lunes, 19 de enero de 2015

La experiencia anarquista: Colectivizaciones en España (1936-1937)

RESUMENUn contexto de guerra y destrucción nos revela, en su más íntima existencia, una obra magnífica de construcción. El anarquismo español ha desarrollado, en medio de una cruenta Guerra Civil (1936-1939), un admirable proceso de Revolución: la colectivización agraria e industrial.
Si hubo un momento y un lugar en la Historia, en que el anarquismo se manifestó más allá de toda utopía, de todo sueño, fue en los primeros meses de la Guerra Civil en España (julio de 1936-agosto de 1937). Como ensayo fraccionado y condicionado por las circunstancias, no obstante las colectividades industriales y agrarias de la España republicana fueron la concretización efectiva de un pensamiento ideal que fue muchas veces subestimado por los políticos contemporáneos. La mayor parte de la obra colectivizadora española fue precedida por proyectos anteriores a la guerra que difundieron los anarcosindicalistas y anarquistas de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y la FAI (Federación Anarquista Ibérica). Una premisa fundamental que posibilitó el trabajo anarquista durante el penoso fratricidio español, fue el lema “La Revolución y la Guerra son inseparables”, que se anteponía a la “misión” del gobierno republicano de “Primero ganar la guerra.” Las fricciones a este y otros respectos entre los anarquistas y el resto de los republicanos, marcaron un tanto más en el fracaso gubernamental por el control de la situación española. Pero también se inició con estas colectivizaciones la decadencia definitiva de la CNT-FAI, tras su aceptación del principio “Primero ganar la guerra” y la entrada al gobierno de importantes dirigentes que otrora se manifestaran intransigentes con todo Estado. La faísta Federica Montseny –que llegó a ocupar el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social en la segunda etapa del gobierno de Francisco Largo Caballero– confesaría este error lamentando la decisión de su movimiento (“ojalá no hubiéramos intervenido y no nos hubiéramos encontrado, histórica e ideológicamente, deshonrados”[1]) pero reconociendo que no quedaba otra opción en las circunstancias en que se desarrollaba la guerra. En cualquier caso, las colectividades anarquistas fueron obra más de los trabajadores ordinarios que de los propios dirigentes (éstos, como bien lo indica el presente sustantivo, sólo se encargaron de guiar y dirigir la euforia revolucionaria popular que estaba espontáneamente enfocada a derribar las barreras de la desigualdad social y de la explotación burguesa). Y fue el contexto bélico el que permitió el surgimiento de las colectividades, así como fue posteriormente este mismo contexto el que, presionando sobre la producción alimenticia, limitaría sus posibilidades económicas. No obstante, la caída final de las colectividades anarquistas no se debió a eventuales fallas en el sistema federativo comunal, sino a la intervención gubernamental y, sobre todo, a la guerra que enfrentó, dentro del mismo bando republicano, a los anarquistas y el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), por un lado, con los comunistas y el gobierno, por el otro. (Como sabemos, el POUM era antiestalinista, lo cual lo enfrentaba con el Partido Comunista Español y sus simpatías regionales.)
La colectivización anarquista se dio en varias regiones de España, con distintas organizaciones y diversos resultados. En Aragón, Levante y Castilla encontramos el mayor número de colectividades agrarias –450, 350 y 300, respectivamente y en aproximación–; en Cataluña, la colectivización fue más bien urbana.
Sin dudas, los casos más notables de colectivización son Aragón –en lo que refiere al campo– y Cataluña –esencialmente en lo urbano. Trataremos de resumir el trabajo de los campesinos y obreros anarquistas centrándonos en una colectividad tipo de Aragón y en la colectivización de industrias de Barcelona.
COLECTIVIZACIÓN EN ARAGÓN: “LA TIERRA A LOS CAMPESINOS”
En Aragón, durante el movimiento de sublevación, las tres capitales (Zaragoza, Teruel, Huesca) fueron dominadas por los nacionales, pero no así la mayor parte de los pueblos y ciudades, que quedaron bajo la influencia anarcosindicalista. Las colectividades, que se comenzaron a formar apenas iniciada la resistencia y gracias a la labor defensiva militar de las fuerzas del cenetista Buenaventura Durruti, llegaron a agrupar en total a aproximados
430.000 campesinos. Por lo general, cada colectividad se demarcaba en los límites de los propios pueblos, lo que permitía mantener las relaciones vecinales tradicionales. A su vez, se había establecido, en octubre de 1936, la creación de un órgano de control regional, el Consejo de Defensa de Aragón, situado en Fraga y presidido por el cenetista Joaquín Ascaso, en cuya presentación se subrayó su carácter económico, social, político y militar basado en la “voluntad, espíritu y aspiraciones del pueblo aragonés” (su misión era establecer un “estatuto modelo” para todas las colectividades de la región[2]). Este Consejo sería legitimado desde el gobierno central en diciembre, al tiempo que su sede se trasladara a Caspe, pero entrarían a formar parte de él dirigentes socialistas, comunistas y republicanos, con lo cual el gobierno y el comunismo iniciarían su intervención anticolectivista en Aragón hasta acabar con el Consejo y las colectividades en agosto de 1937.
Desde los inicios, la colectivización en Aragón fue bien vista por unos y mal vista por otros. En algunos pueblos (como Calanda y Alcañiz), la aceptación del comunismo libertario fue total; pero, en muchos otros, la población se dividió en “colectivistas” (siempre mayoría) e “individualistas”, y no faltaron quienes, al cabo de un tiempo en la colectividad, desertaron y reclamaron sus propiedades individuales. Hay quienes afirman que los individualistas eran forzados a aceptar la colectivización y que, además de ser despojados de sus bienes y tierras, solían ser acusados, por el Consejo de Defensa, de “fascistas” para ser luego ejecutados por las fuerzas policiales cenetistas. Pero estas imputaciones formaban parte, más bien, del accionar propagandístico del Partido Comunista Español y del gobierno, quienes tenían la meta política de aniquilar al único consejo regional autónomo de la República, el Consejo de Aragón.
Sabemos con seguridad que, en un mismo pueblo, convivían sin mayores dificultades “colectivistas” e “individualistas”, y que cuando un campesino de la colectividad deseaba retornar a la producción privada, podía hacerlo sin temer a las “acusaciones” y “torturas” de que hablara el periódico comunista “Frente Rojo.” Por otro lado, sí es cierto que las eufóricas expropiaciones de grandes propiedades en las que el propietario legal se negaba a ceder “por las buenas” a las demandas populares y al movimiento revolucionario colectivista, concluían en violentas acciones y en acusaciones de “fascismo” o “nacionalismo” que quizás no eran fundadas; pero lo común era el respeto al individualista siempre y cuando éste no empleara en sus tierras a trabajadores asalariados. Debido a las dificultades que presentaba para un propietario trabajar por sí solo la tierra, muchos hombres que defendían la propiedad privada terminaron ingresando en las colectividades.
La descripción básica de una colectividad agraria anarquista del tipo que existió en Aragón, sería como sigue: la tierra se divide en sectores que son trabajados por cuadrillas. Cada trabajador es elegido para el puesto que mejor se acomoda a sus capacidades. Las existencias y herramientas para la producción pasan a ser, como la tierra, patrimonio de todos los hombres. Las cuadrillas son organizadas por delegados competentes, que son, a su vez, trabajadores de igual índole que el resto y que no gozan de beneficios extra (y que son elegidos por asambleas generales que se ocupan, además, de determinadas decisiones de interés colectivo). Lo mismo sucede con las fábricas y tiendas, en que los antiguos propietarios que aceptan colectivizar, se convierten en guías y directores, pero perdiendo su sobrebeneficio privado y equiparándose al nivel de los obreros rurales.
El comercio entre pueblos, provincias y regiones no está ausente en el orden colectivista; pero la política monetaria de Aragón dificulta el intercambio: el dinero es en su mayor parte reemplazado por vales que reciben las familias (y que, en casos, terminan siendo confeccionados en unidades de peseta, como un salario normal pero uniforme: “25 pesetas por semana para un productor aislado, 35 para una pareja con un solo trabajador,
4 pesetas de más por cada niño dependiente”[3]; aunque estas cifras varían de pueblo en pueblo) y que son cambiados por productos en las tiendas de la colectividad, enfrentándose al problema del intercambio fuera de zonas colectivizadas (de esto se encarga, pues, un delegado de intercambio, quien utiliza, inevitablemente, dinero español). Las iglesias son convertidas en almacenes, talleres y escuelas (existen muchos casos de violencia desmedida contra sacerdotes y templos). El racionamiento igualitario no deja afuera a maestros y médicos, quienes, como todos, reciben el abastecimiento acordado. En casos, se permite el mantenimiento de granjas privadas para la domesticación de animales. En definitiva, nadie dentro de la colectividad se queda sin alimento. Los servicios como la electricidad, el transporte y la asistencia médica forman parte, también, de la colectivización, y ni los individualistas deben pagar por ellos. A su vez, el Consejo no recauda ni paga al gobierno central impuestos.
La producción agrícola parece haber incrementado con la colectivización en la mayoría de los pueblos aragoneses; una publicación del Ministerio de Agricultura, dada a conocer hacia mediados de 1937, nos demuestra que la producción total de trigo en Aragón aumentó en 270.001 toneladas desde el inicio de las colectivizaciones (sin duda, fue de gran importancia para este logro anarquista, la innovación en cuanto a racionalización de los procesos productivos y en materia de mejoras técnicas e importación de maquinaria). Aquellas colectividades que obtenían ganancias, las derivaban a colectividades con menor suerte.
En definitiva, como afirmara el quizás demasiado optimista Agustín Souchy, “la colectividad es una gran familia que vela por todos.”[4]   Y, como críticamente estimara el historiador inglés Hugh Thomas, estas colectividades “no merecieron ni el desprecio de los comunistas ni la brutalidad de los nacionalistas”[5]; pero así fue. Un interés gubernamental de control total, una concepción   ambigua del comunismo que proclamaba la “revolución burguesa” por sobre la colectivización, y la estocada final del nacionalismo español, fueron los verdugos de una apenas incipiente sociedad en vías de perfeccionamiento que, quizás, de haber perdurado, hubiera significado un distinto modo de vida para toda España, o, quizás, sólo el fracaso reconocido de una exquisita utopía.
AUTOGESTIÓN INDUSTRIAL EN BARCELONA: UNA CIUDAD PROLETARIA
Barcelona, el mejor ejemplo de colectivización urbana, fue sólo parte – aunque importantísima– de un amplio proceso de incautación de empresas que afectó al 70% de las empresas de toda Cataluña. Debido al enorme peso que tenía el anarquismo en la región, la sublevación nacionalista de julio de
1936 fue aplacada, sobre todo, por las enfervorizadas fuerzas anarquistas. Exitosa la defensa de Barcelona, el 21 de julio se fundó el Comité de Milicias Antifascistas, organismo integrado por representantes de los partidos antinacionalistas de Barcelona que tenía la función de dirigir a las incipientes milicias que lucharían contra los nacionales, y de encauzar y organizar la revolución que llevaría a la colectivización (a la autogestión) industrial. La CNT y la FAI eran los movimientos mejor representados en el Comité – también se contaban en él hombres de la UGT (Unión General de Trabajadores), la Esquerra Republicana, el PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña), Acció Catalana, Unió de Rabassaires y el POUM. Este Comité se convertiría automáticamente en el “gobierno efectivo” de Barcelona y de Cataluña, actuando en alianza con la Generalitat que presidía Lluís Companys, pero imponiéndose a ésta y a los mandatos regionales del gobierno central. En otras palabras, la CNT-FAI tenía el control de Cataluña, y por medio del Comité de Milicias Antifascistas se encargaría de llevar a cabo la revolución en la industria y la vida social catalanas. Finalmente, luego de tantos años de reclamos, los obreros no respondían a un patrón burgués; era ahora el comité obrero el que controlaba la producción y la distribución.
Diego Abad de Santillán[6], faísta miembro del Comité revolucionario, explica:   “Publicamos un bando   a la población dando   las primeras indicaciones de la conducta a seguir. Creamos un servicio de patrullas para cuidar del nuevo orden revolucionario; constituimos un comité especial de abastos para que atendiese en lo posible a las necesidades más urgentes de la situación creada.”[7]
El 2 de agosto de 1936, el gobierno central aprobó las incautaciones de tierras, fábricas, casas y hoteles que habían venido ejecutando   los anarquistas. Pero este furor antiburgués se había convertido ya en una violenta campaña de crimen y destrucción: muchos de los grandes propierarios fueron sin más fusilados, un sinnúmero de bienes fueron robados por el mero interés y la ambición individual, casi todas las iglesias barcelonesas fueron incendiadas, y muchos sacerdotes fueron salvajemente asesinados... Fue tal el vandalismo de unos cuantos obreros y campesinos desaforados, que la CNT-FAI se dedicó   a reprobar estos crímenes acusándolos de “violencia   ilegal”, y considerando a sus ejecutores “elementos amorales que roban y asesinan profesionalmente.”[8] Ciertamente, muchos de estos vándalos eran criminales salidos recientemente de las cárceles, que habían ingresado a un color político aun sin tener ideología. No obstante, se han contado también casos de comunistas que cometían brutales torturas y asesinatos revestidos de anarquistas, para culpar a éstos de los crímenes.
Según se contabiliza, había en la ciudad de Barcelona 350.000 anarquistas. Bajo el control ejecutivo del Comité de Milicias Antifascistas, gran cantidad de industrias y servicios públicos pasaron a ser dirigidos por la CNT, cuyos delegados solían reunirse en las grandes residencias confiscadas. A través del organismo de patrullas de control, el orden colectivista se impuso en la ciudad (las “patrullas de control” parecen haber sido un núcleo de terrorismo anarquista). La colectivización se desarrolló, primeramente, en los servicios públicos (transporte, agua, electricidad, gas, teléfono, asistencia médica) y los comercios. También en cines, teatros, bares, hoteles. La distribución de alimentos fue garantizada de forma colectiva. Las industrias (textil, maderera, metalúrgica, naviera, pesquera) pasaron a ser controladas por el propio proletariado a través de los comités locales de obreros, cuyos miembros eran elegidos por asambleas generales, y seguían, generalmente, las instrucciones de un ingeniero especializado; pero pronto, estos comités se convertirían en nuevos “dueños” de las empresas. Diego Abad de Santillán hace su autocrítica: “En lugar del antiguo propietario, hemos puesto a media docena de nuevos patronos que consideran la fábrica o los medios de transporte por ellos controlados como su propiedad personal, con el inconveniente de que no siempre saben organizarse tan bien como el antiguo dueño.”[9] Las industrias se basaban en una política federativa, por lo cual los comités de empresas solían juntar delegados que discutían los asuntos de interés global.
Los salarios en las empresas siguieron siendo individuales (más elevados que antes, siendo uniformes o jerárquicos, según el caso), y las fábricas debían autofinanciarse para continuar su existencia (cuando escaseó el efectivo para el financiamiento, los gobiernos regional y central no accedieron a ayudar al comité anarquista, siendo ésta una de las principales causas de la subsiguiente integración de los anarquistas en el gobierno, no quedándoles más remedio). Pronto, las industrias de guerra hicieron su aparición, controladas en su mayor parte por la Generalitat, que así comenzaba a intervenir en la Barcelona proletaria. Finalmente, tras la entrada de elementos anarquistas en la Generalitat (27 de septiembre) y la consecuente disolución del Comité de Milicias Antifascistas (1 de octubre), el gobierno catalán decretó la legitimidad de las colectivizaciones llevadas a cabo por la CNT-FAI (24 de octubre). Así, el gobierno se aseguraba el control de la situación catalana, y la CNT iniciaba su declive. Hugh Thomas describe las nuevas disposiciones acordadas entre la Generalitat y los anarquistas: “Mientras que las grandes empresas (o sea, las que empleaban a más de cien trbajadores) y aquellas cuyos propietarios eran «fascistas» serían colectivizadas sin indemnización, las plantas que empleaban de cincuenta hasta cien trabajadores (que en Barcelona de hecho eran la mayoría) sólo serían colectivizadas a petición de las tres cuartas partes de sus trabajadores. Las empresas con número inferior a cincuenta trabajadores sólo podrían ser colectivizadas a petición de su dueño, salvo las destinadas a la producción de materiales relacionados con la guerra. La Generalitat tendría un representante en el consejo de administración de cada fábrica y, en las grandes empresas colectivizadas, designaría al presidente del consejo. La gestión de toda empresa colectivizada correría a cargo de un consejo elegido por los trabajadores, con un mandato de dos años. Y las que estuvieran dedicadas a un mismo sector de producción vendrían coordinadas por uno de los 14 consejos industriales, quienes podrían intervenir, si fuera necesario, en las empresas privadas, a fin de «armonizar la producción».”[10]   Hallamos tres tipos de orden en las industrias “revolucionadas” de Barcelona: las empresas cuyos propietarios permanecían al frente de la misma, asesorando con sus conocimientos, pero siendo un comité obrero el que ejercía el control efectivo; las empresas cuyos propietarios, rechazando la colectivización, eran directamente expulsados y el comité obrero tomaba el mando; y las empresas “socializadas”, esto es, reagrupadas por rama productiva y organizadas en conjunto por un comité obrero. La economía catalana estaba ahora íntegramente colectivizada, pero la producción industrial sufrió igualmente una considerable caída, producto de la escasez de demanda y de materias primas a que la sometía el conflicto bélico y la desconexión con la España dominada por los nacionales.
Concluyendo con el período revolucionario, quizás muy cuestionable en sus logros pero enfocado como ninguno a la equiparación social y al fin de la explotación burguesa, en los albores de 1937, el PSUC y el gobierno catalán atacaron duramente a los comités anarquistas. No tardó en desatarse en mayo una nueva guerra civil: anarquistas y poumistas –que defendían la colectivización industrial y reivindicaban el control obrero– frente a comunistas y republicanos –que impulsaban la industria bélica como meta primera y garantizaban la devolución de las propiedades a los pequeños burgueses. Barcelona se bañó en sangre: 500 muertos y 1.000 heridos. La intervención del gobierno central para “llevar el orden” a Barcelona, concluyó en la “normalización” de la situación. Los anarquistas habían visto reducida su influencia en la política y la industria barcelonesas, y los comunistas habían llegado a la cima del control republicano. Cataluña había perdido su autonomía y, tras la dimisión de Francisco Largo Caballero y el nombramiento de Juan Negrín como jefe del gobierno central (17 de mayo), la FAI denunciaría la “victoria del bloque burgués-comunista”; en adelante, los comunistas serían “los más y los mejores.”[11]   La represión de las colectividades se iría agravando, y las purgas al estilo soviético se cobrarían las vidas de muchos anarquistas, poumistas e, incluso, republicanos. La CNT había renunciado a toda participación gubernamental, pero ya no había espacios para la lucha revolucionaria. La colectivización catalana anarquista había llegado a su fin.
Augusto Gayubas


jueves, 15 de enero de 2015

L@S ANARQUISTAS MOLESTAN...



Los anarquistas son enemigos declarados del Estado y de todas las realizaciones institucionales concretas de las que este se dota para controlar y reprimir. Esta declaración de principio, aun con su carácter abstracto, es uno de las características esenciales del anarquismo y nuca ha sido puesta en duda.
El Estado sabe perfectamente que los anarquistas son sus irreductibles enemigos, los que, con más o menos eficacia, lo combatirán hasta el final.
Pero sabe también que, propiamente por esta posición de total y radical enemistad, los anarquistas no pueden encontrar aliados en su lucha contra el Estado, salvo en la participación espontánea de individuos deseosos de transformar las condiciones de opresión en las cuales vivimos todos.
Lejanos de cualquier juego de poder, diamantes en su cristalina pureza ideal, los anarquistas han representado desde siempre la espina clavada de todo Estado, desde el despótico al democrático, de aquí la particular atención que los órganos de policía de cualquier tipo han mantenido sobre ellos.
Y ya que policía y magistratura saben bien que los anarquistas, aunque extraños a toda búsqueda de alianzas políticas, logran encender las simpatías de los que no se han vendido definitivamente, y ahí los tienes con todos los medios para tratar de implicarles en acciones que a menudo no pueden ser obra de ellos, no tanto por motivos de hecho sino por elección de fondo, por motivación de principio.
Los anarquistas están al lado de quien sufre la opresión a menudo sin saber como reaccionar, y esto lo saben todos. Su cercanía es a veces ideal, pero otras tantas ofrecen una mano para el ataque contra los intereses de los dominadores. El sabotaje constituye un ejemplo fácil de seguir, especialmente cuando se realiza con medidas simples y por lo tanto resulta al alcance de todos. Esto molesta.
Los anarquistas tienen el olfato afilado para señalar los lugares donde las realizaciones del dominio se muestran a penas visibles, y aquí golpean. Su modo de proceder es fácilmente reconocible porque esta destinado a ser reproducido de la manera más ampliamente posible. No tienen pretensión de señalar corazones sensibles del Estado o de arrogarse la competencia de golpearlos. Esto molesta.
Los anarquistas no aceptan “subvenciones” y/o sustentos, encuentran por si solos los propios medios para su lucha. Normalmente recurriendo a la ayuda de los propios compañeros, con aportaciones o similares. No aman prostituirse. Por eso no poseen el sagrado respeto por la propiedad de los ricos. Cuando alguno de ellos, a título personal, porque así lo ha decidido, llama a la puerta de cualquier banco, si algo va mal esta dispuesto a pagar las consecuencias. Vivir libre tiene sus costes. Esto molesta.
Pero algunas cosas no están dispuestos a hacer. No están dispuestos a asesinar a la gente indiscriminadamente, como hacen los Estados (y los que quieren imitarlos N. del T.) en las guerras y en los periodos de la llamada “paz social”. No aceptarían nunca la idea de una masacre indiscriminada de personas.
De igual manera los anarquistas están contra la cárcel, contra cualquier tipo de cárcel, también la que los secuestradores inflingen a los secuestrados en espera de que se decidan a pagar la suma solicitada como el rescate. Encerrar bajo llave a un ser humano es una práctica envilecedora.
Otra cosa que los anarquistas rechazan es una estructura armada jerárquica, dotada de organigrama, de reglas de funcionamiento, de proyecto político y todo lo demás. Lo que el lenguaje común define como “banda armada” está a años luz de la idea que los anarquistas tienen de la contraposición con el Estado, contraposición que si alguna vez puede ser violenta, y por lo tanto armada, no estará jamás fijada sobre los rígidos cánones que, en definitiva, resultan obtenidos a partir de la imagen a la inversa de la misma estructura que se quiere combatir. (...)

Alfredo María Bonanno


domingo, 11 de enero de 2015

Je ne suis pas Charlie (Yo no soy Charlie)



Parto aclarando antes que nada, que considero una atrocidad el ataque a las oficinas de la revista satírica Charlie Hebdo en París y que no creo que, en ninguna circunstancia, sea justificable convertir a un periodista, por dudosa que sea su calidad profesional, en un objetivo militar. Lo mismo es válido en Francia, como lo es en Colombia o en Palestina. Tampoco me identifico con ningún fundamentalismo, ni cristiano, ni judío, ni musulmán ni tampoco con el bobo-secularismo afrancesado, que erige a la sagrada “République” en una diosa. Hago estas aclaraciones necesarias pues, por más que insistan los gurús de la alta política que en Europa vivimos en una “democracia ejemplar” con “grandes libertades”, sabemos que el Gran Hermano nos vigila y que cualquier discurso que se salga del libreto es castigado duramente. Pero no creo que censurar el ataque en contra de Charlie Hebdo sea sinónimo de celebrar una revista que es, fundamentalmente, un monumento a la intolerancia, al racismo y a la arrogancia colonial.

Miles de personas, comprensiblemente afectadas por este atentado, han circulado mensajes en francés diciendo “Je suis Charlie” (Yo soy Charlie), como si este mensaje fuera el último grito en la defensa de la libertad. Pues bien, yo no soy Charlie. No me identifico con la representación degradante y “caricaturesca” que hace del mundo islámico, en plena época de la llamada “Guerra contra el Terrorismo”, con toda la carga racista y colonialista que esto conlleva. No puedo ver con buena cara esa constante agresión simbólica que tiene como contrapartida una agresión física y real, mediante los bombardeos y ocupaciones militares a países pertenecientes a este horizonte cultural. Tampoco puedo ver con buenos ojos estas caricaturas y sus textos ofensivos, cuando los árabes son uno de los sectores más marginados, empobrecidos y explotados de la sociedad francesa, que han recibido históricamente un trato brutal: no se me olvida que en el metro de París, a comienzos de los ‘60, la policía masacró a palos a 200 argelinos por demandar el fin de la ocupación francesa de su país, que ya había dejado un saldo estimado de un millón de “incivilizados” árabes muertos. No se trata de inocentes caricaturas hechas por libre pensadores, sino que se trata de mensajes, producidos desde los medios de comunicación de masas (si, aunque pose de alternativo Charlie Hebdo pertenece a los medios de masas), cargados de estereotipos y odios, que refuerzan un discurso que entiende a los árabes como bárbaros a los cuales hay que contener, desarraigar, controlar, reprimir, oprimir y exterminar. Mensajes cuyo propósito implícito es justificar las invasiones a países del Oriente Medio así como las múltiples intervenciones y bombardeos que desde Occidente se orquestan en la defensa del nuevo reparto imperial. El actor español Willy Toledo decía, en una declaración polémica -por apenas evidenciar lo obvio-, que “Occidente mata todos los días. Sin ruido”. Y eso es lo que Charlie y su humor negro ocultan bajo la forma de la sátira. No me olvido de la carátula del N°1099 de Charlie Hebdo, en la cual se trivializaba la masacre de más de mil egipcios por una brutal dictadura militar, que tiene el beneplácito de Francia y de EEUU, mediante una portada que dice algo así como “Matanza en Egipto. El Corán es una mierda: no detiene las balas”. La caricatura era la de un hombre musulmán acribillado, mientras trataba de protegerse con el Corán. Habrá a quien le parezca esto gracioso. También, en su época, colonos ingleses en Tierra del Fuego creían que era gracioso posar en fotografías junto a los indígenas que habían "cazado", con amplias sonrisas, carabina en mano, y con el pie encima del cadáver sanguinolento aún caliente. En vez de graciosa, esa caricatura me parece violenta y colonial, un abuso de la tan ficticia como manoseada libertad de prensa occidental. ¿Qué ocurriría si yo hiciera ahora una revista cuya portada tuviera el siguiente lema: “Matanza en París. Charlie Hebdo es una mierda: no detiene las balas” e hiciera una caricatura del fallecido Jean Cabut acribillado con una copia de la revista en sus manos ? Claro que sería un escándalo: la vida de un francés es sagrada. La de un egipcio (o la de un palestino, iraquí, sirio, etc.) es material “humorístico”. Por eso no soy Charlie, pues para mí la vida de cada uno de esos egipcios acribillados es tan sagrada como la de cualquiera de esos caricaturistas hoy asesinados.

Ya sabemos que viene de aquí para allá: habrá discursos de defender la libertad de prensa por parte de los mismos países que en 1999 dieron la bendición al bombardeo de la OTAN, en Belgrado, de la estación de TV pública serbia por llamarla “el ministerio de mentiras”; que callaron cuando Israel bombardeó en Beirut la estación de TV Al-Manar en el 2006; que callan los asesinatos de periodistas críticos colombianos y palestinos. Luego de la hermosa retórica pro-libertad, vendrá la acción liberticida: más macartismo dizque “anti-terrorismo”, más intervenciones coloniales, más restricciones a esas “garantías democráticas” en vías de extinción, y por supuesto, más racismo. Europa se consume en una espiral de odio xenófobo, de islamofobia, de anti-semitismo (los palestinos son semitas, de hecho) y este ambiente se hace cada vez más irrespirable. Los musulmanes ya son los judíos en la Europa del siglo XXI, y los partidos neo-nazis se están haciendo nuevamente respetables 80 años después gracias a este repugnante sentimiento. Por todo esto, pese a la repulsión que me causan los ataques de París, Je ne suis pas Charlie.




miércoles, 7 de enero de 2015

La Ley Mordaza limpiará las calles… de personas


El Derecho es la conveniencia del más fuerte” – Platón
Un año después de la publicación de su anteproyecto, el Congreso por fin ha aprobado la reforma de la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana (LOSC, popularmente conocida como “Ley Mordaza”). Pendientes de su ratificación en el Senado y de su posterior publicación en el BOE, se prevé que podrá entrar en vigor en el próximo mes de marzo.
Esta noticia ha hecho saltar las alarmas de inmediato entre las filas de los movimientos sociales. Y no es para menos. Esta Ley promete ser una de las más restrictivas del derecho de manifestación (entre otros) y tiene la clara finalidad de desincentivar cualquier tipo de protesta social en la calle. Por ello, en la víspera de su aprobación, el colectivo No Somos Delito (www.nosomosdelito.net) organizó un cortejo fúnebre por el centro de Madrid para llorar “por la muerte de los Derechos Humanos”.
Si bien las limitaciones y trabas que se ponen a la lucha de los distintos movimientos sociales son gravísimas (como veremos un poco más adelante), esto no es más que una parte de lo que comprende esta reforma. Y es que, además de afectar a activistas, la reforma repercutirá – de forma más profunda, si cabe – sobre colectivos sociales considerados “indeseables” para el gobierno: migrantes, drogodependientes y prostitutas, entre otros, haciéndoles la vida imposible. Una nueva criminalización de la pobreza y la marginación que genera.
La Ley Mordaza contra las personas migrantes
En primer lugar, cabe señalar que la Ley Mordaza otorga un marchamo de legalidad a una costumbre policial que, sin embargo, normas superiores e internacionales impiden: las llamadas “devoluciones en caliente” no son más que el incumplimiento sistemático por parte de las autoridades de los trámites previstos en la legislación para expulsar personas que entran en el Estado español traspasando la vallas fronterizas de Melilla y Ceuta.
A nadie se le escapa que esta ley no ha hecho más que legalizar lo que ya ocurría. Y, a pesar de ello, éste ha sido uno de los puntos más criticados de la reforma, no solo por su ya mencionada ilegalidad (incumple tratados en material de asilo al negar la posibilidad de otorgar protección a personas injustamente perseguidas), sino porque resulta éticamente repugnante. Hasta el punto que diversas ONG, instituciones nacionales e incluso la Iglesia lo han criticado. Pero el Ministro del Interior, Fernández Díaz, lejos de mostrar un poquito de vergüenza e intentar justificar esta práctica como un mal necesario, se mostró chulesco el pasado 11 de diciembre (día en que el Congreso aprobó la Ley) y declaró que “si me dan la dirección donde a esa pobre gente los podemos trasladar y garantizan su manutención y que les dan trabajo le aseguro que les enviamos”.
Pero la reforma no sólo legaliza las devoluciones en caliente. También hace lo propio con las denominadas “redadas racistas” (otra práctica habitual, según los informes de Brigadas Vecinales de Observación de los Derechos Humanos que se pueden ver en www.brigadasvecinales.org). Se modifica el artículo de la LOSC que regula los supuestos en que la policía puede proceder a identificar a personas en territorio nacional suprimiendo la exigencia de que la identificación estuviese motivada por el ejercicio de funciones de protección de la seguridad ciudadana. Es decir, que se deja al arbitrio de la policía si parar o no a una persona para requerirle su identificación y no es preciso que la policía sospeche que esta persona ha cometido un delito o infracción para solicitar el DNI o NIE. Esto se traduce en que los agentes pueden pedir aleatoriamente identificaciones sin justificación alguna y, si se trata de una persona migrante que no tiene los permisos de residencia en regla, proceder a sancionar y/o internar en un CIE al/la infractor/a.
Por último, la reforma añade que los/as ciudadanos/as extranjeros, sin diferenciar entre irregulares o regulares, que cometiesen cualquiera de las infracciones calificadas como muy graves o graves (entre las cuales se encuentran todas las que están relacionadas con ejercer su derecho de manifestación), serán sancionados/as con las multas previstas y además serán expulsados/as del territorio nacional. Esto es algo que, hasta la fecha, únicamente podía ocurrir cuando una persona extranjera cometía un delito, pero jamás con una infracción administrativa. Se trata de un castigo doble que no hace más que criminalizar a los/as extranjeros/as que conviven con nosotros/as.
La represión a los movimientos sociales
Este es el punto más fuerte de la reforma que nos traemos entre manos. La mayor parte de los artículos que se introducen tienen como fin último acabar con la disidencia política. Para facilitar su entendimiento, hemos decidido resumir las medidas más importantes en seis grandes bloques:
1.- El establecimiento de zonas de seguridad
Se introduce la posibilidad de establecer zonas en las que se restringe la circulación de personas (por lo que se puede suspender cualquier manifestación o acto público), en supuestos de alteración de la pacífica convivencia o cuando se sospecha que esa alteración se pueda producir. La novedad es que en vez de establecer la obligación de proteger la convocatoria cuando se puede ver alterada la paz pública, se decide poner fin a la misma. Y debido a que “pacífica convivencia” es un término ambiguo sujeto a muchas interpretaciones, deja al arbitrio de la policía decidir qué eventos se pueden celebrar, y cuáles no.
2.- Prohibición de grabar (o difundir) imágenes de la policía en el ejercicio de sus funciones
Se prohíbe grabar o tomar fotos de agentes de policía sin su autorización. Y esto supone no sólo una sanción por infracción grave (con una multa de 600 a 30.000 euros), sino que, además, esas imágenes no se podrán utilizar como prueba si se es denunciado por otra cosa, lo cual supone un límite brutal al derecho de defensa.
3.- Incremento de las cuantías de las multas
El importe de las sanciones ha aumentado dramáticamente, castigándose las infracciones leves con multas de 100 a 600 euros (entre las cuales se encuentran las faltas de respeto a los agentes, realizar pintadas y ocupar la vía pública), las graves con multas de 600 a 30.000 (las concentraciones frente a Parlamentos[1], la perturbación del orden en actos públicos, la desobediencia a la autoridad, la negativa a disolver una manifestación, etc.) y las muy graves con multas de 30.000 a 600.000 euros (entre las cuales se encuentra realizar manifestaciones frente a edificios donde se presten servicios públicos básicos, paralizándolos).
4.- Introducción de nuevas conductas sancionables
La nueva ley introduce 15 novedades que tienen que ver directamente con el derecho de manifestación, como la prohibición expresa de los escraches, de parar desahucios, etc. Como dice la abogada Lorena Ruiz-Huerta en una reciente entrevista realizada por el periódico Diagonal, “la mayoría de estas nuevas infracciones están hechas ad nominem, es decir tienen destinatarios muy claros dentro de los movimientos sociales. Por ejemplo, nos encontramos con que obstruir a la autoridad en la ejecución de sus decisiones administrativas o judiciales se convierte en una una infracción grave, castigada con una multa de hasta 30.000 euros. Esto va dirigido claramente a la Plataforma de Afectado por la Hipoteca. Otro caso es el punto de desobediencia o resistencia a la autoridad en la negativa a identificarse: esto va dirigido a la campaña de desobediencia del DNI. Tenemos otro caso: la ocupación de cualquier inmueble o la ocupación de la vía pública, es decir la sanción del 15M. También se introduce una sanción para aquellos que escalen edificios o monumentos o se lancen desde ellos. Cada movimiento social tiene una”.
5.- Se sanciona la falta de colaboración con la policía
Se introduce como infracción grave la “falta de colaboración con la Policía en la averiguación o prevención deacciones que puedan poner en riesgo la seguridad ciudadana”. Sin embargo, no se define qué se entiende por “colaboración” y hasta dónde alcanza, aunque se entiende que si un policía da la orden de delatar o facilitar información sobre una persona que haya cometido un delito o una infracción administrativa (o se sospecha que lo ha hecho) y la persona que ha recibido la orden no le obedece, se le podrá sancionar.
6.- Aumento del poder policial
Muchas de estas nuevas infracciones se encontraban antes tipificadas como faltas en el Código Penal, pero serán despenalizadas y pasarán a formar parte de la LOSC, una ley administrativa (no penal). Esto supone que cuando una persona sea sancionada por la Ley Mordaza, la mera palabra de un/a policía constituirá prueba de cargo suficiente (ya que en Derecho Administrativo la autoridad pública cuenta con presunción de veracidad, lo cual no ocurre en Derecho Penal) y el proceso será resuelto por la propia Administración, que será juez y parte.
Desde que se aprobara de la Ley de Tasas hace dos años habrá que pagar una cuantiosa tasa para impugnar la decisión de la Administración ante el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo. Todo ello sin ninguna garantía de poder ganar el juicio posteriormente. Menos aún si consideramos la prohibición de tomar imágenes de la policía en el ejercicio de sus funciones. Nos encontramos ante la mayor restricción del derecho de defensa jurídica desde 1978.
En casos como éste resulta más evidente que nunca que el Derecho es un instrumento del que se dota el Estado a sí mismo para afianzar las relaciones de poder existentes. Como diría Karl Marx, “el Derecho es la voluntad de la clase dominante erigida en ley”. Y su voluntad en relación con las movilizaciones sociales es la de acabar con la protesta en la calle para legislar en paz, aprobando cualquier reforma laboral o recorte de derechos sin demasiada disidencia.
La criminalización de la pobreza y la marginación
El aumento del importe de todas las multas supone en sí mismo una discriminación económica. Quien cuente con ahorros o tenga un curro podrá, con mayor o menor dificultad, hacer frente a estas sanciones pero los que se encuentren en una situación más precaria, no podrán pagar inmediatamente y sus bienes terminarán embargados.
Además, la reforma de la LOSC actúa de forma directa contra colectivos tradicionalmente denostados y marginados por el poder. Uno de estos grupos es el de las mujeres que ejercen la prostitución. La Ley Mordaza sancionará a sus clientes[2] por la comisión de infracciones graves (hasta 30.000 euros) cuando contraten sus servicios en inmediaciones de colegios y/o parques o se perjudique la seguridad vial. En otras palabras, se castiga la prostitución cuando se ejerce en la calle favoreciendo así los intereses de los grandes clubes de alterne, donde existe más explotación y menos autonomía de las/os profesionales del sexo.
Por otro lado, la Ley Mordaza penaliza severamente el consumo de drogas y las actividades relacionadas. Se persiguen las “cundas” o taxis de la droga, tipificando sus hábitos como infracciones graves. Lejos de abordar el problema de las drogas a través de la intervención social se pretende acabar con él a golpe de sanción, aumentando la persecución de los/as drogodependientes sin ningún objetivo adicional[3].
Por último, se castiga (también como infracción grave) el cultivo de drogas en lugares visibles al público, actividad que hasta la fecha era impune.
¿Cómo se justifica todo esto?
Como hemos visto, la reforma tiene un poco para cada uno/a. Cualquiera que moleste al Ejecutivo, ya sea con su actividad o su presencia, podrá ser sancionado/a. Pero lo grave no es que la Administración busque aumentar su cota de poder; al fin y al cabo, la tendencia de todo Gobierno es la de incrementar su potestad para poder llevar a cabo sus fines sin injerencias. Lo grave y sorprendente es que se lo permitamos.
La Exposición de motivos de la reforma de LOSC explica que esta reforma atiende a la creciente demanda de la ciudadanía de medidas en torno a la seguridad. Una demanda que, si existe, ha sido fabricada mediante la estrecha colaboración entre el Gobierno y los medios de comunicación que generan la alarma social mediante el sesgado tratamiento de noticias sobre las protestas callejeras, la prostitución, las drogas y la inmigración clandestina. El último ejemplo de alarma social y criminalización de los movimientos sociales y/o políticos contestatarios se dio el pasado 16 de diciembre, cuando – con gran cobertura mediática – 11 anarquistas en Catalunya y Madrid fueron detenidos por orden de la Audiencia Nacional y se registraron 14 locales asociados con este movimiento, mientras desde las 7 de la mañana se iba retransmitiendo en directo desde la prensa. Como ya explicamos hace un año en el artículo “Las detenciones como legitimación de las reformas represivas” (www.todoporhacer.org/las-detenciones-como-legitimacion-de-las-reformas-represivas), “los medios de comunicación, por su parte, [están] aplaudiendo los excesos políticos, judiciales y policiales. La agenda mediática, allanando el terreno para favorecer la expansión del poder del Ejecutivo. La cobertura de las detenciones justifica la hiperprotección del “orden público”, traducida como el endurecimiento de las penas asociadas a delitos que se comentan en el seno de manifestaciones a través de la reforma del Código Penal (limitando el derecho a la manifestación) o el reforzamiento de la autoridad pública en la reforma de la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana”.
Más información sobre la Ley Mordaza en www.nosomosdelito.net
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[1] En un primer momento, estaba previsto que este tipo de conductas se sancionaran como infracciones muy graves, en un claro intento de poner fin a las manifestaciones de “Rodea el Congreso”. La mala prensa que generó lo desproporcionada de esta actuación llevó a que se modificara por infracción grave.
[2] En el borrador inicial de la presente Ley, se preveía sancionar también a las prostitutas. Esta previsión ha sido suprimida, si bien se ha estipulado que en estas situaciones la policía podrá expulsar del lugar a las mujeres ofertando sus servicios, sin multarlas.
[3] Hace dos años publicamos un artículo en este medio titulado “Cuando resulta más fácil encerrar que tratar” (www.todoporhacer.org/cuando-resulta-mas-facil-encerrar-que-tratar). En él, explicamos cómo la Comunidad de Madrid cerraba en diciembre de 2012 cuatro centros de atención a drogodependientes que atienden a unas 1.200 personas y, en paralelo, se estaban creando más estructuras penitenciarias y endureciendo las normas penales y administrativas.

sábado, 3 de enero de 2015

Prensa libertaria y cenetista en el exilio.



Apenas terminado el ciclo de opresión alemana en Francia, en el atardecer de 1944, apareció en Toulouse el semanario “CNT” dirigido por Felipe Alaiz, y en París también salió, cuatrimestral, “Solidaridad Obrera”, a cargo de Cánovas Cervantes. A no tardar apareció “Ruta”, también semanalmente, órgano de las Juventudes Libertarias y conducido por Benito Milla. Debido al entusiasmo libertario suscitado por la inminente derrota de Hitler, amigo y protector del general Franco, estas publicaciones alcanzaron tiradas apreciables, pudiéndose cifrar en 27.000 ejemplares la de “CNT”, en 28.000 la de “Soli”, y en 12.000 la de “Ruta”.

Paralelamente a estas actividades periodísticas, la organización confederal instaló una “Radio CNT” en los montes Pirineos, en cierto modo itinerante para no ser localizada. En este servicio estuvieron Juan Ferrer, redactor, y Mariano Martínez, locutor, que ya lo había sido en la 26 División. Por motivos de improvisación e inestabilidad, esta radio, destinada a vocear sobre España, no rindió todo el resultado apetecido. Sin embargo, tras la reparación de tanda, se hacía apreciar en las zonas más próximas de Cataluña y Aragón, habiéndose incluso polemizado con el locutor de Radio Zaragoza. Esta modalidad de la propaganda oral, terminó sus días sin pena ni gloria en la Colonia Aymare, situada en el departamento del Lot. Sus antenas de 20 metros no alcanzaban las altitudes pirenaicas, y ante la autoridad francesa no se podían justificar ni como secadero de ropas...

Fugaz Impulso

“CNT” fue veleidosa en su primer tiempo por la pátina confederal descendente que trató de imprimirle el secretariado de la CNT exiliada. Sintiéndose incómodo por esta causa, Felipe Alaiz se ausentó del periódico, fundando, un tiempo después, en unión de IIdefonso González, la publicación “Impulso”, que debía desbancar al portavoz "reformista" de la Confederación. Desaparecido “Impulso” y normalizada la conducta del secretariado, Alaiz se reintegró a “CNT”, hasta que en 1947 renunció al cargo, que provisionalmente ocupó Juan Ferrer hasta ser confirmado en su misión por un Congreso confederal celebrado en el Cours Dillon de Toulouse. En varios lapsus ocurridos en la dirección del periódico, éste fue conducido por Miguel Chueca.

Aquí llegados, precisa aclarar una ocurrencia. Por encargo del secretariado, “CNT” fue trasladado a París. ¿Motivo exacto? El periódico había descendido a 13.000 ejemplares y los empleados en el mismo éramos nueve: director, ayudante de redacción, administradores primero y segundo, redactor artístico, y cuatro oficinistas. Fuerte gravamen que ponía en peligro la existencia del periódico. Se invitó a ese personal a trasladarse a la capital de Francia, a lo que sólo se avino el director. El resto del personal se quedó en Toulouse como estaba previsto. Artífices de ese cálculo, aceptado por todo el secretariado: Juan Puig Elías y Benito Milla. Al ilustrado y viejito D. Diego (sub-director) traté de llevármelo a París sin conseguirlo, cosa que sentí. Lo tomó a su cargo SIA.

En “CNT” colaboraron conmigo escritores del fuste de Piedra Vázquez, M. Chueca, G. Esgleas, Alberto Carsí, Felipe Alaiz, J. Patán, Mingo, J. Peirats, Viladomiu y otros, además del agudo caricaturista Juan Call. En 1954 me sucedió Peirats en la conducción de “CNT”, y dos años después lo reemplazó Federica Montseny. En 1960, por causas que se explicarán más adelante, “CNT” pasó a ser “Espoir”; sedicentemente órgano de la AIT, sección francesa. Actualmente “CNT” lleva treinta y cuatro años de existencia ininterrumpida, igual que su gemelo “Solidaridad Obrera”. Dos casos de longevidad muy notables y que no tienen parejo con la menor actividad publicitaria de los otros sectores sociales o políticos del exilio.

“Solidaridad Obrera” se distinguió desde el principio por su combatividad contra el franquismo y el bolchevismo. Su redacción era buena por contar con las excelentes plumas de Cánovas Cervantes, Ezequiel Endériz, García Birlán, García Pradas, José M. Puyol, Gastón Leval, más el caricaturista García Gallo, actualmente el "Coq" que colabora en revistas aristocráticas. Después de Cánovas, el director de “Soli” fue Antonio Casanovas, sucediendo a éste F. Gómez Peláez, que en la época se encarnizó contra la fracción disidente que en el Congreso confederal de París (1945) se negó a renunciar a la táctica ministerialista adoptada por la CNT en 1936, por motivos de guerra. El último director de “Soli” fue Juan Ferrer, entrado en ella en 1955, a ruegos de la Organización Zona Norte. En 1960 convertimos el semanario en la publicación mixta actual bajo el título de “Le Combat Syndicaliste” por supresión autoritaria de nuestro vocero tradicional. El ministro español Castiella visitó al gobierno francés, obteniendo de éste la suspensión drástica de “Soli”, “CNT” y “El Socialista”. El intento repetido de suceder “Soli” con “Solidaridad” simplemente, y a continuación con “Boletín Confederal”, “Boletín Informativo”, y “Boletín”, fracasó por la tenacidad negativa de la policía. No hubo más remedio, pues, que resignarse a la mixtura galo-española que había significado y viene significando “Le Combat Syndicaliste”, órgano de la CNT francesa.

Durante los 21 años que estuve en “Le Combat-Soli” disfruté la colaboración valiosa de José Viadiu, IIde, Camacho, Borraz, Federico Baldó (del Interior), Patán (del Interior), E. Carbó, Alaiz, Galindo, García Birlán, A. Samblancat, Puyol, G. Gracia, Alvarez Ferreras, F. Ferrer, M. Alcón, Casellas, C. Parra, M. Sánchez, Volga Marcos, R. Serarols...

Ruta, marcó época

“Ruta”, portavoz de la FIJL, estuvo a cargo, desde el principio al fin (1945-1960), de Benito Milla, escritor pulcro, que actualmente no debe recordar su bohemia del exilio. Este periódico consiguió marcar época y en él estaban, que recordemos, el indicado Milla, Germinal Gracia, Cristóbal Parra, L. Sarrau, D. Camacho, Raúl Carballeira y Téllez. Con la circunstancia de que varios de estos redactores fueron a ejercer resistencia en Cataluña, injertando también “Ruta” en aquel peligroso terreno. Durante unos años, “Ruta” exiliada se imprimió, de consuno con “Soli” y “CNT”, en la imprenta de Picavea cercana al Folies Bergére, en París. A “Ruta” le cupo morir en belleza, más por prohibición autoritaria que por carencia absoluta de fondos. Su colección ha de ser un tesoro para quien la posea.

“Solidaridad Obrera” tuvo edición africana durante unos años (del 1945 al 1948) en Orán, habiendo intervenido en ella Isabel del Castillo, Pérez Burgos, José María Puyol, Pedro Herrera y Muñoz Congost. Las características de esta “Soli” fueron la idealidad y la capacidad expositiva. De sus páginas partió la idea (consumada) de erigir una lápida a Miguel de Cervantes Saavedra en la cueva de Argel donde estuvo escondido para burlar el cautiverio. Este recuerdo emotivo levantado en loor al príncipe de las letras españolas, fue mancillado por una banda de falangistas irresponsables.

También Méjico tuvo su “Soli”, a partir de 1944 hasta (intermitentemente) 1960. La dirigía José Viadiu y en ella colaboraron toda suerte de compañeros sin distingos partidistas. Hasta que el encono subió de punto y la publicación perdió derecho de vida. En esta “Soli” y en la revista “Estudios Sociales”, que alcanzó ocho números, Viadiu realizó una obra de enjundia. Suponemos que ambas publicaciones alguien las tiene guardadas.

Tierra y Libertad, puro grito

“Tierra y Libertad” (conjunción del grito de R. Flores Magón y de T. y L. de Barcelona), también merece alta estima por la labor desarrollada y la constancia de los compañeros en mantener ese paladín de las ideas ácratas. Nacido, creemos que en 1944, T y L sigue publicándose, diríase que mensualmente, con la originalidad de dar a luz trimestralmente un número revista de gran relieve artístico, al propio tiempo que doctrinario. En T y L se dan las firmas de B. Cano Ruiz, M. Alcón, J. Viadiu, Viadiu Ródenas, Guilarte, Negro Andrade, Campio Carpio, Stefan Baciu, y muchísimos otros, marcando el trayecto de una larga existencia. La característica de T y L es su carácter internacionalista, que abarca preferentemente la cohesión libertaria de la América Latina.

Quedan otros títulos a marcar, como la fugaz revista “Universo” de Federica Montseny, el boletín libertario en catalán “Terra Lliure”, que sigue publicándose en París; una publicación libertaria que en los años 45-46 apareció en Rennes, y otros intentos igualmente esporádicos.

Ejemplo de perennidad y cultura lo da la revista “Cenit”, apareciente en Toulouse desde el año 1956, en la cual actualmente se ejercen Miguel Celma, Federica Montseny y Ramón Liarte. Nació en la redacción de “Soli” de París tras reunión de la comisión de cultura formada por Soto y Gómez P. de “Soli”; Ferrer y García Birlán, de “CNT”; Benito Milla, de “Ruta”; Felipe Alaiz, Bernardo Pou y Elías en nombre del secretariado confederal. El primer director fue García Birlán, y con la conducción de Federica, Celma y Liarte, la revista “Cenit” sigue publicándose, cada dos meses, visiblemente superada. Por turno mensual la habían confeccionado Montseny-Ferrer-Peirats, sin resultado apreciable. Cada número cambiaba de fisonomía.

“Soli”, bajo la égida de Gómez Peláez, inició la publicación de un “Suplemento Literario de Solidaridad Obrera”, mensual que logró mucho crédito por las colaboraciones escritas y las ilustraciones que publicaba. Este director alcanzó hasta el número 31, tomando la sucesión del suple J. Ferrer, que al llegar al número 96 se vio precisado a dar a este suplemento el nombre de “Umbral” por el inconveniente ocurrido a “Soli”. Para fijar la importancia literaria adquirida por la revista “Suplemento- Umbral” (de Umbral se cuentan 101 números) bastará dar una relación de los colaboradores insertos en sus páginas: Vidal y Planas, E. Zamacois, Campio Carpio, F. Valera, J. Viadiu, V. Marcos, Avenir Rosell, R. Estrada, A. Samblancat, Alaiz, F. Avila, Ferrándiz Alborz, Carmona Blanco, Avila Echazú, F. Moro, E. Armand, Prado Rodríguez, Abarrátegui, G. Oliván, Hem Day, Luis di Filippo, Murillo y Vacareza, J. Uriel García, C. M. Rama, León Felipe, O. C. Echazú, Vega Alvarez, J. Giraud, F. Alvarez Ferreras, H. Guzmán Arce, E. Relgis, Marcos Ana, P. Bosch Gimpera, Fontaura, Luis Capdevilla, G. Gracia, A. Camín, B. Milla, Mendieta Núñez, Antenor Orrego, F. Alegría, A. Iduarte, Puyol, John dos Passos, M. Swadesh, A. Gerbi, Alban Rosell, M. Suárez Miraval, Chicharro de León, F. Caravaca, D. A. de Santillán, Rosa Castro, Quezala Gochi, P. Carbó, Alex Comfort, Gustavo Cochet, R Saavedra, C. D. Otero, Max Aub, J. Icaza, Puig Espert, I. Fabela, Albert Camus, D. Iglesias, D. Forestier, A. Lorulot, A. Lapeyre, F. Montseny, Sol Ferrer, J. Peirats, L. Sarrau, J. Alberola, Costa Iscar, Rosa Arciniega, Lewis Mumford, E. Vuillermoz, G. Trillas, Dr. J. Lazarte, J. Pahissa, R. Asso, Del Amo, G. Tella, Mario, Lamolla y muchos más, abarcando todos los aspectos del saber.

Frente Libertario, envés
Afectando a la disonancia confederal apareció, durante años, “España Libre” defendiendo el absurdo lema "Con España o contra España"; y mucho más acá, con motivo de una segunda sangría, vio la luz “Frente Libertario” encontrándose en él, paradójicamente, Gómez Peláez, y en plano secundario el ex integérrimo Ilde González. Sin esos déficits unitarios, la CNT de España en el exilio hubiese tenido un hacer mucho más positivo.

Queda por mencionar la labor editorial libertaria acometida desde “Universo”, “Soli-Umbral”, “Tierra y Libertad” de Burdeos y Méjico, Secretariado de la CNT, más la ópima labor de algunos particulares, habiendo dado, el conjunto, un número apreciable de folletos, libros e ilustraciones. Ha habido también exposiciones de arte y sobre la guerra de España, todas ellas muy conseguidas.

Creemos, pues, que en el exilio no hemos perdido todo el tiempo.

Juan Ferrer en “Historia Libertaria” nº5, mayo-junio de 1979



jueves, 1 de enero de 2015

Libertad para Noelia Cotelo


Juventudes Libertarias de Málaga.
Noelia Cotelo Riveiro es una presa anarquista que entró a la cárcel con 19 años por un delito de hurto para cumplir una condena inicial de 2 años y 4 meses. Actualmente lleva más de 7 años en las prisiones españoles donde ha sufrido aislamiento, dispersión continua lejos de su familia en Galicia, torturas físicas (palizas, encadenamientos a su cama…) y psicológicas (incomunicación, presión por parte de sus carcelerxs…) y un intento de violación, que le han costado, entre otras cosas, días en coma y lesiones graves.
El aumento de la condena inicial es debido a nuevas condenas que se le han sumado por su insumisión y por su denuncia de la situación penitenciaria tanto suya como de sus compañeras, habitualmente violadas y torturadas; denuncias que le han valido palizas, partes disciplinarios y posteriores juicios por atentado contra la autoridad (defenderse de esas palizas).
Noelia se encuentra ahora en el Centro Penitenciario de Brieva, en Ávila, donde sufrió un intento de violación, en aislamiento en un módulo de hombres y con el carcelero que la intentó violar llevándole la comida todos los días.
Desde las Juventudes Libertarias de Málaga queremos denunciar la situación de Noelia Cotelo, exigir su inmediata puesta en libertad, y llamar a la solidaridad y movilización en torno a su caso. El caso de Noelia debe conocerse y difundirse, y a la vez Noelia necesita apoyo para evitar que las agresiones a su persona persistan.
Os animamos a enviar cartas a Noelia, mandar faxes y llamar al C. P. de Brieva exigiendo su libertad, así como participar en la medida de lo posible en cualquier manera de apoyo a Noelia.
¡La queremos viva, sana y libre!



¡LIBERTAD PARA NOELIA!
¡ABAJO LOS MUROS DE LAS PRISIONES!