso. El Jefe del Estado y su equipo de asesores y expertos en dramaturgia, diseñaron cuidadosamente, en solo dos semanas, el esperpento más fantástico del teatro español de los últimos años.*
Sin embargo, en libros de texto, en miles de ejemplares de diarios y revistas, se afirma que el rey detuvo el intento de golpe de estado. Los milagros de Fátima y Lourdes también disfrutan de millones de fieles, de creyentes cuya mística supera a la los mismos Santa Teresa de Jesús y su amante Juan de La Cruz, por cierto también santificado. Hay incluso quien cree en la beatitud de San Simeón el Estilita o el atractivo de las danzas de San Pascual Bailón, entre zarzas y ortigales.
Con un rey gastado físicamente, no por la edad (ahí tenemos a Santiago Carrillo, lúcido y sereno a sus 96 años), sino por su tendencia a pasear frecuentemente por la alegría de la huerta, cuyo bagaje cultural se resume en el Playboy y un libro de Monseñor Escrivá de Balaguer; con un príncipe anhelando jurar la Constitución como heredero borbónico, con idéntica convicción como animó a su padre a hacer lo propio con los Principios Fundamentales del Movimiento Franquista; con unas infantas que nunca serán reinas (para la Corona, son simplemente mujeres), la monarquía precisa, más que nunca, de un decidido apoyo mediático.
La campaña que dio comienzo hace 34 años, aceleró de improviso en Mayo de 2010, cuando se le extirpó al monarca un tumor pulmonar, llegando al clímax en estos días de recordatorio, con un titular de El Mundo, más propio de un espacio donde Belén Esteban fuera protagonista, que un periódico que blasona todavía de profesionalidad, rigor y seriedad. Decía así: Bahrein reprime a manifestantes que quieren un rey como Juan Carlos.
Hoy, 20 de febrero, El País riza el rizo; convencer a quienes aún dudan de la participación del monarca en la intentona del 23-F, luciendo en su portada: El Rey me puso en alerta: ¡Cuidado con Armada¡, palabras que supuestamente pronunció el Borbón ante Francisco Laína (el presidente provisional más breve de la historia española), que en el mejor estilo Cuéntame, añade que El Rey lloró al oír las escuchas sobre su ex tutor. Snif…
Resulta curioso que Arturo Pérez Reverte, que definió a Miguel Ángel Moratinos como un mierda (sic), cuando el ex ministro de Exteriores derramó una furtiva lágrima al ser sustituido en el cargo por una miembra de la Trilateral, estudiante de sevillanas (aunque malagueña), no haya aplicado el mismo epíteto al rey, que lloró (no lo dudo), aunque no sepamos a ciencia cierta si fue de pena o alegría. Quien no solloza, sino más bien sonríen, o carcajean, son los millones de personas que dudan de la honestidad real, con toda la razón, en aquellas tensas horas, cuando Alfonso Guerra y Felipe González conocieron de cerca, a solo milímetros de su nariz, el aroma y textura de la moqueta del hemiciclo.
Sin embargo, la prensa del corazón tienen sus propios recursos a la hora de la manipulación; posee medios en los que no se ha concedido siquiera diez líneas a libros como el escrito por el coronel Amadeo Martínez Inglés, titulado El golpe que nunca existió (Editorial Foca), aunque la denuncia que plantea el jefe militar, en el caso de que resultara cierta, no serviría para juzgar al monarca. La Constitución, gestada tras en 1978, según sus artículos 56 y 64 de la Constitución española de 1978, la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad penal. Idéntica suerte ha corrido nuestro colega Iñaki Errazkin (Hasta la Coronilla (Historia de los Borbones, Editorial Txalaparta), o el titulado La CIA en España, imprescindible obra de Alfredo Grimaldos para conocer el desarrollo controlado de la transición hacia el neo franquismo.
En pleno siglo XXI, pocos medios denuncian en escandaloso hecho de que la democracia que padece el pueblo español, permita que el Jefe del Estado robe, estafe, evada capitales, conspire, asesine o viole, sin que a pesar de las pruebas que hubiere, sea factible enchironarle, aunque sí constatar que sabe aplicar la máxima: Todo está atado, y bien atado. Una lección de libertad, igualdad y fraternidad que arranca lágrimas de emoción y suspiros de España.
Al Hola, Diez Minutos, Interviú, y demás publicaciones al servicio de su majestad Juan Carlos de Borbón & Family, le han salido dos competidores de enorme bajura profesional, aunque de innegable poder de distribución: El Mundo de Pedro Jota y El País de Cebrián. ¿Seguirá el Público de Roures el mismo camino hacia la gloria?
No se pierda los próximos capítulos de la telenovela El Rey que nunca dio golpe.
Notas.-
1.- En los medios de difusión habituales, se ocultó el dato de que el referéndum sobre la Carta Magna de 1978, fue ampliamente rechazado en aquella nación. Conviene recordar al respecto que aquel 6 de diciembre de 1978, en los territorios que después pasarían a formar la Comunidad Autónoma de Euskadi, sólo consiguió reunir 479.205 votos a favor (30% de un total de 1.552.737 ciudadanos con derecho a voto), lo que representa un poco más del 30% del censo. El otro 70% se abstuvo o se manifestó en contra.
2.- En materia de derechos políticos y humanos, la monarquía ha sido llamada al orden por Naciones Unidas en varias ocasiones. La más reciente fue La ley de extranjería 8/2.000 que supone: La negación del derecho de asociación, de sindicación y de huelga a los extranjeros sin permiso de residencia. Viola el Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU y los convenios 87 y 98 de la Organización Internacional del Trabajo, suscritos por España, que garantizan la libertad sindical y la protección del derecho a sindicarse. La negación del derecho de reunión y manifestación viola la Declaración Universal de los Derechos Humanos (artículo 20) y el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, incorporados en la Constitución Española en su artículo 96. Esa ley elimina el dispositivo de garantías jurídicas (tutela judicial efectiva, recurso contra los actos administrativos y asistencia jurídica gratuita). En 2008, el informe que hizo público ayer el Comité de Derechos Humanos de la ONU censura las salvaguardas de los derechos civiles y políticos en el Estado español. Los expertos de Ginebra recomiendan al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, entre otros aspectos, que derogue «definitivamente» el régimen de incomunicación, y muestra su preocupación por el alcance «potencialmente excesivo de las definiciones de terrorismo en el derecho interno», así como por la pervivencia de las denuncias de torturas y la aplicación excesiva de la prisión preventiva a los detenidos.
3.- Existen documentos aún guardados en secreto, cuyo contenido ha servido a diversos autores y periodistas, para plantear serias dudas acerca de la connivencia del monarca en la gestación de la asonada.
Blog de Carlos Tena
http://www.lamonarquia.es/
jueves, 23 de febrero de 2012
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