Tras
el alzamiento en Marruecos el 17 de julio de 1936, en Barcelona, convertida en
un hervidero, la CNT dio la consigna revolucionaria. Los militantes del
sindicato de Transportes se apoderaron de las armas que había en los barcos
anclados en el puerto. La Generalitat quiso evitarlo, pero estando desbordada
por los acontecimientos no pudo lograrlo. La CNT procedió a requisar ese mismo
día los medios de transporte y los principales edificios públicos.
El
18 de julio CNT y UGT declararon la huelga general en toda España. El
levantamiento era inminente y la CNT pidió a Companys, en reiteradas ocasiones,
que abriera los cuarteles y pusiera los depósitos de armas a disposición de las
fuerzas obreras para poder hacer frente a la reacción. El presidente de la
Generalitat se negó tajantemente una y otra vez. Todo esto a pesar de que sólo
disponía de dos mil guardias mal pertrechados para enfrentarse a un ejército de
unos cinco mil militares provistos con armas de guerra. Companys temía el
triunfo del levantamiento fascita, pero mucho más temía entregar las llaves de
la ciudad condal a la revolución social anarquista de la CNT, el sindicato que
durante años se había dedicado a reprimir desde el poder.
El
19 de julio la sublevación llegaría a Barcelona, donde, para los militares
sublevados -al mando de Llano de la encomienda, siendo el general Goded el
máximo responsable de toda la región- el golpe no se trataba más que de un
sencillo paseo militar, como venía siendo habitual. Craso error. En muchos
puntos del país, especialmente en las calles de Barcelona, la controvertida
"gimnasia revolucionaria" anarcosindicalista practicada a lo
largo de todo el gobierno republicano iba a dar sus frutos.
En
las horas previas al golpe en Barcelona, la ciudadanía, expectante y a la
espera de que se anunciara el levantamiento, se mantenía pegada a la radio que
iba informando sobre la situación del conflicto en los distintos puntos del
país.
Las
calles permanecían vacías y, a medida que avanzaba la noche, la militancia
confederal fue levantando barricadas y tomando posiciones en cada esquina de la
ciudad. El anarcosindicalismo se impuso desde las primeras horas.
La
estrategia militar estaba clara: envolver la ciudad con las tropas y avanzar
hacia la plaza de Cataluña por las arterias principales de la ciudad: la
Diagonal, la Gran Vía y el Paralelo.
Alrededor
de las 4 de la madrugada del 19 de julio las tropas nacionales abrieron las
puertas de los cuarteles. Las tropas se habían lanzado a la calle y acampado en
las Plazas de España, Universidad y Cataluña, a la vez que ocupaban los
principales edificios, como el Hotel Colón, el Ritz y la Telefónica y la
sección del puerto desde Correos y Telégrafos hasta el Paralelo.
Se
informó de lo acontecido y al poco tiempo las sirenas, llamando al combate,
dieron la señal de alarma por toda la ciudad.
Los
miembros de los Comités de Defensa empezaron a llamarse y a ser conocidos como
«los milicianos». Sin transición alguna, los cuadros de defensa se
transformaron en Milicias Populares. La estructura primaria de los cuadros de
defensa había previsto su ampliación y crecimiento mediante la incorporación de
cuadros secundarios. Bastó con dar cabida en ellos a los millares de trabajadores
voluntarios que se sumaron a la lucha contra el fascismo. Hombres y mujeres se
lanzaron a las calles, pero seguían faltando las armas.
Con
el conflicto prácticamente resuelto en favor de la CNT-FAI, sin apenas dar
crédito a sus ojos, el general Goded tuvo que rendirse pero, a pesar de haber
sido anunciada su rendición por la radio de la ciudad, algunas tropas
sublevadas decidieron no entregarse.
A
las once de la noche del mismo día, un grupo de militares sublevados resistían
encerrados tras las puertas del cuartel de San Andrés. Entre otras cosas, el
cuartel albergaba treinta mil fusiles en su interior. Con la contienda ya
decidida, a los combatientes anarcosindicalistas no les supuso mucho esfuerzo
reducir a los militares y hacerse con el arsenal.
A
partir de este momento podía considerarse que el poder en Barcelona había
cambiado de manos. Ahora el control no lo tenía ni el gobierno de la
Generalitat, ni la República española, lo tenía la CNT.
El
mismo día 20 fue asaltado el último bastión, Atarazanas, ante cuyos muros murió
Francisco Ascaso. Los anarcosindicalistas hicieron cuestión personal del asalto
a la fortaleza y rechazaron toda ayuda extraña. Atarazanas cayó el mismo día.
En
treinta y tres horas la clase trabajadora había sofocado el levantamiento
fascista. La victoria fue ampliamente celebrada en la ciudad condal. Al mismo
tiempo, el pueblo, que se había apoderado de las armas, se lanzó a la
revolución social con el binomio CNT-FAI a la cabeza.
Grupos
armados se desplazaron a toda la región y Tarragona, Gerona y Lérida siguieron
la suerte de Barcelona. La CNT y la FAI quedaron dueñas absolutas de la vida de
Cataluña.
El
ciclo insurreccionalista experimentado en los años 1932 a 1934 cobró nuevo
sentido ante los ojos del sector más crítico. La "gimnasia
revolucionaria", con su cohorte de muertes y persecuciones adquirió
una significación más profunda: en el fracaso sistemático, los cuadros
anarcosindicalistas templaron sus armas y cuando llegó el momento favorable, su
capacidad de reacción fue fulminante, y no menor su capacidad de iniciativa e
improvisación.
Mientras
tanto, el 19 de julio había dimitido el gobierno de Casares Quiroga. Hubo un
gobierno relámpago encabezado por Martínez Barrios, que trató inútilmente de
parar el golpe, al cual le reemplazó José Giral. El gobierno republicano pasó a
decretar el licenciamiento del ejército, pero por entonces ya se luchaba en toda
España. La guerra civil había comenzado y el gobierno republicano era naufrago
en el océano de los acontecimientos.
Los
sectores populares acusaban al gobierno republicano de lenidad y lo
consideraban responsable de los acontecimientos. No se le perdonaba haberse
negado a armar al pueblo, así como las proclamaciones retóricas, siempre vacías
de efectividad. Al mismo tiempo, las milicias de la Confederación se
convirtieron en la vanguardia de todas las unidades armadas que se desplazaban
en busca del enemigo fascista. Eran la organización armada del proletariado
revolucionario y fueron imitados por el resto de organizaciones obreras, e
incluso las de origen burgués. Ante la ausencia de un ejército proletario único
surgieron tantas milicias como partidos y organizaciones existían.
A
las cuarenta y ocho horas del alzamiento el país se hallaba dividido en dos
zonas: en general, las provincias agrarias, Galicia, Castilla, León, Aragón,
Navarra y Andalucía, quedaban en poder de los nacionales; mientras Cataluña,
Levante, Asturias, País Vasco y Madrid bajo el dominio de la República.
En
Madrid, las organizaciones obreras dominaron la situación desde los primeros
instantes y consiguieron vencer también la amenaza representada por el cinturón
que rodeaba la capital, Alcalá, Toledo y Guadalajara.
En
el resto del país, a medida que en las provincias las guarniciones militares se
incorporaban al alzamiento o eran derrotadas por los trabajadores armados, el
estado se iba despedazando en fragmentos. Esta facultad del poder ejecutivo las
recogió el pueblo en la calle, creando espontáneamente entidades de recambio.
Como dijo un anónimo militante anarcosindicalista:
Volviendo
a Barcelona, ya finalizada la contienda, Companys solicitó una entrevista con
una delegación del comité regional de la CNT. Armados hasta los dientes, y aún
cubiertos del polvo producto de la contienda en la calle, una delegación de la
CNT-FAI compuesta por Durruti, García Oliver y Gregorio Jover, entre otros, se
dirigió al Palacio de la Generalitat de Cataluña para entrevistarse con
Companys, presidente de la Generalitat, antiguo abogado de la CNT y su
posterior perseguidor.
En
un salón contiguo al despacho, esperaban representantes de todos los grupos
políticos de Cataluña el veredicto del anarcosindicalismo. Pero la delegación
no podía llegar a un acuerdo sin consultar previamente a los sindicatos. Toda
la militancia confederal de Barcelona y de la región esperaba impaciente la
llegada de los delegados para que se les informara y así poder tomar una
decisión.
Esto
fue lo que les dijo Companys:
Ante todo, he de deciros que la CNT y la FAI no han sido nunca tratadas
como se merecían por su verdadera importancia. Siempre habéis sido perseguidos
duramente; y yo, con mucho dolor, pero forzado por las realidades políticas que
antes estuve con vosotros, después me he visto obligado a enfrentarme y
perseguiros. Hoy sois los dueños de la ciudad y de Cataluña, porque sólo
vosotros habéis vencido a los militares fascistas, y espero que no os sabrá mal
que en este momento os recuerde que no os ha faltado la ayuda de los pocos o
muchos hombres leales de mi partido y de los guardias y mozos.
No puedo, pues, sabiendo cómo y quienes sois, emplear un lenguaje que no
sea de gran sinceridad. Habéis vencido y todo está en vuestro poder; si no me
necesitáis o no me queréis como Presidente de Cataluña, decídmelo ahora, que yo
pasaré a ser un soldado más en la lucha contra el fascismo. Si, por el
contrario, creéis en este puesto que sólo muerto hubiese dejado ante el
fascismo triunfante, puedo, con los hombres de mi partido, mi nombre y mi
prestigio, ser útil en esta lucha, que si bien termina hoy y mi prestigio en la
ciudad, no sabemos cuándo y cómo terminará en el resto de España, podéis contar
conmigo y con mi lealtad de hombre y de político que está convencido de que hoy
muere todo un pasado de bochorno, y que desea sinceramente que Cataluña marche
a la cabeza de los países más adelantados en materia social.
Tras
la reunión, y a propuesta de Companys, el 21 de julio se constituyó un Comité
Central de Milicias Antifascistas de Cataluña -integrado por todas las fuerzas
del Frente Popular- de carácter provisional, a la espera de lo que la regional
de la CNT acordara en su próximo comicios. Con vistas a tratar este asunto, el
23 de julio tuvo lugar un pleno regional de locales y comarcales en la nueva
sede del comité regional CNT-FAI de Cataluña, que había pasado a ocupar la Casa
Cambó.
Por
la trascendencia de los acuerdos que en éste comicios se debían tomar, este
sería hasta ahora, posiblemente, el pleno más importante que haya ha celebrado
la Confederación Nacional del Trabajo.
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