Sede de
Mujeres Libres. Calle de la Paz, Valencia 1937.
A
pesar de la igualdad de género que proponía la CNT desde sus orígenes, muchas
de las mujeres que militaban en el movimiento pensaron que era necesario que
hubiera una organización específica para desarrollar plenamente sus capacidades
y su lucha política. Como fruto de estas inquietudes comienzan a organizarse y
a surgir grupos. En 1934 se crea en Barcelona el Grupo Cultural Femenino que
junto con el grupo redactor de la revista Mujeres Libres (periódico) de Madrid
en el que participan Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada Guillén y
Amparo Poch y Gascón, será el embrión de la futura organización.Mujeres Libres
fue una Agrupación de Mujeres. Anarquista, libertaria y emancipadora, fue el
germen de un movimiento que llegó a tener 20.000 afiliadas.
La idea de la revista surgió en el otoño de 1935 de la mano
de la militante anarquista Lucía Sánchez Saornil, a la que luego se unieron
Mercedes Comaposada y Amparo Poch y Gascón. Lucía y Mercedes “habían enseñado
en cursos de instrucción elemental para obreros y obreras, promovidos por la
CNT de Madrid en los años ‘30. Vieron la necesidad de realizarlos
específicamente para las mujeres, dada la misoginia y los prejuicios
existentes”, indica Eulàlia Vega, autora del libro Pioneras y revolucionarias.
Mientras la revista se gestaba y salía a la calle en Madrid, en Barcelona se
había formado la Agrupación Cultural Femenina, en su mayoría militantes de la
CNT y de otros organismos libertarios como los ateneos y las Juventudes
Libertarias. Conocían la revista que se hacía en Madrid. Mercedes Comaposada se
presentó en Barcelona buscándolas. Llevaba con ella los estatutos de una
Federación Nacional. Les informó de que en Madrid y en Guadalajara ya se había
constituido una agrupación con los mismos objetivos. Habían llamado a esta
organización Federación Nacional de Mujeres Libres y propuso que Cataluña
formara parte de la misma. Las catalanas aceptaron entusiasmadas.
Himno de Mujeres Libres
(Octubre de 1937)
“Puño en alto mujeres de Iberia
hacia horizontes preñados de luz
por rutas ardientes,
los pies en la tierra
la frente en lo azul.
Afirmando promesas de vida
desafiamos la tradición
modelemos la arcilla caliente
de un mundo que nace del dolor.
¡Qué el pasado se hunda en la nada!
¡Qué nos importa el ayer!
Queremos escribir de nuevo
la palabra MUJER.
Puño en alto mujeres del mundo
hacia horizontes preñados de luz,
por rutas ardientes,
adelante, adelante,
de cara a la luz.”
Una organización de masas
Llegaron a contar con 20.000 afiliadas y 170 secciones locales en todo el país
sin cobrar ninguna cuota. La Comisión de Solidaridad se encargaba de gestionar
donativos o subvenciones con sindicatos, ateneos y otras entidades.
Pura Pérez, militante de la organización, explicaba en 1999 que “se gestaba una revolución femenina, de la misma forma que entre
todos se hacía una Revolución Social. Obreras, campesinas,
enfermeras, licenciadas…Todas eran guiadas por el deseo de emancipación, su
empeño era lograr una sociedad equitativa y un futuro mejor”.
Martha Ackelsberg, autora de Mujeres Libres. El anarquismo y la lucha por la emancipación de
las mujeresseñala que había dos tendencias en sus actividades:
capacitación (clases de alfabetización, aprendizaje en el trabajo, información
sobre sus propios cuerpos, sensibilización y apoyo mutuo); y captación, con
programas para animar a las mujeres a unirse al movimiento libertario. “Sin la
completa participación de las mujeres, estaban convencidas, la revolución no
podría triunfar realmente”, explica Ackelsberg.
Lo que las diferenciaba de otras agrupaciones de mujeres, como las comunistas o
antifascistas, era que “su principal objetivo, incluso
en mitad de la guerra, era la capacitación de las mujeres, no sólo su
movilización en las actividades de apoyo al esfuerzo de guerra”,
apunta Ackelsberg. “Insistían en que la participación de las mujeres en el
mercado laboral, por ejemplo, no debería ser un cambio temporal, debido a las
necesidades de guerra, sino un cambio más permanente en la forma en que las
mujeres eran vistas en sus roles en la sociedad”.
Además, según Eulàlia Vega, “sus objetivos se diferenciaran de los otros grupos
femeninos de la época, que no tenían en cuenta las diferencias de género, como
la comunista Agrupación de Mujeres Antifascistas (AMA)”.
En 1937 en Valencia se establecen los Estatutos de la Federación Nacional de
Mujeres Libres con el objetivo de capacitar a la mujer y emanciparla de la
triple esclavitud a la que está sometida: “Esclavitud de ignorancia, esclavitud
de mujer y esclavitud productora”.
Con el inicio de la guerra, desde la Agrupación Mujeres Libres, Concha Liaño
señala que su objetivo, además de “la lucha por la liberación femenina”,
también era “aportar una ayuda ordenada y eficiente a la defensa de nuestra
República”. “Los hombres al frente, las mujeres al trabajo”, fue una de sus
consignas. Invitaban a las mujeres a inscribirse para su adiestramiento en los
campos de tiro y realizaron propaganda a favor de los Liberatorios de
Prostitución o contra el analfabetismo. La respuesta de las mujeres españolas
fue “vibrante”, una “explosiva toma de conciencia” pero, en la mayoría de los
casos, terminó con el exilio.
Sin embargo, Concha Liaño recuerda que “era emocionante, conmovedor, comprobar
cómo las mujeres se esforzaban en aprovechar una ocasión que les permitía salir
de su resignada impotencia y (…) de tantos siglos de injusto sometimiento (…)
Para la mujer española ése fue su momento estelar”.
“Humanismo integral”
“Nunca se definieron como “feministas”. Para ellas, ‘feminismo’ era un
movimiento burgués, centrado en ganar el derecho al voto y entrar en el mercado
laboral en los mismos términos que el varón. Pero tenían claro que, para la
clase obrera, el trabajo no era necesariamente ‘liberador’. Lo que querían no
era acceso igualitario a un sistema de privilegios, sino un nuevo sistema sin
privilegios”, explica la escritora Martha Ackelsberg.
La mejor definición la hacen ellas mismas en el número 1 de la revista Mujeres
Libres: “Esto es ya más que feminismo.
Feminismo y masculinismo son dos términos de una sola proporción; (…) la
expresión exacta: humanismo integral”. Y añaden: “El feminismo
lo mató la guerra dando a la mujer más de lo que pedía al arrojarla brutalmente
a una forzada sustitución masculina. Feminismo que buscaba su expresión fuera
de lo femenino, tratando de asimilarse virtudes y valores extraños no nos
interesa; es otro feminismo, más sustantivo, de dentro a afuera, expresión de
un modo, de una naturaleza, de un complejo diverso frente al complejo y la
expresión y la naturaleza masculinos”.
La herencia de ‘Mujeres Libres’
Eulàlia Vega, autora de Pioneras y revolucionarias, destaca que “es innegable
la modernidad” de los planteamientos de la Agrupación de Mujeres Libres. “El
hecho de unir la lucha contra la explotación capitalista con la opresión
patriarcal marca su importancia y su originalidad, siendo sus militantes, en
cierto sentido, las pioneras de las organizaciones feministas creadas
posteriormente con el final del franquismo”. Para la escritora Martha
Ackelsberg, su mayor legado fue que “ofrecieron una visión de cambio social, y
una sociedad revolucionaria, en la que las mujeres fueran totalmente
participantes”.
En los años 1970, durante la Transición Española hubo
intentos de volver a crear esta organización e incluso llegaron a formarse
algunos grupos, perdurando algunos en la actualidad vinculadas a las distintas
organizaciones anarcosindicalistas.
La publicación pionera para las mujeres libres
Hace 75 años, el 20 de mayo de 1936, nacía la revista Mujeres Libres. Anarquista, libertaria y emancipadora,
se dirigía a las mujeres obreras y tenía como meta “despertar la conciencia
femenina hacia ideas libertarias” y sacar a la mujer “de su triple esclavitud:
de ignorancia, de mujer y de productora”. El primer número se agotó casi
inmediatamente, el segundo apareció el 15 de junio y el tercero justo antes de
comenzar la Guerra Civil. En total se publicaron 14 números mensuales hasta
1938. Pero fue el germen de algo más: la Agrupación de Mujeres Libres, que
nació en Madrid, Barcelona, Guadalajara y San Sebastián y apareció en más
lugares hasta llegar a tener 20.000 afiliadas. Aunque sus fundadoras eran
anarquistas, pertenecientes a la CNT y/o a las Juventudes Libertarias, muchas
de las que se acercaron a ellas no lo eran. Su mérito fue llegar a todas y formarlas
para lograr su emancipación económica, social e intelectual.
Como recordaba Sara Berenguer, miembro de Mujeres Libres y recientemente
fallecida, en el libro colectivo Mujeres Libres. Luchadoras libertarias (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid,
1999), la idea de la revista surgió en otoño de 1935 en las columnas del
periódico Solidaridad Obrera, donde Lucía Sánchez Saornil, ex
secretaria de redacción de CNT de Madrid, invitada por Mariano R.
Vázquez,Marianet, secretario general de la CNT catalana, a ocupar una tribuna
femenina, responde: “No recojo tu sugerencia porque mis ambiciones van más
lejos; tengo el proyecto de crear un órgano independiente para servir
exclusivamente a los fines que me he propuesto”.
Sánchez Saornil encontró en Mercedes Comaposada, ensayista y periodista como
ella, y la doctora Amparo Poch y Gascón, a las colaboradoras entusiastas y
competentes con las que, después de muchas vicisitudes, pudo realizar el
proyecto en mayo de 1936. Según la militante de CNT y ex secretaria del Sindicato
Antonia Fontanillas, que las conoció, “Mercedes y Lucía confirieron a la
revista una personalidad anarquista revolucionaria altamente crítica”.
Para Martha Ackelsberg, autora de Mujeres Libres. El anarquismo y la lucha por la emancipación de
las mujeres (Virus,
Barcelona, 1991), “tenían diferentes prioridades. Para Mercedes, uno de los más
importantes objetivos era la formación. Defendía artículos que educaran a las mujeres sobre una variedad de temas y
posibilidades para sus vidas. Lucía era, entre otras cosas, una
poetisa con talento. Algunos de sus poemas se publicaron en la revista”.
Además, relata Ackelsberg, Sánchez Saornil “escribió un irónico artículo sobre
‘una fábrica de bodas en serie’. Amparo Pochera, médico muy radical verbalmente
en temas de sexo y género, probablemente fue la autora de muchos artículos que
aparecieron sobre la salud de mujeres y niños”.
El cuerpo de redacción estaba formado por ellas tres, que solían firmar con
seudónimo, lo que hace difícil atribuir los textos. Al mismo tiempo buscaban
colaboraciones exclusivamente de mujeres, como la influyente anarquista Emma
Goldman.
Las numerosas cartas de Lucía muestran cómo convenció a Lola Iturbe, que
colaboraba también en Solidaridad Obrera, para que escribiera en la revista.
Trataba de enseñar a las mujeres que querían colaborar qué datos y qué imágenes
les tenían que enviar de sus pueblos para publicar artículos sobre huelgas y
colectivizaciones en el campo. Fue un trabajo arduo que retrasó varias veces la
salida de la revista, que se distribuía por correo y a través de quiosqueros
anarquistas o afines. El primer editorial expresaba la intención de “hacer oír
una voz sincera, firme y desinteresada; la de la mujer; pero una voz propia, la
suya (…); la no sugerida ni aprendida en los coros teorizantes”. Así, “tratará
de evitar que la mujer sometida ayer a la tiranía de la religión caiga (…) bajo
otra tiranía, no menos refinada y aún más brutal, que ya la cerca y la codicia
para instrumento de sus ambiciones: la política”, ya que “no entiende de
problemas humanos, sino de intereses de secta o de clase. Los intereses de los
pueblos no son nunca los intereses de la política. Ésta es la incubadora
permanente de la guerra”.
Lucía Sánchez explicaba que “la revista despertó un vivo interés. Nuestras
ideas fueron acogidas como la única esperanza de salvación por millares de
mujeres”. La primera acogida superó los cálculos y para el segundo número
tuvieron que doblar la tirada. Ackelsberg señala que “muchas mujeres encontraron
interesante y desafiante esta apertura de nuevas direcciones y oportunidades”.
Esos caminos se iban a concretar en la Agrupación Mujeres Libres. La guerra
empieza justo después del tercer número. Ya no es aquella revista de 14
páginas, sencilla, de dos meses atrás. Ahora, metidas de lleno en los cambios
revolucionarios que la guerra y el fascismo desataron, “hacemos de Mujeres
Libres el periódico estremecido, caliente y vibrante que pueda reflejar con
toda intensidad la imponente grandeza del momento”.
Aumenta su tamaño y enriquece su lenguaje, que refleja preocupación y aporta
soluciones, pero también críticas a la realidad que se vive. En 1938 la revista
dejó de aparecer. Muchas de las militantes salieron de España, algunas se
mantuvieron en contacto y publicaron varios números de Mujeres Libres en el
Exilio. Pero la organización como tal finalizó con el triunfo de las tropas de
Franco en 1939.
Aunque tuvo una corta duración, la revista Mujeres Libres no sólo contribuyó a
aglutinar a un movimiento de mujeres que lucharon por la emancipación y que
dejaron honda huella en quienes las conocieron y formaron parte, sino que
también supuso un estallido de originalidad y creatividad que, con esfuerzo y
mucha ilusión, produjo una de las revistas más interesantes del periodismo
español.
Dos misterios
No se sabe a ciencia cierta qué sucedió con Lucía Sánchez Saornil. Como
Mercedes Comaposada y Amparo Poch y Gastón, Lucía también se exilió de España
en un primer momento, pero luego regresó. Se escondió en Valencia hasta su
muerte en 1970. Pasó 12 años oculta en la clandestinidad hasta que regularizó
su situación. Se dedicó a pintar cuadros de pintores conocidos por encargo de
un marchante.
Jamás volvió a dedicarse a actividades periodísticas. Por su parte, Mercedes Comaposada
intentó hacer un libro tras la muerte de Franco sobre Mujeres Libres. Pidió la
colaboración de las veteranas para que le enviaran por carta todo lo que
recordaran. Llegó a redactar un manuscrito que, junto con la documentación,
desapareció tras su muerte.