Manifestación de la CNt
posterior al incendio de Scala. / CNT
Con la
transición, los ataques a los movimientos libertarios han seguido siendo una
constante.
El anarquismo ha sido
a lo largo de la historia un comodín con el que poder justificar oleadas de
represión por parte del Estado. Cuando el movimiento anarquista se dedicaba a
organizar sindicatos, grupos de estudios, centros culturales, periódicos y
extender sus ideas, siempre aparecían, de forma sospechosa, los
llamados “dinamiteros”, que venían a provocar una oleada represiva contra
estos centros de la organización libertaria. Los procesos de Montjuic, la Mano
Negra, el caso Rull o el de Casas Viejas no dejan de ser sintomáticos. Procesos
oscuros, y muchos de ellos montajes por parte de provocadores a sueldo
del Estado, según se ha demostrado con el paso de los años. Pero, a pesar de la
dura represión que el franquismo efectuó contra el anarquismo –entre otros
movimientos–, la llamada Transición democrática no ha sido menos en los
ataques contra el anarquismo, efectuados bajo el paraguas de las llamadas “acciones
antiterroristas”.
Una de las primeras
acciones fue el Caso Scala. La recién
legalizada CNT se negó a firmar los Pactos de la Moncloa. Esto, unido al miedo
a que existiera un modelo sindical distinto al concertado y a que el
anarcosindicalismo creciera, según palabras del propio ministro Rodolfo Martín
Villa, provocó que el Gobierno ordenara la infiltración de agentes
provocadores en la CNT. El 15 de enero de 1978, tras una manifestación,
cuatro personas murieron en un incendio provocado en la sala de fiestas Scala,
en Barcelona, tras la celebración de una manifestación. El Estado
aprovechó para lanzarse contra la CNT, deteniendo a algunos de sus miembros, a
los que acusó de terrorismo. El agente provocador, Joaquín Gambín,
desapareció días después y nunca más se supo de él. Las penas contra los
detenidos llegaron a los 17 años de cárcel. Años después, la justicia reabrió
el caso, ahora con un solo acusado, Joaquín Gambín.
Los montajes y la
represión ha alcanzado también a las prisiones. Enmarcado en la lucha de los presos
sociales, Agustín Rueda fue asesinado, en 1978, a manos de
funcionarios de la prisión en la que estaba cumpliendo su condena como un
episodio más de las torturas sufridas por los presos.
El juego del
terrorismo como arma arrojadiza contra el anarquismo se usó también a finales
de la década de los 70 e inicios de los 80. En esos años, las acciones
tuvieron como objetivo a la Federación Anarquista Ibérica, la Federación
Ibérica de Grupos Anarquistas y los Grupos Autónomos Anarquistas, a los que
se relacionó con los Comandos Autónomos Anticapitalistas con ETA, con todo lo
que ello conllevaba.
Años 90 y
dos mil
Las acciones contra
los anarquistas no pararon. En 1996 fue detenido el secretario general del
Comité Nacional de la CNT, José Luis Velasco, por negarse a un registro
imprevisto en la sede del comité.
Los casos de supuestas
colocaciones de artefactos explosivos contra instituciones o personas concretas
proliferaron a finales de los 90 e inicios del 2000. La irrupción de
corrientes insurreccionalistas fueron excusa para detener a miembros de
Juventudes Libertarias o de la Cruz Negra Anarquista, organización esta última
que trabajaba en el ámbito de presos anarquistas. Tras el atentado de Córdoba
de 1998, se dieron numerosas acciones policiales contra el movimiento
anarquista. Infiltraciones en las organizaciones citadas o montajes policiales
como el de Eduardo García fueron famosos. Salían a la luz supuestos organigramas
de organizaciones y contactos imposibles, dirigidos por “cerebros” desde la
cárcel, aparecían grupos anarquistas de dudosa procedencia y
detenciones indiscriminadas.
La dinámica no ha
cambiado. Eduardo Haro Tecglen decía hace ya algunos años que los primeros
sospechosos de algo siempre son de ETA. Si no encaja cualquier otro
grupo terrorista y si la pieza sigue suelta, los anarquistas siempre vienen
bien. Casos recientes como el del 4F demuestran que la máxima que Haro
Tecglen sigue siendo completamente válida. La criminalización del
anarquismo es un suma y sigue.
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