jueves, 5 de marzo de 2015

Que ha sido de los viejos anarquistas uruguayos



Son pocos y no tienen gran capacidad de movilización. Pero los anarquistas están ahí y piensan que la violencia sigue siendo el único camino para terminar con esta sociedad capitalista, aunque la mayoría hoy ya no la práctica.
Rafael Rey
Los grandes y extensos ventanales que rodean la casa, permiten que la luz natural -es un día de calor intenso, con el sol quemando con furia- entre como en estampida, avasallante. Adentro del amplísimo espacio central, en el que caben un aljibe, una mesa de ping-pong, una mecedora y varias sillas, el calor parece atenuado; la casa mantiene la frescura intacta.
En ese lugar, ubicado en un predio de unas cuantas hectáreas, en los límites de Montevideo, viven los integrantes de lo que alguna vez fue la Comunidad del Sur, una experiencia de vida impregnada de las ideas anarquistas, que un grupo de estudiantes de Bellas Artes -entre los que se encontraba el escultor Octavio Podestá- fundó en 1955.
Allí funciona también la Editorial Nordan, que publica clásicos del anarquismo, así como literatura infantil, psicología y antropología, entre otros tópicos.
Lo que para algunos puede ser una idea que roce lo fantástico, para Laura Prieto -partera, 56 años, pelo gris y una sonrisa siempre lista- la vida comunitaria ha sido (es) un estilo de vida; una forma, precisamente, de vivir. En su caso, la única. Laura Prieto nació en la comunidad y desde entonces -mudanzas y exilio mediante- ha vivido en forma comunitaria. O al menos lo ha intentado. "Ahora no somos una comunidad", se apura a aclarar. "Somos cuatro gatos locos", pero las ideas anarquistas y libertarias se mantienen. "Porque estás haciendo usufructo de un lugar que tiene toda una historia. No cualquiera puede venir", advierte. Para Prieto, lo fundamental es que exista la intención de vivir según esa ideas, "y la intención está", afirma.
Si bien había "una militancia muy grande" de los anarquistas, la Comunidad nunca se definió como tal, "porque no era `si son anarquista podéis entrar y si no sois anarquista, no podéis`". La identificación era desde la práctica, dice. "La comunidad se definía como comunista, libertaria, revolucionaria", agrega Prieto. "Lo de comunista es que cada uno aporta lo que puede y recibe lo que necesita. Cada cual según su capacidad y cada cual según su necesidad", aclara.
Economía en común y decisiones tomadas en asamblea, sin jerarquías, "porque nadie puede decidir por vos lo que vas a hacer. El poder de la decisión está en cada uno", afirma. "Tu libertad no se termina con la libertad del otro, como lo define la sociedad burguesa, sino que mi libertad continúa en la del otro. Yo solo puedo ser libre si vos sois libre", explica.


Esta concepción comunitaria estaba presente incluso en la crianza de los niños. Prieto recuerda con felicidad su infancia, cuando sentía como padres a todos los integrantes de la comunidad. "La paternidad no se consideraba una cuestión de que vos pariste o vos tenéis un hijo biológico. Padres somos todos", dice y recita una frase del filósofo anarquista Mijail Bakunin: "Los hijos no son propiedad de nadie, ni de sus padres ni de su sociedad. Solo pertenecen a su libertad futura".
La experiencia que tuvo como niña la hizo desear lo mismo para sus tres hijos, que crecieron en ese mismo ámbito. El más chico, de 24 años, vive todavía con ella. Hoy las ideas comunitarias se vuelven cada vez más difíciles de llevar a la práctica. "Ahora el sustento que cada uno tiene es su trabajo afuera", cuenta Prieto. "El sistema es muy fuerte, es muy difícil hacer algo contracultural", sostiene.
Contradicciones

No hace falta intentar una vida en comunidad para que se dificulte llevar a la práctica las ideas anarquistas. "Si uno pudiera ser totalmente consecuente con lo que uno piensa, estaría en una situación de beligerancia absoluta", dice Pablo Mejía, docente en un instituto privado, militante anarquista desde hace 20 años, fundador del periódico anarquista Barrikada e integrante de la Plenaria Memoria y Justicia.
"Lo que pasa es que no se trata de hacerlo solo, sino con gente, organizadamente. Es un viaje social. Un viaje con contradicciones tremendas, como todos, porque nacemos en el capitalismo y somos parte de esto, en el que uno trata de ser lo más molesto posible, lo menos adaptado posible. Esa es mi concepción del anarquismo", explica.
Mejía mamó las ideas libertarias desde muy joven, ya que su padre fue co-fundador de la Resistencia Obrero Estudiantil (ROE) y la Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales (OPR-33), brazo armado de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU). Las ocupaciones estudiantiles de 1996 fueron el punto de quiebre. "Alguna cosa leía, pero no es hasta el 96 que me involucro", recuerda.
Considera que el primer acto de resistencia como anarquista pasa por conocer su historia, la influencia que tuvo el anarquismo en el movimiento sindical uruguayo. Y dice que son muchas las manifestaciones sociales en las que están presentes las ideas libertarias. "Cuando veo 15.000 laburantes del Sunca salir a la calle en una actitud anti-patrón, yo ahí veo la clase", dice. Mejía entiende que hoy el anarquismo "en la práctica, se trata de ser parte del movimiento social y menos de pintar la A por ahí. Que estén las ideas metidas en lo social, en el sindicato donde estás, la organización social".
En la misma línea se expresa Gustavo Fernández. Es trabajador del Frigorífico Modelo, integra la Organización Socialista Libertaria y es uno de los responsables de la publicación Rojo y Negro. Fernández tiene sus buenas dos décadas de pensamiento libertario. Y también considera que hoy el anarquismo solo tiene sentido si está anclado en la gente. Pero no solo en la teoría, sino desde la acción.
"En las organizaciones sociales no difundimos mucho el anarquismo teóricamente. No andamos hablándole a los compañeros del debate entre Marx y Bakunin", dice Fernández.
Pero Fernández sostiene que la llegada de la izquierda al gobierno generó un "achatamiento" de la militancia en las organizaciones de izquierda, que dejaron la lucha y quedaron "a la expectativa de los logros del gobierno". Según su visión, la reapertura de los Consejos de Salarios fue fundamental para sumar trabajadores a los sindicatos, "pero todo ese cúmulo de afiliaciones no son aprovechadas para movilizarse, sino para la contención". El movimiento popular, sobre todo el Pit-Cnt, "son como un soporte social de la política progresista", asegura.
Respecto al gobierno, dice que "el paquete económico del neoliberalismo sigue en marcha", aunque reconoce que "hubo cambios en las políticas sociales" y que en ese aspecto hay que hacer "un paréntesis", porque el Frente Amplio (FA) hizo cosas "impensables" de hacer para un gobierno de derecha. Mejía, en tanto, dice que "las cosas fundamentales para que la sociedad cambiara no pasaron".
Los dos critican la represión policial (ver recuadro). Pero no desconocen que detrás de la llegada del FA al gobierno, está el esfuerzo de mucha gente. "Es una historia larga que tiene mucha sangre arriba y mucha lucha", dice Fernández. "Toda la bronca contra la clase dirigente, los patrones, el gobierno, Mujica, contra todos estos traidores, pero respeto con la gente, que le costó esto. Por eso también me rompe las bolas esa visión del anarquismo que le escupe la cara a la gente".
Histórico.
Juan Pilo integra la secretaría de organización de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU), a la que llegó a fines de la década de 1960, a través de la ROE. La dictadura lo llevó al exilio y, tras ella, volvió a Uruguay a reorganizar la FAU, que había sufrido "un duro golpe, con muchos compañeros desaparecidos", entre ellos Elena Quinteros -quien continúa desaparecida- y Alberto Cecilio Mechoso, cuyos restos fueron hallados el año pasado en Buenos Aires.
Reivindica los más de 50 años de "actuación política" de la FAU y recuerda que ya desde el último cuarto del siglo XIX hay registros de militantes anarquistas. "Cuando algunos hablan de sindicalismo se olvidan que cuando nosotros formamos la organización ya había 100 años de movimiento libertario en Uruguay", afirma. Destaca que el propio José Batlle y Ordóñez "tenía gente en su entorno que era libertaria, que se identificaban como socialistas, pero no el socialismo de hoy, el de Tabaré Vázquez", dice.
"La autogestión es un concepto libertario; el mutualismo es un concepto libertario: hay cosas en la sociedad que están, aunque el movimiento no sea lo suficientemente fuerte como para impulsar eso por él mismo", agrega.
Para Pilo, frente a una sociedad donde manda el individualismo y el egoísmo, las ideas anarquistas proponen la "solidaridad, el apoyo mutuo, que son antagónicas". Pone el ejemplo de la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda y Ayuda Mutua (Fucvam), a la que califica como "el punto cúlmine del apoyo mutuo en Uruguay, una de las propuestas anarquistas desde siempre".
Radicales

Aunque no están del todo de acuerdo con el accionar violento de sectores del anarquismo, sí consideran que la insurrección popular que terminará con la sociedad capitalista será necesariamente violenta. Pilo dice que es "difícil terminar con una sociedad basada en la violencia, si no es por la insurrección violenta". Esto, asegura, "no quiere decir que la utilices permanentemente para llegar".
Para Fernández, no hubo cambio en la historia que no haya sido promovido a partir de la violencia. "Soy de la idea de que las contradicciones antagónicas entre las clases sociales, se dirimen mediante la correlación de fuerzas. Y eso implica violencia, porque la burguesía no te va a entregar sus privilegios. En condiciones límite se da la confrontación", opina.
También Mejía considera que la historia lo ha demostrado así. "Porque los patrones, los burgueses, no van a decir de un día para el otro: `tenían razón muchachos, vamos a concederles los medios de producción`". Por ello, "el desenlace es violento". Para el docente, hoy ya es violenta la lucha, "aunque no tenga la forma de una revolución social". Y explica: "Es sumamente violenta la desigualdad, la injusticia. Es violento tener que cerrar los ojos frente a la injusticia o no tener los huevos para hacer nada. Y que todo esto se sostenga en definitiva por la fuerza, porque nadie está muy de acuerdo con vivir la mierda en que se vive".
Fernández dice, de todos modos, que respeta a los "compañeros" que hoy están en una línea violenta, pero no la comparte. Se refiere a los grupos anarquistas más radicales. "Es contraproducente; permite seguir estigmatizando al anarquismo como algo que no es. Nos aísla del sentir popular", agrega. Para Mejía, en tanto, estas situaciones dependen de las circunstancias. "Si hay una marcha como hay en todas partes del mundo, que la gente está en la calle y se da esa especie de fervor, esa bronca y se rompe un banco, un vidrio, es parte de una expresión; hay guachos que no se expresan, que viven metidos en una pantalla", afirma.
Dice que "desde el punto de vista del gesto, el tipo está en todo su derecho", aunque reconoce que "tampoco eso define nada: una vidriera más, una menos".
"Esto no quiere decir que rechacemos de plano la violencia", aclara Fernández, y recuerda que el anarquismo, a lo largo de la historia, "con las condiciones dadas, supo ser dinamizador de las insurrecciones populares".
Sedición y asonada

Gustavo Fernández y Pablo Mejía coinciden en que la política represiva del gobierno de izquierda "está liquidando guachos en los barrios pobres". Y recuerdan que con el Frente volvieron "figuras punitivas que se usaban en la dictadura, como la sedición y la asonada".
José Mjica y el anarquismo

El presidente José Mujica se ha definido como un "viejo anarquista", lo que no cae bien entre los integrantes del movimiento libertario. Juan Pilo, de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU), dice que el presidente debe tener más respeto por las ideas de las personas. Considera que sería "un atrevimiento" definirse como "marxista libertario para atraer a determinados sectores". Y agrega: "Es una falta de respeto, porque es un movimiento que tiene muchos años". A Laura Prieto, en cambio, no la ofenden los dicho del presidente. Ella dice que Mujica "tiene cosas muy cuestionadoras" pero que, al decirse anarquista, "confunde y lo usa como algo hippie"; banaliza el concepto.
Para Pablo Mejía, por último, es grave que el presidente se defina anarquista: "Es un atrevido y qué suerte que vive en 2013, porque si viviera a principios de siglo, algún Roscigna, algún Di Giovanni le pondría un tiro en la cabeza. No se puede jugar con las ideas así nomás".
http://www.elpais.com.uy/que-pasa/que-sido-viejos-anarquistas-uruguayos.html

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