sábado, 27 de septiembre de 2014

La marca España desahucia ancianos de sus casas

 

Para Berta y Antonio con el corazón inundado de tristeza.

Si fueran personas con la cabeza centrada y con una educación rica en valores se avergonzarían de desahuciar familias, de dar palos, porrazos, patadas, codazos, puñetazos, insultar a quienes en un acto de encomiable solidaridad se plantan ante la puerta de otras personas tristes, acosadas, chantajeadas por la putrefacta usura bancaria, por una caterva política profundamente corrupta, degenerada y criminal.

El salvaje desahucio del matrimonio de ancianos en Tenerife esta semana ha sido un punto de inflexión, una enorme patada en las conciencias de millones de personas, quienes asombrados/as hemos visto en las televisiones los llantos de este señor mayor, la intimidación de la policía política del PP a la gente concentrada, la guardia civil al servicio de los poderosos y millonarios que masacran al pueblo trabajador, las lagrimas de Antonio, los llantos desesperados de su esposa Berta, sin que ningún juez se inmute, sin que ningún asqueroso político de coche oficial, vicios caros y sueldazos haga absolutamente nada.

Lo hemos visto todos/as, incluso estas imágenes salieron en informativos de otros países como Alemania, Francia, Bélgica, Suiza, Venezuela, Estados Unidos…, golpeando las miradas alucinadas de quienes ya no se creen que en España haya democracia, sino algo mucho más parecido a una corrupta dictadura fascista, un régimen que golpea, que expulsa de sus casas a una ciudadanía con derechos civiles y humanos.

La morralla de ropa de marca que dirige este país no tiene escrúpulos, se alegra cuando alguien se suicida por razones económicas, ya casi 5.000 almas en dos años solo en España que han decidido quitarse la vida por no aguantar más las presiones, los chantajes, las amenazas de la banca usurera, el hambre y la miseria de sus hijos/as.

Esta banda millonaria del partido fundado por el franquista Manuel Fraga, celebra que su policía armada hasta los dientes vaya a las casas de ciudadanos/as honestos/as a masacrarlos, a expulsarlos de su universo más sagrado, allí donde han pasado sus vidas y sentido enormes alegrías y tristezas, ilusiones de un futuro mejor, para que en pocas horas estos sinvergüenzas los dejen sin nada, tirados/as en la calle, mientras cuatro sicarios de apellidos nobles se llenan los bolsillos con sus humildes propiedades.

La inmensa inmoralidad legal a la que llaman desahucios es una nueva vuelta de tuerca sobre los derechos de millones de ciudadanos/as. Nos pisotean sin que hagamos nada, están demostrando desde la cloaca del poder político que son capaces de todo en su deriva ultraderechista, actuando como perros falderos de la mafia financiera, a la que defienden sus constantes corruptelas, los abusos de poder a cambio de sobres y prebendas.

Los llantos de Antonio y Berta, su indescifrable sufrimiento, junto a las más de 500 familias desahuciadas cada día de sus casas en el estado español no puede quedar impune, debemos juzgar a los causantes de este genocidio social, el mismo que ya cuenta entre sus siniestros logros que cuatro millones de niños/as españoles estén pasando hambre, subsistiendo bajo el umbral del empobrecimiento extremo.

La historia no absolverá jamás a los causantes de tanto dolor, a quienes planifican y ejecutan premeditadamente vergonzosos actos de terrorismo de estado, expulsando a personas honradas de sus casas, matando de hambre, generando despidos masivos, desempleo, enfermos/as sin atención sanitaria, recortando salvajemente el estado del bienestar, condenando a millones de familias a sobrevivir sin ingresos, privatizando servicios públicos como la sanidad o la educación, regaladas a precio de saldo a parientes, a empresarios donantes de sobres repletos de billetes de quinientos euros.

Tanto daño no puede ser eterno, este delictivo modus operandi nazi-fascista de los desahucios en el estado español debe ser juzgado, de lo contrario no quedará esperanza, solo un futuro negro para las generaciones venideras, abusos de poder, caciquismo, delincuencia política, una masacre humanitaria inminente si permitimos que la misma escoria siga asesinando la dignidad y la democracia.

http://viajandoentrelatormenta.blogspot.com.es/


 

miércoles, 24 de septiembre de 2014

¿Eres anarquista? ¡La respuesta te podría sorprender!

Lo más probable es que ya hayas escuchado algo sobre quiénes son los anarquistas y sobre aquello en lo que supuestamente creen. Lo más probable es que todo lo que escuchaste decir sobre ellos sea falso. Mucha gente parece que piensa que los anarquistas son adeptos a la violencia, al caos y a la destrucción, que se oponen a todas las formas de orden y de organización, que son nihilistas fanáticos que quieren acabar con todo. Nada más lejos de la realidad. Los anarquistas son las personas que piensan simplemente que los seres humanos pueden comportarse de una forma razonable sin tener que ser obligados a ello. En realidad, es una noción muy simple. Pero es la noción que los ricos y poderosos siempre consideraron más peligrosa.

En su expresión más simple, las creencias anarquistas giran en torno a dos premisas. La primera es que los seres humanos son, en circunstancias normales, tan razonables y decentes como les permitan ser y, por lo tanto, pueden autoorganizar sus comunidades sin necesidad de que les indiquen cómo. La segunda es que el poder corrompe. Antes de nada, el anarquismo es una cuestión de tener coraje para tomar los principios simples de la decencia común por los cuales nos guiamos y seguirlos hasta sus conclusiones lógicas. Por muy insólito que parezca, en muchos aspectos importantes, ya eres anarquista (sólo que no te das cuenta).

Tal vez te ayude si analizamos algunos ejemplos del día a día:

Si hay una fila para coger un autobús casi lleno, ¿vas a esperar tu turno y contener las ganas de colarte, incluso si no hay ningún policía?

Si respondiste «sí», ¡entonces estás habituado a actuar como un anarquista! El principio anarquista fundamental es «autoorganización»: el asumir que los seres humanos no necesitan que se les amenace con sanciones para que alcancen un grado de comprensión entre ellos, o para que traten a los demás con dignidad y respeto.

Todas las personas creen que son capaces de comportarse de manera razonable. Si piensas que la ley y la policía son necesarias, es sólo porque no crees que otras personas lo sean. Pero si te paras a pensar, ¿no tendrán ellas derecho a pensar exactamente lo mismo en relación a ti? Los anarquistas argumentan que casi todo el comportamiento antisocial que nos hace pensar que es necesaria la existencia de fuerzas armadas, de policía, de prisiones y de gobiernos para controlar nuestras vidas es, de hecho, causado por las desigualdades sistemáticas y la injusticia que esas fuerzas armadas, policía, prisiones y gobiernos crean. Es todo un círculo vicioso. Si las personas están acostumbradas a ser tratadas como si sus opiniones no importasen, es probable que se vuelvan agresivas y cínicas, incluso violentas (lo cual, por supuesto, hace que sea fácil para los que están en el poder decir que sus opiniones no cuentan). En cuanto se dan cuenta de que su opinión es tan importante como la de cualquier otra persona, tienden a volverse muchísimo más abiertas. Para abreviar una larga historia: los anarquistas creen que, en gran medida, es el propio poder y sus consecuencias lo que vuelve a las personas estúpidas e irresponsables.

¿Eres miembro de un club deportivo o equipo de deporte, o de cualquier otra organización voluntaria donde las decisiones no sean impuestas por un jefe, sino tomadas en base al consenso general?

Si respondiste «sí», ¡entonces perteneces a una organización que trabaja de acuerdo con los principios anarquistas! Otro principio básico es la asociación voluntaria. Es sólo una cuestión de aplicar los principios democráticos a la vida diaria. La única diferencia es que los anarquistas creen que debería ser posible la existencia de una sociedad en la que cada cosa fuese organizada según esos principios, todos los grupos basados en el consentimiento libre de sus miembros y, por lo tanto, todo ese estilo de organización de arriba abajo (militar como los ejércitos, o las burocracias o las grandes corporaciones, basadas en cadenas de comandos) ya no serían necesarias. Tal vez no crea que eso llegue a ser posible jamás. Tal vez sí. Pero cada vez que llegas a un acuerdo por consenso, en vez de por una amenaza, cada vez que haces un pacto voluntario con otra persona, llegas a un reconocimiento recíproco o alcanzas un compromiso teniendo en la debida consideración la situación o las necesidades particulares del otro, estás siendo un anarquista, incluso aunque no tengas conciencia de ello.

El anarquismo es sólo el modo en que las personas actúan cuando tienen libertad para hacerlo de acuerdo con su elección y cuando negocian con otros que son también libres – y por lo tanto, conscientes de la responsabilidad ante los demás que eso implica. Esto conduce a otro punto crucial: mientras las personas pueden ser razonables y tener consideración si están relacionándose con iguales, la naturaleza humana es tal que parece imposible que lo hagan cuando se les da poder sobre los otros. Dale poder a alguien y abusará de él de una forma u otra.

¿Piensas que la mayoría de los políticos son unos cerdos egocéntricos, egoístas, a los que no les importa realmente el interés público? ¿Piensas que vivimos en un sistema económico que es estúpido e injusto?

Si respondiste «sí», entonces apoyas la crítica anarquista de la sociedad contemporánea (por lo menos en sus aspectos más generales). Los anarquistas piensan que el poder corrompe y que los que pasan la vida entera en busca del poder son las últimas personas a las que debería dársele. Los anarquistas piensan que nuestro sistema económico actual tiene más probabilidades de premiar a las personas por comportamientos egoístas o sin escrúpulos que a las que son seres humanos decentes, preocupados por los demás. La mayoría de las personas tienen esos sentimientos. La única diferencia es que la mayoría de las personas cree que no hay nada que hacer en relación con eso o que (y es esto en lo que los fieles servidores del poder suelen insistir) puede llegar a hacerse algo que acabe cambiando las cosas para peor. Pero... ¿y si no fuese cierto? ¿Habrá realmente alguna razón válida para creer esto? Cuando se pueden probar, la mayoría de las previsiones sobre lo que sucedería sin estados o capitalismo acaban por demostrar que no están fundamentadas.

Durante miles de años las personas vivieron sin gobiernos. En muchos lugares del mundo hay pueblos que viven fuera del control de los gobiernos, incluso hoy en día. No se dedican a matarse unos a otros. Sólo viven sus vidas, como cualquier otra persona haría. Claro que en una sociedad compleja, urbana, tecnológica... hay una necesidad mucho mayor de organización. Sin embargo, la tecnología puede hacer también que esos problemas sean más fáciles de resolver. De hecho, ni siquiera empezamos a pensar cómo serían nuestras vidas si la tecnología fuese puesta realmente al servicio de las necesidades de los humanos. ¿Cuántas horas necesitaríamos trabajar para mantener una sociedad funcional (es decir, si nos viésemos libres de las ocupaciones inútiles o destructivas como el telemarketing, los abogados, los carceleros, los analistas financieros, los expertos en relaciones humanas, los burócratas y los políticos), si enfocásemos el trabajo de nuestras mejores cabezas científicas de los sistemas de armamento espaciales o del mercado de acciones hacia la mecanización de las tareas más desagradables o más peligrosas como la minería de carbón o la limpieza del baño y si distribuyésemos el trabajo que sobrase entre todas las personas? ¿Cuatro horas al día? ¿Tres? ¿Dos? Nadie lo sabe porque nadie se hace ni siquiera ese tipo de pregunta. Los anarquistas piensan que estas son exactamente el tipo de preguntas que deberíamos empezar a hacernos.

¿Crees realmente en las cosas que les dices a tus hijos (o que tus padres te contaron)?

«No importa quién empezó». «Dos males no hacen un bien». «Limpia lo que ensuciaste». «Haz las cosas pensando en los demás». «No seas mezquino con las personas que te parece diferentes». Tal vez deberíamos decidir si estamos mintiendo a nuestros hijos cuando les hablamos del bien y del mal, o si estamos tomando realmente en serio nuestras propias sentencias. Porque si llevas estos principios morales a sus conclusiones lógicas, llegarás al anarquismo.

Toma el principio de que dos males sumados no producen un bien. Si tomases eso realmente en serio, bastaría para echar por tierra casi totalmente la base de todo el sistema bélico y de justicia criminal. Lo mismo pasa con el reparto: les decimos siempre a los niños que tiene que aprender a compartir, a tener en cuenta las necesidades de unos y de otros, a ayudarse mutuamente; después, cuando estamos en el mundo real asumimos que cada uno es naturalmente egoísta y competitivo. Un anarquista asegurará siempre que, de hecho, lo que les decimos a nuestros hijos es cierto. Mucho de lo que se consiguió en la historia de la humanidad, cada descubrimiento o hecho que mejoró la vida de las personas, fue gracias a la cooperación y la ayuda mutua. Incluso ahora, la mayor parte de nosotros gastamos más con nuestra familia y con nuestros amigos que con nosotros mismos. Aunque, sin ninguna duda, siempre va a haber personas competitivas en este mundo, no es una razón para que la sociedad se base en el fomento de ese comportamiento y mucho menos para hacer que las personas compitan para alcanzar las necesidades básicas de la vida. Una sociedad que sólo fomenta la competición, sólo defiende los intereses de los que están en el poder, que quieren que vivamos con temor hacia los demás. Por eso los anarquistas proponen una sociedad basada no sólo en la asociación libre sino también en la ayuda mutua.

La verdad es que la mayor parte de los niños crece creyendo en una moral anarquista y gradualmente tienen que darse cuenta de que el mundo adulto no funciona así. He ahí por qué tantas personas son rebeldes, alienadas e incluso suicidas mientras son adolescentes, y acaban por resignarse y amargarse cuando se convierten en adultos. La única recompensa es, frecuentemente, tener capacidad para educar a sus propios hijos y desear que el mundo sea justo para ellos. ¿Pero por qué no comenzamos por construir un mundo que sea realmente basado en los principios de la justicia? ¿No sería ese el mejor regalo que podríamos dar a nuestros hijos?

¿Crees que el ser humano es fundamentalmente corrupto y malo o que algunos tipos de personas (mujeres, personas de raza negra, gente común que no es ni rica ni tiene estudios) son especimenes inferiores, destinados a ser gobernados por alguien mejor que ellos?

Si tu respuesta es «sí», bueno, entonces parece que no eres anarquista al fin y al cabo. Pero si respondiste «no», entonces es posible que estés de acuerdo con el 90% de los principios anarquistas y, esperamos, estés viviendo tu vida de acuerdo con ellos. Siempre que tratas a otro ser humano con consideración y respeto estás siendo anarquista. Cada vez que resuelves tus divergencias con otros a través de un compromiso razonable y escuchas lo que cada uno tiene que decir en vez de dejar que alguien decida en nombre de los restantes, estás siendo anarquista. Cada vez que tienes oportunidad de forzar a alguien a hacer algo pero, en vez de eso, decides apelar a tu sentido de la razón y la justicia, estás siendo anarquista. Lo mismo pasa cuando compartes algo con un amigo, o decides quién va a lavar los platos, u otra cosa con un sentido de equidad.

Claro, podrás objetar que todo va bien mientras se trata de pequeños grupos de personas que se relacionan mutuamente, pero para administrar una ciudad o un país, es un asunto totalmente diferente. Y, evidentemente, esto tiene su razón de ser. Incluso si se descentraliza la sociedad y se pone el mayor poder posible en manos de las pequeñas comunidades habrá (a pesar de todo), un gran número de cosas que necesiten ser coordinadas, desde administrar las vías de ferrocarril hasta decidir sobre qué aspectos debe centrarse la investigación en medicina. Pero sólo porque algo sea complicado no quiere decir que no haya manera de hacerlo. Simplemente quiere decir que será complicado. De hecho, los anarquistas tienen muchas ideas sobre cómo una sociedad saludable y democrática debería autogobernarse. Para explicarlas es necesario ir mucho más allá de este pequeño texto introductorio. De todas formas, no hay ningún anarquista que pretenda tener en sus manos el modelo perfecto. La verdad es que no conseguimos imaginar la mitad de los problemas que surgirán cuando intentemos crear una sociedad democrática. Incluso así, creemos que la capacidad de los humanos está a la altura de resolverlos mientras la humanidad se conserve dentro del espíritu de nuestros principios básicos (que son, al fin y al cabo, sólo los principios de decencia humana fundamental).

David Graeber

Traducción publicada originalmente en elrefractario.blogspot.com. Título original: Are you an anarchist? The answer may surprise you!
http://es.theanarchistlibrary.org/librar...render.pdf
http://es.theanarchistlibrary.org/


miércoles, 17 de septiembre de 2014

Ni demócratas, ni dictadores: Anarquistas

Teóricamente, ‘democracia’ significa gobierno del pueblo; gobierno de todos para todos mediante los esfuerzos de todos. En una democracia el pueblo deben poder decir lo que desee, nominar a los ejecutores de sus deseos, monitorear su actuar y removerlos cuando sea adecuado.
Naturalmente esto presume que todos los individuos que componen un pueblo tienen la capacidad de formar una opinión y expresarla respecto a todos los temas que les interese. Implica que todos son política y económicamente independientes y por lo tanto nadie, para vivir, estaría obligado a someterse a la voluntad de otros.
Si existen clases e individuos que son privados de los medios de producción y por ende dependientes de otros con el monopolio sobre esos medios, el así llamado sistema democrático puede solamente ser una mentira, que sirve para engañar a las masas del pueblo y mantenerlas dóciles con un aspecto externo de soberanía, mientras el gobierno de la clase privilegiada y dominante está de hecho siendo salvaguardado y consolidado. Tal es la democracia y tal ha sido siempre en la estructura capitalista, sea la forme que tome, desde la monarquía constitucional hasta el así llamado gobierno directo.
No podría existir una cosa llamada democracia, un gobierno del pueblo, más que en un régimen socialista, cuando los medios de producción y de vida están socializados y el derecho de todos a intervenir en los asuntos públicos corrientes se basa y se garantiza en la independencia económica de cada persona. En este caso parecería que el sistema democrático fuese el más capaz de garantizar la justicia y de armonizar la independencia individual con las necesidades de la vida en sociedad. Y así les parecía, más o menos claro, a aquellos que, en la era de los monarcas absolutos, lucharon, sufrieron y murieron por la libertad.
Pero el hecho es que, mirando las cosas como realmente son, el gobierno de todo el pueblo resulta ser una imposibilidad, debido al hecho de que los individuos que conforman el pueblo tienen opiniones y deseos diferentes y nunca, o casi nunca ocurre, que en algún asunto o problema puedan todos estar de acuerdo. Por lo tanto el ‘gobierno de todo el pueblo’, se hemos de tener gobierno, puede como mucho ser solo el gobierno de la mayoría. Y los demócratas, ya sean socialistas o no, están dispuestos a concordar. Añaden, es cierto, que se deben respetar los derechos de las minorías; pero ya que es la mayoría la que decide cuáles son estos derechos, resulta que las minorías solo tienen el derecho a hacer lo que la mayoría quiere y permite. El único límite a la voluntad de la mayoría sería la resistencia, y esto lo saben las minorías y pueden levantarla. Esto significa que siempre habría una lucha social, en la que una parte de los miembros, bien sea la mayoría, tiene el derecho a imponer su propia voluntad sobre los demás, enyugando los esfuerzos de todos para sus propios fines.
Y aquí haría un alto para mostrar cómo, en base al razonamiento respaldado por la evidencia de los eventos pasados y presentes, ni siquiera es verdad que donde hay gobierno, llámese autoridad, aquella autoridad resida en la mayoría y cómo en realidad toda ‘democracia’ ha sido, es y debe ser nada menos que una ‘oligarquía’ — un gobierno de los pocos, una dictadura.
Pero, para propósitos de este artículo, prefiero vagar por el lado de los demócratas y asumir que pueda realmente haber un verdadero y sincero gobierno de la mayoría.
Gobierno significa el derecho de hacer la ley y de imponerla sobre todos por la fuerza: sin una fuerza policial no hay gobierno.
Ahora, ¿puede una sociedad vivir y progresar pacíficamente para el bien mayor de todos, puede adaptarse gradualmente a las circunstancias siempre cambiantes si la mayoría tiene el derecho y los medios para imponer su voluntad por la fuerza sobre las minorías recalcitrantes?
La mayoría es, por definición, retrógrada, conservadora, enemiga de lo nuevo, aletargada de pensamiento y acción y al mismo tiempo impulsiva, inmoderada, sugestionable, simplista en sus entusiasmos e irracionales temores. Toda nueva idea brota de uno o unos pocos individuos, es aceptada, si es viable, por una minoría más o menos cuantiosa y conquista a la mayoría, si es que ocurre, solo después de haber sido sustituida por nuevas ideas y nuevas necesidades y ya se ha vuelto obsoleta y quizás un obstáculo, en vez de un estímulo al progreso.
Pero ¿queremos, entonces, un gobierno de la minoría?
Ciertamente no. Si es injusto y dañino que una mayoría oprima minorías y obstruya el progreso, es aún más injusto y dañino que una minoría oprima a toda la población o imponga sus propias ideas por la fuerza, las que aún si son buenas excitarían repugnancia y oposición por el hecho de ser impuestas.
Y luego, no debemos olvidar que existe todo tipo de minorías distintas. Hay minorías de egoístas y villanos como las hay de fanáticos que se creen poseedores de la verdad absoluta y, en perfecta buena fe, buscan imponer a los demás lo que ellos sostienen que es la única vía a la salvación, aún si es una simple estupidez. Hay minorías de reaccionarios que buscan darle la espalda al reloj y están divididos respecto a los caminos y límites de la reacción. Y hay minorías de revolucionarios, también divididos respecto a los medios y fines de la revolución y sobre la dirección que el progreso social ha de tomar.
¿Qué minoría debiese asumir?
Este es un asunto de fuerza bruta y capacidad para la intriga, y las probabilidades de que el éxito caiga a la más sincera y más devota al bien general no son favorables. Para conquistar el poder se requieren cualidades que no son exactamente aquellas que se requieren para asegurar que la justicia y el bienestar triunfen en el mundo.
Pero he de continuar dando a los demás el beneficio de la duda y asumir que una minoría llegase al poder y que, entre aquellas que aspiran al gobierno, yo considerara la mejor por sus ideas y propuestas. Quiero asumir que los socialistas llegaran al poder y añadiría, también los anarquistas, si no se me previene por una contradicción en los términos.
¿Sería esto el peor escenario de todos?
Sí, para obtener el poder, ya sea legalmente o ilegalmente, se requiere haber dejado en el camino gran parte del propio bagaje ideológico y haberse desecho de todos los escrúpulos morales. Y luego, una vez en el poder, el gran problema es cómo permanecer ahí. Se requiere crear un interés compartido en el nuevo estado de las cosas y adjuntar a aquellos en el gobierno a una nueva clase privilegiada, y suprimir todo tipo de oposición mediante todos los medios posibles. Quizás en nombre del interés nacional, pero siempre con resultados destructores de la libertad.
Un gobierno establecido, fundado sobre el pasivo consenso de la mayoría y fuerte en números, en tradición y en el sentimiento —a veces sincero— de estar en lo cierto, puede dar algo de espacio a la libertad, al menos por tanto como las clases privilegiadas no se sientan amenazadas. Un nuevo gobierno, que dependa del apoyo solamente de una a menudo escasa minoría, está obligada por necesidad a ser tiránica.
Se requiere solamente pensar qué hicieron los socialistas y comunistas cuando llegaron al poder, o bien traicionando sus principios y a sus camaradas o enarbolando colores en nombre del socialismo y el comunismo.
Es por esto que no estamos ni por el gobierno de una mayoría ni por el de una minoría; ni por la democracia ni por la dictadura.
Estamos por la abolición del gendarme. Estamos por la libertad de todos y para el libre acuerdo, que estará ahí para todos cuando nadie tenga los medios para forzar a otros, y todos estén involucrados en el buen concurso de la sociedad. Estamos por la anarquía.
Errico Malatesta
Publicado originalmente en el periódico Pensiero e Volontà en mayo de 1926.



domingo, 7 de septiembre de 2014

Cuando el estado repartió heroína para alienar a gran parte de su juventud

Todavía recuerdo aquellos años finales de los 70, principios de los 80, cuando de repente apareció misteriosamente la heroína en casi todos los barrios populares de Canarias. Antes solo se encontraba marihuana, hachís, pastillas y excepcionalmente cocaína, drogas que no generaban en esos tiempos una excesiva adicción, ni convertían a quienes las consumían en zombis demacrados/as dispuestos/as a todo para conseguir una nueva dosis. 

Con la heroína lo consiguieron y todo se llenó de fantasmas desnutridos/as, tremendamente flacos/as, recorriendo las calles pidiendo dinero, forzando coches, robando, pegando tirones, atracando, saqueando los humildes ahorros de sus propias familias.

Soy de los que pienso que el propio estado comenzó ese reparto indiscriminado de droga, con el objetivo claro de alienar a una juventud que era combativa, que llevaba años luchando contra la anterior dictadura fascista española, que tras el engaño siniestro de la “transición” a la falsa democracia se eternizó en el poder a los nuevos ladrones, delincuentes políticos, estafadores profesionales de coche oficial, que temían a una juventud que comenzaba a organizarse, a luchar, a movilizarse en sus barrios y ciudades, en los centros educativos de secundaria y en la propia universidad.

Ese plan alienante se llevó a cabo por todo el estado español, no solo en las islas, incidiendo sobre todo en Euskal Herria, Catalunya, Galixa, Andalucía, Madrid…, donde de repente los/as heroinómanos/as formaron parte del paisaje cotidiano, destruyendo a una parte de la juventud más luchadora, llevándola a la muerte por sobredosis, asesinatos, disparos de la policía y suicidios.

Por ello no entiendo que los voceros del caduco régimen español se echen las manos a la cabeza, simplemente porque alguien diga “que la propia policía repartió drogas”. Es una realidad palpable, no sé si los cuerpos de seguridad lo hicieron directamente o no, pero es un hecho que existió, un proyecto preconcebido de alienación desde las entrañas del estado, cuyos resultados les fueron inmensamente satisfactorios, borrando del mapa social y político a muchos/as jóvenes, destrozando barrios combativos, heroicos y altamente organizados, donde gran parte de sus líderes juveniles cayeron en las fauces de las toxicomanías, conducidos/as directamente al paredón de la pasividad, del lumpen, de la absoluta indigencia, de una exclusión social casi irreversible.

Muchos amigos y amigas jamás salieron de ese abismo, yo mismo pude ser uno/a de ellos/as. Gente muy valiosa, inteligente, con mucha cultura, compromiso, con ideas claras de lucha contra este criminal sistema capitalista, compañeros/as que ahora están muertos/as, hospitalizados/as de por vida o simplemente con una demencia permanente, deambulando calles oscuras en la más absoluta soledad, desamparados/as por el corrupto régimen, sobreviviendo en bancos de alimentos, pasando sus últimos días en centros sociales tapadera, que lo único que persiguen es tapar la evidente y triste realidad.

Aquellos años de Deep Purple, Led Zeppelin y el amor revolucionario de Víctor Jara, inundaron de ternura esa parte de nosotros/as que todavía sigue viva, que nos estremece cuando recordamos a los/as muchos/as que ya no están, que se quedaron en el camino desolado, galopando caballos de muerte entre las nubes del olvido.


Este artículo ha llegado a mí por casualidad y lo hago público en mi blog, pues fue  una realidad que yo mismo viví, en el  barrio malagueña donde crié, la heroína paso por mi lado muchas veces, pero eligió a mis amigos, esos amigos que hoy habitan en el cementerio.
A quien se le ocurriría llamarle heroína o nieve a ese polvo blanco asesino.



sábado, 30 de agosto de 2014

La resistencia anarquista en la Alemania Nazi

Durante años los investigadores académicos mantuvieron que nunca hubo un movimiento anarquista en Alemania, aparte de literalmente uno o dos nombres. Tras la 2ª GM, los archivos policiales fueron tomados por los americanos y cuando se abrieron los eruditos encontraron que la resistencia anarquista alemana de la época había sido extremadamente grande. Había habido un movimiento anarquista muy activo e influyente en la clase obrera desde los tiempos de Bismarck hasta los de Hitler. Esto no había tenido demasiada trascendencia porque para los historiadores los trabajadores en general, así como las mujeres en particular, sólo existen en lo referente a las políticas de poder o a las corrientes intelectuales (también, quizás, exige una cierta investigación verdadera lo que es diferente a hojear los libros de otra gente). Aquí solamente podremos dar algunas pinceladas a la investigación.
Gran parte del viejo movimiento anarco-sindicalista, la FAUD, se centraba en Renania y el Ruhr, en donde tenía su base en las minas y en la industria pesada y se había construido sobre la experiencia de los consejos obreros de 1918. En Baviera, el movimiento obrero era mucho más voluble. El nacionalismo bávaro oscureció los acontecimientos: en Munich, el pueblo casi lamentó la muerte de la pequeña regencia hereditaria local, pero en unos meses se levantaba en masa contra la burguesía y la clase alta, aunque algunos veían esto como un contrapunto a la dominación prusiana. Se formó un ‘ soviet ‘ con la participación de intelectuales anarquistas – para ser aplastado por la viciosa dictadura burguesa-cristiana. El nuevo partido de Hitler iba a formar parte a su debido tiempo de estas fluctuaciones de simpatías, al principio porque se le creía ‘ monarquista bávaro’. Su golpe de ópera-bufa en 1923 fue suavemente desarticulado por el mismo gobierno que masacró a los trabajadores de la comuna de Munich. En algunos lugares como en Wurttemberg funcionaron secciones de la FAUD durante la república de Weimar, principalmente de los trabajadores ferroviarios que habían escapado de Munich.
En Berlín los anarcosindicalistas formaban parte de un movimiento anarquista mucho más amplio y se desenvolvía dentro de una cultura socialista distinta, amargamente dividida entre los socialistas ortodoxos y los comunistas que minimizaban el efecto del anarquismo. El éxito del partido de Hitler tuvo un efecto de ruptura y parálisis en la clase obrera. Durante años se pensó, incluso los que se oponían al partido comunista, que su Frente/Ejército Rojo lucharía contra el fascismo. Se esperaba que la lucha viniera con el éxito de éste ejército, no con su fracaso. Esta actitud estaba asimilada incluso por los que abogaban por la unidad socialista-comunista contra el nazismo. Aunque las formaciones de clase obrera tenían una larga tradición de lucha en las calles contra el Hitlerismo, nadie previó que la lucha terminaría sin un disparo o una explosión.
En una ciudad como Colonia, sólo meses antes de que Hitler tomara el poder los anarco-sindicalistas habían organizado una manifestación, recibiendo un enorme apoyo popular, contra la visita del Dr Goebbels, que se quejó amargamente de ‘ ser perseguido en su ciudad natal como un criminal’. Era un desafío a las tendencias mayores, que se sentían obligadas a organizar manifestaciones similares, haciendo los tours nazis de propaganda, en la época de la depresión, arriesgados en extremo (justo cuando los ‘ historiadores ‘ más tarde dirían que los nazis estaban consiguiendo un apoyo mayor). Hitler tuvo que viajar en aeroplano (entonces considerado peligroso) como mal menor.
En Berlín, las marchas de los Nazis fueron rodeadas y protegidas por la policía (como las marchas fascistas en Gran Bretaña). Isherwood, como joven observador algunos meses antes de que los nazis tomaran el poder, apuntó cómo las muchedumbres hostiles en el distrito obrero de Moabit se reían cuando un veterano capitán de las SS no podía mantener el paso, y encontrándose a sus propias fuerzas, e intentaba frenéticamente alcanzar el cordón protector. (Unos meses más adelante ese capitán probablemente sería investido con poder sobre la vida y la muerte de los que se reían de él).
Las bandas asesinas nazis atacaban a opositores cuando éstos estaban solos. Sin embargo eran bastante cobardes en una confrontación abierta. (La banda a la que pertenecía Horst Wessel lo intentó y éste se convirtió en un mártir nazi). Las actividades de hostigamiento a los judíos (antes de tomar el poder) iban contra los profesionales liberales o los escritores, a menudo cuando estaban sentados en cafés, y pequeños comerciantes, dejados a su suerte. Nunca se les ocurrió intentar ataques en las zonas de obreros organizados de los barrios proletarios, allí quedarían demasiado aislados. Después de que Hitler tomara el poder – éste le fue dado por Hindenburg, con la aprobación tácita de la mayoría de los partidos – la fuerza de las SS creció dramáticamente. Casi de la noche a la mañana las gigantescas organizaciones obreras se derrumbaron con las detenciones masivas, absolutamente ilegales, de sus líderes. Nada desapareció más ignominiosamente que el Ejército Rojo, un día desfilando en las calles con sus generales entrenados en Moscú, al día siguiente languideciendo en agujeros y sótanos de los campos de concentración formados precipitadamente (al principio en almacenes abandonados) sin el estruendo de un disparo (los desdeñados social-demócratas reformistas austriacos por lo menos lucharon hasta la última bala contra Dolfuss).
Se ilegalizó al partido comunista, y los socialistas y el movimiento sindical trataron de hacer las paces con los nazis y fueron ilegalizados lentamente – después de lo cual la socialdemocracia no tenía nada que ofrecer. Los líderes de los sindicatos intentaron transferir sus fondos a las organizaciones de veteranos de guerra (las que por razones ideológicas los nazis no podrían secuestrar, pero sí controlar de todos modos). Toda la clase obrera quedó atontada por el hecho de que toda la defensa que habían construido a su alrededor se había ido con el viento.
Esto también superó a los anarquistas alemanes, excepto en Renania, que pasaron a ser un movimiento disidente marginal, incapaces de hablar y por tanto de crecer. Los trabajadores renanos fueron más lentos decaer, no se vieron provocados inicialmente por la acción industrial de los nazis, pero como la propaganda ácrata desapareció, ellos también terminaron por hacerlo (sin embargo nunca totalmente). Durante los doce años de la dictadura nazi, algunos grupos aislados, basados especialmente en la industria, permanecieron activos. Pero no fue posible ninguna acción coordinada, aunque en Madrid durante la guerra civil la gente hizo cola para contemplar un falso obús alemán en el escaparate de un gran almacén, llevando una inscripción, ‘ ¡Camaradas! Los obuses que yo hago no estallan’. (Pudo haber sido una señal de sabotaje, cosa que continuó, o pudo ser propagada – ¿quién lo puede decir?) En donde los anarquistas alemanes y los comunistas de consejos (que durante todo el período nazi aparcaron sus diferencias, nunca grandes) resistieron fue por la acción individual. Es ironía de la historia, aunque típica, que el único intento de asesinato contra Hitler digno de conmemoración haya sido el de los generales de clase alta que apoyaron su esfuerzo bélico hasta que ya se iba a perder (mientras que intelectuales tales como Rudolf Rocker y Agustín Souchy de la Asociación Internacional del Trabajo declinaron tras la guerra utilizar la documentación sobre atentados anarquistas contra la vida de Hitler con argumentos indudablemente ciertos, de que tal actividad es lo que trae mala reputación a los anarquistas !! ‘).
Nadie asumió que el asesinato de Hitler traería la derrota automática del nazismo. Pero tal era la adoración del héroe Fuhrer, que habría desestabilizado a todo el partido nazi, y habría sido un revulsivo en la confianza de la mayoría de los anti-nazis para levantarse una vez más, aunque solo fuera para defenderse. No hubo tantas tentativas de asesinato contra Hitler como contra Mussolini por parte de los anarquistas italianos, pero fueron bastante más de las que generalmente se suponen. Solamente se enumerarán algunas aquí, y no hemos tocado (hasta conseguir más detalles) otros aspectos de la resistencia tales como el de los anarcosindicalistas en Duisburgo. No se ha hecho ningún intento serio de investigación por parte de aquéllos en posición de sacarlo a la luz (No sea que quite mérito al argumento de los generales y los aristócratas prusianos de que era su último cartucho para salvar el Reich?). La primera intentona (de hecho fue la destrucción del Reichstag y no un plan de asesinato) fue la de Van der Lubbe, un comunista de consejos. Pensó que el quemar el parlamento de los nazis y de los que los que les habían regalado la victoria sería la señal para el levantamiento del proletariado. Aunque logró quemarlo entero fue denunciado por el comunismo mundial y sus aliados liberales como agente nazi. Se sugirió que los nazis lo hicieron ellos mismos para desacreditar a los comunistas (una típica respuesta liberal a la acción).
El Schwarzrotgruppe, basado originalmente en Düsseldorf, fue el primero y más persistente de los grupos que abogaban por -y que planeaban- el asesinato de Hitler. Creían que el gran error cometido en el incendio del Reichstag fue la implicación de un hombre de origen holandés, considerando que el odio a los extranjeros iba a crecer en Alemania con el lavado de cerebro nazi (aunque en un país totalitario uno está inclinado a pensar que todos piensan y hacen lo mismo). Hicieron dos tentativas que casi alcanzaron su objetivo, una vez en la cervecería de Munich en donde se celebraba el fracasado putsch nazi de 1923, otra vez en la ópera de Nuremberg. Ambas se frustraron en el último momento, pero cuando los implicados ya habían escapado. Éstos huyeron a Glasgow (donde fueron acogidos por Frank Leech, un famoso anarquista, en cuya casa los encontré en 1937). Juzgaron prudente ir a Birmingham (lo que tuvo una consecuencia interesante cuando, una generación más adelante, la policía alemana por una confusión (sin duda causada por la pérdida de sus archivos clasificados en Washington) pensó que el grupo rojo y negro (anarco-pacifista inglés) que entonces existía era el mismo grupo SchwarzRot (Rojo y negro), desde hacía tiempo absolutamente muerto o dispersado, que estaba acusado, para su sorpresa, de ser el responsable del asesinato de un banquero ex-nazi. Hubo una respuesta inmediata a estas dos tentativas fallidas en un plan enteramente individual para disparar a Hitler en una manifestación en Colonia, pero el hombre responsable fue cogido; quizá no haya expedientes. Esto llevó a arrestos masivos de trabajadores renanos y causó una paralización de la actividad. De las muchas otras tentativas que también se hicieron, una de la que tenemos más datos es el de Hilda Monte. Ella estaba tanto en el movimiento anarquista como en el consejista, y había actuado en dos o tres unidades de la resistencia. Como persona extremadamente resuelta, se vió decepcionada de que la gente del Schwarzrot no la hubiera utilizado (creían que su origen judío sería explotado por los nazis, como ciertamente fue el caso posterior de Herschel Grynszpan cuyo asesinato de Vom Rath condujo al famoso pogrom de la ‘ noche de los cristales rotos ‘). Para trabajar más libremente, ella se hizo británica casándose con un activista gay, John Olday, quien a pesar de ser residente alemán desde su nacimiento, tenía pasaporte británico a través de un padre canadiense.
Estuvo implicada en los planes de otro atentado contra la vida de Hitler en una manifestación y escapó por poco a Inglaterra. Olday fue deportado como consecuencia de ésto. Allí el grupo con el cual había estado implicada formuló los planes que serían frustrados por pura casualidad (Hitler no se había dado la vuelta en la manifestación). Fueron financiados inicialmente por un rico industrial, George Strauss, laborista (y más tarde Father of the House; [N de T. título nobiliario?] [Es el título que, en la Cámara de los Comunes británica, se le otorga al miembro de mayor antigüedad]). Hilda Monte volvió a Alemania, pero el plan salió probablemente mal y llegó a Londres antes de que estallara la guerra.
Las autoridades británicas sospecharon de una alemana que regresaba momentos antes de las hostilidades, ¡además ella tenía un marido británico con quien nunca había vivido! La internaron, y como muchos anti-fascistas, sintió la dura humillación. Entrando en contacto con anarquistas británicos, creyó que esta vez lo conseguiría si podía entrar otra vez. Ahora Strauss se había retirado de la sociedad, aunque sus conexiones habían sido útiles (posiblemente pensó que lo estaban engatusando en un complot nazi. Sin embargo después de la guerra él reconoció su ayuda anterior). La persona que Hilda Monte encontró, por casualidad, preparada para respaldarla financieramente y con contactos oficiales era una estrella de cine (quién, ya fuera por casualidad o por descubrimiento fue asesinada por los nazis en Portugal). A ella se le permitió regresar a Alemania (cómo, no tengo forma de saberlo) y entró en contacto con su grupo, fue capturada por la Gestapo y asesinada bastante horriblemente, supongo. Un camarada socialista me informa que Det Sgt Jones, de la Special Branch, le habló durante la guerra de su preocupación por la manera imprudente con la que Hilda había sido permitida regresar y su admiración por su audacia. Parecería que Inteligencia decidió limpiarla de toda sospecha de apoyo a Hitler, y la dejó llevar a cabo su cometido por su cuenta. No se la menciona en ninguna lista de agentes aliados enviados a Alemania (algunos sugieren que se debe a su origen racial o a su sexo pero es más probable que fuera porque era independiente del gobierno): sus acciones se conmemoran en Israel (en donde se guardan los archivos de su caso) aunque nunca fue sionista. Durante la guerra cuando Hitler se reunió con Franco hubo otro plan para asesinar a los dos juntos, esta vez por parte de anarquistas españoles, aunque con una cierta implicación francesa y alemana. Esto habría cambiado el curso de la historia y pudo haber sido un hito de la resistencia anarquista, de haber tenido éxito. Aquellos que desprecian estas tentativas como de amateurs deben considerar que no están hablando de asesinos profesionales sino de trabajadores ordinarios que vivían bajo opresión intolerable. Como mínimo estos acontecimientos deben ser hechos públicos y no ocultarse. Eran representativos de los verdaderos sentimientos de los trabajadores durante los años de la derrota de la clase obrera, cuando sus dirigentes arrastraban su nombre en la inmundicia.
(AM – Black Flag, No. 200, Sept. 1990).


domingo, 24 de agosto de 2014

Los españoles que liberaron París, silenciados y olvidados en Francia


El próximo 24 de agosto, una extraña caravana recorrerá París. Un grupo de franceses y españoles portarán en las calles de la capital francesa las fotos de algunos de los soldados que ese día, hace 70 años, fueron los primeros en entrar en la ciudad para liberarla de sus ocupantes nazis. Franceses y turistas descubrirán que esas fotos en blanco y negro con los rostros de los liberadores son el testimonio, silenciado durante décadas, de que esos soldados que se jugaron la vida por liberar París eran en su inmensa mayoría españoles.

El 24 de agosto de 1944, un grupo de vehículos blindados semiorugas (half-tracks) y tres tanques Sherman entran en la capital francesa por sorpresa. Los parisinos creen en un principio que son parte de las tropas alemanas instaladas en la ciudad; después se dan cuenta de que no, que visten uniformes del ejército de Estados Unidos y que son la avanzadilla de las tropas que devolverán la libertad a París y, por consiguiente, a toda Francia. 
Pero la confusión aumenta cuando cada vehículo en los que se desplazan esos oficiales y soldados tiene inscrito en el morro un nombre en español. Loshalf-tracks bautizados 'España cañí', 'Guernica', 'Madrid', 'Brunete', 'Guadalajara' o 'Ebro', entre otros, son conducidos por militares que portan una bandera roja, amarilla y violeta cosida a sus uniformes. Son los miembros de La Nueve, la compañía de choque de la II División Blindada (DB) del general Leclerc. Se la conocía así, La Nueve, en español, porque 146 de sus 160 componentes eran republicanos españoles, alistados en las tropas de la Francia libre.


La Nueve estaba comandada por el capitán francés Raymond Dronne, que tenía como mano derecha al teniente Amado Granell, el valenciano que fue el primer militar francés en entrar ese día en el Ayuntamiento de París, ya en manos de la resistencia parisina en la que, por cierto, habían participado otros miles de españoles exiliados. En la noche del 24 de agosto del 44, canciones como "Ay, Carmela" y otras pertenecientes al cancionero republicano español sonaron hasta la madrugada en los lugares 'asegurados'. Pero la liberación de París no había terminado. 
Los españoles de La Nueve hicieron frente dentro de la capital a los contraataques y emboscadas de los alemanes que todavía ocupaban la ciudad. El 25 de agosto, el gobernador alemán, atrincherado en el Hotel Meurice con sus tropas de élite, se rindió por fin. Un extremeño, Antonio Gutiérrez, se encargó de mantener encañonado a la máxima autoridad nazi  en la capital francesa mientras esperaba que un militar del rango del alemán se hiciera cargo de él. Von Choltitz le regaló a Gutiérrez su reloj, en agradecimiento por haber respetado las convenciones militares internacionales.

De Gaulle desfila escoltado por españoles 
París estaba ya casi limpia de nazis y colaboradores franceses para que el general Charles De Gaulle pudiera hacer su entrada en la ciudad y simbolizar con su imagen la liberación de la capital, de la Francia que se ponía de nuevo en pie, como escribió Leclerc. El 26 de agosto, el militar que se había exiliado a Londres y que había desafiado a su excompañero Petain, recorría a pie las calles de París, desde el Arco de Triunfo y la Tumba al Soldado Desconocido, hasta la catedral de Notre Dame. Cuatro de los half-tracks de La Nueve fueron los elegidos para abrir el desfile de De Gaulle. Amado Granell encabezaba el cortejo, que recibía los vítores de una ciudadanía en júbilo. Quedaba claro el homenaje militar de De Gaulle a La Nueve y a los españoles que la componían. Pero a partir de ahí, la historia de estos republicanos que habían participado en la guerra civil con apenas 20 años y que se convirtieron en héroes bajo mando francés se silenció y se enterró voluntariamente con una capa de propaganda más fuerte que el cemento, precisamente en el país al que ayudaron a liberar. 



Ya el día 25, el diario Libération abre en primera con una gran foto del interior del Ayuntamiento, en la que se ve a Amado Granell con el líder de la resistencia parisina. El nombre de Granell no es mencionado, nada se dice sobre los españoles; el periódico habla de "soldados americanos". La torpeza de los periodistas no es sorprendente, ni antes ni ahora, y Libération pudo haberse equivocado con los uniformes como los propios parisinos en la calle, pero lo que vino después estuvo bien pergeñado. 
Hay palabras que quedan grabadas para la historia y pasan a formar parte de la memoria política de los pueblos. De Gaulle sabía lo que tenía que decir cuando lanzó su famosa proclama: "París, ultrajada, París, rota, París, martirizada, pero París liberada. Liberada por ella misma, liberada por su pueblo con el concurso de los ejércitos de Francia, con el apoyo y la contribución de Francia entera. Es decir, de la única Francia, de la verdadera Francia, de la Francia eterna". 
La reescritura de la Historia 
Ni una palabra sobre los auténticos liberadores españoles. Poco importantes para el futuro, según De Gaulle, que debía enterrar la imagen de la Francia colaboracionista, ensalzar a una Resistencia francesa en la que participaron pocos franceses y hacer frente a los norteamericanos, por una parte, y a los comunistas locales, por otra. Gaullistas y comunistas decidieron, pues, que toda Francia había sido resistente y que sus soldados liberaron París.
Desde entonces, los historiadores franceses, los militares o los periodistas han ignorado el papel jugado por los republicanos españoles en la liberación de Francia. Un silencio de 70 años que pocas obras escritas han intentado romper. Entre ellas, el libro de Evelyn Mesquida La Nueve, ces republicains espagnols qui ont liberé Paris, publicado en español por Ediciones B con el títuloLa Nueve, los españoles que liberaron París. La obra de Mesquida, que fue durante mas de 30 años corresponsal de Tiempo en la capital francesa, recoge la historia de La Nueve y, en especial, las entrevistas que la periodista hizo a algunos de los supervivientes de compañía. El testimonio de esos veteranos es una de las páginas mas emocionantes y tristes de la historia de Francia. Es, también, parte de la memoria de la trágica guerra civil española.



"Un deshonor para Francia"
"Si este año, por el 70 aniversario, Francia no los reconoce, será una vergüenza y un deshonor". Así se expresa Evelyn Mesquida, que ha contactado con el Elíseo y el Ministerio de Defensa francés para instarlos a participar en el homenaje del 24 de agosto. Según el entorno de François Hollande, el presidente es muy sensible a la gesta de la Nueve, y así se lo han asegurado a Mesquida, que espera que el jefe del Estado dedique unas palabras a los españoles en un discurso que debe pronunciar el 25 de agosto.  Hay que recordar que Hollande ya se inclinó ante la bandera republicana hace dos años, en el consistorio parisino, con motivo del 68 aniversario de la gesta. 
También desde el Ministerio de Defensa francés se promete un reconocimiento. Evelyn Mesquida no se fía. Hace años que recorre los archivos de Francia donde el papel de los españoles en la liberación de el país está escrito. Hace años que se topa con el silencio y la animosidad de los altos mandos militares. 

La historia francesa de los españoles que partiparon en La Nueve no empieza en París. Comienza tras la derrota republicana y el comienzo del exilio. Cientos de miles de españoles, muchos de ellos combatientes republicanos, pasan la frontera de los Pirineos. Otros huyen en barco hacia las colonias francesas del otro lado del Meditarráneo. En una y otra parte, son encerrados en campos de concentración (por primera vez se les lamó así), donde son apaleados, pasan hambre, frío y sufren enfermedades. A los hombres se les ofrecen dos soluciones: ser devueltos a España o alistarse en la Legión francesa. Así, algunos miembros de La Nueve participaron en combates contra los alemanes antes de la debacle del ejército francés.

Una vez que Petain se alía con Hitler, los españoles intentan por todos los medios pasarse al ejército de de Gaulle, el ejército de la 'Francia libre'. Muchos participaron en las batallas que han edificado la historia militar francesa en África: Cufra, El Alamein, Bir Hakeim… Los 146 que formaban parte de La Nueve fueron entrenados en Gran Bretaña antes de desembarcar en Normandía el 1 de agosto de1944.  Formaban parte de las tropas francesas comandadas por el general Patton. De ahí los uniformes del ejército norteamericano. Pero su lucha no acabó en París. Los miembros de La Nueve que quedaban con vida tras duros combates en Alsacia y Lorena fueron los primeros también en llegar al último refugio de Hitler, el Nido del Águila, en Berchtesgaden.

Una mayoría de anarquistas 
Que Francia 'nacionalizara' su Historia es injusto, pero políticamente comprensible. Como lo es también que la falta de apoyo a estos soldados exiliados se debe muy en parte a que eran en su mayoría anarquistas. Una mayoría de anarquistas comecuras, ateos y anticlericales que no dudaron en contribuir a la compra de una nueva estatua del Sagrado Corazón para la iglesia de la localidad de Ecouché, en Normandía. La vieja escultura fue destruida en los feroces batallas que libró La Nueve contra las tropas alemanas. 
Esos anarquistas, reacios a aceptar órdenes de militares franceses inexpertos o ineptos, respetaron y se ganaron el reconocimiento de Philippe François Marie de Hauteclocque, más conocido como el general Leclerc, un aristócrata católico y profundamente religioso al que los españoles llamaban 'el patrón'. 
Ese grupo de anarquistas enseñó un poco de dignidad también a los exaltados franceses que intentaban robar las botas a los soldados alemanes vencidos, o a los que maltrataban a las mujeres francesas que supuestamente habían confraternizado con el invasor. Para los soldados de La Nueve, esos que perseguían a las mujeres deberían haber luchado contra los alemanes y no quedarse esperando a que los liberaran. 
"España es mi madre; Francia, mi novia" 
El único reconocimiento oficial para algunos miembros de La Nueve fueron las medallas y otros honores militares por su labor en el campo de batalla. Amado Granell, el teniente y segundo en el mando de la compañía, recibió del general Leclerc la Legión de Honor con estas palabras: "Si es cierto que Napoleón creó esta distinción para recompensar a los valientes, nadie la merece más que usted". De Gaulle ofreció a Granell un puesto de comandante en el ejército francés si abandonaba su nacionalidad. Granell le respondió negativamente, arguyendo que "amaba a España como una madre y a Francia como una novia". Socialista próximo a Largo Caballero, hizo de intermediario entre su partido y Juan de Borbón para facilitar la instauración en España de un sistema monárquico democrático. Granell, entrevistado por primera vez en España en 1970 por Vicente Talón para el diario Pueblo, murió en España en un accidente de tráfico en 1972. 
Amado Granell.
Granell fue el oficial español de mayor grado en La Nueve, pero eso no puede hacer olvidar los nombres de los españoles de la compañía que dejaron su vida desde el desembarco en Normandía el primero de agosto del 44 hasta la capitulación alemana. El libro de Evelyn Mesquida es un homenaje a todos ellos. De los 146 que salieron de Gran Bretaña para "liberar a Europa del fascismo",quedan hoy dos con vida: el barcelonés Luis Royo, que reside en Cachan, cerca de París, y el almeriense Rafael Gómez, que vive en un pueblo cerca de Estrasburgo. Royo, Gómez, el asturiano Manuel Fernández, los gallegos Víctor Lantes y Cariño López, el valenciano Germán Arrúe, el santanderino Faustino Solana, los barceloneses hermanos Pujol, el madrileño Antonio Van Baunberghen, formado en el Instituto Libre de Enseñanza o el aragonés Martín Bernal, torero conocido como 'Larita II' antes de la guerra de España, pensaron, hasta el último momento, como el resto de la compañía, que tras la victoria en Francia y Alemania los aliados los ayudarían a combatir en España.

Desde que cruzaron la frontera en el 39 no tenían otro objetivo. Los dos supervivientes lo atestiguan. Rafael Gómez, que conducía el half-track 'Don Quijote' recuerda que la noche de la liberación de París todos durmieron pensando que "la liberación de España estaba próxima". Luis Royo, que guiaba el 'Madrid', reconoce que él nunca pensó que luchaba por Francia, sino por la libertad. Ambos tuvieron que renunciar a su sueño e integrarse en la sociedad francesa de posguerra. Ni sus compañeros de trabajo ni sus vecinos supieron nunca que esos dos extranjeros habían arriesgado su vida por Francia. El primer reconocimiento político oficial lo recibieron hace diez años, gracias al apoyo de la hoy alcaldesa de París, Anne Hidalgo. 70 años antes de la llegada al Ayuntamiento de esta gaditana, otros españoles ya habían hecho historia en el mismo lugar. Si Francia vive desde entonces en democracia y en libertad es, en parte, gracias a ellos.
http://www.elconfidencial.com/mundo/2014-08-18/los-espanoles-que-liberaron-paris-silenciados-y-olvidados-en-francia_177174/