El presente trabajo es un conjunto de notas sobre el periodo que va desde
la reconstrucción de CNT, en 1976, hasta su
ruptura en dos sectores, en 1979-1980. Quizá pueda parecer al lector que, en
estas notas, prevalece una óptica catalana, limitada a las circunstancias que
se producen en la organización catalana, lo que se explica por dos motivos: por
un lado, porque quien esto escribe es un veterano militante de Badalona,
implicado, básicamente, en la realidad orgánica catalana; en segundo lugar,
porque –al menos, esa es mi opinión– ha sido en Catalunya donde se han
ventilado los conflictos determinantes de este difícil período para la
Confederación.
A finales de 1975, la CNT del interior reproduce fielmente los problemas
del exilio. Este se fracciona por segunda vez en 1965, durante el Congreso de
Montpellier, en dos grupos: la tendencia más moderada o posibilista, con sede
en Narbonne (también conocida por tendencia Frente Libertario, que
se corresponde al título del periódico editado por ellos) y el sector
supuestamente «purista» del Secretariado Intercontinental, radicado en Toulouse
(denominado sector Rue Belfort, en cuya calle está enclavada su sede). Ambas
fracciones pugnan por conquistar la hegemonía de la organización del interior,
sacudida esta última, además, por el problema de los cincopuntistas. Así, tras la muerte
de Franco, existen en Catalunya tres autodenominados Comités Regionales: uno
con sede en Mataró, conectado con Narbonne; otro localizado en Tarrasa,
dependiente de Toulouse; y un tercero, con sede en Barcelona, donde se agrupan
los restos del cincopuntismo. Además, hay otros grupos de orientación
libertaria no adscritos a ninguno de los Comités Regionales: el grupo Solidaridad,
la gente del Movimiento Comunista Libertario (MCL),
etc.
El día 29 de febrero de 1976, tiene lugar una asamblea en la barriada de
Sants (Barcelona) donde coinciden buena parte de estos colectivos –en los que
predominan elementos ligados a Narbonne con él objetivo de reorganizar la CNT.
Los precedentes de dicha asamblea habían sido, ciertamente, jugosos.
Ya el día 1 de febrero de 1975, el periódico Frente Libertario,
publicado, como hemos dicho, por el sector del exilio de Narbonne, lanza un
editorial con tres puntos en los cuales pasa por encima de la guerra civil
latente y da pautas para una posible reorganización de la CNT, una vez
desaparecido el régimen franquista.
El mismo mes de febrero, en el interior, un titulado Comité Nacional de la
CNT-AIT (un comité fantasma aparece en Madrid, vinculado a la facción de
Toulouse, en el que pululan un tal Fernando y un tal Luque)
edita un manifiesto denunciando la propuesta de los de Frente Libertario.
El 16 de enero de 1976 (casi en vísperas de la celebración de la asamblea
de Sants), el periódico editado en Francia Le Combat Syndicaliste,
adscrito a la tendencia de Toulouse, publica un comunicado dirigido a «todas
las Regionales, Comarcales y Federaciones Locales» de una supuesta CNT en la
clandestinidad –que sólo está en el caletre de un hombre ya difunto, Germinal
Esgleas, compañero de Federica Montseny– poniendo en guardia
ante lo que consideran es una maniobra de los de la «otra parte».
Paralelamente, en el interior, un grupo de viejos militantes de CNT, que no
ven demasiado claro el proyecto de asamblea en Sants, sostienen conversaciones
para salir a la luz pública e intentar reorganizar la Confederación. No hay
pretensiones de legitimidad histórica, del tipo de las esgrimidas por los de
Toulouse, pero sí hay una diferencia crucial con respecto a los organizadores
de la asamblea de Sants: se busca una reorganización controlada, no un
batiburrillo que nadie sabe cómo acabará. Todo está preparado para celebrar una
reunión previa en un salón de reuniones del actual Hogar del Jubilado de la
barcelonesa calle de Bach de Roda. Sin embargo, los organizadores de la
asamblea de Sants maniobran, lanzando la calumnia de que «los
verticalistas están organizando una reunión para ir a la creación de la CNT».
El juego sucio ya no es patrimonio exclusivo de ningún sector concreto. No
citamos nombres pero, si un día es necesario, se podrán dar.
Así las cosas, la asamblea celebrada en Sants nombra un Comité Regional y
supone el relanzamiento definitivo de la organización. Con algunas coletillas
curiosas, como la lucha terrible entre los dos carnets venidos de ambas
facciones del exilio. Los de Toulouse acaban sumándose al carro y ya compiten
por estar en el candelero de los próximos actos públicos que se organicen.
Crisis
y escisión
Luego, en julio de 1977, el gran mitin de Montjuic, con una asistencia
–creo que inesperada para todos– de varios centenares de miles de personas. Se
produce, entonces, el aluvión de afiliados en los sindicatos, cuya cifra iba a llegar,
en Catalunya, a unos cien mil.
Poco después, una convocatoria trascendental: las Jornadas
Libertarias. Con prolegómenos conflictivos: el Comité Regional de Catalunya
se niega a asumir la convocatoria e igual ocurre con la Federación Local de
Barcelona; sin embargo, la solicitud dirigida a las autoridades gubernativas
para su celebración lleva el sello del Comité Regional. El escándalo provocado
por lo sucedido en el Parque Gü̈ell, donde se dio una imagen pública que nada
tenía que ver con un sindicato obrero, supone el comienzo del fin.
La resurgida FAl inicia su escalada hacia el control de la
organización, en clara conexión con el sector de Toulouse del exilio. Le
acompañan en sus apetencias otros grupos específicos: la Federación
Ibérica de Grupos Anarquistas (FIGA), los Grupos
Autónomos Anarquistas… Después, el 15 de enero de 1978, vendría la
manifestación contra el Pacto de la Moncloa y lo que tras ella siguió, es
decir, cuatro compañeros de la CNT, trabajadores de la sala de fiestas Scala, quemados vivos por
la acción de varios provocadores a sueldo.
Los conflictos se agudizan. Los plenos de sindicatos acuerdan, en unos
casos, la solidaridad con los detenidos a raíz del incendio del Scala y, en
otros, resuelven desligar a la Confederación de tan terribles sucesos. Los
grupos específicos hacen bandera de los detenidos.
Las reuniones, los plenos, se van vaciando de gente. La táctica de los
faístas y sucedáneos da resultado; prolongar las reuniones hasta altas horas de
la noche y, cuando los trabajadores de a pie –los que tienen que levantarse a
primera hora de la mañana siguiente para acudir al trabajo– abandonan la
reunión, votar lo que les interesa.
En el verano de 1978, todos los sectores ajenos a la FAI, se aglutinan en
los llamados Grupos de Afinidad Anarcosindicalista, con el fin de
frenar el auge faísta. Pero es tarde y, además, el conglomerado de los Grupos
de Afinidad es enormemente heterogéneo. Poco más tarde, las cosas adoptan un
color más feo: Sebastián Puigserver, Secretario de Organización del
Comité Nacional y destacado impulsor de los Grupos de Afinidad, recibe una
paliza de manos de unos «desconocidos». Empiezan a producirse las expulsiones
de integrantes de los Grupos –los «paralelos», como los motejan los faístas–.
El V Congreso de la CNT, celebrado en Madrid
en diciembre de 1979, es el escenario del estallido. Estallido precipitado por
el hecho de que, en el Congreso, se debían rendir cuentas económicas del
exilio. La ruptura evita que los enviados de Toulouse expliciten lo acaecido
con el patrimonio de la CNT llevado al exilio.
Tras este tumultuoso Congreso, la corriente antifaísta organiza comisiones
impugnadoras de los acuerdos congresuales. La ruptura ya está, prácticamente,
consumada. El Congreso Extraordinario celebrado, en Valencia los días 25, 26 y
27 de julio, sentencia la crisis: ya hay dos CNT disputándose las siglas, una
que agrupa a la corriente faísta (CNT-AIT o CNT-V Congreso) y otra aglutinando
a los partidarios de una CNT autónoma (CNT-Congreso de Valencia o,
familiarmente, CNT renovada).
José COSTA FONT
Publicado en Polémica. n.º 4-5,
junio 1982
No hay comentarios:
Publicar un comentario