Estamos obligados a dedicar capítulo aparte al
anarquismo en España, no sólo por el hecho de que la página se publica en
nuestro país, sino porque, por razones que son y probablemente serán
misteriosas, es en España donde, desde el primer día que hubo una formulación
clara y concreta del anarquismo, éste adquirió más base popular, más arraigo e
influencia que en el resto del mundo.
Los que han examinado el fenómeno con visión
simplista, han deducido que prendió antes y mejor en España porque era nuestro
país, en el siglo XIX, uno de los países pobres de Europa. Pero les
desconcierta el hecho de que fuera en Cataluña, región tradicionalmente próspera
y la más avanzada de España en todos los sentidos, donde primero se
constituyeron grupos anarquistas y donde la idealidad libertaria adquirió antes
prestigio e influencia.
Y es que, en realidad, el anarquismo nada tiene
que ver con el estado de atraso ni de miseria de los pueblos. Es una toma de
conciencia individual que lo mismo puede producirse en el campesino iletrado
que en el obrero rebelde, que en el intelectual o el aristócrata inquieto y
atormentado por el problema de la justicia y de la felicidad entre los hombres.
Y es precisamente hasta en las regiones más pobres, entre los hombres más
ilustrados, más capaces, donde se manifiesta primero la simpatía y después la
adhesión al anarquismo.
En España existe, por otra parte, una larga tradición
rebelde y libertaria, que nos viene de la Edad Media y que se engarza en la
mezcla de razas y en la propia geografía. El español es anarquista por
temperamento, por carácter, por fiereza, por amor a la libertad, por
independencia y porque, confusamente, siempre ha sabido o intuido que sólo en
un orden social como lo conciben los anarquistas se sentirá bien v conseguirá
realizarse plenamente.
Sin entregarnos a ninguna euforia de tipo
racista, hemos de decir, sin embargo, que antes incluso de que llegaran a
España las ideas anarquistas claramente formuladas en la obra de Proudhon,
traducido al español por Pi y Margall, había ya aparecido en España un primer
periódico anarquista en 1845: "El Porvenir", que editaron Ramón de la
Sagra Peris y Antolín Faraldo. Este periódico apareció en Santiago de
Compostela y fue suprimido por un decreto del general Narváez.
Ramón de la Sagra, su redactor principal, es el
primer anarquista que hubo en España. Las obras de Puoudhon no fueron
traducidas por Pi y Margall más que en 1854.
Por lo demás, Ramón de la Sagra, emigrado a
París víctima de la persecución de Narváez, se unió a Proudhon y le ayudó a
fundar su "Banca del Pueblo" No es un secreto para nadie que cuando
llegó a España Fanelli, para fundar la Sección Española de la Primera
Internacional, en España existían ya grupos anarquistas, compuestos por
individualidades que trabajaban en diversos sentidos, fundando Fomentos de las
Artes, Centros de cultura o dedicándose a otras muchas actividades propagandísticas
y culturales. Como existían ya las llamadas Sociedades Obreras de Resistencia
al capital, que fueron los primeros núcleos organizados de la
Internacional.
Por lo demás, la mayor parte de los federales de
la época como Joarizti, Bohórquez, Pi y Margall y tantos otros, sintieron
simpatías por el anarquismo, y su concepción de la República por la que
combatían difería mucho de lo que fue la proclamada en 1871 y que tan efímera
vida tuvo.
El anarquismo español poseyó desde sus orígenes,
muchos y muy interesantes hombres, en los que se confundieron todas las clases
sociales, desde médicos como los doctores Soriano, García Viñas, y Gaspar
Sentiñon, a obreros tipógrafos como Anselmo Lorenzo y Rafael Farga Pellicer,
pasando por campesinos ilustrados como Francisco Rubio, de Montejaque.
Estos hombres, desde el primer día, hicieron
suya la convicción de Bakunin de que era entre los trabajadores donde debían
sembrarse las ideas libertarias porque era la fuerza del proletariado organizado
la sola que podría, en un mañana que se esforzaban de aproximar lo más posible,
destruir la sociedad capitalista e instaurar una sociedad sin clases.
De ahí que las figuras más señeras del
movimiento obrero, lo mismo antes de la Internacional que después de ella,
actuaron entre los trabajadores y se confundieron con ellos. Más tarde, esta
posición, históricamente sostenida durante medio siglo, fue definida con el
nombre de anarco-sindicalismo.
Otro fenómeno curioso y que debe ser destacado,
cuando del anarquismo en España se habla, es que, así como en los demás países
la preocupación por las formas de organización de la sociedad no acostumbraba a
ser motivo ni tema de discusión en Congresos, en España constantemente ello les
preocupaba... Quizá porque es el país donde más cerca y más viable hemos visto
la realización de una sociedad libertaria, por su impregnaci6n del ambiente y
porque las propias evoluciones de su historia en diversos mementos nos han
hecho esperar un cambio posible. Quizá esto explica también el encarnizamiento
con que han sido en España perseguidos los anarquistas, a lo largo del siglo
XIX y en todo lo que va del XX.
Las clases poseedoras han tenido conciencia de
que en el anarquismo residía un peligro de destrucción de sus privilegios y que
los métodos y tácticas del mismo convertirían a la clase obrera en un
formidable instrumento de combate.
Por lo demás, los obreros comprendieron muy bien
que sólo las tácticas y los principios imprimidos por la influencia libertaria
en el movimiento obrero, podían acelerar la emancipación de los trabajadores,
que según el lema de la Primera Internacional, sólo puede ser obra de los
trabajadores mismos... Esto explica igualmente la tenacidad con que han
renacido las organizaciones obreras destruidas por las persecuciones y cómo de
nuevo, fielmente, los trabajadores las han poblado con su presencia. Tantas
veces como fue disuelta la Confederación de Trabajadores, que sucedió a la
Sección española de la Primera Internacional, fue reconstituida. Cuando, en
1910, este movimiento obrero, numerosas veces aniquilado, se articuló
nacionalmente con el nombre de C.N.T., ¡cuántas veces fue también juzgado
muerto! Como nueva Ave Fénix, renació siempre de sus cenizas, no faltando nunca
en sus filas los que habían sido y continuaban siendo sus orientadores, los
que, confundidos con los trabajadores, alentaban el espíritu de protesta y
conseguían mejoras en la condición de los explotados.
Sería, no obstante, limitar la acción libertaria,
si la circunscribiéramos a la simple intervención de los anarquistas en el
movimiento obrero. Son centenares las revistas publicadas, los periódicos. Se
suman por millares los libros y folletos editados. Desde las Escuelas laicas de
Gabarró, a las Escuelas racionalistas que se multiplicaron en España en los
anos que van de 1915 a 1936, pasando por el ensayo heroico de Ferrer i Guardia,
que quiso crear una Escuela Moderna en España (ensayo que le costó la vida, ya
que fue muerto fusilado por el solo crimen de haber intentado fundar una
escuela liberada de la influencia religiosa en un país donde la Iglesia era
todopoderosa y su criterio y sus procedimientos impregnados todavía del
espíritu de la Inquisición), la labor libertaria fue múltiple, constante y lo
abarcó todo, sin descuidar ningún aspecto.
Precisa haber vivido, bañado en lo que era la
atmósfera libertaria, el fervor y la fiebre de actividad permanente, para
comprenderlo y explicarse muchas cosas.
Cabe además destacar que el anarquismo en España
jamás fue algo estático ni uniforme. Hubo siempre individualidades
independientes, que crearon revistas, periódicos, editoriales. Señalemos, por
ejemplo, Serrano Oteyza, fundador de "La Revista Social", Federico
Urales y Soledad Gustavo, fundadores de "La Revista Blanca" -dos
épocas: 1898-1905; 1923-1936 y una importante editorial, en la que se
publicaron muchas obras anarquistas y otras que no lo eran, pero pertenecían al
acervo común de la literatura universal. Como "La Reacción y la Revolución",
de Pi y Margall, y "Las grandes corrientes de la literatura en el siglo
XIX·, de George Brandés.
Tampoco fue jamás exclusivista en la
interpretación de las ideas. Hubo, eso sí, polémicas apasionadas entre
anarquistas colectivistas y anarquistas comunistas. La fórmula colectivista: A
cada uno el producto íntegro de su trabajo, pareció fuente de desigualdad y de
injusticia a Kropotkin y algunos otros pensadores anarquistas. Aquel que, más
fuerte que los otros, produciría más, poseería por derecho propio más bienes
que el débil o enfermo. De ahí que lanzasen la fórmula comunista: De cada uno
según sus fuerzas; a cada uno según sus necesidades.
Hubo anarquistas españoles, como Mella, que
jamas dejaron de llamarse colectivistas. Pero la mayoría se inclinó muy pronto
hacia el comunismo, que se adjetivó libertario, para diferenciarse del
comunismo autoritario o marxista. Otros, como Urales y como Tarrida del Mármol,
resolvieron el problema llamándose anarquistas a secas.
El anarquismo estuvo organizado generalmente en
grupos de afinidad, que, a su vez, se federaban entre sí, constituyendo
Federaciones Locales de Grupos. Esto fue así hasta que, en 1927, se creó en
Valencia la Federación Anarquista Ibérica, englobando España y Portugal. Pero de
eso hablaremos más tarde.
El movimiento anarquista, en España, consiguió
movilizar de tal manera la opinión pública, que, a base de campañas de Prensa,
se consiguió el indulto de los presos supervivientes del Proceso de Montjuich y
después de los que aún vivían en los presidios de África, supervivientes de los
procesos de la Mano Negra y de Jerez.
Se sabe hoy, que el proceso de la Mano Negra fue
inventado por los servicios policíacos y de la Guardia Civil para justificar la
destrucción, en Andalucía, de lo que restaba allí de la Internacional. Se sabe
hoy también que el proceso llamado de Montjuich, en el que fueron fusilados
cinco anarquistas en 1896, fue en realidad un remedo del que costó asimismo la
vida a cinco anarquistas en Chicago, en 1886. Una bomba fue arrojada al paso de
la procesión del Corpus, en la calle de Cambios Nuevos, en Barcelona. Hubo
víctimas e inmediatamente se atribuyó el hecho a los anarquistas. Sin embargo,
más tarde se ha sabido que el autor del atentado, un agente provocador al
servicio de la policía, logró salir de España y fue a para a la
Argentina.
Pero ello sirvió para encarcelar, torturar,
fusilar y deportar a los anarquistas, para poner fuera de la ley a la
organización obrera por ellos orientada, la Federación de Trabajadores, y para
desarticular todo cuanto, en materia de centros culturales, de escuelas laicas
y de Ateneos tenían organizado los anarquistas.
Antes de que tal objetivo se obtuviera por los
medios a que antes nos hemos referido, los libertarios catalanes habían
organizado los dos Certámenes socialistas, de los que restan los trabajos
premiados, reunidos en dos volúmenes, obra rara e inapreciable, que sólo puede
encontrarse en algunas bibliotecas.
Pese a todo, enterrados los muertos, vueltos los
desterrados, liberados los supervivientes, el movimiento anarquista reanudó sus
actividades, llegando, en 1900 a publicar en Madrid hasta un diario,
"Tierra y Libertad" fundado por Urales y Soledad Gustavo y al que
ayudó económicamente Ferrer i Guardia.
Figuras señeras del anarquismo en España, son,
por orden más o menos cronológico, los internacionalistas Tomás González
Morado, Rafael Farga Pellicer, Pellicer Paraire, sobrino del anterior; los
doctores Gaspar Sentinon, José García Vinas y Trinidad Soriano; los periodistas
José Llunas y E. Borrell, Juan Serrano y Oteyza, editor de "La Revista
Social" y suegro de Ricardo Mella, que casó con su hija Esperanza; Fermín
Salvoechea, símbolo del espíritu de revuelta de la región andaluza, fundador
del periódico "El Socialismo", en Cádiz, antiguo federal y
cantonalista, ganado pronto por el anarquismo; Anselmo Lorenzo, juzgado con
justicia padre espiritual de la CNT (2) internacionalista que continuó y abrazó
con entusiasmo y perseverancia las ideas de Bakunin, trabajando sin descanso
por la constitución de una organización obrera poderosa y que reuniera el mayor
número posible de afiliados; Ricardo Mella, el pensador más profundo con que ha
contado el pensamiento anarquista en España; Fernando Tarrida del Mármol,
ingeniero y escritor, orador asimismo -hablaba con la misma facilidad e igual
elocuencia en tres idiomas: el español, el francés y el inglés-; Pedro Esteve,
escritor y propagandista, emigrado a Estados Unidos, donde dio vida a un semanario
("Cultura Obrera") y animó al movimiento libertario de habla
española; Teresa Claramunt, oradora obrera de natural elocuencia, muchas veces
encarcelada y deportada a Inglaterra en el momento del proceso de Montjuich,
verdadera encarnación ibérica de la Luisa Michel francesa; Federico Urales,
escritor, publicista, novelista, cuya obra marcó profundamente el pensamiento
español; Soledad Gustavo, su compañera, que le secundó en sus campañas y en su
esfuerzo propagandístico. Más tarde hablaremos de los que aparecieron después y
que llenan la historia del movimiento anarquista en los años que se escalonan
entre la Revolución rusa de 1917 y la Revolución española de 1936.
Precisa mención aparte un hombre, cuyo nombre no
es generalmente citado. Nos referimos a José López Montenegro, antiguo coronel
del ejército español, pasado al anarquismo y el primer propagador en España de
la huelga general como arma total contra el capitalismo. Ayudado asimismo por
Ferrer i Guardia, publicó un semanario. "La Huelga General", dedicado
a propagar este método de lucha, consiguiendo que él fuese muy pronto adoptado
en España por la clase trabajadora.
También precisa mención aparte, por su singular
personalidad, Francisco Ferrer i Guardia. Procedía éste del republicanismo,
pero estuvo siempre obsesionado por la idea de fundar una escuela moderna en
España. Consiguió ganar a su tesis a una vieja señorita francesa de ideas
avanzadas, Mademoiselle Meunier, que le dejó toda su fortuna, para realizar lo
que era el objetivo de su vida: crear en España esa escuela moderna, imaginada
por su espíritu de librepensador. Porque Ferrer, en sus comienzos, no era más
que un francmasón y librepensador.
Pero al contacto de sus amistades parisinas
-Malato, Paraf-Javal, el doctor Paul Robin, Madeleine Pelletier y sobre todo
Léopoldine Bonnard, señorita de compañía de Mlle. Meunier y que fue más tarde
la compañera de Ferrer y la madre de su hijo Riego, le hicieron concebir las
ideas anarquistas. Al fundar, pues, la Escuela Moderna, se rodeó sobre todo de
anarquistas, siendo uno de sus hombres de confianza Anselmo Lorenzo, al que
hizo director de sus ediciones.
Ya que además de las escuelas que fue fundando,
sobre todo en Cataluña, la Escuela Moderna se dedicó a la edición de libros de
texto que pudieran servir al fin propuesto: crear una pedagogía libre que
preparase a los futuros hombres para la libertad. Fue una calumnia desprovista
de toda base real, la que hicieron circular los clericales y los reaccionarios,
sobre el adoctrinamiento anarquista de las criaturas. Aún mayor infamia el
acusar a los pedagogos que secundaron a Ferrer de que enseñaban a los niños el
manejo de las armas y la fabricación de explosivos. Se acusó también a la
Escuela Moderna que, anticipándose casi medio siglo a la pedagogía moderna,
practicaba la escuela mixta, de alentar las experiencias sexuales entre niños y
niñas de diez o doce años. Todo era mentira y en realidad la Escuela Moderna se
limitaba a enseñar de acuerdo con lo que eran concepciones pedagógicas de María
Montessori, de Froebel, Clemencia Jacquinet, y que más tarde Jean Zay convirtió
en reglas pedagógicas de la enseñanza en Francia.
Pero Ferrer, además de un aficionado a la
pedagogía, era un revolucionario. Estaba convencido de que sólo transformando
la sociedad e instaurando otro orden social, podría realizarse la liberación
integral del hombre. Por ello ayudó económicamente a Urales y Soledad Gustavo
para convertir "Tierra y Libertad", semanal, en diario, ayudó después
a López Montenegro a publicar y propagar "La Huelga General", en la
que Ferrer veía un medio revolucionario, al movilizar en bloque a la clase
obrera.
Colaboró en la Prensa libertaria utilizando el
seudónimo Cero, defendiendo las tesis que le eran familiares y a las que dedicó
su vida.
Cuando se produjo el atentado de Mateo Morral,
el día de la boda de los reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, en
1907, se acusó a Ferrer de ser el instigador del gesto de Morral, que era un
empleado de la Escuela Moderna. Se tejió una novela en torno de la pasión de
Morral por Soledad Villafranca, compañera de Ferrer en la época. Leopoldina
Bonnard y Ferrer se habían separado.
Todo ello son conjeturas. No está en mi ánimo
ahondar en ellas ni es éste el motive de este libro. Lo cierto es que nada pudo
comprobarse contra Ferrer, que fue absuelto en el proceso intentado contra él
-por cierto que en aquellos días Ferrer fue defendido por Melquiades
Alvaret.
Pero el cuarto militar del rey y las fuerzas conservadoras
de la época habían condenado a muerte a Ferrer. Y se aprovechó la Semana
Sangrienta de Barcelona, en julio de 1909, en la que ninguna intervención tuvo
Ferrer, como se ha demostrado más tarde y no ciertamente por escritores ni
historiadores libertarios, para encarcelarle, acusarle, juzgarle y fusilarle, a
pesar del clamor internacional levantado a favor suyo.
El proceso contra Ferrer, su muerte, la
destrucción de la Escuela Moderna, el encarcelamiento y deportación de Anselmo
Lorenzo y los más próximos colaboradores del condenado, la represión general
desencadenada, todo ello dio a España una celebridad que en nada sirvió a la
imagen que, de nuestro país, los españoles liberales hubieran deseado dar al
extranjero. Se ponía de manifiesto el poder omnímodo de la Iglesia, los métodos
inquisitoriales todavía practicados en España y el divorcio profundo entre lo
que se dio en llamar las dos Españas.
La Escuela Moderna había hecho ediciones
prestigiosas, como fueron la de "El Hombre y la Tierra" vertido al
español por primera vez, "Preludios de la lucha", de Pi y Arsuaga,
hijo de Pi y Margall, "Sembrando Flores", de Federico Urales, del que
se han hecho centenares de ediciones, "Las Aventuras del Nono", de
Jean Grave, libros de lectura para niños difícilmente superables, numerosas
obras científicas de Kropotkin, una "Historia de España", de Nicolás
Estébanez, que fue el primer libro de texto dando a los niños una versión de la
historia de nuestro país, en la que las guerras y los caprichos de los reyes no
ocupaban el lugar principal.
Es imposible citar toda esta labor editorial,
completamente ecléctica, libre de todo sectarismo. Pues Ferrer se rodeó de
hombres como Lorenzo, anarquista conocido, tuvo como amigos y colaboradores a
Tarrida y a Malato, pero también tuvo como director científico y literario a
Odón de Buen y otras eminentes figuras del pensamiento liberal español.
Es precisamente contra todo esto que se urdió el
complot la muerte de Ferrer y la destrucción de la Escuela Moderna, sus
ediciones y su labor pedagógica. Muchos de los maestros que Ferrer había
reclutado fueron encarcelados y deportados, como, por ejemplo, Casasola... Sin
embargo, esos maestros y otros como ellos fueron los que, sólo cuatro o cinco
años más tarde, empezaron a animar las escuelas racionalistas que los
sindicatos obreros de la recién nacida C.N.T. sostenían económicamente.