En diciembre de 1979 se celebró en la Casa de Campo de
Madrid el primer Congreso de la CNT en el posfranquismo. Fue una cita esencial,
pues se resumían cuarenta años de lucha clandestina, se certificaba el
renacimiento anarcosindical y se sentaban las bases para el futuro de la
Confederación. Muy pronto fue evidente que, ante el reflujo de las luchas
sociales que se anunciaba, se proponían dos estrategias muy diferentes: los que
optaban por mantener las esencias del anarcosindicalismo y los que proponían una
renovación del ideario confederal que, como los hechos han demostrado, sólo era
una renuncia a los principios para adaptarse a las exigencias del nuevo régimen
democrático. Estos últimos, culpaban a una conspiración del exilio confederal y
de la FAI las resistencias que encontraban para ganarse la confianza de los
afiliados y contar con la mayoría de los delegados en el Congreso de 1979. Ante
los ataques sufridos, la CNT en el exilio elaboró un documento, que ahora
reproducimos, en el que ofrecía el haber de su constancia frente al debe de sus
errores.
Lo que ha sido y lo que ha hecho el Exilio confederal
Cuarenta
años de propaganda franquista, de machacar siempre sobre los mismos eslóganes;
cuarenta años de desinformación, de alejamiento, tenían que dar necesariamente
algunos frutos. Si no han conseguido formar una juventud fascista, si
precisamente la juventud ha reaccionado contra sus mayores, por lo menos han
conseguido generar en ella dudas y hostilidades hacia los que han pasado tantos
años fuera. ¿Qué saben de lo que ha sido el calvario y el esfuerzo para
sobrevivir de medio millón de seres, lanzados al azar, zarandeados por todos
los vientos, víctimas de todas las persecuciones, que después de vivir tres
años de guerra, debieron soportar cuatro años de matanzas bajo los bombardeos,
bajo las represiones, sin derecho alguno, convertidos en esclavos modernos,
encuadrados en compañías de trabajadores, trabajando como siervos de los
franceses en las fortificaciones de la línea Maginot y como siervos de los
alemanes en el muro del Atlántico?
En lo
que al exilio confederal se refiere, la C.N.T. y la F.A.I. han sido el chivo
expiatorio de todas las fuerzas políticas. Todos los crímenes, todo cuanto de
malo pudo hacerse, a ellas fueron atribuidos. El franquismo se lavó todo cuanto
pudo de sus crímenes, de sus expoliaciones, de la venta de España al
extranjero, pretextando que la culpa era de los anarquistas y comunistas que
habían cometido todos los desmanes: de los vencidos en general que se habían
llevado el oro de España.
En el
terreno sindical, los cenetistas de entonces fueron acusados de haberse llevado
las cajas de los sindicatos: de haber amontonado miles de joyas, centenares de
cuadros... SI alguien se llevó algún saco de billetes, tuvo que quemarlos en la
frontera, porque la moneda de la zona republicana no valió ni un chavo al
franquear los Pirineos y dentro de la misma España, después del triunfo de los
«nacionales».
Nadie
ha escrito todavía, pero algún día deberá ser escrito, el martirologio de este
exilio que vivió y murió durante años en los campos de concentración franceses,
en los campos de la muerte en Alemania, en los campos de África, en las
compañías de trabajadores en las cárceles, en el maquis, muriendo por millares, dejando girones de carne en todas las
tierras del mundo.
Los
cuadros y las joyas de que se nos acusa la apropiación y el despilfarro habrá que buscados quizás en el tesoro
del vapor “Vita”, confiado por Indalecio Prieto al gobierno mejicano.
Jamás entre los confederales, que no tuvieron más destino que los campos de
concentración y, los más afortunados, la emigración a diversos países
americanos, donde vivieron todo su calvario, hasta lograr salir a flote y
organizar sus vidas. Que cuenten lo que sufrieron los que fueron a parar a
Santo Domingo, bajo la dictadura salvaje y sanguinaria de Trujlllo.
Lo
admirable, lo extraordinario es que los supervivientes de esta tragedia humana
inconmensurable, en el momento en que pudieron, y allí donde estuvieron, los anarcosindicalistas se organizaron en C.N.T. y
en movimiento libertario.
De los
Comités que salieron de España y los miembros desgajados de los cuales se constituyó el
Consejo General del Movimiento Libertario, en 1942 ya no quedaba nada. Unos
habían tenido que emigrar a América, otros estaban en el campo de Vernet y más
tarde fueron enviados a los campos de África. Otros en la cárcel, condenados, a
largos años de prisión militar.
La
Organización que entonces se fue reconstituyendo, y es la que hoy existe
todavía, no tenía ya nada que ver con la que había salido de España. Era la
misma C.N.T. y el mismo Movimiento libertario, pero representaba algo
original, propio, creado, en zona ocupada por los alemanes y en la llamada zona
libre, en los maquis e incluso en los campos de exterminio de la Alemania
hitleriana, por la voluntad Indomable de una colectividad humana que llevaba la
C.N.T. y el anarquismo en las propias venas.
Después
de un proceso orgánico interno, en el que se discutieron el origen y la
legitimidad de los diversos organismos que se creían con derecho a representar
la masa confederal exilada, al producirse la Liberación, un magno Congreso de
Federaciones Locales, el Congreso de París del 1° de mayo y siguientes de 1945,
cuando aún la Segunda Guerra Mundial no había terminado, dio vida y
personalidad indiscutible a lo que había de ser C.N.T.-Movimiento libertario en
Francia y más tarde, después de la Conferencia Internacional de 1947 y Congreso
confederal del mismo año, a la C.N.T. de España en el Exilio.
Y durante más de treinta años, esta Organización ha ido manteniendo, contra
viento y marea, una personalidad que ha eclipsado a todas las demás fuerzas
políticas y sindicales exiladas. Gracias a ella y a los acuerdos del Congreso de París, se cerró el
ciclo de colaboración política. Cuando el Comité Nacional de la C.N.T. de
España, en septiembre de 1945, aceptó el harakiri que representaba la
disolución de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas en el Interior y de la Junta Española de Liberación en el Exterior,
nombrando a dos ministros para integrarse al gobierno Giral, fue la C.N.T. de
España en el Exilio la que mantuvo enhiesta la bandera antipolítica, de acción
revolucionaria y dando por definitivamente cancelado el período de colaboración
gubernamental.
Varias
veces el gobierno franquista, tan interesado en disolvernos como parecen
estarlo ahora algunos jóvenes y menos jóvenes militantes de la actual C.N.T. de
España, presionó al gobierno francés para que se nos disolviera y fuese
suprimida nuestra prensa: “C.N.T”, en Toulouse, “Solidaridad Obrera”, en París. En 1960,
Franco logró satisfacción a medias: no nos disolvieron, pero un decreto
suprimió nuestros periódicos, que debieron reaparecer con otros nombres y
bilingües, En 1951 se montó un gran proceso contra la C.N.T. de España en el
Exilio, que estuvo a punto de ser disuelta como “asociación de malhechores”.
Tampoco lo consiguieron. No se disolvió y continuó su obra.
Y,
entretanto, decenas de compañeros del Exilio pasaron a España, yendo a morir en
una lucha desigual y trágica. Nada saben los jóvenes compañeros de lo que ha
sido el aporte de sangre del Exilio, luchando por la reestructuración orgánica,
y en los combates contra la dictadura. En 1951 fueron fusilados, en el campo de
la Bota, 16 compañeros, todos venidos de Francia a integrarse a la Organización
del Interior, todos caídos y todos fusilados. Fusilados murieron el poeta Amador
Franco y el guía Antonio López. Tragándose una pastilla de cianuro murió el
guía Dionisio Catalá, al ser detenido. Asesinados murieron Raúl Carballeira,
Francisco Martínez, Galdós en la frontera. Un grupo entero, el de los Maños,
cayó bajo las balas de la policía de Franco. Asesinado murió José Sabater, el
mayor de los hermanos Sabater, mientras moría fusilado en el campo de la Bota
Manuel, el menor de los hermanos de esa trágica familia, extinguida en los
hijos varones al ser asesinado por la guardia civil el mediano de los Sabater,
el Quico, muerto en Bañolas. Y Joaquín Delgado y Guillermo Granados, agarrotados en
1962.
Es
imposible recordar los nombres de todos los que fueron cayendo, muertos por la
policía o en cárceles y presidios. Zubizarreta, José Blanco murieron en los
penales, junto a otros compañeros del Interior, caldos en las mismas razias.
En un
tiempo en que aun buscándolos con un candil no se encontraban en España hombres
dispuestos a formar Comités Nacionales, por los muchos que habían ido cayendo,
el Exilio continuó aportando su contribución en medios y sobre todo en hombres
a ese combate contra la dictadura. Mienten los comunistas cuando dicen que sólo
ellos lo libraban. Ha habido más gente nuestra en cárceles y presidios que no
los tuvo jamás el movimiento comunista, en todas sus ramas.
Y a la vez se sostenía la prensa, se editaban libros, folletos, revistas se
desplegaba la más constante actividad propagandística que ha realizado
movimiento alguno en exilio, y se ha
ayudado a los propios movimientos autóctonos, tanto en Francia como en Méjico y
otros países.
Gracias
a todo esto, que no puede resumirse en unas líneas, que necesitaría un libro
para ser contado, el nombre de la C.N.T. ha sido conocido a nivel
internacional, se ha mantenido vivo en el recuerdo de los españoles y el
anarquismo ha podido sostenerse y reflorecer. Porque cuando las voces de la
C.N.T. y del Movimiento Libertario eran asfixiadas en España, los cenetistas y
los libertarios del Exilio las hacían oír en mítines, en conferencias, en la
prensa, en congresos internacionales y en jiras de propaganda en diversos
países.
¡Cuántas cosas más podrían y deberían decirse para
conocimiento de los que no saben y para recuerdo de los que hayan podido
olvidarlas!
Quisiéramos,
sin embargo, terminar con una afirmación: los anarquistas, los confederales del
Interior de España deben sentirse solidarios y orgullosos de lo que han sabido
crear, mantener, reivindicar, afirmar, defender, los anarquistas y los
confederales del Exilio, que son su misma sangre, su misma carne, su mismo
espíritu.
C.N.T.
EN EL EXILIO
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