Pozo Alberto, mina Nieves, Cardona. MTI Minas de Cataluña
En mayo de 1937 la Guardia de Asalto intentó ocupar la central de la
Telefónica de Barcelona. Esto provocó un enfrentamiento armado que se extendió
rápidamente por toda la ciudad y otros pueblos de los alrededores de la capital
catalana durante seis días. Esta resistencia era un movimiento de base dirigido
por los mismos organismos revolucionarios que habían propiciado la victoria del
19 de julio: los comités de defensa, los grupos anarquistas, las juventudes y
entidades políticas como el POUM y la Agrupación de Los Amigos de Durruti.
El conflicto entre revolución y contrarrevolución se saldó con la derrota
de la primera por que los comités superiores de la CNT desautorizaron toda
forma de resistencia y pactaron una tregua. La adhesión a la unidad
antifascista exigía continuamente gestos de «responsabilidad» ante las otras
fuerzas. Esto implicaba dejar la revolución para más adelante y dedicarse a
ganar la guerra como decía el lema de los estalinistas, ahora también asumido
por los comités superiores confederales. Por lo tanto, los Hechos de Mayo
marcan el final de la revolución social en Cataluña, puesto que a partir de
entonces las conquistas revolucionarias fueron revertidas por la Generalitat y
los partidos que apoyaban la contrarrevolución.
Generalmente buena parte de la historiografía libertaria se centra en la
ciudad de Barcelona, epicentro del movimiento revolucionario, dejando en un
segundo plano los pueblos y las comarcas. Este artículo pretende dar a conocer
la respuesta revolucionaria del pueblo de Cardona, situado en medio de Cataluña.
La revuelta que se relatará a continuación fue ignorada por los diarios del
POUM y la CNT. De hecho, tampoco es un hecho que recuerden con ningún orgullo
en particular algunos de sus protagonistas. Se puede deducir que no
consideraban estar haciendo nada especial: no consideraban estar tomando
el poder, sino manteniendo la revolución.
El periodo republicano
La explotación de la minería de Cardona comenzó en los años veinte,
provocando la llegada al pueblo de centenares de familias trabajadoras del sur
de la Península Ibérica que se instalarían en la nueva barriada de La Coromina.
Este factor será clave durante toda la década de los treinta, debido a la gran
grieta política y social entre la población local y la recién llegada (según
Fortich). En el pueblo ya existía un sindicato de oficios adherido a la CNT,
pero a finales de 1930 se fundaría el Sindicato Único Minero que inmediatamente
tomará el liderazgo del sindicalismo local debido a su gran número de
afiliados.
Como antecedente inmediato tenemos la huelga minera de las «nueve semanas»,
que paralizaría el vecino pueblo de Suria el invierno 1929-30 que tendría
también impacto en Cardona creando un ambiente de rebeldía entre los mineros.
Como otros pueblos mineros, las condiciones de la mina eran tan duras que las
constantes giras de propaganda consiguieron instaurar entre los trabajadores
una conciencia revolucionaria.
A pesar de todo la aparición del sindicato se recibimiento con bastante
indiferencia por la población local (según fuentes anarquistas), como constata
la carencia de ayuda activa a la huelga minera de la primavera-verano de 1931.
La huelga tuvo que ser sofocada por 300 soldados del ejército dirigidos por el
general Batet y 56 mineros resultaron despedidos [1]. De esta huelga tenemos un
relato a Solidaridad Obrera: “los obreros nos incautamos las minas y formamos
guardias contínuas para poder responder del orden de todo” [2] A pesar de esta
visión pesimista de la sociedad cardonina de los libertarios, la CNT era el
sindicato unitario del proletariado y en agosto ya contaba con unos 1.400
afiliados, lo que significaba prácticamente toda la clase obrera local.
Como otros pueblos de la comarca el enero de 1932 los mineros se unieron al movimiento insurreccional que había
empezado en Fígols.
Los insurrectos se hicieron fácilmente con el control del pueblo y proclamaron
el comunismo libertario. La barriada de La Coromina hervía de iniciativas
(comedores populares, proyectos culturales, un esbozo de milicias, etc.). Sin
embargo, en el pueblo de Cardona la población permaneció ajena al movimiento, y
de hecho hostil. Como el sindicato quedó clausurado durante meses por la
derrota de la insurrección, en el pueblo se inició una deslegitimación
sistemática de la CNT y del anarquismo, que este no pudo contrarrestar en
muchas semanas. Es durante estos meses cuando arraigaría un sindicato de la
UGT, que organizaría el sector fabril-textil, y también aparecería el BOC.
En marzo de 1933 la CNT de Cardona tenía tan sólo 475 afiliados,
representados en el Pleno Regional por Jesús Torres Martínez, que había tenido
un papel destacado en enero de 1932 (y que como consecuencia tuvo que marchar
del pueblo durante años). A pesar de la crisis, el Sindicato Único Minero todavía
era capaz de efectuar movimientos huelguísticos como el de abril de 1933 cuando
139 mineros se encerraron a una galería de la mina a 700 metros bajo tierra
durante dos semanas. O también tuvo fuerzas para sumarse al movimiento del 8 de
diciembre de 1933. Aquel día un grupo compuesto por Martín Zomeño, Juan y
Gaspar Lorente, José y Ramon Alcaide, Cristo Clemente y Joan y Ramon Fortich
patrullaron las calles del pueblo, infundiendo «el pánico entre la gente de
orden». Eran el grupo que dirigía la insurrección de aquel momento. En marzo de
1934 los 800 mineros volvieron a hacer huelga y 44 de ellos se volverían a
encerrar. Esto tendría consecuencias a raíz de los hechos de Octubre de 1934 y
un centenar de mineros serían despedidos.
Pero no se entiende este periodo sin ver el alcance del anarquismo local,
que era el motor de la CNT. En el pueblo existía una federación local de la FAI
compuesta por grupos de afinidad creados entre 1932 y 1934 que se anunciaban en
las páginas del Tierra y Libertad: Adelante, Justicia y Libertad, Maximiliano
Puertas, Amor y Libertad y el grupo artístico libertario Luz y
Amor. Es decir, aproximadamente unas 40 personas, que a su vez tenían una
proyección en un número de personas mucho mayor. Quizás la CNT había perdido la
hegemonía sindical (a pesar de que todavía conservaba la mayoría sindical),
pero a la vez había fortalecido su naturaleza político-sindical. Si la CNT
tenía unos 500 afiliados, habrá que tener en cuenta a partir de ahora que estos
ya se identificaban plenamente con el modelo de sociedad del anarquismo.
Después del periodo de clandestinidad de 1935 – derivado de los hechos de
Octubre – ERC tomó la iniciativa y se acercó a La Coromina para pedir que los
mineros votasen a las elecciones de febrero de 1936. La CNT no tomó ninguna
decisión como organización, pero no veía con malos ojos el hecho que centenares
de familias (recordamos que la gran mayoría eran recién llegadas de otras
tierras) votaran en esta ocasión. Se veía muy necesario volver a una situación
de legalidad y los votos cenetistas fueron claves para derrotar a la Liga,
que en Cardona tenía un discurso de ultraderecha. Por lo tanto, gracias a la
CNT Esquerra Republicana ganó las elecciones, superando a la Liga por
poco más de un centenar de votos.
En aquel año en el Congreso de Zaragoza asistió Martín Zomeño como delegado
del Sindicato Único, que ahora representaba a sólo 200 afiliados. Podemos
constatar un gran caída, que no obstante se recuperaría semanas después
llegando en julio a una afiliación parecida a la de 1933. Este es un error muy
común entre los historiadores del movimiento obrero al no tener en cuenta la
situación de anomalía política que vivía el país en 1936. Hacía unas pocas
semanas que había vuelto la normalidad y muchos sindicatos estaban en plena
fase de reestructuración o, incluso, de refundación, de forma que para el
Congreso de Zaragoza la CNT estaba lejos de estar a pleno rendimiento.
Billete de Cardona del 13 de mayo de 1937. Ver el detalle de la firma de Juan Fortich y Martin Zomeño
Guerra y revolución
De este modo llegamos al 19 de julio. En el pueblo todo quedó tranquilo y
un grupo mal armado de mineros marchó a Solsona, donde la situación no estaba
nada clara debido a la fuerte presencia de personas de derechas. Zomeño y Ramon
Fortich, delegados del grupo, enviaron al obispo a Andorra acompañado de gente
de ERC (liderada por Francesc Viadiu) para evitar posibles represalias sobre
él, puesto que había personas que lo querían ejecutar. Del mismo modo el día 20
había llegado un grupo de milicianos de Suria que arengarían a la población
desde el balcón de la Casa Consistorial instándola a hacer la revolución. El
odio contra la iglesia provocará el incendio de la iglesia de Cardona el día
24. De hecho se decía que el pueblo no puso "muchos esfuerzos" en
quemarla.
Otro aspecto de la llegada de la guerra al pueblo fue el envío de un camión
con seis toneladas de explosivos en Barcelona, el mismo 20 de julio. También
había mineros cardoninos entre la partida de voluntarios que bajó de Fígols,
Suria y Sallent para ayudar a la derrota de la sublevación militar de
Barcelona. Estos «dinamiteros» saldrían con la Columna Durruti hacia
la Aragón el 24 de julio bajo la denominación de Centuria Dinamiteros de
Fígols.
Durante los días de julio y agosto funcionaron en el pueblo dos comités: el
de Cardona y el de La Coromina. Uno estaba dirigido por el Ayuntamiento (ERC) y
el otro por la CNT. A finales de agosto los dos comités se fusionaron pasando a
estar dirigidos por el alcalde republicano Josep Torrents, pero teniendo mucho
peso en él los sindicatos [3]. Estos controlaban el consejo de defensa del
pueblo, que estaba compuesto de cuatro miembros de CNT (Agustí Galera, Martí
Zomeño, Josep Cortez y Manuel Medran) y tres de UGT.
Las expropiaciones fueron inmediatas, dado que algunas personas de derechas
abandonaron el pueblo. De este modo se expropiaron algunos comercios que serían
agrupados en la Cooperativa Única Popular, cuyo el local estaba situado en
la casa de la ex-alcalde Joan Torres. El comercio y los servicios del pueblo
quedarían socializados entre los dos sindicatos. El sindicato UGT se instalaría
en el edificio de las Carmelitas, mientras que la CNT lo haría en el Patronato
Obrero. Y por supuesto, quedarían col·lectivitzades las fábricas (La Plantada,
Gallifa y La Papelera) y las minas (Unión Española de Explosivos, que después
se llamará Explotaciones Potásicas Colectivizadas). La UGT desde la consejería
de economía impulsaría una cooperativa de construcción y también controlaría el
transporte.
Pero la industria no pudo ser socializada bajo un plan de conjunto, como
proponía el cenetista Zameño. La propiedad privada todavía tenía un peso fuerte
a la sociedad cardonina de 1936-37, y ERC era su máximo defensor a nivel local,
negándose a ir más allá de la mera gestión colectiva de las fábricas. Además la
carencia crónica de materias primas hacía que las fábricas sólo pudieran operar
tres días en la semana. Por lo tanto, las empresas colectivizadas daban una
imagen de precariedad e improvisación, puesto que los cuadros partidarios de la
colectivización de las empresas no tenían mucha formación. Las agrupaciones
locales de ERC de los pueblos se escudaban en la legalidad de la Generalitat
para no adoptar la socialización de la economía, aceptando a regañadientes las
colectivizaciones de empresa llevadas a cabo a partir del Decreto de
Colectivizaciones.
Otro factor a tener en cuenta era que en el campo todavía no había llegado
el espíritu colectivista y los campesinos no simpatizaban nada en absoluto con
los “ateos, extremistas y dinamiteros” de la CNT que además veían como
extranjeros. La mayoría del campesinado local ingresaría en Unió de
Rabassaires. Aún así, un grupo de labradores formaría el Sindicato de
Trabajadores del Campo (UGT) y colectivizaría la finca El Mujal. Los
colectivistas (CNT, UGT y POUM) respetarían las fincas pequeñas pero se incautarían
de las de la gente de derechas. En octubre de 1936 habrá un enfrentamiento que
provocaría la muerte del
rabassaire Josep Vila.
Este será un momento clave, puesto que se hacía patente la profunda división
entre partidarios y detractores de la revolución en el campo, siendo mayoría los
segundos. Tampoco ayudarían mucho las ejecuciones de los derechistas.
Por lo tanto vemos que existía un conflicto de intereses larvado, que se
arrastraba desde 1930 y que estallaría en mayo de 1937.
Los Hechos de Mayo
Todo empezó a finales del mes de abril con un grupo de milicianos de la Columna
Tierra y Libertad que estaban en el pueblo de permiso. Desde la Cerdaña
llegan noticias de los enfrentamientos entre revolucionarios
y contrarrevolucionarios y
ese grupo irá a Bellver, donde el 27 tendrá lugar un fuerte enfrentamiento
armado (con participación de aquel Francesc Viadiu de Solsona, que hemos
nombrado antes, que dirigía una unidad de guardias de asalto). Allá muere un
compañero de Cardona, Antonio Raja (o Rajo) Noguera. Esto electrizaría el
ambiente entre los revolucionarios cardoninos. De este modo cuando llegan las
noticias de Barcelona de los Hechos de Mayo, los revolucionarios tomarían el
control de la central telefónica y establecerían una estrecha vigilancia en
todo el pueblo. En este ambiente de tensión los cenetistas notarían movimientos
sospechosos de miembros de las Juventudes de Esquerra Republicana y
de los rabassaires. De hecho, el consejero de defensa, Navarro, descubrió que
un consejero de ERC llevaba unos fusiles escondidos con una lona, cosa que
haría saltar todas las alarmas.
En el local de los rabassaires se reuniría en la tarde del día 4 de mayo
unas 150 personas para efectuar un acto político y cultural. De forma que los
libertarios pensaron que se trataba de un complot para tomar el pueblo (cómo
había pasado en Barcelona o en la Cerdaña) y actuaron de inmediato. Después de
la finalización del acto un grupo de cenetistas armados fueron al local y se
situaron afuera. De repente, alguien desde dentro efectuó unos disparos de
fusil desde las ventanas del local ocasionando un muerto, José Torres Martínez,
de la CNT. Por lo tanto, los cenetistas atacarían el local con fusiles y
dinamita hasta la rendición de todo el mundo. En el tiroteo se produjo otro
muerto, un rabassaire, y dos heridos. El ataque estaba dirigido por Jesús
Torres, hermano del caído [4].
De forma que por en la noche del 4 al 5 de mayo los libertarios dirigidos
por el consejero de defensa, Josep Navarro, tomarán el control del pueblo. Los
revolucionarios detuvieron a diecisiete miembros del bando catalanista fruto
del enfrentamiento del día anterior, pero posteriormente esta cifra sería más
grande, imponiéndolos multas de entre 500 a 1.000 pesetas con objeto de pagarle
3.000 pesetas a la viuda de Raja y 3.000 a la de Torres. A la sesión
extraordinaria del consejo municipal celebrada el día 5, el alcalde Torrents fue
revocado por la oposición de CNT, de UGT y del POUM (con la abstención del
PSUC), grupos que convocarían un nuevo consejo municipal formado por estas
organizaciones, puesto que ERC y UR retirarían sus representantes como
protesta.
A efectos prácticos, el nuevo consejo municipal, constituido el día 5,
quedaría controlado por la CNT y la UGT (que en el pueblo no estaba influida
por el estalinismo). El consejo estaría presidido por Josep Navarro. Incluso
emitió moneda propia el 13 de mayo. En el entierro de Torres iría también la
gente del PSUC que sorprendentemente en Cardona había optado por la
neutralidad, posiblemente esperando momentos mejores. Días después se
procedería a despedir a la gente de ERC que trabajaba en las minas.
Todo esto provocó la huida de toda la gente que no era partidaria de la
revolución y por ello unas 200 personas abandonaron el pueblo con sus familias
encontrando refugio en los pueblos de los alrededores. El caso es que Cardona
quedará completamente en poder de los “incontrolados”, como los llamaba el
diario “El Día” de Manresa, hasta el mes de julio.
A mediados de junio, un grupo de la guardia de asalto enviado desde Manresa
y capitaneado por Marcel Augés intentaría tomar el control de la situación pero
sería derrotado. Augés declararía luego que Navarro le tenía encañonado con una
pistola y en estas condiciones le hizo llamar a Manresa por teléfono. La
Confederación manresana ordenaría su puesta en libertad inmediata. Unos días
después, el 2 de julio, vendría una nueva expedición que - esta vez sí -
detendría a Ramon y Agustí Fortich, Pombo, Mil, Peñarroya, Navarro y Josep
Monegal (presidente del POUM local) que fueron enviados a los juzgados de Berga
(el municipio de Cardona dependía de la comarca del Berguedà). Durante el
traslado se identificarían unos guardias que eran de la CNT de Valencia que
intentaban tranquilizar a los revolucionarios. A pesar de ello, veinte
compañeros armados protegieron a los detenidos hasta las dependencias de la
prisión de Berga. Ramon Fortich recuerda que el comité de apoyo de Berga se
portaría muy bien con ellos. Y que Josep Ester los proporcionó incluso pistolas
en el segundo día de estar presos.
Esta situación anómala, revolucionaria, duraría hasta el mes de octubre.
Después de la detención de Navarro y Fortich seria Paulino Lorente de la UGT
quién asumiría la presidencia del consejo municipal. Pero a partir de octubre
se instaló un batallón del ejército (y del SIM) en el pueblo y el Ayuntamiento
fue ocupado sucesivamente por dos alcaldes comunistas asignados por la
Generalitat: Lorenzo Sanz y José López. Fortich encabezaría el comité de
control de la mina, la empresa más importante del pueblo, que a partir del 17
de octubre pasaría a ser propiedad de la Generalitat.
Hay que contextualizar que entre enero y septiembre de 1937 tuvieron lugar
una serie de choques armados entre los partidarios de la revolución y la
contrarrevolución y que generalmente siempre venció el bando
antirrevolucionario debido a la falta de una respuesta decidida de la CNT.
Conclusiones
Recuperar la memoria de los Hechos de Mayo de Cardona no ha sido nada
fácil, dado que la historiografía cenetista nunca se preocupó de este hecho,
puesto que iba en contra de su línea oficial. Pero tampoco fue un motivo de
especial recuerdo para los militantes que lo protagonizaron. Cuando ellos
hablan de la revolución se refieren al 19 de julio y no al 4 de mayo de 1937.
Muy probablemente esto se deba a que la respuesta revolucionaria fue espontánea
y no estaba en absoluto preparada y posteriormente no pudo ser evaluada y
teoritzada.
Los revolucionarios cardoninos no eran conscientes de lo que estaban
haciendo puesto que de haberlo sido, habrían contagiado todo el Alto Llobregat
y el Cardener – un territorio central en Cataluña – o como mínimo habrían preparado
la defensa del pueblo. Tampoco aprovecharon la situación para imponer las
medidas socializantes que se les había denegado en los meses anteriores.
Expulsar del consejo municipal a ERC y UR fue producto de una serie de
factores: la tensión política entre catalanistas y cenetistas, la tensión entre
los campesinos y los mineros, la tensión entre revolucionarios y
contrarrevolucionarios, el envío solidario de ayuda en Puigcerdá, los muertos
de unos y de otros... todo esto desembocó en un choque armado.
La victoria del bando revolucionario de Cardona el 4 y 5 de mayo les
concedió el poder político. Pero tomar el poder quería decir la guerra total
contra todas las fuerzas políticas contrarevolucionàries (como fue el caso de
ERC, que literalmente «se la echó del pueblo»). ¿Estaba preparada la CNT para
hacer esto a gran escala? Este era el gran dilema de 1936-37.
40 años de franquismo implantaron un recuerdo nefasto en el pueblo de
aquella Cardona revolucionaria - los anarquistas siempre han sido presentados
como demonios - y nadie ha sido capaz de revertirlo en todo este tiempo. El
anarquismo ha quedado como una anomalía histórica en la "vida de una villa
pacífica" cuando fue la vía hacia una sociedad socialista de una mayoría
de la clase trabajadora catalana. Si Cardona fue la última localidad
catalana al ser derrotada en 1714, también lo seria durante la
contrarrevolución de 1937.
* Este artículo es una adaptación del capítulo sobre Cardona de «Teixint el
fil roig i negre. La història llibertària de Manresa i comarca», del mismo
autor. Original en catalán en Bllibertari.org
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