Pese a
ser reconocida Venezuela como tierra de libertadores, las ideas anarquistas no
tuvieron en nuestro suelo asiento y desarrollo, y ello ha sido por una razón
socio-económica. Venezuela era un país agrícola-pecuario poco desarrollado
dentro de nuestro medio productivo. Una fuerte implantación de zonas palúdicas
que obligaban al campesinado a vivir muchos meses del año dentro de un
chinchorro curando su fiebre, La carencia de industrias, hacía que los pueblos
emigrantes de Europa buscasen los caminos de Argentina, Brasil, México y hasta
de Cuba; sólo algunos pequeños grupos de isleños canarios llegaron a estas
costas, como ya hacían desde la época colonial.
Y pese a
ello, en época tan temprana como 1811, cuando la Sociedad Patriótica discutía
la forma a dar a la república, en sesión presidida por Francisco De Miranda y
con asistencia de Bolívar, en momentos que Antonio Muñoz Tébar pronunciaba un
discurso abogando por la forma conservadora y centralista, Coto Paúl le usurpa
la palabra y dirá:
“¡La
Anarquía! Esa es la libertad, cuando para huir de la tiranía desata el cinto y
desnuda la cabellera ondosa. La Anarquía! Cuando los dioses de los débiles, la
desconfianza y el pavor la maldicen, yo caigo de rodillas a su presencia.
Señores: que la anarquía, con la antorcha de las furias en la mano, nos guíe al
Congreso para que su humo embriague a los facciosos del orden, y le sigan por
calles y plazas, gritando Libertad!”.
Cuando
Coto Paúl se expresa con toda la ampulosidad propia de la época, Proudhon,
llamado el padre de la anarquía, tenía sólo un año, y Bakunin nacería cuatro
años más tarde. Es de suponer que Coto Paúl había leído el libro del precursor
libertario inglés William Godwin, “Investigación acerca de la Justicia
Política”, para expresar tan clara identificación con el sentido que ha
tomado con posterioridad la palabra anarquía.
Pasaran
años hasta que otro aldabonazo suene. Para 1884, en Valencia se funda una
Sociedad Cooperativa que reconoce sus simpatías hacia Owen, Fourier, Cabet y
Proudhon. Esta cooperativa publicó un folleto acerca de la emancipación de los
trabajadores, que ya había sido publicado en las Islas Canarias.
De forma
similar debieron llegar acuerdos tomados por la Internacional Socialista, ya
que algunas organizaciones obreras toman medidas en 1892 para luchar por la
jornada de las 8 horas. En el periódico EL FONOGRAFO de Maracaibo, hay un
artículo de una pluma anarquista, que dice: “Los socialistas,
partidarios de las diputaciones, o parlamentos y ayuntamientos, sostienen que
el único modo de alcanzar la jornada de ocho horas era el legal; esto es,
arrancárselo a los poderes públicos. Nosotros, que sabemos perfectamente que la
misión del Estado no es otra que la de guardar y hacer guardar los intereses de
la clase que representa, combatimos la antinomia y obramos resueltamente por la
vía revolucionaria.”
Alguien
muy respetado por su rigor como cronista del movimiento obrero venezolano,
Bernardo Pérez Salinas, nos dice: "Huyendo de la represión
desatada, llegaron a la zona del Mar caribe grupos de anarcosindicalistas y
socialistas españoles que trataban de establecerse en estos países".
Al respecto, Rodolfo Quintero agrega: "En más de una ocasión me
reuní con algunos de estos anarcosindicalistas. Los gremios de panaderos,
tranviarios, telefónicos y otros organismos denominados de 'mutuos auxilios',
fueron seriamente infiltrados por las ideas de Proudhon y Bakunin". Es
de suponer que si aquellos gremios fueron “infiltrados” por los
anarcosindicalistas, fue porque los razonamientos y la argumentación ofrecida
por ellos era la interpretación exacta y objetiva de la realidad sociológica
venezolana.
Más
adelante y en el mismo texto, Quintero apunta: “La primera gente
extranjera que llegó eran anarcosindicalistas, le metían a uno a Bakunin mas
que a Marx por los ojos, porque eran italianos y españoles, que eran los dos
sitios de Europa donde el anarcosindicalismo llegó a tener más fuerzas. Eran
individuos peleadores, que no querían conciliación de clases. Los anarquistas
decían inclusive que los marxistas eran gente de conciliación [la historia lo
ha demostrado, añado yo]; luchaban contra el Estado. Dejaron una siembra que yo
diría positiva en un noventa por ciento, porque formó los primeros cuadros
sindicales aquí.”
Posteriormente
a la Guerra Civil Española, son muchos los anarquistas ibéricos que han vivido
en Venezuela, pero todos tenían la vista puesta en la península, nunca pensaron
en hacer una organización para propagar sus ideas en tierra venezolana. A
principios de los años 80 se logró conformar un pequeño núcleo con compañeros
provenientes de diversos países y algunos criollos, que logró poner a circular
un periódico, EL LIBERTARIO, que sobrevivió por cinco números.
A partir
de allí han habido diversos esfuerzos editoriales y de organización, pero se ha
hecho muy difícil insertarse en los gremios obreros, pues ninguno de los que
hoy habla como anarquista es obrero; ahí está quizás la razón de que el
movimiento anarquista local apenas se exprese hoy en iniciativas limitadas,
como la que llevan el pequeño grupo de jóvenes con algún viejo que publican
este nuevo EL LIBERTARIO, que de tarde en tarde pero con insistencia se pone a
la venta. Nos guía el interés de dar a conocer las ideas, con las armas de
lucha del verbo y la pluma, aun sabiendo que la sociedad actual -con todo y los
desequilibrios que carga- no está propensa a abrirse a las ideas de
transformación radical. La caída de aquellos regímenes llamados de “socialismo
real”, que de socialismo verdadero poco tenían, ha roto en mucha gente las
ilusiones que pudieran surgir de ir a la búsqueda de un mundo mejor. Pero a más
o menos tardar, todas las contradicciones del sistema social que nos proponen
desde el neoliberalismo le llevarán a la quiebra, y entonces la gente
comprenderá e reiniciará esa búsqueda, allí estaremos.
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