"Yo no hice nada malo, de verdad"
A Antonia la obligaban a 'pasear' junto a su marido cada vez que lo detenían
Antonia Moncayo fue una de esas mujeres a las que humillaron simplemente por ser mujer. Hoy tiene 90 años y vive para contarlo, pero aún le duele, y mucho, recordar aquellos días amargos. Cada vez que detenían a su marido, Antonio Aranda Arjona, afiliado a la CNT, la obligaban a seguirle hasta el cuartel de Álora (Málaga), donde vivían, para que viesen el espectáculo todos los vecinos. "Encima estuve en la cárcel durante cuatro meses, embarazada de mis mellizas, y de verdad que yo no hice nada malo", afirma. "Claro que no, abuela", la tranquiliza su nieta Paqui Pascual, con quien pasa ahora unos días.
Allí, en prisión, tuvo que dormir en el suelo hacinada con otras mujeres y tenía que despertarlas cuando quería darse la vuelta porque no tenía hueco con la barriga. "Su padre [que pertenecía al bando nacional] le ayudó a salir de la cárcel antes de dar a luz y cuando la vio en ese avanzado estado de gestación empezó a llorar", explica su nieta.
Antonia, que no ha recibido ninguna indemnización ni la va a pedir, no quiere volver a contar ese episodio. Sufre y siente pena cuando lo oye. "Luego tuve que ir a enseñarle a mis hijas a mi marido a través de las rejas", recuerda.
Y después de ese calvario, vino la posguerra. Antonia no sabe qué hubiera sido de ella sin la ayuda "inconmensurable" de su madre y su suegra viudas a su vez. "Que mis hijos sean hoy las persona que son es en gran parte mérito de ellas", añade Antonia. Su marido, tras ser torturado y herido, fue asesinado. Al menos, los falangistas tuvieron el "detalle" de permitirle velar el cuerpo.
Raquel Zugasti, que prepara un libro con este y otros casos, destaca el sufrimiento de estas mujeres: "Ni siquiera les daban trabajo; eso era otra forma de represión".
http://www.publico.es/espana/301364/hice/malo?orden=VALORACION&asc=&aleatorio=0.22938945534900512#comentarios
A Antonia la obligaban a 'pasear' junto a su marido cada vez que lo detenían
Antonia Moncayo fue una de esas mujeres a las que humillaron simplemente por ser mujer. Hoy tiene 90 años y vive para contarlo, pero aún le duele, y mucho, recordar aquellos días amargos. Cada vez que detenían a su marido, Antonio Aranda Arjona, afiliado a la CNT, la obligaban a seguirle hasta el cuartel de Álora (Málaga), donde vivían, para que viesen el espectáculo todos los vecinos. "Encima estuve en la cárcel durante cuatro meses, embarazada de mis mellizas, y de verdad que yo no hice nada malo", afirma. "Claro que no, abuela", la tranquiliza su nieta Paqui Pascual, con quien pasa ahora unos días.
Allí, en prisión, tuvo que dormir en el suelo hacinada con otras mujeres y tenía que despertarlas cuando quería darse la vuelta porque no tenía hueco con la barriga. "Su padre [que pertenecía al bando nacional] le ayudó a salir de la cárcel antes de dar a luz y cuando la vio en ese avanzado estado de gestación empezó a llorar", explica su nieta.
Antonia, que no ha recibido ninguna indemnización ni la va a pedir, no quiere volver a contar ese episodio. Sufre y siente pena cuando lo oye. "Luego tuve que ir a enseñarle a mis hijas a mi marido a través de las rejas", recuerda.
Y después de ese calvario, vino la posguerra. Antonia no sabe qué hubiera sido de ella sin la ayuda "inconmensurable" de su madre y su suegra viudas a su vez. "Que mis hijos sean hoy las persona que son es en gran parte mérito de ellas", añade Antonia. Su marido, tras ser torturado y herido, fue asesinado. Al menos, los falangistas tuvieron el "detalle" de permitirle velar el cuerpo.
Raquel Zugasti, que prepara un libro con este y otros casos, destaca el sufrimiento de estas mujeres: "Ni siquiera les daban trabajo; eso era otra forma de represión".
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