Francesc Sabaté Llopart (El Quico)
Álvaro MILLÁN
El año próximo se
cumplirán cien años del nacimiento de Francesc Sabaté Llopart (El Quico).
Sabaté forma parte de una larga lista de personas a las que se ha querido
borrar de la historia, sencillamente porque su existencia y su lucha no
encajaban en la historia oficial que el régimen de 1978 quiso vendernos. El
pacto entre una izquierda cobarde y acomodaticia y los restos del franquismo
hacía necesaria una imagen más suave de la dictadura de Franco, que hiciera ese
pacto menos vergonzoso para la Izquierda pactante, y permitiera un futuro algo
más «digno» para los franquistas reconvertidos. Es para que esta oligarquía
pudiera gobernar (y saquear) este país durante los últimos 40 años que hubo que
sepultar en el silencio y el olvido la historia de la resistencia popular
contra el franquismo.
Hasta día de hoy
siguen bajo riguroso secreto los archivos del Ejército y de la Guardia Civil
sobre la guerrilla antifascista. Su historia se ha tenido que escribir a base
de retazos de la memoria conservada por los protagonistas y por quienes les
conocieron.
Uno de los episodios que se han
conservado de la guerrilla urbana en Barcelona es el atentado contra Eduardo
Quintela, ocurrido el 2 de marzo de 1949. Quintela era entonces el jefe en
Barcelona de la Brigada Político Social.
Al igual que Quico Sabaté, Facerías o Caraquemada se habían convertido para
la policía en objetivos muy codiciados, los guerrilleros libertarios también
pusieron el ojo en algunos mandos de la policía que destacaban por su
brutalidad en el trato que daban a los presos. Sin duda alguna, Quintela era la
pieza más cotizada en aquellos momentos.
Wenceslao Jiménez Orive (Wences)
En febrero de 1949 el grupo de Quico entra en contacto con el grupo Los
Maños a cuyo frente estaba Wenceslao Jiménez Orive (Wences). Ambos grupos, por
separado, habían asumido el mismo objetivo: matar a Quintela. Para ello habían
empezado a vigilar minuciosamente sus pasos, sus costumbres, entradas y
salidas, recorridos habituales, etc. Una información necesaria para establecer el
momento y lugar idóneos para realizar el atentado. Los dos grupos se reúnen
para compartir la información obtenida y aunar recursos para alcanzar el
objetivo.
Quintela salía en un coche oficial de la Jefatura Superior de Policía
situada en el número 43 de la Via Laietana para ir a su casa en calle de la
Vinya (barrio del Carmel); no siempre seguía la misma ruta, pero normalmente
pasaba por la calle Marina entre Mallorca y Provença sobre las 15,30 y las
14,10 horas. Este les pareció un buen momento para llevar a cabo el atentado.
El día señalado, miércoles 2 de marzo de 1949, a la 13,45 horas una
camioneta estaba estacionada en la calle Marina, a cien metros de la Sagrada
Familia; en su interior se hallaban Carles Vidal, al volante, y, a su lado,
Josep Sabaté. Quico, fuera del vehículo y vestido con un mono azul, hacía como
que revisa el motor. A cierta distancia, Mariano Aguayo paseaba por la calle
con un sombrero marrón. En la acera de enfrente, en un Fiat aparcado, se
encontraban tres hombres: Simón Gracia, situado al volante, y José López y
Wenceslao Jiménez armados ambos con metralletas. A las 13,55 horas Mariano
Aguayo, el hombre que paseaba por la calle con un sombrero marrón, se quitó el
sombrero, era la señal convenida que indicaba a sus compañeros que el coche de
Quintela acababa de llegar. A partir de aquí se sucedieron rápidamente los
acontecimientos: Quico cogió la metralleta que tenía escondida en el motor de
la furgoneta y, acercándose todo lo que pudo al coche de Quintela, disparó su
arma. El coche se para en seco y de su interior salen dos hombres que intentan
huir de la balas. Desde el Fiat situado en la acera de enfrente les cortan la
retirada y caen ambos al suelo. Quico se aproxima rápidamente para identificar
a las víctimas. Comprueba que Quintela no está entre ellas. El coche contra el
que habían disparado no era el del jefe de la Brigada Político Social. En el
vehículo, idéntico al de Quintela, viajaban Manuel Piñol y José Tella,
capitostes del Frente de Juventudes. Piñol, al igual que el chófer –Antonio
Norte– estaban muertos. Tella había resultado herido.
Nunca se ha podido averiguar si se trató de una simple casualidad que un
choche idéntico al de Quintela pasara por el mismo lugar a la misma
hora en que solía hacerlo el policía.
Eduardo Quintela
El atentado contra Quintela enfureció a la policía –y, cabe suponer, que
muy especialmente al propio Quintela– y desató una ola de represión inusitada
en buena parte de Catalunya, especialmente en Barcelona, en donde llegó a
vivirse un verdadero estado de sitio con violación y registro de domicilios,
patrullas por las calles que paraban e inspeccionaban a los transeúntes,
impidiendo que se formaran grupos por reducidos que fueran. Se llegó a
suspender los espectáculos nocturnos, con lo que prácticamente se estableció
una especie de toque de queda que hizo que, a partir de las 20,00 horas no
circularan por las calles más que policías. Llegaron refuerzos policiales de
distintos puntos de España. Se hizo circular por Barcelona cincuenta taxis
conducidos por policías que llevaban a los clientes que les parecían
sospechosos a la Jefatura Superior de Policía, donde comprobaban su
documentación. Se trataba de un intento de evitar que los guerrilleros pudieran
utilizar los taxis para desplazarse y así limitar su movilidad.
A aumentar la excitación de la policía contribuyen algunos hechos como el
ametrallamiento de una comisaría de policía en Barcelona y el envío de un
anónimo que anunciaba la voladura de la Jefatura Superior de Policía.
Aunque algunas de la medidas más extremas se dejaron de aplicar o se
suavizaron, la intensidad de la represión no decayó y fue enorme el reguero de
víctimas de dejó como saldo. Quintela jamás olvidó su odio hacia los
anarquistas que habían querido acabar con él. Tanto es así que, en enero de
1960, estando ya jubilado y retirado en su tierra natal –Galicia–, en cuanto le
avisaron de que El Quico estaba cercado en el Mas Clarà, cerca de Sarrià de
Ter, no pudo resistir la tentación y corrió al lugar de los hechos para
disfrutar del espectáculo, y contemplar el final de su gran enemigo, al que él
nunca pudo vencer. Tampoco tuvo éxito en esto, Quico logró escapar del cerco de
la Guardia Civil y llegar hasta Sant Celoni, donde finalmente cayo a manos de
una de las patrullas que le seguían el rastro.
En alguna ocasión Quintela le había dicho a un preso algo parecido a «ya sé
que es posible que algún día me matéis, pero antes de que eso ocurra me llevaré
a algunos de vosotros por delante». Efectivamente se llevó a algunos buenos
luchadores por delante, lamentablemente se equivocó en lo demás.
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