Anarquista,
atracador y responsable de una falsificación que puso contra las cuerdas al
mayor banco del mundo de la época, el Citibank. Lucio Urtubia es un personaje
singular que no encaja en el prototipo de criminal o terrorista. De hecho él se
califica como anarquista y durante muchos años dirigió desde Francia una red
clandestina de apoyo a diversos movimientos revolucionarios e insurgentes de
todo el mundo.
Lucio
Urtubia Jiménez nació en Cascante, Navarra, el 18 de febrero de 1931, en el
seno de una humilde familia trabajadora. Ya desde crío daba muestras de un
espíritu rebelde “me dedicaba a azotar, con ramas de ortigas, las piernas de
las niñas burguesas. Me detenían y, como mi madre era pobre y no podía pagar la
multa de cinco pesetas, me metían a la cárcel”. Su padre también conoció las
cárceles de la época y salió de ellas convertido en comunista.
Lucio, aprovechando que tenía un hermano
camionero, empezó a contrabandear café, fruta y otras mercancías por la
frontera franco-española. “Ahí aprendí que tú puedes ganar 99 veces, pero que,
si pierdes una sola, ya te puedes dar por jodido. O sea, que el revolucionario
no puede fallar nunca y que no te puedes dejar coger”, afirma. Entonces robaba
para sobrevivir. Y siguió haciéndolo en la mili. Los militares descubrieron el
saqueo, y eso forzó al soldado a desertar y escapar a Francia en 1954.
Comenzó a relacionarse con las
Juventudes Libertarias dela Fédération Anarchiste, en principio para aprender
el francés, pero más tarde por convicción. Sus compañeros le preguntaron un
día: “¿Tú qué eres?”. Y él contestó: “Yo soy comunista”. Y ellos replicaron:
“¿Tú comunista? ¿Qué coño vas a ser comunista? ¡Tú eres anarquista!”. Fue la
primera vez que escuchó esa palabra y desde entonces le acompaña.
“Al poco de vivir en París, el
anarquista Germinal García me pidió que escondiera a tres revolucionarios
españoles. Uno de ellos resultó ser el mítico Quico Sabaté. ¡Cuando me enteré
de quién era!, era conocidísimo entre nosotros”. Ese encuentro le marcó. Cuando
Sabaté abandonó su casa le dejó como regalo una metralleta Thompson. Tras la
muerte de Sabaté en España, Lucio iniciaría una serie de robos y atracos
por Europa junto con otros revolucionarios, así como algunas incursiones en
España.
Las expropiaciones (término con el que
denominaban a los atracos a bancos) eran muy fáciles en aquella época. Iban a
cara descubierta. No había ni cámaras de grabación, ni puertas blindadas, ni
nada. Los empleados se morían de miedo y les daban todo en cuanto veían las
armas. Pero a Lucio no le iba a aquello, tenía miedo de hacer daño a los
trabajadores. “Poner una metralleta a un empleado de un banco no es ningún
heroísmo. Cuando descubrí que a través de las falsificaciones podíamos hacer
otras cosas, yo respiré”.
Su oficio de albañil le daba una
cobertura perfecta. Al alba se iba a trabajar y por las tardes se dedicaba a
sus quehaceres revolucionarios. Entre ellos estaba la organización de las
falsificaciones de documentos de identidad. Esta actividad clandestina ocupó
todo su tiempo revolucionario, relegando definitivamente los atracos.
Fueron poco a poco. A través de dos
hospitales conseguían las documentaciones de la gente que moría y cambiaban la
foto y el nombre. Un día ayudó a unos amigos que tenían una imprenta que había
sido atacada por un grupo fascista y fue a construirles una puerta. Lucio les
pidió que le hicieran documentos falsos, y le pusieron en contacto con un
taller donde hacer el fotograbado, la separación de colores, etcétera. Allí
empezó la falsificación con una calidad excelente y de gran precisión.
No había exiliado que no tuviera
documentos facilitados por él. “Yo no sé nada de imprenta. Mi mérito es que
logré que trabajadores que sí sabían de eso hicieran carnés de identidad,
pasaportes y cualquier documento. Los hacían idénticos y con los colores
perfectos. Siendo un pelagatos, convencí incluso a empresarios para que
arriesgaran su vida y su fortuna”, “Yo sólo me ocupaba de dejar todo limpio en
la imprenta. Rompía las pruebas, limpiaba los rodillos, los cauchos. Eso era
muy importante, ¿eh? Una vez estaba quemando papeles en la chimenea y se quemó
el hollín. Alguien llamó a los bomberos y llegó la policía cuando estaba en
plena faena. ¡Menos mal que me dio tiempo a esconder los papeles chamuscados!”
En la
década de 1960, conjuntamente con otros exiliados, inició sus actividades de
falsificación de moneda con la que financiaban a numerosos grupos por todo el
mundo, incluida una incipiente organización terrorista vasca conocida como ETA,
a la vez que procuraban desestabilizar las economías capitalistas.
Una de
las propuestas más atrevidas fue la de falsificar dólares americanos. A través
de la embajadora de Cuba en Francia la noticia de este proyecto llegó a altas
instancias, y en 1962 se propició un inverosímil encuentro entre Ernesto Che
Guevara y Lucio. Pero el plan fue finalmente rechazado por los revolucionarios
cubanos.
El golpe
más importante de cuantos realizó fue la falsificación de cheques de viaje del
banco estadounidense First National City Bank (actual Citibank) en la segunda
mitad de la década de los 70. Realizó 8.000 hojas de 25 cheques de 100 dólares
cada uno, un total de veinte millones de dólares, lo que estuvo a punto de
hacer quebrar al banco, que sufrió una importante caída en su cotización en
bolsa. Este dinero fue utilizado para financiar distintos movimientos
guerrilleros en Latinoamérica (tupamaros, montoneros, etc.) y Europa.
“Falsificar el dólar era más fácil que otros trabajos que habíamos hecho ya,
pero descubrimos por los abogados, que si nos cogían los condenarían a 20 años.
Entonces
descubrimos el traveler check del First National City Bank”. “Compré en
Bruselas 30.000 francos en travelers cheques con documentación falsa. Después
compré el papel para las falsificaciones. Costó imitarlos. ¡Es muy difícil
llegar a la perfección! Yo daba el visto bueno, pero no fabricaba los cheques
porque no sé nada de impresión”.
La central del Citibank estaba
desbordada con los travelers checks falsos que aparecían por medio mundo.
“Éramos un montón de equipos dedicados a colocar los travelers cheques. Primero
entraba yo, y si todo salía bien decía a los demás: -La sala de baño está
perfecta-. Era la clave. Ahí empezaba la cadena. Los de los bancos, antes de
pagar, miraban en una lista para ver si la numeración figuraba entre los
robados o extraviados. Al ver que no, pagaban sin problemas. ¡Ja, ja, ja! No
podían estar en la lista porque llevaban la numeración de los que compré en
Bruselas”.
Las
policías de medio mundo estaban tras la misteriosa falsificación de los
traveler check del Citibank. Un día un ex cocinero de la cárcel de Segovia le
confía a Lucio que tenía la posibilidad de vender todos los travelers cheques
al 30% de su valor. ¡Menudo pelotazo! Pero después de una serie de citas con un
norteamericano que estaba interesado en el negocio, Lucio cayó en la trampa.
Fue en junio de 1980 en el famoso café Les Deux Magots. Dio con
sus huesos en la cárcel. “Es una falsificación de excelente calidad y por ello
muy peligrosa”, admitía un informe policial. Lo malo, para la policía francesa,
y sobre todo para el Citibank, es que no encuentran las planchas de impresión y
que Lucio no soltaba ni prenda. A pesar de la detención los traveler check
falsos seguían apareciendo. El banco corría el riesgo de sufrir un descalabro
descomunal.
‘Salvar a Lucio’ fue durante mucho
tiempo la consigna de muchos magistrados y abogados de izquierda en Francia que
veían en Urtubia -cuyo lema era ‘robar a los ricos para dárselo a los pobres’-
a un Robin Hood contemporáneo residente en su país.
El juez que instruía la causa de los
traveler check se quedó impresionado con la historia de Lucio y su magnética
personalidad. Además, resultaba increíble los hechos que se le atribuían y la
cantidad de amigos influyentes que tenía ese simple albañil. Entre ellos Roland
Dumas, el que fuera ministro de relaciones exteriores francés, que defendió a
Lucio e intercedió por él. Así lo recordaba el mismo Lucio: “una de las veces
que mi mujer fue detenida, su patrón nos mandó como abogado a Roland Dumas y
desde entonces somos amigos” . Tiempo después, de la mano de Dumas -por
entonces asesor de Mitterrand- entró en el Elíseo y participó en las
negociaciones para la devolución del Guernica a España.
Finalmente, Lucio Urtubia fue
procesado y encontrado culpable de un delito de falsificación, por el que fue
condenado a seis meses de cárcel. Para su defensa contó con la ayuda de un buen
número de abogados progresistas de Francia y la pena se fijó tras llegar a un
acuerdo extrajudicial con el banco, que aceptó retirar gran parte de los cargos
a cambio de las planchas de grabación y, lo que es más increíble, de obtener
entre 50 y 60 millones de francos por las dichosas planchas. Cuando Lucio
solicitó esto a los representantes del Citibank no daban crédito, ¡joder con el
albañil!. Finalmente lo consiguió, pero todo se repartió entre los compañeros,
Urtubia no se quedó nada.
A lo largo de su vida participó en un
gran número de actos contra el sistema capitalista que supusieron que se
dictaran en su contra cinco órdenes internacionales de búsqueda, incluida una
de la CIA. Destacan la participación en el intento de secuestro del nazi Klaus
Barbie en Bolivia, la colaboración en la fuga del líder de los Panteras Negras,
la intercesión en el secuestro de Javier Rupérez, un asunto del que prefiere no
hablar ‘porque los secuestros no prescriben’, o su colaboración en la
fuga de prisión de Albert Boadella, que se encontraba en espera de un juicio
por un delito de injurias al Ejército.
Albert Boadella, a quien Urtubia durante
el franquismo le falsificó sus documentos de identidad, no escatima elogios
hacia él: “Lucio Urtubia, un quijote que no luchó contra los molinos de viento,
sino contra gigantes de verdad”.
La prensa francesa y la americana le han
apodado de diversas maneras, “el Quijote anarquista”, “El zorro vasco”, “El
bandido bueno”. Dejando al margen las consideraciones políticas, lo que está
claro es que el albañil navarro Lucio Urtubia logró proezas luchando por un
ideal que consideraba justo. Siempre de frente. Un periodista francés
escribía en Le Figaro “Lucio no se ha llevado un solo franco a su bolsillo. Lo
ha invertido todo en las causas que él consideraba justas. La magnitud de las
acciones de este hombre provoca sentimientos encontrados en la policía que le
detuvo y también en los Jueces que le han procesado.
Actualmente desarrolla una intensa
actividad política en el barrio parisino de Belleville, donde vive. Allí conoce
a todo el mundo y todo el mundo le conoce a él.
Dejo el enlace al fantástico documental
LUCIO, de Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga. Año 2007.
otros enlaces y referencias:
libros:
Lucio Urtubia el anarquista irreductible, del periodista francés Bernard Thomas.ISBN8466602674
Lucio Urtubia el anarquista irreductible, del periodista francés Bernard Thomas.ISBN8466602674
La revolución por el tejado.
Autobiografía de Lucio Urtubia. ISBN 9788481365320
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