viernes, 18 de julio de 2014

La Revolución Social Española de 1936

Tras el alzamiento en Marruecos el 17 de julio de 1936, en Barcelona, convertida en un hervidero, la CNT dio la consigna revolucionaria. Los militantes del sindicato de Transportes se apoderaron de las armas que había en los barcos anclados en el puerto. La Generalitat quiso evitarlo, pero estando desbordada por los acontecimientos no pudo lograrlo. La CNT procedió a requisar ese mismo día los medios de transporte y los principales edificios públicos.
El 18 de julio CNT y UGT declararon la huelga general en toda España. El levantamiento era inminente y la CNT pidió a Companys, en reiteradas ocasiones, que abriera los cuarteles y pusiera los depósitos de armas a disposición de las fuerzas obreras para poder hacer frente a la reacción. El presidente de la Generalitat se negó tajantemente una y otra vez. Todo esto a pesar de que sólo disponía de dos mil guardias mal pertrechados para enfrentarse a un ejército de unos cinco mil militares provistos con armas de guerra. Companys temía el triunfo del levantamiento fascita, pero mucho más temía entregar las llaves de la ciudad condal a la revolución social anarquista de la CNT, el sindicato que durante años se había dedicado a reprimir desde el poder.
El 19 de julio la sublevación llegaría a Barcelona, donde, para los militares sublevados -al mando de Llano de la encomienda, siendo el general Goded el máximo responsable de toda la región- el golpe no se trataba más que de un sencillo paseo militar, como venía siendo habitual. Craso error. En muchos puntos del país, especialmente en las calles de Barcelona, la controvertida "gimnasia revolucionaria" anarcosindicalista practicada a lo largo de todo el gobierno republicano iba a dar sus frutos.
En las horas previas al golpe en Barcelona, la ciudadanía, expectante y a la espera de que se anunciara el levantamiento, se mantenía pegada a la radio que iba informando sobre la situación del conflicto en los distintos puntos del país.
Las calles permanecían vacías y, a medida que avanzaba la noche, la militancia confederal fue levantando barricadas y tomando posiciones en cada esquina de la ciudad. El anarcosindicalismo se impuso desde las primeras horas.
La estrategia militar estaba clara: envolver la ciudad con las tropas y avanzar hacia la plaza de Cataluña por las arterias principales de la ciudad: la Diagonal, la Gran Vía y el Paralelo.
Alrededor de las 4 de la madrugada del 19 de julio las tropas nacionales abrieron las puertas de los cuarteles. Las tropas se habían lanzado a la calle y acampado en las Plazas de España, Universidad y Cataluña, a la vez que ocupaban los principales edificios, como el Hotel Colón, el Ritz y la Telefónica y la sección del puerto desde Correos y Telégrafos hasta el Paralelo.
Se informó de lo acontecido y al poco tiempo las sirenas, llamando al combate, dieron la señal de alarma por toda la ciudad.
Los miembros de los Comités de Defensa empezaron a llamarse y a ser conocidos como «los milicianos». Sin transición alguna, los cuadros de defensa se transformaron en Milicias Populares. La estructura primaria de los cuadros de defensa había previsto su ampliación y crecimiento mediante la incorporación de cuadros secundarios. Bastó con dar cabida en ellos a los millares de trabajadores voluntarios que se sumaron a la lucha contra el fascismo. Hombres y mujeres se lanzaron a las calles, pero seguían faltando las armas.
Con el conflicto prácticamente resuelto en favor de la CNT-FAI, sin apenas dar crédito a sus ojos, el general Goded tuvo que rendirse pero, a pesar de haber sido anunciada su rendición por la radio de la ciudad, algunas tropas sublevadas decidieron no entregarse.
A las once de la noche del mismo día, un grupo de militares sublevados resistían encerrados tras las puertas del cuartel de San Andrés. Entre otras cosas, el cuartel albergaba treinta mil fusiles en su interior. Con la contienda ya decidida, a los combatientes anarcosindicalistas no les supuso mucho esfuerzo reducir a los militares y hacerse con el arsenal.
A partir de este momento podía considerarse que el poder en Barcelona había cambiado de manos. Ahora el control no lo tenía ni el gobierno de la Generalitat, ni la República española, lo tenía la CNT.
El mismo día 20 fue asaltado el último bastión, Atarazanas, ante cuyos muros murió Francisco Ascaso. Los anarcosindicalistas hicieron cuestión personal del asalto a la fortaleza y rechazaron toda ayuda extraña. Atarazanas cayó el mismo día.
En treinta y tres horas la clase trabajadora había sofocado el levantamiento fascista. La victoria fue ampliamente celebrada en la ciudad condal. Al mismo tiempo, el pueblo, que se había apoderado de las armas, se lanzó a la revolución social con el binomio CNT-FAI a la cabeza.
Grupos armados se desplazaron a toda la región y Tarragona, Gerona y Lérida siguieron la suerte de Barcelona. La CNT y la FAI quedaron dueñas absolutas de la vida de Cataluña.
El ciclo insurreccionalista experimentado en los años 1932 a 1934 cobró nuevo sentido ante los ojos del sector más crítico. La "gimnasia revolucionaria", con su cohorte de muertes y persecuciones adquirió una significación más profunda: en el fracaso sistemático, los cuadros anarcosindicalistas templaron sus armas y cuando llegó el momento favorable, su capacidad de reacción fue fulminante, y no menor su capacidad de iniciativa e improvisación.
Mientras tanto, el 19 de julio había dimitido el gobierno de Casares Quiroga. Hubo un gobierno relámpago encabezado por Martínez Barrios, que trató inútilmente de parar el golpe, al cual le reemplazó José Giral. El gobierno republicano pasó a decretar el licenciamiento del ejército, pero por entonces ya se luchaba en toda España. La guerra civil había comenzado y el gobierno republicano era naufrago en el océano de los acontecimientos.
Los sectores populares acusaban al gobierno republicano de lenidad y lo consideraban responsable de los acontecimientos. No se le perdonaba haberse negado a armar al pueblo, así como las proclamaciones retóricas, siempre vacías de efectividad. Al mismo tiempo, las milicias de la Confederación se convirtieron en la vanguardia de todas las unidades armadas que se desplazaban en busca del enemigo fascista. Eran la organización armada del proletariado revolucionario y fueron imitados por el resto de organizaciones obreras, e incluso las de origen burgués. Ante la ausencia de un ejército proletario único surgieron tantas milicias como partidos y organizaciones existían.
A las cuarenta y ocho horas del alzamiento el país se hallaba dividido en dos zonas: en general, las provincias agrarias, Galicia, Castilla, León, Aragón, Navarra y Andalucía, quedaban en poder de los nacionales; mientras Cataluña, Levante, Asturias, País Vasco y Madrid bajo el dominio de la República.
En Madrid, las organizaciones obreras dominaron la situación desde los primeros instantes y consiguieron vencer también la amenaza representada por el cinturón que rodeaba la capital, Alcalá, Toledo y Guadalajara.
En el resto del país, a medida que en las provincias las guarniciones militares se incorporaban al alzamiento o eran derrotadas por los trabajadores armados, el estado se iba despedazando en fragmentos. Esta facultad del poder ejecutivo las recogió el pueblo en la calle, creando espontáneamente entidades de recambio. Como dijo un anónimo militante anarcosindicalista:
Volviendo a Barcelona, ya finalizada la contienda, Companys solicitó una entrevista con una delegación del comité regional de la CNT. Armados hasta los dientes, y aún cubiertos del polvo producto de la contienda en la calle, una delegación de la CNT-FAI compuesta por Durruti, García Oliver y Gregorio Jover, entre otros, se dirigió al Palacio de la Generalitat de Cataluña para entrevistarse con Companys, presidente de la Generalitat, antiguo abogado de la CNT y su posterior perseguidor.
En un salón contiguo al despacho, esperaban representantes de todos los grupos políticos de Cataluña el veredicto del anarcosindicalismo. Pero la delegación no podía llegar a un acuerdo sin consultar previamente a los sindicatos. Toda la militancia confederal de Barcelona y de la región esperaba impaciente la llegada de los delegados para que se les informara y así poder tomar una decisión.
Esto fue lo que les dijo Companys:
Ante todo, he de deciros que la CNT y la FAI no han sido nunca tratadas como se merecían por su verdadera importancia. Siempre habéis sido perseguidos duramente; y yo, con mucho dolor, pero forzado por las realidades políticas que antes estuve con vosotros, después me he visto obligado a enfrentarme y perseguiros. Hoy sois los dueños de la ciudad y de Cataluña, porque sólo vosotros habéis vencido a los militares fascistas, y espero que no os sabrá mal que en este momento os recuerde que no os ha faltado la ayuda de los pocos o muchos hombres leales de mi partido y de los guardias y mozos.
No puedo, pues, sabiendo cómo y quienes sois, emplear un lenguaje que no sea de gran sinceridad. Habéis vencido y todo está en vuestro poder; si no me necesitáis o no me queréis como Presidente de Cataluña, decídmelo ahora, que yo pasaré a ser un soldado más en la lucha contra el fascismo. Si, por el contrario, creéis en este puesto que sólo muerto hubiese dejado ante el fascismo triunfante, puedo, con los hombres de mi partido, mi nombre y mi prestigio, ser útil en esta lucha, que si bien termina hoy y mi prestigio en la ciudad, no sabemos cuándo y cómo terminará en el resto de España, podéis contar conmigo y con mi lealtad de hombre y de político que está convencido de que hoy muere todo un pasado de bochorno, y que desea sinceramente que Cataluña marche a la cabeza de los países más adelantados en materia social.
Tras la reunión, y a propuesta de Companys, el 21 de julio se constituyó un Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña -integrado por todas las fuerzas del Frente Popular- de carácter provisional, a la espera de lo que la regional de la CNT acordara en su próximo comicios. Con vistas a tratar este asunto, el 23 de julio tuvo lugar un pleno regional de locales y comarcales en la nueva sede del comité regional CNT-FAI de Cataluña, que había pasado a ocupar la Casa Cambó.
Por la trascendencia de los acuerdos que en éste comicios se debían tomar, este sería hasta ahora, posiblemente, el pleno más importante que haya ha celebrado la Confederación Nacional del Trabajo.
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