Son pocos y no tienen gran capacidad de movilización. Pero los anarquistas
están ahí y piensan que la violencia sigue siendo el único camino para terminar
con esta sociedad capitalista, aunque la mayoría hoy ya no la práctica.
Rafael Rey
Los grandes y extensos ventanales que rodean la casa, permiten que la luz
natural -es un día de calor intenso, con el sol quemando con furia- entre como
en estampida, avasallante. Adentro del amplísimo espacio central, en el que
caben un aljibe, una mesa de ping-pong, una mecedora y varias sillas, el calor
parece atenuado; la casa mantiene la frescura intacta.
En ese lugar, ubicado en un predio de unas cuantas hectáreas, en los
límites de Montevideo, viven los integrantes de lo que alguna vez fue la
Comunidad del Sur, una experiencia de vida impregnada de las ideas anarquistas,
que un grupo de estudiantes de Bellas Artes -entre los que se encontraba el escultor
Octavio Podestá- fundó en 1955.
Allí funciona también la Editorial Nordan, que publica clásicos del
anarquismo, así como literatura infantil, psicología y antropología, entre
otros tópicos.
Lo que para algunos puede ser una idea que roce lo fantástico, para Laura
Prieto -partera, 56 años, pelo gris y una sonrisa siempre lista- la vida
comunitaria ha sido (es) un estilo de vida; una forma, precisamente, de vivir.
En su caso, la única. Laura Prieto nació en la comunidad y desde entonces
-mudanzas y exilio mediante- ha vivido en forma comunitaria. O al menos lo ha
intentado. "Ahora no somos una comunidad", se apura a aclarar.
"Somos cuatro gatos locos", pero las ideas anarquistas y libertarias
se mantienen. "Porque estás haciendo usufructo de un lugar que tiene toda
una historia. No cualquiera puede venir", advierte. Para Prieto, lo
fundamental es que exista la intención de vivir según esa ideas, "y la
intención está", afirma.
Si bien había "una militancia muy grande" de los anarquistas, la
Comunidad nunca se definió como tal, "porque no era `si son anarquista podéis
entrar y si no sois anarquista, no podéis`". La identificación era desde
la práctica, dice. "La comunidad se definía como comunista, libertaria,
revolucionaria", agrega Prieto. "Lo de comunista es que cada uno
aporta lo que puede y recibe lo que necesita. Cada cual según su capacidad y
cada cual según su necesidad", aclara.
Economía en común y decisiones tomadas en asamblea, sin jerarquías,
"porque nadie puede decidir por vos lo que vas a hacer. El poder de la
decisión está en cada uno", afirma. "Tu libertad no se termina con la
libertad del otro, como lo define la sociedad burguesa, sino que mi libertad
continúa en la del otro. Yo solo puedo ser libre si vos sois libre",
explica.
Esta concepción comunitaria estaba presente incluso en la crianza de los
niños. Prieto recuerda con felicidad su infancia, cuando sentía como padres a
todos los integrantes de la comunidad. "La paternidad no se consideraba
una cuestión de que vos pariste o vos tenéis un hijo biológico. Padres somos
todos", dice y recita una frase del filósofo anarquista Mijail Bakunin:
"Los hijos no son propiedad de nadie, ni de sus padres ni de su sociedad.
Solo pertenecen a su libertad futura".
La experiencia que tuvo como niña la hizo desear lo mismo para sus tres
hijos, que crecieron en ese mismo ámbito. El más chico, de 24 años, vive
todavía con ella. Hoy las ideas comunitarias se vuelven cada vez más difíciles
de llevar a la práctica. "Ahora el sustento que cada uno tiene es su
trabajo afuera", cuenta Prieto. "El sistema es muy fuerte, es muy
difícil hacer algo contracultural", sostiene.
Contradicciones
No hace falta intentar una vida en comunidad para que se dificulte llevar a
la práctica las ideas anarquistas. "Si uno pudiera ser totalmente
consecuente con lo que uno piensa, estaría en una situación de beligerancia
absoluta", dice Pablo Mejía, docente en un instituto privado, militante
anarquista desde hace 20 años, fundador del periódico anarquista Barrikada e
integrante de la Plenaria Memoria y Justicia.
"Lo que pasa es que no se trata de hacerlo solo, sino con gente,
organizadamente. Es un viaje social. Un viaje con contradicciones tremendas,
como todos, porque nacemos en el capitalismo y somos parte de esto, en el que
uno trata de ser lo más molesto posible, lo menos adaptado posible. Esa es mi
concepción del anarquismo", explica.
Mejía mamó las ideas libertarias desde muy joven, ya que su padre fue
co-fundador de la Resistencia Obrero Estudiantil (ROE) y la Organización
Popular Revolucionaria 33 Orientales (OPR-33), brazo armado de la Federación
Anarquista Uruguaya (FAU). Las ocupaciones estudiantiles de 1996 fueron el
punto de quiebre. "Alguna cosa leía, pero no es hasta el 96 que me
involucro", recuerda.
Considera que el primer acto de resistencia como anarquista pasa por
conocer su historia, la influencia que tuvo el anarquismo en el movimiento
sindical uruguayo. Y dice que son muchas las manifestaciones sociales en las
que están presentes las ideas libertarias. "Cuando veo 15.000 laburantes
del Sunca salir a la calle en una actitud anti-patrón, yo ahí veo la
clase", dice. Mejía entiende que hoy el anarquismo "en la práctica,
se trata de ser parte del movimiento social y menos de pintar la A por ahí. Que
estén las ideas metidas en lo social, en el sindicato donde estás, la
organización social".
En la misma línea se expresa Gustavo Fernández. Es trabajador del
Frigorífico Modelo, integra la Organización Socialista Libertaria y es uno de
los responsables de la publicación Rojo y Negro. Fernández tiene sus buenas dos
décadas de pensamiento libertario. Y también considera que hoy el anarquismo
solo tiene sentido si está anclado en la gente. Pero no solo en la teoría, sino
desde la acción.
"En las organizaciones sociales no difundimos mucho el anarquismo
teóricamente. No andamos hablándole a los compañeros del debate entre Marx y
Bakunin", dice Fernández.
Pero Fernández sostiene que la llegada de la izquierda al gobierno generó
un "achatamiento" de la militancia en las organizaciones de
izquierda, que dejaron la lucha y quedaron "a la expectativa de los logros
del gobierno". Según su visión, la reapertura de los Consejos de Salarios
fue fundamental para sumar trabajadores a los sindicatos, "pero todo ese
cúmulo de afiliaciones no son aprovechadas para movilizarse, sino para la
contención". El movimiento popular, sobre todo el Pit-Cnt, "son como
un soporte social de la política progresista", asegura.
Respecto al gobierno, dice que "el paquete económico del
neoliberalismo sigue en marcha", aunque reconoce que "hubo cambios en
las políticas sociales" y que en ese aspecto hay que hacer "un
paréntesis", porque el Frente Amplio (FA) hizo cosas
"impensables" de hacer para un gobierno de derecha. Mejía, en tanto,
dice que "las cosas fundamentales para que la sociedad cambiara no
pasaron".
Los dos critican la represión policial (ver recuadro). Pero no desconocen
que detrás de la llegada del FA al gobierno, está el esfuerzo de mucha gente.
"Es una historia larga que tiene mucha sangre arriba y mucha lucha",
dice Fernández. "Toda la bronca contra la clase dirigente, los patrones,
el gobierno, Mujica, contra todos estos traidores, pero respeto con la gente,
que le costó esto. Por eso también me rompe las bolas esa visión del anarquismo
que le escupe la cara a la gente".
Histórico.
Juan Pilo integra la secretaría de organización de la Federación Anarquista
Uruguaya (FAU), a la que llegó a fines de la década de 1960, a través de la
ROE. La dictadura lo llevó al exilio y, tras ella, volvió a Uruguay a reorganizar
la FAU, que había sufrido "un duro golpe, con muchos compañeros
desaparecidos", entre ellos Elena Quinteros -quien continúa desaparecida-
y Alberto Cecilio Mechoso, cuyos restos fueron hallados el año pasado en Buenos
Aires.
Reivindica los más de 50 años de "actuación política" de la FAU y
recuerda que ya desde el último cuarto del siglo XIX hay registros de
militantes anarquistas. "Cuando algunos hablan de sindicalismo se olvidan
que cuando nosotros formamos la organización ya había 100 años de movimiento
libertario en Uruguay", afirma. Destaca que el propio José Batlle y
Ordóñez "tenía gente en su entorno que era libertaria, que se
identificaban como socialistas, pero no el socialismo de hoy, el de Tabaré
Vázquez", dice.
"La autogestión es un concepto libertario; el mutualismo es un
concepto libertario: hay cosas en la sociedad que están, aunque el movimiento
no sea lo suficientemente fuerte como para impulsar eso por él mismo",
agrega.
Para Pilo, frente a una sociedad donde manda el individualismo y el
egoísmo, las ideas anarquistas proponen la "solidaridad, el apoyo mutuo,
que son antagónicas". Pone el ejemplo de la Federación Uruguaya de
Cooperativas de Vivienda y Ayuda Mutua (Fucvam), a la que califica como
"el punto cúlmine del apoyo mutuo en Uruguay, una de las propuestas
anarquistas desde siempre".
Radicales
Aunque no están del todo de acuerdo con el accionar violento de sectores
del anarquismo, sí consideran que la insurrección popular que terminará con la
sociedad capitalista será necesariamente violenta. Pilo dice que es
"difícil terminar con una sociedad basada en la violencia, si no es por la
insurrección violenta". Esto, asegura, "no quiere decir que la
utilices permanentemente para llegar".
Para Fernández, no hubo cambio en la historia que no haya sido promovido a
partir de la violencia. "Soy de la idea de que las contradicciones
antagónicas entre las clases sociales, se dirimen mediante la correlación de
fuerzas. Y eso implica violencia, porque la burguesía no te va a entregar sus privilegios.
En condiciones límite se da la confrontación", opina.
También Mejía considera que la historia lo ha demostrado así. "Porque
los patrones, los burgueses, no van a decir de un día para el otro: `tenían
razón muchachos, vamos a concederles los medios de producción`". Por ello,
"el desenlace es violento". Para el docente, hoy ya es violenta la
lucha, "aunque no tenga la forma de una revolución social". Y
explica: "Es sumamente violenta la desigualdad, la injusticia. Es violento
tener que cerrar los ojos frente a la injusticia o no tener los huevos para
hacer nada. Y que todo esto se sostenga en definitiva por la fuerza, porque
nadie está muy de acuerdo con vivir la mierda en que se vive".
Fernández dice, de todos modos, que respeta a los "compañeros"
que hoy están en una línea violenta, pero no la comparte. Se refiere a los
grupos anarquistas más radicales. "Es contraproducente; permite seguir
estigmatizando al anarquismo como algo que no es. Nos aísla del sentir
popular", agrega. Para Mejía, en tanto, estas situaciones dependen de las
circunstancias. "Si hay una marcha como hay en todas partes del mundo, que
la gente está en la calle y se da esa especie de fervor, esa bronca y se rompe
un banco, un vidrio, es parte de una expresión; hay guachos que no se expresan,
que viven metidos en una pantalla", afirma.
Dice que "desde el punto de vista del gesto, el tipo está en todo su
derecho", aunque reconoce que "tampoco eso define nada: una vidriera
más, una menos".
"Esto no quiere decir que rechacemos de plano la violencia",
aclara Fernández, y recuerda que el anarquismo, a lo largo de la historia,
"con las condiciones dadas, supo ser dinamizador de las insurrecciones
populares".
Sedición y asonada
Gustavo Fernández y Pablo Mejía coinciden en que la política represiva del
gobierno de izquierda "está liquidando guachos en los barrios
pobres". Y recuerdan que con el Frente volvieron "figuras punitivas
que se usaban en la dictadura, como la sedición y la asonada".
José Mjica y el anarquismo
El presidente José Mujica se ha definido como un "viejo
anarquista", lo que no cae bien entre los integrantes del movimiento
libertario. Juan Pilo, de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU), dice que el
presidente debe tener más respeto por las ideas de las personas. Considera que
sería "un atrevimiento" definirse como "marxista libertario para
atraer a determinados sectores". Y agrega: "Es una falta de respeto,
porque es un movimiento que tiene muchos años". A Laura Prieto, en cambio,
no la ofenden los dicho del presidente. Ella dice que Mujica "tiene cosas
muy cuestionadoras" pero que, al decirse anarquista, "confunde y lo
usa como algo hippie"; banaliza el concepto.
Para Pablo Mejía, por último, es grave que el presidente se defina
anarquista: "Es un atrevido y qué suerte que vive en 2013, porque si
viviera a principios de siglo, algún Roscigna, algún Di Giovanni le pondría un
tiro en la cabeza. No se puede jugar con las ideas así nomás".
http://www.elpais.com.uy/que-pasa/que-sido-viejos-anarquistas-uruguayos.html
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